Immanuel Wallerstein: La irresistible decadencia del imperio americano
Raúl Zibechi
El sociólogo estadounidense Immanuel Wallerstein, en su visita al Cono Sur de Sudamérica habló sobre uno de sus temas favoritos: el fin de la hegemonía de los Estados Unidos que, estima, será definitiva en la próxima década. Pero deslizó, además, que en dos o tres décadas más viviremos en un mundo poscapitalista, que puede ser algo mejor o mucho peor que el actual.
La decadencia imperial, lenta e inexorable desde la "revolución mundial de
1968", se está acelerando de modo vertiginoso desde 2003, ante el previsible
fracaso de la invasión estadounidense a Irak. Un país que no puede someter a una
pequeña y desgastada nación, luego de una terrible década de bloqueo mundial, no
puede estar en condiciones de poner orden en los asuntos globales. A grandes
rasgos, esta es una de las principales conclusiones que esbozó Wallerstein a su
paso por Montevideo.
Estados Unidos pasó de imponer "el 95%" de su voluntad al mundo, entre 1945 y
1970, a una situación de impotencia que se manifestó en la llegada al poder de
los neoconservadores con George W. Bush en 2001. Fue esa una muestra de
debilidad y no, como suele creerse, de fortaleza. Para los neocons sólo
la fuerza militar puede revertir la decadencia de una potencia que ya no es
temida y, por ello, enfrentará cada vez más y mayores desafíos.
Las causas de esta decadencia las encuentra Wallerstein en tres desafíos que
confluyeron entre fines de los 60 y comienzos de los 70: la competencia
económica de Japón y Europa, la descolonización y el rechazo del tercer mundo al
orden bipolar USA-URSS, y la emergencia de una nueva generación de movimientos
antisistémicos. Los tres desafíos fueron exitosos y erosionaron la hegemonía de
la superpotencia que impuso el Consenso de Washington, el modelo neoliberal y la
globalización como forma de recuperar el poderío perdido.
Sin embargo, la "revolución mundial del 68", o sea el desafío lanzado por los
nuevos movimientos, es para Wallerstein un hecho decisivo que está en la base ya
no de la crisis hegemónica del imperio sino de la propia sobrevivencia del
capitalismo como sistema-mundo. En un texto luminoso, "1968: el gran ensayo"