No es ALBA, ni el MERCOSUR ampliado, ni la integración energética que venía
trabajando Venezuela. La UNASUR, impulsada por Brasil, tiene ventajas y
desventajas: entre las primeras, potencia la autonomía regional respecto de los
Estados Unidos; pero es un tipo de integración a la medida de las grandes
empresas brasileñas.
El 23 de mayo, en Brasilia, once presidentes y un vicepresidente en
representación de los doce países de América del Sur, firmaron el Tratado
Constitutivo de la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR). El tiempo dirá,
pero todo indica que se trata de un hecho que hará historia en el largo y
complejo proceso de integración de los países de la región y, muy en particular,
de la afirmación de un proyecto propio que necesariamente toma distancias de
Washington.
El proceso en curso presenta dos novedades respecto a los anteriores. Uno, es el
neto protagonismo de Brasil que se ha convertido en la locomotora regional,
luego de tejer una alianza estratégica con Argentina. El resto de los países
pueden elegir entre seguir la corriente del país que representa la mitad del PIB
regional y de su población y es, junto a Rusia, China e India, uno de los
principales emergentes del mundo. Pero, además, el único en condiciones de
liderar un proceso que colocará a la región como uno de los cinco o seis polos
de poder global.
El segundo, es que la seguridad regional ha sido sustituida a la energía como
disparador de la integración. Luiz Inacio Lula da Silva presentó la propuesta de
crear un Consejo de Defensa Suramericano, del que sólo la Colombia de Alvaro
Uribe tomó distancias. No obstante, se ha creado un grupo de trabajo que en 90
días presentará un informe técnico con el objetivo de eliminar las divergencias
existentes. Lula se mostró confiado en que Uribe aceptará la integración en
materia de seguridad, luego de su viaje a Bogotá el próximo 20 de julio.
De este modo, la diplomacia de Itamaraty arrincona las expectativas del
Pentágono de abrir un frente militar, luego del ataque al campamento de las FARC
en suelo ecuatoriano el pasado 1 de marzo. Esta es apenas la fase final de una
estrategia que comenzó con maniobras conjuntas entre Brasil y Argentina, cuyas
hipótesis de conflicto consistían en la defensa de los recursos naturales ante
una potencia extracontinental. En noviembre de 2006, el coronel Oliva Neto,
quien dirige el Núcleo de Asuntos Estratégicos de la Presidencia de Brasil,
había hecho la propuesta de crear unas fuerzas armadas regionales como parte del
proyecto Brasil en Tres Tiempos, que busca convertir a la nación en un "país
desarrollado" para 2022.
Para horror de Washington, y de las derechas vernáculas, la región contará en
adelante con cuatro poderosas instancias de integración: la UNASUR, el Consejo
de Defensa, y según el anuncio de Lula, "un banco central y una moneda única".
No está claro qué papel jugará el Banco del Sur, aunque es probable que Brasilia
opte por otro formato en línea con su poderoso Banco Nacional de Desarrollo, que
cuenta con más fondos para invertir en la región que el FMI y el propio Banco
Mundial.
Sin duda, esta integración a la medida del "Brasil potencia" no es la que
hubiera preferido Hugo Chávez, pero las dificultades por las que atraviesa el
proceso bolivariano y los resquemores que levanta en la región, fortalecieron la
opción brasileña. Que las grandes empresas de ese país (Petrobras, Embraer,
Odebrecht, Camargo Correa, Itaú….) serán las grandes beneficiarias, está fuera
de duda. Seguramente, sea el precio a pagar por romper dependencias más
onerosas.
Analistas conservadores como el argentino Rosendo Fraga, esperan que "la
heterogeneidad de los doce países de la región" (Nueva Mayoría, 20 de mayo) sea
la piedra en el zapato del proceso de integración. Washington tiene las mismas
expectativas y, además, trabaja con ahínco para ello. Llama la atención, en
vista de las escasas perspectivas de futuro que tienen los pequeños países en un
mundo globalizado, que el único presidente que faltó a la cita haya sido Tabaré
Vázquez.
- Raúl Zibechi, periodista uruguayo, es docente e investigador en la
Multiversidad Franciscana de América Latina, y asesor de varios grupos sociales.