La guerra
preventiva llegó a la región
Bush apunta, Uribe dispara
La incursión de las fuerzas armadas de Colombia en territorio ecuatoriano
forma parte de una planificada estrategia de Estados Unidos para modificar el
balance militar de la región, con la esperanza de revertir su decadencia. En la
mira está el petróleo de Venezuela y de Ecuador, pero también el jaque a Brasil
como potencia regional emergente.
Raúl Zibechi
Semanario Brecha
Fue un ataque largamente planificado y profundamente meditado. No hubo excesos
ni desbordes, ni se trató de aprovechar la localización de Raúl Reyes en suelo
ecuatoriano. No fue sólo para impedir el canje humanitario de rehenes de las
Farc por guerrilleros presos del gobierno de Álvaro Uribe, operación que le ha
dado alto protagonismo tanto a la guerrilla como al presidente venezolano Hugo
Chávez. Lo sucedido forma parte, ciertamente, de la estrategia de "ataque
preventivo" que la superpotencia generalizó a partir de los atentados del 11 de
setiembre y de la experiencia previa en Oriente Medio. Pero detrás del atropello
a la soberanía ecuatoriana hay bastante más.
Todo indica que el comandante de las Farc estaba en tratativas con los gobiernos
de Francia y Ecuador para continuar la liberación de rehenes. El ataque al
campamento de las Farc se produjo apenas cuatro días después de la liberación de
cuatro ex congresistas que estaban en su poder desde hacía seis años. Según
fuentes de la cancillería argentina consultadas por el diario Página 12 (lunes
3), por lo menos tres franceses enviados por el presidente Nicolas Sarkozy
estaban desde octubre pasado negociando con Reyes la liberación de la ex
candidata presidencial franco-colombiana Ingrid Betancourt, con conocimiento de
Uribe. Según esa versión, los tres enviados estaban en camino hacia el
campamento de las farc, donde estaba Reyes, cuando fueron llamados por el
comisionado para la paz, Luis Carlos Restrepo, que forma parte del gobierno de
Uribe, quien les advirtió que no se acercaran al campamento.
Eso explicaría el malestar del gobierno francés con la acción colombiana. El
gobierno de Uribe sólo pudo contar con el apoyo incondicional de George W Bush,
ya que la gran mayoría de los países sudamericanos rechazó explícitamente la
incursión militar. La ruptura de relaciones del gobierno de Rafael Correa con
Colombia parecía la única salida para Ecuador ante la grosera violación de la
soberanía de ese país y las mentiras con que Uribe intentó justificar la
agresión. En efecto, en sus primeras declaraciones el presidente colombiano
aseguró que sus tropas se limitaron a repeler un ataque desde territorio
ecuatoriano.
La acción militar colombiana modifica de plano el tablero regional. No es sólo
una potente muestra de militarismo; también enseña los dientes de Washington en
momentos en que el gobierno de Hugo Chávez atraviesa serias dificultades
internas mientras no consigue apoyos a su estrategia de responder a la tensión
con más tensión. Uno de los objetivos centrales de la incursión militar está
dirigido contra el proceso bolivariano, aunque la excusa sean las farc. Es
probable que se esté ante la primera fase de una vasta ofensiva
colombo-estadounidense para desestabilizar a Chávez.
Nuevo equilibrio de fuerzas
En 2004 la revista brasileña Military Power Review elaboró un ranking de las
fuerzas armadas sudamericanas incluyendo todas las variables: desde la cantidad
de efectivos y la calidad del equipo hasta los planes de defensa y la proyección
estratégica. El análisis estableció un puntaje a cada nación según su poderío
militar. En primer lugar aparecía Brasil con 653 puntos; en una segunda fila
figuraban Perú con 423, Argentina con 419 y Chile con 387. Luego venía otro
grupo en el que figuraban Colombia con 314, Venezuela con 282 y Ecuador con 254
puntos. En aquel momento, hace apenas cuatro años, la diferencia a favor de las
fuerzas armadas de Brasil era considerable, mientras lo seguían dos grupos de
países relativamente parejos entre sí.
En 2007 la misma revista difundió información sobre la cantidad de efectivos de
las diferentes armas en cada país, con cifras del año anterior. Los datos de los
ejércitos permiten concluir que Colombia (178 mil soldados) se había situado en
el segundo lugar del continente, muy cerca de Brasil (190 mil). En muy pocos
años, el poderío militar de ese país ha escalado posiciones en forma
vertiginosa. Ese mismo año el ejército de Francia tenía 137 mil efectivos y el
de Israel 125 mil. Para 2008 ya son 210 mil los efectivos de tierra de Colombia,
superando así a Brasil, que tiene cuatro veces más población y siete veces su
superficie. El gasto militar de Colombia es el mayor del continente: 6,5 por
ciento del pbi, muy por encima del de Estados Unidos (4 por ciento), de los
países de la otan (2 por ciento) y del resto de Sudamérica (1,5 a 2 por ciento).
Si se observa la evolución de las fuerzas armadas de Colombia, su crecimiento es
asombroso. En 1948, cuando el asesinato de Jorge Eliécer Gaitán dio inicio al
período llamado "la violencia", había 10 mil militares. En 1974 ya eran 50.675,
para subir hasta 85.900 en 1984, en el período que comenzaron las negociaciones
de paz para la desmovilización de varias organizaciones armadas. En 1994 había
120 mil efectivos, que treparon a 160 mil en las primeras fases del Plan
Colombia. En estos momentos las tres ramas de las fuerzas armadas tienen 270 mil
uniformados, a los que deben sumarse 142 mil policías. En total, más de 400 mil
personas en armas en siete divisiones, con una Fuerza de Despliegue Rápido y una
Agrupación de Fuerzas Especiales Antiterroristas.
Sólo en 2007 el ejército creó 52 nuevas unidades. Recibe donaciones de
helicópteros Black Hawk de Estados Unidos, compró 13 aviones caza a Israel y 25
aviones de combate Supertucano a Brasil en 2006. Las fuerzas armadas de Colombia
son muy superiores a las de sus vecinos: la relación de efectivos es de seis a
uno con Venezuela y de 11 a uno con Ecuador. Pero la principal diferencia es que
se trata de tropas entrenadas en el combate en la selva y que cuentan con el
respaldo logístico de Washington.
En muy pocos años, en Sudamérica se ha producido un espectacular vuelco del
poderío militar. Con la excusa del combate a las farc y al narcotráfico, desde
agosto de 2000, cuando el Congreso de Estados Unidos aprueba el Plan Colombia,
este país ha recibido 5.225 millones de dólares en ayuda militar. A ello debe
sumarse la aplicación por el gobierno de Uribe de impuestos especiales a los
sectores de mayores ingresos para equipar a las fuerzas armadas. Helicópteros de
transporte y ataque, armamento liviano, visores infrarrojos, protección de
oleoductos, lanchas rápidas, aviones turbohélice de ataque a tierra, aviones de
inteligencia y control y radares para seguir vuelos ilegales son las principales
adquisiciones.
Petróleo y hegemonia
Las fuerzas armadas de Colombia han conseguido poner contra las cuerdas a las
Farc y al Eln. En 2002 estas organizaciones sumaban 20.600 efectivos en armas;
en 2007 eran sólo 12.500. Fueron erradicados de las ciudades y de las
principales vías de comunicación, y confinados a lo más profundo de la selva o a
los bordes fronterizos. La guerrilla perdió toda iniciativa militar y sufre un
profundo descrédito, mientras Uribe cuenta con el apoyo del 70 por ciento de la
población y está en condiciones de intentar reformar la Constitución para buscar
su segunda reelección. Desde que escaló el conflicto con Venezuela, en Colombia
se despertó un sentimiento patriótico que contribuye a cementar el esfuerzo
militar y la militarización de la política, tanto interior como exterior.
En 2003 el sociólogo James Petras apuntaba que la verdadera preocupación del
Comando Sur de Estados Unidos, que realmente diseña la política regional, era
que "los países vecinos de Colombia (Ecuador, Venezuela, Panamá, Brasil), que
están sufriendo los mismos efectos adversos de las políticas neoliberales, se
movilicen políticamente contra la dominación militar y los intereses económicos
de Estados Unidos". (1) Por eso la estrategia contemplada por el Plan Colombia
no consiste tanto en ganar la guerra interna –cosa que está sucediendo– como en
derramarla hacia los países limítrofes a fin de de neutralizar su creciente
autonomía de Washington. Militarizar las relaciones interestatales siempre es
buen negocio para quien apoya su hegemonía en la superioridad militar. En este
sentido, la existencia de las farc es funcional a los planes belicistas de
Washington.
Rafael Correa mencionó que el costo de controlar la frontera con Colombia, donde
tenía destacados unos 10 mil efectivos antes de la incursión del 1 de marzo,
supera los cien millones de dólares anuales. Brasil decidió impermeabilizar su
frontera ya en tiempos de Fernando Henrique Cardoso. En respuesta al intento de
la administración Clinton de implicarlo en los objetivos del Plan Colombia, ya
en 2000 puso en marcha el Plan Cobra (combinación de las primeras sílabas de
Colombia y Brasil) para evitar que la guerra en ese país se desborde sobre la
Amazonia brasileña, y el Plan Calha Norte para evitar que guerrilleros y
narcotraficantes crucen la frontera. (2)
El control de la región andina es considerado clave para la hegemonía
estadounidense en el continente, tanto por razones políticas como por sus
riquezas minerales. Permite que las multinacionales estadounidenses recuperen el
terreno perdido desde que en la década de 1990 fueron parcialmente desplazadas
por las europeas; aseguraría por otros medios lo que se pretendía a través del
alca; impide que otras potencias emergentes (Brasil pero también China e India)
se posicionen en la región.
Pero está también la vertiente petróleo. En 1973 Estados Unidos importó el 36
por ciento de sus necesidades petroleras. Hoy en día importa 56 por ciento del
petróleo crudo que consume. Venezuela es su cuarto proveedor, cubriendo el 15
por ciento de sus necesidades, y Colombia el quinto. Asegurar el flujo del
recurso energético requiere un control territorial de enclave con presencia
militar sobre el terreno.
Estrategias regionales
El miércoles 5 la OEA calificó la acción militar colombiana como una violación
de la soberanía ecuatoriana –un acuerdo negociado entre ambos países
involucrados– pero no condenó al agresor. El peso de Washington entre los países
centroamericanos sigue siendo importante e impide una declaración más al gusto
de los sudamericanos. En todo caso, se impuso la cordura con la intención de
apaciguar los ánimos, como desean Brasil y Argentina.
Clóvis Brigagão, director del Centro de Estudios Americanos de la Universidad
Cándido Mendes de Rio de Janeiro, señaló a la agencia de prensa IPS que la
actual es "una oportunidad única" para establecer una mediación colectiva
similar al Grupo de Contadora, que en los años ochenta promovió la pacificación
de Centroamérica. (3) La diplomacia brasileña estima que promover la paz es la
mejor forma de atajar el belicismo y expansionismo colombo-estadounidense.
Rafael Correa jugó un papel en este sentido para morigerar los daños. Nada peor
para el proceso de cambios que se vive en Ecuador o en Bolivia que la
polarización que supone un conflicto bélico.
Por último, debe comprenderse también la actitud venezolana. La retórica de
Chávez resulta incómoda en estas situaciones para buena parte de los presidentes
que no se alinean con Washington. Las diferencias de estilo entre Correa y
Chávez y el bajo perfil de Evo Morales son datos a tener en cuenta para el
futuro inmediato. Pero Venezuela está sufriendo una aguda desestabilización con
apoyo militar de Colombia. Los datos que van saliendo a luz permiten concluir
que buena parte de las denuncias de Chávez sobre una conspiración contra su
gobierno no son fruto de su imaginación. El asunto es cómo contener las
tendencias a la guerra y cómo atajar la polarización. En este sentido, la
diplomacia brasileña sigue dando muestras de sentido común y de savoir faire. No
dejó de tomar partido por el agredido, pero puso el norte en construir una paz
estable en la región, asentada en la integración regional.
Notas
1) James Petras, "La estrategia militar de Estados Unidos en América Latina", en
América Libre, número 20, enero de 2003.
2) "Os militares, o governo neoliberal e o pé americano na Amazonia", en revista
Reportagem. www.oficinainforma.com.br
3) Mario Osava, "Brasil se resiste a mediar en conflicto andino", Ips, 4-III-08.