Por primera vez, las fuerzas armadas de Perú reconocieron que está prevista la
construcción de una base militar en Ayacucho, en el valle del río Apurímac,
donde en mayo ingresaron 150 soldados del Comando Sur de Estados Unidos como
parte del operativo Nuevos Horizontes 2008. El presidente Alan García
venía negando esa posibilidad, pero el jefe del ejército, general Edwin Donayre,
afirmó que existen conversaciones con Washington para construir un "aeródromo
militar" en la zona.
Desde hace algunos meses se especula acerca del lugar que elegirá el Comando Sur
para sustituir el papel que viene jugando la base de Manta (Ecuador), en
funcionamiento desde 1999, cuyo contrato vence el año próximo y, según anunció
el presidente Rafael Correa, no será renovado. Días atrás Hugo Chávez mencionó
la Guajira, frontera entre Colombia y Venezuela, como lugar estratégico para
construir la nueva base. Otras fuentes estiman que el lugar elegido podría ser
Iquitos, sobre el río Amazonas, donde las fuerzas armadas estadunidenses ya
tienen elementos operando. Pero existen indicios firmes de que puede ser
Ayacucho.
El analista militar peruano Ricardo Soberón estima que "la selección de Ayacucho
tiene que ver con el interés de Estados Unidos de estar en el corazón de la zona
más problemática en términos de seguridad que hay en el país y porque está
equidistante del conflicto armado en Colombia y de los conflictos políticos en
Bolivia" (Página 12, 17/6/08).
En suma, se trataría de una base situada a 600 kilómetros al sur de Lima, capaz
de cubrir una amplia franja de la región andina, a la que el Comando Sur concede
la máxima importancia. Basta observar el mapa para concluir que la base
representa una clara amenza al control que Brasil pretende ejercer sobre la
Amazonia, y que con ella se estrecha el anillo de bases que conforma un cerco al
único país de la región que puede contrarrestar el dominio estadunidense.
La zona elegida presenta algunas particularidades: fue importante base de
operaciones de Sendero Luminoso y aún existen pequeños grupos de esa
organización, es una región con cultivos de coca, y es uno de los territorios
campesinos más pobres del país. La forma de operar del Comando Sur recuerda lo
sucedido en Paraguay en los últimos años. Hace pocos meses el parlamento peruano
aprobó el ingreso, de forma rotativa, de un destacamento de militares
estadunidenses durante cinco meses al departamento de Ayacucho, para participar
en el Ejercicio Combinado Conjunto de Acción Cívica Humanitaria Nuevos
Horizontes 2008.
La labor de los uniformados, como confirmó en Paraguay en 2006 una misión de la
Cada (Campaña por la Desmilitarización de las Américas), consiste no sólo en
ayuda "humanitaria", sino sobre todo en estudiar el terreno física y
socialmente, habituar a la población a la presencia de militares extranjeros y
recoger datos para establecer un sólido control social de los campesinos. La
denominada "acción integral" que aplica el Plan Colombia II, destinado a la
"recuperación social del territorio", se inscribe en la misma estrategia.
En Perú, como quedó demostrado en las pasadas semanas, la acción del Comando Sur
choca con la presencia de una sociedad organizada. El Frente de Defensa del
Pueblo de Ayacucho convocó una movilización y paro regional para el 8 de julio,
para exigir el retiro de las tropas estadunidenses. La congresista departamental
Elizabeth León apoyó el paro y señaló que la población es la última en enterarse
de estas decisiones. Perú aún está intentando cicatrizar las heridas de la
terrible experiencia de la guerra sucia entre el ejército y Sendero, que
en la década de 1990 se cobró por lo menos 70 mil víctimas, dos terceras partes
campesinos quechuas.
Pero la construcción de una nueva base militar debe situarse en los objetivos de
largo plazo del Comando Sur, que se ha convertido en la pieza maestra de la
estrategia de Estados Unidos en América del Sur. En efecto, el informe 2007 del
Southern Command establece para los próximos 10 años "el plan estratégico
más ambicioso que haya concebido en años una agencia oficial estadunidense
respecto a la región", según afirma Juan Gabriel Tokatlian (Le Monde
Diplomatique, Edición Cono Sur, junio 2008). Dicha estrategia supone tres
cambios de larga duración: de la contención se pasa a la primacía, que no tolera
competidores; de la disuasión a la guerra preventiva, y se sustituye la
red de alianzas estables por coaliciones puntuales para cumplir objetivos
trazados unilateralmente por el Pentágono.
En los primeros seis meses de este año sucedieron varios hechos que permiten
confirmar que la región se está convirtiendo en escenario de un conflicto por la
hegemonía y el control de los bienes comunes. El ataque al campamento de las
FARC en territorio ecuatoriano y la reactivación de la cuarta flota de Estados
Unidos, dirigida al Caribe, América Central y del Sur, son los datos más
evidentes. El descubrimiento de importantes yacimientos de petróleo en el
litoral marítmo de Brasil termina de convertir a este país en una potencia del
siglo XXI. Por último, la creación de la Unasur (Unidad de Naciones
Sudamericanas) y, sobre todo, la propuesta de Lula de crear un Consejo de
Defensa Sudamericano, ponen en negro sobre blanco lo que se está jugando en la
región.
Si recordamos que el Plan Colombia consiguió modificar el equilibrio militar de
la región, emparejando al ejército de tierra de ese país con el de Brasil, las
cosas empiezan a cerrar. En algunos existe clara conciencia de la necesidad de
defenderse, de ahí los acuerdos firmados en febrero de 2008, entre Brasil y
Argentina, para la cooperación nuclear y de defensa. Pero la embestida imperial
es muy fuerte, cuenta con aliados importantes en la región andina, como Perú y
Colombia, y, por encima de todo, hay varios gobiernos, como el de Uruguay, que
tienen más dudas que opciones por la región.
Fuente: lafogata.org