Zapatismo
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Hijos del zapatismo, la mayoría, mostraron disposición inmediata a la acción
El encuentro más nutrido de los cuatro celebrados fue una reunión de gente
sin temor
Hermann Hellinghausen
La Jornada
Guardias
para la reunión del EZLN con ONG, intelectuales y artistas, ayer en la comunidad
de Juan Diego, municipio autónomo de San Miguel FOTO Víctor Camacho
Comunidad Autonoma Zapatista Juan Diego, Chis., 27 de agosto. Posrupestres,
poszapatistas, posmodernos, los hijos del nuevo siglo, de variables tendencias
ácratas, o demócratas directos, hicieron la reunión más concurrida de las
preparatorias de la otra campaña zapatista. Cada semana llega más gente a
las reuniones. Ahora, la conglomeración fue en las praderas interiores del vasto
poblado de San Miguel, enclave tzeltal donde empezó en 1994 el encuentro de la
prensa y la sociedad civil con el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN).
Bueno, ahora existe un nuevo poblado, Juan Diego (llamado así por un Juan y un
Diego caídos en el transcurso de la guerra del sureste, y no por algún milagro
guadalupano). Aquí estamos, bajo toldo la concurrencia, y en una cabaña abierta
(sin cuarta pared) hecha de tablas y tejas, que funciona como estrado y
escenario, la comandancia zapatista y los ponentes, oradores o cantadores
que suman dos centenares en el orden al bat. Nuevo récord para el reportero en
cuanto a número de apuntados, que además seguramente tomarán la palabra, no
importa a qué horas.
Colectivos, brigadas, antigrupos y otras variables de la estela zapatista en las
ciudades del país se unen hoy aquí a las organizaciones no gubernamentales (más
circunspectas), así como comités de derechos humanos, grupos ciudadanos como Paz
con Democracia y proyectos de igualdad sexual. El caldo es de chavos, tanto en
el camping en las colinas como durante la sesión misma. Da, en los
hechos, inmediata respuesta a la disyuntiva planteada por el subcomandante
Marcos al inicio del encuentro sobre la manera en que se tomarían las
decisiones y rumbos de la otra campaña. Horizontalmente, no desde arriba.
Entre todos.
La Brigada por la Esperanza Zapatista, de Puebla, diría: "Nadie debe ser
gobernado". Se trata de un grupo que ha observado la corrupción profunda de la
academia y la clase política poblana, junto con la migración masiva de los
pueblos mixtecos y el incremento de suicidios (uno cada tres días en 2005) a
niveles históricos. No me parecieron muy anarquistas, pero la tónica
prevaleciente es de fuerte autodeterminación (sexual, cultural, comunitaria) y
antiautoritarismo.
Aquello de suscribir la Sexta Declaración de la Selva Lacandona no plantea hoy
ningún enigma. Ni el Foro Gay, ni Alianza Cívica Chiapas, ni el colectivo La
Banqueta Izquierda, ni Paz con Democracia dudaron en unirse a la otra campaña,
pues ya la toman desde ahora como "su" lugar.
En nombre de su colectivo, un joven de 27 años, vistiendo una camiseta grande y
negra del Che Guevara, emprende un recorrido cronológico de su infancia a
hoy, y las estaciones de paso van del terremoto de 1985 y el germen de la
solidaridad popular al movimiento cardenista de 1988, que fue abandonado por su
propio dirigente, y de allí al levantamiento del EZLN en 1994, la defensa de la
dignidad universitaria en 1999, y luego de la dignidad indígena en 2001, y
desemboca en esta preparación de la otra campaña. Da bastante idea de la
materia que compone la reunión, aunque también haya campesinos de Guerrero,
grupos binacionales, lesbianas radicales, soneros y huapangueros, historiadores
braudelianos, ex embajadores y ex funcionarios ex perredistas que nunca se
alejaron del zapatismo.
"Pusimos en marcha el pensamiento zapatista", afirman sin jactancia los de Homo
Sapienz, que desarrollan trabajo comunitario y artístico en el Centro del DF. El
Centro de Derechos Humanos Fray Bartolomé de las Casas, primero en tomar la
palabra, había expresado que "la otra política inicia en la experiencia de las
juntas de buen gobierno y en los municipios autónomos zapatistas", y se
pronunció por un "nunca más" a desaparecidos, torturas, violaciones,
desplazados, fueros, pueblos militarizados.
Asombrosamente, en este conglomerado don Pablo González Casanova resultó la voz
más alta, la de todos. "Esto es una cosa nueva", dijo por la tarde. "Una reunión
política donde en vez de decirles qué deben hacer, les preguntan qué están
haciendo. Esta es la maravillosa lucha por la dignidad, la autonomía, que
plantea toda una fuerza física", celebró. Le aplaudieron mucho. La juventud
puede ser contagiosa todavía.
El ex rector de la Universidad Nacional Autónoma de México también habló como
maestro, como hombre grande que ha visto muchas cosas, y recordó el golpe de
Chile. No hay que confiarse, dijo a los chavos. Y les habló del mundo: de la
lucha mundial, que también se libra aquí, hoy mismo. Ellos saben, por eso están
aquí. Igual que don Pablo.
Las intervenciones dan para todo. La "lotería" de Iztacalco, un número bufo del
folclor contemporáneo, enciende risas donde también encendieron simpatías los
colectivos La Curva, Ciudad Humana, Callejero, Brujas, Heberto Castillo, Abusos
y Costumbres, Zopilotes Negros, Conciencia Crítica, Pintar Obedeciendo.
Las radios comunitarias La Voladora, Zapote y Pacheco se agregan a ONG que
trabajan en comunidades de los estados del sur, grupos ecologistas y centros de
estudios sociales y económicos. "Si la Sexta no llega a la gente, va a ser pura
chaqueta mental", prevendría un colectivo Sin Nombre (en la reunión hubo dos
"llamados" igual). Y que lo digan.
Ningún protagonismo político, pero sí disposición inmediata a la acción, el
performance existencial y la resistencia en el barrio, la escuela, los
espacios públicos y los comportamientos privados. Por ahí van una tras otra las
propuestas prácticas de la maratónica participación de más de 200, que al
anochecer no habían llegado a la mitad siquiera.
Un colectivo de distribuidores de café de las comunidades rebeldes dijo: "los
zapatistas son nuestra conciencia crítica". De plano. Lo podría haber dicho la
gran mayoría de los presentes.
Radio Vacilón transmitiendo vía satélite desde territorio liberado zapatista
entonó una canción mundialmente desconocida: "Que lo vengan a ver / que lo
vengan a ver / cambia de colores / y también cambia de piel", dedicada a Vicente
Fox. Los mil 200 asistentes ríen, palmean, se aprenden el estribillo de esa
"ponencia".
Un animo de batucada y cantos a palmas, sones con jarana y baile hasta las altas
horas va unido a los rollos, discursos, testimonios, proclamas que de manera
coherente asumen la Sexta, de modo tal que algunos se ahorran decirlo. Reina un
desenfado festivo, sin fardos ideológicos (de lo que un asistente me señala el
riesgo de resultar "poco político"; y en términos convencionales, sí que lo es).
Algo tendrá que ver con la "nueva política" que la naciente movilización del
zapatismo declara buscar.
Hijos y sobrinos
En ánimo comparativo, de las cuatro reuniones que van, ésta es la más
orgánicamente zapatista: casi sin excepción, todos los grupos presentes se
originaron del levantamiento rebelde, o de sus ideas y acciones. Son hijos del
zapatismo. O cuando menos, sobrinos.
Escuchan la sarta (como se dice de un collar) de participaciones, la Comisión
Sexta de comandantes zapatistas, el despliegue de insurgentes armados que
acompañan y escoltan al subcomandante Marcos, y éste mismo, con una
atención que va de lo divertido a lo estoico, pues para esto también entrena la
resistencia.
Se entremezclan tranquilamente mujeres y hombres de la comunidad indígena con la
extraña muchedumbre que inunda sus solares; los niños juegan con los visitantes
y entre sí. Las bases de apoyo zapatistas prestan atención a todo, y lo que ven
y oyen los alegra.
A lo que aquí se fermenta le faltan pocos grados para ser un happening, y
si no llega a tanto es porque, aún si no lo parecen, todos los presentes son
gente seria en lo que hacen, usen o no la metodología del relajo. El Multiforo
Alicia, la Quinta Brigada, el grupo Timón (secuela del memorable grupo de
mujeres profesionistas Rosario Castellanos, que nació y operó en los diálogos de
San Andrés), el peculiar universo de las ONG nacionales e internacionales de San
Cristóbal de las Casas, las bandas de Guadalajara, Tlaxcala y Morelos. Unos
representan lo que resulta de cuando la labor humanitaria se politiza; otros,
con sus garras, encarnan la cuarta o quinta generación del zapatismo de Zapata
en un mar de tatuajes en lugares insospechados del cuerpo: los collares de cuero
que usaría un perro expresan libertad. Los aretes, piercing, estoperoles,
parches negros antifascistas. Unos son grafiteros. El grupo Toma las Calles
asume la precariedad como "proyecto de vida" desde el desempleo o el trabajo
temporal y explotado.
Una reunión de gente sin temor. Alguien se pronuncia por que "en cada lucha haya
siempre un artista". Hay quienes emprenden "la otra campaña del otro
lado", o bien aportan su colectivo en Los Angeles. Las fronteras no son problema
para el "mero zapatismo" no indígena, que también existe, y parece tener cuerda
para rato.