Zapatismo
|
El país y el EZLN
Guillermo Almeyra
La Jornada
Con muy buen uso del tiempo y de los medios, el Ejército Zapatista de Liberación
Nacional ha colocado nuevamente en el centro de la vida nacional,
indirectamente, la cuestión social, rasgando la aburrida e intoxicante capa de
comentarios sobre chismes y dimes y diretes, y los "sabios" comentarios sobre
las palabras y silencios de los fantasmas y hechiceros que se mueven en el
aquelarre político institucional. Saltando repentinamente del inocuo partido con
el Inter a la alerta roja, obliga a todos a bajar a la tierra, a los
problemas nacionales (o, al menos, al problema del EZLN).
Este gambito ajedrecístico-político no responde al peligro inmediato (aunque el
mismo está siempre latente) de un ataque militar o paramilitar (que sólo un
político o militar loco podría encarar en este momento particular de
descomposición del aparato estatal y de prelecciones en el que, además, el
gobierno no ha podido soportar la manifestación del 24 de abril y teme como a la
peste cualquier movilización radical y politizada de masas, como sería la
respuesta a un ataque a los zapatistas, así como la condena de la opinión
pública mundial). Tampoco responde en lo inmediato, aunque lo tenga en cuenta, a
algo mucho más serio, o sea, a la concepción de la frontera móvil de Estados
Unidos (que abarca Chiapas) y al plan de Seguridad y Prosperidad que, so
pretexto de la lucha contra los narcos y contra la delincuencia tipo
Mara Salvatrucha, requiere como conditio sine qua non la eliminación
del doble poder en Chiapas volviendo al "orden" de los cementerios. La movida es
política y no el preludio de una suicida operación militar ofensiva, sino de una
reorientación del EZLN, que hasta ahora era militar-político, para darle una
forma más política que militar.
Ello se ve en las descripciones e invectivas de Marcos contra el
establishment, poco antes de la alerta roja, y en el abandono de la línea
acomodaticia con la "normalidad" aberrante que vivimos de la preparación del
partido con el Inter. El sup, en efecto, hace una caracterización
correcta (que inclusive es piadosa y se queda corta) de los tres partidos
principales y de sus direcciones. Y centra sus baterías contra quien podría dar
validez a estas elecciones que sólo ofrecen, en esencia, optar por el mismo
perro neoliberal con distintos collares (azul, tricolor, amarillo) y llevar más
gente a votar, o sea, contra el peligro principal para un movimiento que no es
antisistémico pues no es partidario de una revolución social, pero es, en
cambio, rebelde y políticamente alternativo.
Por eso exagera diciendo que López Obrador es el huevo de la serpiente, el
espejo de Salinas, un fascista (cuando, en realidad, AMLO repropone la
tradicional izquierda del PRI, decisionista, vertical, ligada al gran capital,
conciliadora con Washington, aparatista y clientelar, pero no fascista).
Marcos habla de López Obrador, y no de la gente del 24 de abril; de los
partidos y no de los problemas nacionales ni de los movimientos sociales, o sea,
del país real. Y de sus palabras se desprende que es antihigiénico y estúpido
votar por esos partidos y candidatos. O sea, se abre el camino a las siguientes
opciones o mezclas de ellas: a) a la abstención activa, con movilizaciones; b)
la resistencia civil de masas; c) la preparación insurreccional, y d) la
creación de un frente social y político bajo dirección zapatista (porque se
rechazaron alianzas, o sea, compromisos, con movimientos sociales, indígenas o
no).
La alerta roja fue declarada en frío y mediante una decisión militar y vertical,
al igual que la clandestinidad, dejando repentinamente en el aire (y expuestos)
a los voluntarios, internacionalistas, ONG, partidos extranjeros, autoridades de
los caracoles, cuadros públicos del EZLN. El deslinde no es tal porque
para los organismos represivos y el imperialismo la gente es lo que ha hecho y
lo que ha dicho, no lo que deja de hacer. No se puede decir que las juntas de
buen gobierno seguirán trabajando en la clandestinidad porque, por definición,
son gérmenes de Estado, resultantes de asambleas y del consenso de sus
comunidades. No se puede hacer clandestino durante un periodo, ni siquiera de
meses, todo el aparato que asegura hace diez años la educación, la sanidad, la
circulación solidaria de mercancías y ayudas, la organización. Si se había
optado por la esperanza de que el gobierno chiapaneco ayudase a las comunidades
(cosa que discutí en su momento), es porque en éstas hay necesidades que exigían
apoyo exterior y porque éstas no se desarrollan en el vacío, sino que están
sometidas a las leyes del mercado, aunque contenidas por las JBG, y a la presión
de la migración (mercado de mano de obra).
La ruptura actual con las autoridades chiapanecas, aunque correcta, no modifica
esos problemas. Porque la autonomía no se puede lograr en una región pobre, sino
que debe ser conquistada en todo el país para que los indígenas en general y los
zapatistas en particular (que son una parte de ellos) no se cocinen en su propia
salsa, sino que tengan una fuerza mayor para imponer los acuerdos de San Andrés
y sus reivindicaciones políticas y sociales que los aparatos del Estado (todos
ellos) les han negado.
De la alerta roja, para dar fuerza al EZLN, debería surgir un frente social y
nacional, con medidas de movilización y reivindicaciones políticas que respondan
a lo que requieren los grandes ausentes del artículo de Marcos: los que
se movilizaron el 24 de abril, los movimientos sociales, las experiencias
autonómicas no dirigidas por los zapatistas. El país de "los de abajo" (que
tiene una relación conflictiva con el de "los de arriba") necesita organizarse
en torno a proyectos, grandes ideas, propuestas de soluciones a sus problemas
nacionales y sociales. No sólo en torno a la solidaridad, por necesaria que ésta
sea.
galmeyra@jornada.com.mx