Zapatismo
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Zapatismo: Silencio sobrecogedor en las comunidades rebeldes
Hermann Bellinghausen
La Jornada
A tres semanas de la alerta roja, silencio sobrecogedor en las comunidades
rebeldes Para el gobierno "no pasa nada", pero persiste la guerra contra el
zapatismo. Tres semanas de alerta roja general.
Acercarse a las comunidades rebeldes significa encontrar un silencio tenaz y
sobrecogedor. O desesperante, según se mire. Un no decir nada tal, que ni
siquiera confirma o niega el "no pasa nada, hay tranquilidad" del gobierno,
ahora tan locuaz respecto al tema.
La resistencia, otra vez y como siempre, está en el corazón del problema en la
"otrora llamada zona de conflicto" (según la nueva fórmula del comisionado para
el diálogo y la negociación -ya no "paz y reconciliación"-, Luis H. Alvarez,
quien hace unos días anduvo por aquí repartiendo dones y recibiendo peticiones).
El dialogador oficial da a entender que ya no hay "conflicto". De ser así, las
más de 100 posiciones del Ejército Mexicano, ¿acaso vacacionan en una zona
distendida y "normal"? O si nos frotamos los ojos, a lo mejor desaparecen, junto
con los casos de tortura policiaca, como el ocurrido en Yabteclum el mismo día
que se estableció la alerta roja rebelde.
La guerra de baja intensidad en Chiapas parece correr despacio, imperceptible.
Pero no se detiene. La opinión pública puede olvidarla; las comunidades la
comprueban en carne propia cotidianamente.
El tablero es complicado. Además de la militarización profunda, hay grupos
paramilitares activados (en general, los mismos de antes); habrá quien diga que
sólo latentes, pero nadie puede negar su existencia en Tila, Sabanilla,
Palenque, Chilón, Chenalhó, etcétera.
En sus acciones, el gobierno federal ha subestimado la alerta roja del EZLN.
Continúa el reacomodo táctico de posiciones castrenses que se inició hace dos
meses en Chenalhó, donde se encuentra visiblemente empantanado.
Asimismo, se realizan y sostienen movimientos de tropas hacia la "otrora" zona
de conflicto para "prácticas y ejercicios" en Rancho Nuevo y sus alrededores.
En la misma línea, el comisionado gubernamental Luis H. Alvarez realizó su
undécimo recorrido en lo que va del año la primera semana de julio. Visitó Monte
Líbano, uno de los lugares más "normales" de Ocosingo, y de todo el estado: foco
de prostitución, enclave militar, paramilitar y priísta en el acceso a Montes
Azules y a la última cañada de la selva Lacandona, en la región del río Perla.
De manera sugerente, Alvarez también visitó la comunidad llamada Absalón
Castellanos, próxima a la cabecera municipal de Altamirano.
Según la versión de su oficina, el funcionario realizó encuentros "con
representantes de organizaciones campesinas indígenas y con habitantes de
comunidades con alto índice de marginación. Alvarez refrendó la disposición del
gobierno federal para nutrir con ellos un diálogo respetuoso y atender sus
legítimas solicitudes de apoyo". Lo acompañaron los presidentes municipales de
Ocosingo, Matías Morales Hernández, y de Altamirano, Pedro Rodríguez Hernández.
Y ya que sale a colación el nombre del ex gobernador y ex prisionero de guerra
del EZLN Absalón Castellanos Domínguez, cabe mencionar que el general es uno de
los muchos que han saludado en fechas recientes un presunto "adiós a las armas"
de los rebeldes que inventó la televisión.
La Jornada recorrió esta semana diversos puntos de la "otrora" zona de
conflicto. Los municipios autónomos mantienen vedado el acceso a sus sedes, y
las oficinas de los concejos, lo mismo que las de las cinco juntas de gobierno
en los caracoles, están cerradas. Sólo se percibe actividad en los caracoles
donde funcionan clínicas autónomas en su interior (Oventic y La Garrucha). Los
caracoles restantes lucen desiertos, no necesariamente abandonados.
Todo indica que los zapatistas han dado un giro a su autonomía para proteger sus
estructuras de gobierno en un momento de riesgo y de cambio.
Por el contrario, nada indica que los gobiernos autónomos hayan dejado de
funcionar. Simplemente dejaron de hacerlo a la vista de quien acuda a sus
oficinas, como ocurrió entre agosto de 2003 y el 19 de junio del presente año.
Distintas agrupaciones y personas de la sociedad civil que trabajaban con las
comunidades autónomas hasta el inicio de la alerta roja, permanecen a la
expectativa tanto en Chiapas como en diversas partes de México y el extranjero.
De manera anticlimática y silenciosa, las comunidades zapatistas llevan al
extremo su funcionamiento autónomo.
Al anunciar el EZLN una iniciativa política de alcance nacional e internacional,
no dijo que las comunidades dejaban la resistencia.
No tendrían por qué. Los acuerdos de San Andrés siguen sin cumplirse. La
militarización es sostenida y actuante. El cerco económico resulta espectacular.
La contrainsurgencia se enmascara en un vasto operativo institucional de "labor
social" e inversión desarrollista.
Salta a la vista la inversión espectacular en los municipios oficialistas
"leales", cuyo paradigma sería Oxchuc, bastión priísta por la buena y por la
mala, y desde hace varios años coto particular de una familia, representada de
momento por la alcaldesa María Gloria Sánchez Gómez. Un caso de enriquecimiento
conyugal inexplicable que dará mucho de qué hablar en el futuro, pero cuya
impunidad parece garantizada, se cubre tras una vistosa obra urbana y carretera,
la edificación de un auditorio monumentalmente municipal, y el reparto
clientelar de tinacos y materiales de construcción. Adicionalmente, cobija una
red "pulpo" del transporte público que tiene copada la importante ruta San
Cristóbal de las Casas-Ocosingo.
En tanto, municipios rebeldes como San Pedro Polhó, San Andrés Sakamch'en de los
Pobres, San Juan de la Libertad, Ernesto Che Guevara o Primero de Enero
permanecen cerrados, no inmóviles.
Resulta curioso que justo ahora que los zapatistas anuncian una salida que busca
ir más allá del movimiento indígena, nos remitan una vez más al "tiempo
indígena" del que tanto se hablaba durante los diálogos de San Andrés, allá por
1996. El lector quizá lo recuerda. Pese a todo, la resistencia, la autonomía, la
alerta roja y la nueva iniciativa política se materializan en territorios
predominantemente indígenas.