La entrañable transparencia del zapatismo contemporáneo
Rafael de la Garza Talavera Colectivo La Digna Voz
El conocimiento posmoderno… es un conocimiento sobre las condiciones de posibilidad. Las condiciones de posibilidad de la acción humana proyectada en un mundo a partir de un espacio–tiempo local.
Boaventura de Sousa Santos.
Epistemología del Sur
La marcha del silencio de los zapatistas en Chiapas demuestra la existencia de
un movimiento antisistémico vigente, con la fuerza suficiente para remover las
pantanosas aguas de la política institucional y revitalizar la discusión con
respecto a la misión del zapatismo contemporáneo fuera de ellas. A estas alturas
resulta imposible seguir pensando que su legitimidad depende exclusivamente de
la posibilidad de que el movimiento genere cambios en la correlación de fuerzas
políticas comúnmente agrupadas en izquierda y derecha. Su legitimidad depende
más bien de su capacidad para mantener a sus bases de apoyo en la construcción
de su autonomía, del fortalecimiento de su identidad colectiva y de sus formas
de organización. Las recientes acciones confirman que ese proceso no se ha
detenido, a pesar de lo que digan analistas, políticos y ‘simpatizantes’.
Se ha vuelto un lugar común para los críticos ‘bien intencionados’ del
laboratorio zapatista que si su lucha no lleva agua para el molino de otros
movimientos, o remedos de tales como MORENA, simplemente no sirve para nada. En
esta visión del frente popular, tan cara a la vieja guardia de la izquierda
ortodoxa, los continuadores de la lucha de Emiliano Zapata tienen la obligación
de ser la locomotora que jale los vagones-luchas populares para arribar al
paraíso revolucionario. Sólo estimulando al movimiento obrero, campesino y
popular puede tener el zapatismo carta de naturalización revolucionaria. De otro
modo será simplemente un movimiento más, sin presencia ni legitimidad para ser
considerado parte de la heroica lucha por un mundo de seres humanos libres de la
explotación y la miseria.
En este sentido, se ha acusado al EZLN de mantener un inexplicable silencio
frente a los horrores de la guerra civil impulsada por Felipe Calderón y el
Pentágono, olvidando que en su momento salieron miles y miles a las calles de
San Cristóbal de las Casas para apoyar la Marcha Nacional por la Paz y la
Justicia, encabezada por Javier Sicilia en mayo del 2011. Más aún: en su andar
por los caminos de las lucha por la dignidad, las bases zapatistas han
enfrentado agresiones sistemáticas a su vida y patrimonio –como a las que ahora
estamos expuestos todos- denunciadas por sus juntas de gobierno desde su
fundación en 2003, sin emitir una sola queja o reproche por la ausencia de
movilizaciones de apoyo de los que ahora les echan en cara su supuesto silencio
ante la sombra de muerte y desapariciones forzadas que ensombrece al país.
En el fondo está, insisto, la ilusión de una marcha general que agrupe a todos
los desposeídos y críticos de la realidad que nos asfixia para tomar el poder y
acabar con el régimen imperante. No se concibe así la posibilidad de cambiar las
cosas día a día, en la práctica cotidiana, en el espacio inmediato, negándole al
poder, centímetro a centímetro, segundo a segundo, su capacidad para imponer un
estilo de vida, una historia, una cultura, una visión de mundo.
Los procesos en la educación que se están llevando a cabo en sus territorios
demuestra la firme convicción de que solo por medio de una educación nutrida por
los principios de su visión de mundo lograrán romper con la hegemonía del
consumismo y la explotación. Siguiendo la propuesta de Paulo Freire, quien
definió a la educación como un proceso de emancipación a partir de la realidad
presente, de los problemas identificados en la cotidianeidad, los zapatistas
construyen su autonomía sigilosamente, evitando así reproducir las ideas
dominantes del liberalismo caduco.
Asimismo, las juntas de gobierno ponen piedra sobre piedra para hacer realidad
la autogestión, la resolución de conflictos a partir de valores propios y
teniendo en cuenta a la comunidad como eje central de la impartición de
justicia. Se ha comentado que su efectividad y legitimidad rebasa las fronteras
de sus espacios de control, atrayendo a campesinos de localidades aledañas para
solicitar sus oficios para resolver sus conflictos, evidenciando así la
ineficacia y corrupción de los sistemas judiciales liberales, que no obedecen
sino a los intereses de los dueños del dinero.
Todo esto y más en un contexto de carencias inocultables que hacen la vida
difícil para las comunidades zapatistas. Pero no por eso se puede descalificar
el proceso, pues afuera de ellas y en un mundo caracterizado por la abundancia,
la pobreza crece exponencialmente y la injusticia es la marca distintiva de un
capitalismo depredador e inhumano.
Y todo eso puede ser constatado por cualquiera que viaje a las comunidades
zapatistas en Chiapas con un espíritu abierto y libre de los prejuicios de la
modernidad caduca. En lugar de encontrar seres sometidos, envilecidos por la
desesperanza y la molicie -enfermos gracias a los excesos de una alimentación
industrializada y basada en la lujuria de los sentidos- se puede observar a
personas que más allá de poseer se afanan por ser, a pesar de las agresiones del
poder o las carencias materiales. Sin nada que ocultar, los zapatistas caminan
construyendo autonomía, construyendo conocimiento en la acción. Casi siempre le
dejan ordenar las palabras al que coloca un marco para dirigir nuestra mirada
desde afuera, y que inmerso en él nos lo traduce, exasperando a las buenas
conciencias y provocando la ira de los esclavos.
Es por eso que creo que la influencia de sus luchas no puede ser medida en
función de su impacto mensurable en la salud de una república que los ha
olvidado y ninguneado por siglos. Y a pesar de ello, la contribución fundamental
del zapatismo contemporáneo se manifiesta sobre todo en su esfuerzo por
construir conocimiento significativo, una potentia que se justifica por
sí misma. Al procurar día a día evitar ser explotados, ninguneados, marginados y
al mismo tiempo, evitar dominar a otros, dirigir a otros, las comunidades
zapatistas edifican un mundo inspirado en la dignidad humana en las mismísimas
montañas del sureste mexicano y de cara al mundo. Se comprende que los que no
conciben un mundo diferente, ensimismados en un paradigma social caduco, les
resulta imposible valorar semejante lucha. Les parece absurda, irracional; pero
para los que nadan contra la corriente, para los que consideran, como los
estudiosos de la física cuántica, que los movimientos aparentemente invisibles
generan grandes cambios, la entrañable transparencia del zapatismo es un acicate
para seguir remando.
Fuente: http://lavoznet.blogspot.mx/2013/01/la-entranable-transparencia-del.html