Zapatismo
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Notas de un alumno de la Escuelita Zapatista rumbo al seminario de �tica y Pol�tica
El lodo y la esperanza
Diego Bautista P�ez
Rebeli�n
Santa Rosa del Copal, Municipio Aut�nomo Rebelde Zapatista Pueblos Mayas Libres, Caracol I La Realidad. Unas tres decenas de alumnos avanzamos a duras penas por el sendero no tan enlodado –afirman nuestros "guardianes" – que nos llevar� a Santa Rosa; vamos al encuentro de las familias que durante cinco d�as nos instruir�n en las primeras letras de su forma de vida e idea de libertad. Ellas y ellos, en un acto de grandilocuente modestia, van despacio, nos cuidan y aconsejan por nuestro accidentado andar, van "al paso del m�s lento", tal vez, porque son las y los que m�s avanzan, quienes m�s r�pido y firme caminan.
Estas l�neas son un conjunto de notas sobre las aportaciones de la muy particular forma de andar de las comunidades aut�nomas zapatistas, las cuales se dejaron ver en la tercera vuelta de La Escuelita. La libertad seg�n las y los zapatistas. Las reflexiones sobre esta experiencia lejos est�n de presentarse como �nicas, univocas o concluyentes sino que aspiran a ser y hacer una aportaci�n al necesario y rico debate posible sobre la actualidad de una de las experiencias m�s avanzadas, a nivel mundial, en el proceso de construcci�n de una sociedad "m�s all� del capital".
Extensas, intensas y profundas son las aportaciones de las comunidades zapatistas que, despu�s de veinte a�os de vivir y construir autonom�a, se podr�an analizar; s�lo me detengo en las cinco que me parecen coordenadas fundamentales para trazar un paisaje de las m�s notables.
1) Pedagog�a para la liberaci�n. La Escuelita se caracteriz� por un aprendizaje horizontal y colectivo, el cual revel� una ense�anza radicalmente contrapuesta al aparato educativo jer�rquico, mercantilizado y en su mayor�a autoritario, al que estamos acostumbrados en las sociedades capitalistas industriales; aparato que palpamos especialmente los que estamos inmersos en el s�nico y clientelar circuito universitario mexicano.
Dicha pedagog�a era patente en los "libros de texto" producto, seg�n nos comentaron los guardianes, de las comparticiones que entre comunidades y Caracoles hicieron los promotores de la educaci�n zapatista o en la din�mica subvertida de respuestas y preguntas con la que procedimos para conocer la forma de vida y organizaci�n de las comunidades. Sin duda, esta forma de educaci�n colectiva y desescolarizada har�a sonre�r por igual a Iv�n Ilich o Paulo Freire.
2) Trabajo y propiedad comunal. En el coraz�n de la organizaci�n y din�mica zapatista hay una gesti�n comunal del trabajo y los recursos naturales. A contracorriente de la l�gica neoliberal que desregul� el ejido para su venta y promueve el cultivo individualizado, los zapatistas combinan la siembra de parcelas familiares junto a tierras comunales que sirven para proveer a los pueblos de obras p�blicas y financiar los gastos que conlleva la organizaci�n. Los potreros y milpas colectivas, que con orgullo nos mostraron, son la mejor prueba y el resultado m�s acabado de su forma de trabajo.
Aunque las comunidades zapatistas no est�n por fuera del mercado capitalista que agriamente los recibe con precios de hambre v�a los "coyotes" que de ca�ada en ca�ada especulan con sus productos, s� tienen una forma diferente de organizarse para "el momento" de la producci�n (mas no en el de la circulaci�n), �sta es la condici�n de posibilidad m�s importante para comenzar a formar nuevas relaciones sociales alejados de la miseria y enajenaci�n que centenariamente han vivido los pueblos ind�genas en M�xico y que es palpable en las comunidades ind�genas no zapatistas de Chiapas, dependientes de los programas gubernamentales, destruidas por el despojo del sistema y sus falsas formas de escape como el consumo de alcohol –el cual, por cierto, est� prohibido dentro de las comunidades zapatistas.
3) Democracia comunitaria y participaci�n de las mujeres. A sus formas de producir y aprender se suman formas de democracia comunitaria (directa) para la toma de decisiones. En una imbricada forma de gobierno que pasa por las asambleas en cada comunidad hasta las Juntas de Buen Gobierno (instancias de coordinaci�n y relaci�n con "el exterior", en los cinco Caracoles) pasando por las asambleas municipales, se delibera la gesti�n de la producci�n y tareas en territorio zapatista. A cada explicaci�n sobre el funcionamiento del Gobierno Aut�nomo durante nuestras secciones de estudio, me quedaba m�s claro que, en las comunidades zapatistas la participaci�n dentro de las estructuras de toma de decisi�n (asambleas y consejos) es vida cotidiana y forma de vida.
Dentro del gobierno aut�nomo destaca poderosamente el papel que juegan las mujeres zapatistas en �l. Ahora hay "compa�eras" en todos los cargos y terrenos de la vida p�blica, como ser promotoras de salud o educaci�n; posici�n que contrasta con el confinamiento a "la casa y los ni�os" que ten�an previo al levantamiento de 1994. Si bien, seg�n las propias zapatistas, todav�a hay mucho que hacer y mejorar en este terreno, el papel de las mujeres en las comunidades zapatistas guarda un lugar central y din�mico dentro de la autonom�a, como lo demuestra el proceso de actualizaci�n de la Ley Revolucionaria de las Mujeres.
Al final de su ya cl�sico, Tras las huellas del marxismo occidental, Perry Anderson remarc� la ausencia de discusi�n y propuestas sobre los mecanismos de democracia y participaci�n, como prefiguraciones de una sociedad sin clases. En el Gobierno Aut�nomo de los pueblos zapatistas tenemos un ejemplo digno de remarcar.
4) Reapropiaci�n cr�tica de los usos y costumbres. Aunque la autonom�a zapatista cumple veinte a�os de vida, sus ra�ces se hunden en lo profundo –como recuper� Antonio Garc�a de Le�n– de las luchas y tradiciones comunitarias precapitalistas de los pueblos mayas. Sin embargo, esta reapropiaci�n de los usos y costumbres ancestrales pasa por un tamiz cr�tico del momento y los paradigmas propios de los zapatistas. Si bien se remarca el rescate del tojolabal, chol o tzetzal en las escuelas biling�es de las comunidades y se busca conservar las ropas e instrumentos t�picos de cada regi�n, se desechan las costumbres opresivas contra las mujeres y se hacen a un lado –por lo menos en Santa Rosa del Copal, seg�n pegunt�– formas de pensamiento religioso sean �stas, cristianas en sus distintas vertientes, o prehisp�nicas. Sobre este tema poco se pudo profundizar pues a cada pregunta, los guardianes enfatizaban que la Escuelita era laica. Este aspecto tiene una especial importancia en un estado como Chiapas, donde la propagaci�n de religiones evang�licas y la fachada de "conflictos �tnicos" arg�idos por los gobiernos locales y federal, son elementos para desestabilizar y crear conflicto entre zapatistas y no zapatistas o excusa para la intervenci�n estatal en las comunidades.
5) Praxis por la emancipaci�n. En mi paso por la Escuelita, constate que todo el qu� hacer zapatista se ve imantado, de manera militante, por una convicci�n de superaci�n de las condiciones opresivas, de las que se empiezan a alejar. Para ello, los "compas" saben que no hay recetas ni caminos preestablecidos, s�lo experiencias de lucha y resistencia frente a los "malos gobiernos". Saben y transmiten que para atravesar el lodo en el camino s�lo queda pasar sobre �l.
�Lo mejor de todo es que su forma de organizaci�n, funciona y crece! As� lo constatan sus �ltimas dos apariciones en la escena nacional: la Escuelita Zapatista, la cual es en s� misma una muestra de coordinaci�n y capacidad organizativa al haber recibido en sus tres vueltas a cerca de 5, 000 alumnos; la segunda, la muestra de fuerza que dieron en la marcha del 21 de diciembre de 2012, -"el d�a del fin de este mundo"- cuando marcharon en silencio y perfectamente organizados, cuarenta mil zapatistas.
A�n con todas estas transformadoras aportaciones y logros, los territorios zapatistas no son ning�n para�so, las condiciones de aislamiento, acoso paramilitar y carencias, lo constatan dram�ticamente. Su organizaci�n se mantiene por la resistencia de sus comunidades, la solidaridad internacionalista y, en �ltima instancia, por el respaldo de la armas. En el inestable escenario nacional signado por la violencia de Estado y el narcotr�fico, la p�rdida de soberan�a frente al imperialismo estadounidense, el saqueo de los recursos naturales por las trasnacionales y la cancelaci�n de libertades y derechos democr�ticos b�sicos, los importantes avances de los zapatistas son amenazadas peligrosamente.
Creo yo que en la defensa del laboratorio de transformaci�n que son las comunidades zapatistas, existen diversas responsabilidades. A las comunidades aut�nomas, como ellos mismos dicen, les corresponde seguir consolid�ndose y en la medida de lo posible expandirse a territorios vecinos; su direcci�n pol�tica y militar –ser�a ciego negarla y no entender que de ella depende gran parte del rumbo pol�tico de las comunidades – tendr�a que rodear de solidaridad a las bases de apoyo y as� superar el relativo aislamiento que padecen desde hace algunos a�os; a las izquierdas del pa�s y muy especialmente a los ex alumnos de la escuelita, nos queda la tarea de abrir nuevos frentes de lucha –pol�ticos, cient�ficos, culturales y personales– contra el sistema y sus representantes, que amenazan tanto a los zapatistas como a todo el que se les oponga. Que nos valga lo aprendido.