Zapatismo
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México a 20 años de la rebelion zapatista en Chiapas
Guillermo Almeyra
La Fogata
Desde el fraude salinista de 1988 y la imposición de políticas neoliberales
que destruyeron el mundo rural mexicano, impulsaron brutalmente la emigración,
hicieron a México totalmente dependiente de la importación de alimentos pagados
con petróleo hasta los escándalos, las decenas de miles de asesinados y
desaparecidos y el fraude masivo en los siguientes gobiernos del PRI-PAN y sus
partidos paleros (entre ellos, el PRD de los chuchos), la oligarquía que está
ligada al capital financiero internacional aplica un solo plan destructor de la
soberanía y la independencia misma del país y de todas las conquistas sociales y
políticas resultantes de la Revolución mexicana y de su continuación, el
gobierno de Lázaro Cárdenas.
El gobierno de Peña Nieto es hoy la expresión más infame y de punta de ese
neoporfirismo pero, si la protesta social no lo detiene en seco, será sólo la
antesala de una situación todavía peor con gobiernos parecidos a los de Puerto
Rico que sometirán a México a la condición de esa isla colonizada e integrada en
la economía de Estados Unidos como proveedora de mano de obra barata.
Como durante el régimen de Porfirio Díaz los mayores medios de información
cumplen hoy el papel de siervos del régimen, de intoxicadores de la opinión
pública y de constructores de una ideología para las clases medias acomodadas y
para los más ignorantes (porque la oligarquía, desde Iturbide, desde Maximiliano
y los franceses, es siempre agente del capital extranjero y antinacional).
También como durante el porfirismo la protesta social actual es continua y
enorme pero no está organizada y está aún en la difícil fase de la difusión del
"magonismo del siglo XXI" con la lucha del SME y otras organizaciones de la
Organización Política de los Trabajadores (OPT) que, partiendo de las mejores
tradiciones del nacionalismo revolucionario mexicano, buscan una transición
hacia una política anticapitalista de masas, tal como Flores Magón quería
desarrollar hacia el socialismo el liberalismo de izquierda.
También hay continuidad en la resistencia indígena, campesina, obrera y popular
contra la transformación de México en un nuevo estado virtual de Estados Unidos,
el cual se ahorra hoy la ocupación y anexión que intentó en el pasado. Un solo
hilo rojo une en efecto el triunfo electoral de Cuauhtémoc Cárdenas de 1988, con
la acción de la Teología de la Liberación en Chiapas, el movimiento estudiantil
en la UNAM en 1990, el levantamiento neozapatista de 1994, el apoyo nacional
masivo a la Marcha del Color de la Tierra, las posteriores luchas campesinas, la
huelga de un año en la UNAM, la resistencia de Atenco, la lucha del SME, la
policías comunitarias y los grupos de autodefensa campesinos, la formación de
MORENA y de la OPT.
En esa continuidad de las luchas, la rebelión neozapatista de enero de 1994 y la
heroica resistencia del EZLN a la represión militar hasta los Acuerdos de San
Andrés fueron particularmente importantes porque marcaron el comienzo de una
contraofensiva popular después del fraude salinista y de las salvajes medidas
neoliberales que golpearon al movimiento campesino, en particular con la
anulación del artículo 27 constitucional. Al demostrar ante México y el mundo
que se podía decir NO a esas políticas, resistir, y mantener territorios donde
se empezase a construir la autonomía, los zapatistas chiapanecos lograron un eco
enorme en los demás sectores indígenas del país y en la izquierda social
mexicana, muy dispersa y golpeada por las represiones de los setenta, por la
aceptación pasiva por el PRD del fraude de 1988 y por los asesinatos sucesivos
de militantes de ese partido.
Apoyándose en esa simpatía activa, el EZLN intentó en un principio buscar
alianzas nacionales, construir frentes más amplios contra los enemigos comunes
pero, desgraciadamente, no persistió en esos intentos unitarios y, ante varios
tropiezos y traiciones, se retrajo a la construcción de sus bases en Chiapas y,
en la escena nacional, adoptó una política abstencionista y se retiró de la
actividad política considerando que todos sus adversarios y todos los partidos
eran igualmente nocivos (y que los peores eran los reformistas que contaban con
apoyo de masas), actitud que favoreció primero el fraude de Calderón y, después,
a Peña Nieto. Pero al mismo tiempo organizó y defendió los Caracoles zapatistas
y extendió la educación, la sanidad, la justicia en las zonas donde influye,
manteniendo durante 20 años, a pesar de los esfuerzos gubernamentales por ahogar
y sabotear sus intentos autonómicos, la independencia de centenas de miles de
indígenas chiapanecos y parte de su influencia en sectores juveniles de todo el
país. El EZLN, a pesar de sus carencias y errores políticos, no sólo fue en sus
comienzos un importante impulso a otras luchas sino que, hoy mismo, sigue siendo
una fuerza política y organizativa que debe ser tenida en cuenta para la
construcción de un frente nacional de defensa de la democracia, la
independencia, los derechos humanos y las conquistas de la Revolución mexicana.
Porque, con la privatización del petróleo y la anulación de la propiedad estatal
de los recursos del subsuelo se abre también el camino a la privatización del
agua y de los minerales y, además, a una profunda crisis económica ya que México
depende de Pemex, hoy entregada a las transnacionales, y de la exportación de
mano de obra es, decir, está integrado de hecho con Estados Unidos. El
semiEstado mexicano enfrenta hoy, en las comunidades, la resistencia zapatista,
las policías comunitarias, los grupos de autodefensa y, en el país, el proceso
de organización masiva de MORENA y de la OPT, así como la resistencia de lo
mejor de la intelectualidad y de la juventud universitaria. Desde abajo se
impone la necesidad de un frente de resistencia y como en 1910-20, el porfirismo
entreguista será derrotado.