Zapatismo
|
Repeticiones de 1994
Henry Moguel Villatoro
Rebelión
Cada
inicio de año es común ver imágenes del alzamiento armado del Ejército Zapatista
de Liberación Nacional ocurrido el 1 de enero de 1994 en distintas localidades
del estado de Chiapas, y escuchar que en aquel entonces el gobierno federal
depuso las armas, dio amnistía a los alzados y brindó la atención necesaria para
resolver los problemas sociales de las zonas marginadas de Chiapas. Desde aquel
entonces para la clase política del país, Chiapas dejó de tener reclamos
sociales y se convirtió en el paraíso de la paz y la reconciliación de México; o
por otro lado, para algunos, Chiapas era la muestra más evidente de la
desigualdad y la injusticia que reinaba en México y que por ello habría que dar
una apariencia de preocupación o que habría de dársele mayores muestras de
lástima y compasión.
La clase política mexicana continúa en la actualidad en la misma situación que
se encontraba aquel 1 de enero de 1994, permanece hoy sumida en el desinterés,
la apatía, la indiferencia, la pereza, el desanimo y la ociosidad con la que
vieron sus antecesores aquel alzamiento armado ocurrido en el estado de Chiapas.
Siguen a pesar de que dicen todo lo contrario, repitiendo las mismas actitudes
de los políticos de hace más de una década. El estado de Chiapas es ahora una de
tantas muestras de que la desigualdad y la injusticia reinan en la mayoría de
las regiones indígenas y campesinas de México. Hasta ahora miles de políticos
continúan ocultando y consintiendo esta situación a cambio de sus mezquinos
intereses partidistas y empresariales, que destruyen cada vez más el tejido
social de las comunidades indígenas y campesinas del país.
Las bases del Ejército Zapatista de Liberación Nacional y miles de comunidades
indígenas y campesinas de México continúan siendo sometidas, ignoradas y
engañadas por los gobiernos de distintos partidos políticos, al viejo PRI se
suman ahora el PAN y el PRD y muchos otros. Los habitantes de estas comunidades
se enfrentan diariamente a la indiferencia y al desinterés, cuando no a la
violencia y la intimidación de las distintas instituciones de los gobiernos
municipales, estatales y federales. Los que no tienen como sobrevivir se ven
forzados a dejar de lado sus demandas y derechos a cambio de unos cuantos pesos
para poder dar de comer a sus familias, los que no están dispuestos a dejar de
lado sus demandas y derechos tienen que sobrevivir con lo poco que les queda y
mantenerse alejados del desprecio y el maltrato de las autoridades que se
encuentran en contubernio con intereses mezquinos de partidos, empresas privadas
y agrupaciones corporativistas.
Sólo unas cuantas comunidades en Chiapas y en la república mexicana logran
obtener apoyos de instituciones gubernamentales o de organismos internacionales
y de instituciones académicas que en la mayoría de las veces se enfrentan a las
trabas burocráticas de las instituciones o de los conflictos partidistas al
interior de la comunidad. Millones de pesos de programas o proyectos para estas
regiones son repartidos entre burócratas y empresas ficticias que supuestamente
brindan miles de bienes y servicios para mitigar la pobreza en estas
comunidades. Cuando los habitantes demandan respuesta de la supuesta inversión
de estos recursos en sus comunidades, inmediatamente son enredados con
irresolubles trámites legales y presionados por el aparato gubernamental a
través de la lentitud, si no es que con la negligencia, en la atención a
necesidades urgentes como la salud y la educación.
El principal sustento de estas comunidades es la labor agraria, que ningún
interés tienen en ella los políticos y empresarios de este país. Los habitantes
de estas regiones jamás son escuchados por las múltiples secretarías
gubernamentales, por lo que jamás son atendidas sus necesidades, la única opción
que les queda es recibir lo poco que les envían desde la cerrazón de las
oficinas gubernamentales. Cuando se esfuerzan por hacer producir sus tierras,
los habitantes de las comunidades tienen que soportar y resistir la vileza de
los compradores y acaparadores quienes cuentan con la anuencia y el
consentimiento de autoridades viles y corruptas. En algunos casos logran vender
sus productos a precios convenientes, pero en la mayoría de ellos únicamente
logran hacerlo a precios irrisorios o son obligados a realizar lentos y costosos
trámites ante las secretarías, lo que hace que se disminuyan a nada sus
ganancias.
Ante esta situación tan inmejorable miles de habitantes de estas comunidades no
tienen otra alternativa que migrar a las ciudades donde su futuro será un poco
más halagador que el de sus comunidades. Sin embargo la mayoría tienen que
soportar los abusos de sus empleadores que se aprovechan de la necesidad de los
trabajadores y la negligencia de las autoridades. A muchos de ellos no se les
paga el sueldo que por ley deberían de recibir y mucho menos se les brinda las
prestaciones y los servicios que como trabajador tienen derecho a recibir tanto
éstos como su familia. En las ciudades se enfrentan a la negligencia y al
desinterés de las autoridades que reprimen sus derechos por la corrupción y el
egoísmo que alimentan los empresarios con sus alianzas estratégicas para obtener
mayores ganancias y prerrogativas de las autoridades.
El folclor más no así la identidad de las culturas indígenas y campesinas de
México es puesta en aparadores de centros turísticos de toda la república
mexicana, como si estas comunidades sólo pudieran verse ante los ojos de los
demás como presas que no tuvieran vida, que sólo pueden ser vistas sin que
puedan ser actores de las dinámicas sociales de este país. Únicamente el folclor
es presentado y valorado por las autoridades gubernamentales y empresariales;
sus derechos, sus demandas, sus necesidades y sus carencias jamás aparecen en
las reuniones y en los festejos de los encargados de las instituciones
gubernamentales y en los aparadores de los comerciantes y empresarios.
La cultura de las comunidades indígenas y campesinas tienen que soportar el
desprecio y el desinterés de todo el aparato gubernamental del Estado mexicano y
de los empresarios nacionales y extranjeros, y de miles de habitantes en este
país, al mismo tiempo su territorio y todo lo que vive en él está siendo
destruido y desperdiciado por empresas privadas que complacen a las autoridades
mexicanas con dineros para sus frivolidades y sus deseos de aferrarse en el
poder. Continúan envilecidos por el poder y la frivolidad de sus nombramientos
partidistas, en lugar de hacerse responsables y comprometidos con el crecimiento
y el desarrollo de la cultura y del territorio de la población indígena y
campesina de este país.
A más de una década del 1 de enero de 1994, las nuevas generaciones de políticos
y empresarios de este país continúan repitiendo, o aún peor, consintiendo y
acrecentando las mismas vilezas, infamias y servilismos que hace más de 14 años
hacían sus antecesores en los encargos y servicios que hoy ocupan. Se dicen ser
la nueva generación de políticos y empresarios que va a llevar a buen rumbo a
México, hasta hoy parece ser que no lo quieren hacer, y a pesar de los problemas
que hoy enfrenta este país, no quieren dejar de repetir los mismos errores que
han mantenido durante muchos años a los mexicanos sumidos en la desigualdad y la
injusticia. Parece ser que el conformismo y el egoísmo han hecho presa de
ustedes ¿o no es así?
Henry Moguel Villatoro
Historiador y Comunicólogo
historiademexico@hotmail.com