País Vasco
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''Atestiguamos los aspectos
antidemocráticos de México''
Con el paso de los días, los brigadistas vascos Israel Alonso Sáez y Ainhoa
Subinas ya pueden ver con cierto humor los hechos que rodearon su arresto y
expulsión ilegal de México, el 21 de agosto. ''Fueron momentos surrealistas'',
dicen en entrevista telefónica desde Bilbao. Pero mantienen en pie la denuncia y
la protesta:
La Jornada
''Entendemos nuestra deportación como parte de la represión que ejerce el Estado
mexicano contra los movimientos sociales y populares, no sólo nacionales, sino
de todo el mundo. Somos incómodos porque somos testigos de los aspectos
antidemocráticos de México''. Si a ello se suma que son originarios del País
Vasco, ''pues se completa el cuadro; ser vasco, hoy en día, conlleva ser objeto
de sospecha para algunos gobiernos''.
La pareja llegó a Latinoamérica desde julio. En El Salvador participó en el Foro
Mesoamericano por la Autonomía de los Pueblos. En Guatemala hizo un recorrido
por comunidades de El Petén para evaluar la afectación por la construcción de
represas. En Chiapas, donde su organización -Comités Internacionales- tiene años
de trabajar en diversos proyectos con comunidades, investigaron sobre la
resistencia de los pueblos al proceso de imposición neoliberal, en particular
con los movimientos contra las altas tarifas eléctricas, y estudiaron la
implantación de intercambios solidarios.
Naturalmente, visitaron algunas Juntas de Buen Gobierno zapatistas.
Pasaron por Oaxaca, simple turismo, a asolearse en alguna playa y, finalmente,
enfilaron hacia Tlaxcala, donde los esperaban viejos amigos de la Central
Nacional Urbana y Campesina (CNUC).
Recuerdan que ya en su escala en Puerto Escondido sufrieron un percance que
puede estar relacionado con el espionaje y la persecución de que fueron objeto.
Mientras esperaban un autobús, en un descuido les fue robada una maleta con una
videocámara y numerosas cintas ya grabadas sobre las entrevistas en comunidades.
La mayor parte del material versa sobre los temores y las objeciones de la gente
del campo al Plan Puebla-Panamá.
De Oaxaca llegaron a las siete de la mañana a la capital tlaxcalteca y tomaron
un cafecito mañanero con la dirigente de Eureka, Rosario Ibarra, quien asistiría
más tarde a una protesta de braceros. Los vascos tenían una cita, más tarde, con
los integrantes de la CNUC.
Mientras esperaban, un hombre, presunto periodista, los abordó. Tres veces
trataron de evadirlo hasta que éste les espetó la pregunta: ''¿Saben que lo que
ustedes están haciendo es ilegal y que pueden ser deportados por ello?''.. En
cuestión de segundos se vieron rodeados por fotógrafos de prensa, más de uno
impostor. Y tras los reporteros llegó la policía que, sin más, los detuvo. Más
tarde, cuando ya estaban arrestados en la estación migratoria de Tlaxcala,
vieron que el primer periodista se desenvolvía en la dependencia como Juan por
su casa. Era policía. Y luego a otros más. De los seis supuestos reporteros que
los abordaron, cuatro resultaron ser agentes.
''Todo el tiempo pensamos que era un simple error, que alguien aclararía la
situación y asunto concluido. Pero pasaban las horas sin que nadie nos tomara
siquiera una declaración, sin que nos permitieran llamar a la embajada de
España.
''Sobre las tres de la tarde nos informaron que nos iban a llevar a otro sitio a
tomarnos las declaración. Nos subieron a un vehículo y cuando nos percatamos ya
estábamos en la carretera, rumbo a México. Al llegar, todavía difirieron, unas
dos horas, nuestro derecho a llamar a la embajada. Nos mostraron cuatro
fotografías rodeados de periodistas como prueba de nuestras actividades ilegales
y antes de que terminara el trámite un funcionario nos informó que la decisión
estaba tomada y que teníamos dos opciones: firmar nuestra salida voluntaria o
ser deportados. Claro, cuando nos dieron acceso a un teléfono en la misión
española ya no contestó nadie. Optamos por la expulsión, como mínima protesta".
Subinas y Sáez refieren que el interrogatorio fue ''surrealista'', porque los
agentes no sabían qué preguntarles. Aunque reconocen que no hubo violencia
física, sí fueron presionados "por nuestro origen vasco", con comentarios que
pretendían vincularlos con el grupo armado ETA. "Entre ellos comentaban que
sería bueno hablar a la embajada para verificar si no habían pillado algún pez
gordo".
Sin pruebas en su contra, sin haberles respetado el derecho de comunicarse a su
embajada o con la abogada Bárbara Zamora, que desde el primer momento se
movilizó para defenderlos, a las nueve de la noche eran escoltados a un avión de
Iberia. Firmaron el acta de expulsión el delegado del Instituto Nacional de
Migración de Tlaxcala, Miguel Angel Barrera Márquez, y como testigos, dos
policías locales, Hugo Flores Torres y Renato Bello Montero.
Fuente: La jornada