País Vasco
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La muerte de la joven vasca en una prisión francesa
Y los Estados acabaron con Errazkin
Jesús Prieto
La muerte de la joven vasca Ohiane Errazkin en una prisión francesa de máxima
seguridad me obliga a recordar, una vez más, a quien corresponda, que los
militantes de organizaciones armadas, como cualquier otro preso, sea cual sea el
delito que se les impute, desde el mismísimo momento de su detención, son
incumbencia del Estado aprehensor y se encuentran bajo su tutela; y que,
mediante la institución competente, se les debe garantizar absolutamente todos
sus derechos, así se hayan desayunado con media docena de bebés al horno.
El negociado correspondiente -normalmente el Ministerio de Justicia o el de
Seguridad- tiene la inexcusable obligación de velar por su salud física y mental
y -no habría que decirlo- por su absoluta integridad, evitando expresamente que
sean sometidos a torturas o a cualquier otra forma de tratos crueles o
degradantes. El Estado que no cumpla a rajatabla estos preceptos, no es
democrático y punto.
No dudo de que la causa última de la muerte de Ohiane haya sido el suicidio.
Pero los Estados francés y español han tenido mucho que ver en él.