Medios y Tecnología
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Ponencia al Congreso Mundial de Intelectuales En Defensa de la Humanidad. Venezuela 2004
Internet: Nuevo elemento de desestabilización política
Luciano Álzaga
Cuando analizamos el papel que juega Internet en la lucha anticapitalista
no debemos perder de vista que el punto clave de combate está en la calle.
Internet, al igual que otras formas de comunicación, de ninguna manera va a ser
punto de partida para conquistas populares importantes, las cuales llegarán del
quehacer de los movimientos sociales.
A pesar de esto, hay que situar la capacidad de este medio en su justa medida.
Los relativos bajos costes económicos, técnicos y humanos que exige mantener un
medio de comunicación alternativo en Internet, lleva a muchos activistas a
infravalorar el potencial desestabilizador de éste. Cosa que los poderosos no
hacen, como vamos a intentar demostrar a lo largo de este escrito.
¿Peligro potencial o real?
Como señala la argentina Mónica Álvarez (Equipo de Investigación Rodolfo Walsh),
la prensa oral y escrita, el cine, la televisión se utilizaron y se utilizan
para apoyar el ejercicio del poder de los grandes grupos antaño políticos y hoy
económicos. En los años 70 Armand Mattelart y Ariel Dorfman escriben "Para leer
al Pato Donald". Este libro fue concebido por sus autores como un manual de
descolonización; marca cómo aquello que es aceptado como "entretenimiento
infantil sano" por toda la sociedad está en realidad trasvasando formas de ser
de una sociedad a otra. De esta manera se generan pautas conductuales naturales
en la sociedad receptora, ajenas a la misma, que responden a necesidades
concretas de la sociedad emisora. El colonialismo informativo es esencial para
dominar, porque como bien decía John William Cooke, la politización de la clase
dominante implica la despolitización de las clases dominadas. No pensar, no
actuar, no vivir.
En esa línea, el cubano Iroel Sánchez analiza cómo la prensa liberal, que
califica el revelador documental Farenheit 9/11, de Michael Moore, como un
"ataque demoledor contra Bush", silencia la denuncia que hace el escritor y
cineasta norteamericano de la complicidad racista de los senadores demócratas en
el fraude electoral, de la utilización de los pobres como carne de cañón y el
escandaloso divorcio entre la clase política y el pueblo norteamericano. Los
bien disciplinados columnistas, reporteros y críticos de cine que nos enseñan a
mirar para no ver y canalizan adecuadamente nuestra indignación contra Bush,
tratan de evitar que cuestionemos el sistema: estemos contra la guerra, incluso
contra Bush, pero nunca contra el capital. Quizá aquella incómoda pregunta de
Brecht nunca haya sido formulada: "¿De qué sirve estar contra el fascismo -que
se condena- si no se dice nada contra el capitalismo que lo origina?" (Ver