Cómo la saturación mediática puede dominar nuestras vidas
Dênis de Moraes*
La Fogata
Vivemos bajo el signo de la ultravelocidad, en un escenario dominado por redes
infoelectrónicas y satélites. Delante de nuestras retinas, se sucede un
torbellino de imágenes, sonidos y datos. Somos privilegiados por la abundancia,
pero, al mismo tiempo, percibimos que jamás conseguiremos retener una pequeña
parte que sea de ese impresionante aluvión de informaciones. En la era del
tiempo real, todo es demasiado veloz y inmediato, todo parece diluirse y
restablecerse sin derecho a intervalos. La profusión de flujos se ajusta a la
intención de los medios masivos y de las industrias culturales de aumentar la
ansiedad por experiencias y sensaciones, sintonizándolas con sus productos y
programaciones, con la finalidad de garantizar siempre más lucros y rentabilidad
a sus negocios.
Los aparatos de difusión crean un modo de existencia que se alimenta del exceso
de estímulos audiovisuales. Imposible ignorar los llamamientos consumistas que
brotan de pantallas y monitores. Siquiera en las vacaciones estamos libres de
los incentivos al consumo. Las trasmisiones por satélites de los canales de
televisión paga, sobrecargadas de mensajes publicitarios, penetran 24 horas por
día en millones de cuartos de hoteles, resorts y centros turísticos alrededor
del globo.
Conveniencia, placer, riqueza, aventura, emoción: son estes los valores y
sentimientos diseminados con insistencia por los medios. Ni percibimos el grado
de inmersión en el océano de estímulos seductores. Navegamos, como nómadas
insaciables, por redes de televisión y ambientes virtuales que se renuevan sin
parar para atrair los ciudadanos consumidores.
Los anuncios en 3D que ocupan los paneles digitales no paran de trasmitir en
tiempo real las cotizaciones de los mercados financieros, de la Nasdaq y de los
mercados futuros. Las informaciones incesantes también invaden las pequeñas
pantallas de los teléfonos móviles, en una evidencia de que cualquier pierda de
tiempo puede ser fatal para los inversionistas. Los controlos remotos, por su
vez, son accionados frenéticamente. En su libro Mídias sem limites, cuya edición
brasileña yo tuve la satisfacción de presentar, Todd Gitlin menciona una
investigación reciente según la cual los controles son accionados hasta 107
veces por hora por los tres cuartos de los norteamericanos con menos de 30 años
que asisten diariamente a los informativos televisivos. (2)
La tecnología inalámbrica cortó la distancia que nos separaba, aunque
temporalmente, de los acontecimientos. Hasta el famoso grupo de rock Rolling
Stones, hijos de los años 1960, se ha rendido a la magia tecnológica. La banda
ancha adopta soluciones inalámbricas para distribuir y actualizar informaciones
sobre sus presentaciones, antes, durante y después de los shows. El grupo
utiliza una red de 140 computadoras portátiles y un enlace de satélite que
asegura transmisión en banda ancha. En los momentos de mayor tráfico, el sistema
de los Stones procesa un volumen de datos equivalente a una oficina de medio
porte, enviando y recibiendo correos electrónicos, editando textos y
transfiriendo imágenes detalladas del escenario y de la platea. (3)
Para desvelar lo que se oculta tras de ese fenómeno global, necesitamos
considerar el cuadro de aceleradas mutaciones comunicacionales. La revolución
multimedia llegó más pronto que imaginábamos, dejó de ser una imagen futurista.
Ella se concretiza a partir de un lenguaje digital única, habilitada a integrar
procesos, redes y plataformas, generando una variedad de productos y servicios
con amplio espectro de difusión. Según investigadores de la Universidad de
California en Berkeley, si la cantidad de datos digitalizados producidos cada
año en el mundo fuera almacenada en disquetes, serían necesarios 3,2 millones de
kilómetros de extensión para colocarlos en línea reta — lo que equivale a
recorrer 320 veces la costa brasileña. (4)
La digitalización sirve de soporte a la convergencia tecnológica entre las
industrias de informática, telecomunicaciones y medios masivos. Esa
convergencia, que bautizo de infotelecomunicacional para realzar las
interrelaciones entre los tres sectores, multiplica el volumen de contenidos.
Las corporaciones de comunicación y entretenimiento ambicionan industrializar
bienes materiales y inmateriales que tengan acceso global y puedan ser vendidos,
en el formato digital, al público de masa. (5)
Para dominar el mercado y rentabilizar las inversiones, los medios difunden un
volumen despropositado de mensajes, beneficiándose del constante
perfeccionamiento tecnológico y también de la ausencia de un control público
eficiente sobre ese sector estrategico del mundo atual. Las corporaciones
transnacionales disfrutan de una plusvalía excepcional obtenida con la
exportación en serie de sus productos y servicios para todos los continentes.
Tenemos ahí una paradoja desconcertante. Crece ininterrumpidamente la oferta de
mercancías, pero concentrase cada vez más la propiedad de los medios de
comunicación en las manos de gigantes empresariales — la mayoría de los cuáles
de propiedad norteamericana — que disponen de poderío financiero, visión
estratégica, capacidad industrial y esquemas de distribución por el planeta.
Todo eso facilitado por las desregulaciones y privatizaciones absurdas que han
sido promovidas por los gobiernos neoliberales en los años 1980 y 1990.
A la presión de naturaleza económica, se suma la importancia de la información,
convertida en recurso básico de gestión y producción. La propia noción de
información no se restringe más a la idea de noticia y engloba otras
concepciones: información de base (bancos de datos, acervos digitales, archivos
multimedios), información cultural (películas, vídeos, periódicos, programas
televisivos, libros) y know-how (invenciones, patentes, prototipos etc.).
Exactamente por infiltrarse en diversos ramos, la información se proyecta como
factor decisivo para la reproducción de las hegemonías constituidas. Destacase
como insumo esencial a la trasmisión de conocimientos que pueden ser compartidos
y aplicados en las organizaciones y, a las veces, entre empresas que actúan en
asociaciones. Los sistemas avanzados incluyen bases de datos, plantillas,
documentos, normas y procedimientos, además de registros de técnicas y
experiencias difundidas, discutidas y asimiladas por el conjunto de la empresa.
La gestión del conocimiento se basa en un flujo electrónico que proporciona
análisis, interpretaciones y puntos de vista sobre situaciones, relaciones,
bienes y servicios. La información se convierte, así, en elemento decisivo para
aumentar las ganancias y superar los concurrentes. (6)
La articulación existente entre el modo de producción capitalista, la economía
de la información y las tecnologías de comunicación favorece la acumulación de
capital financiero en un escenario de interconexiones electrónicas
generalizadas. El sistema tecnológico incorpora al capitalismo su lógica,
caracterizada, según Manuel Castells, "por la capacidad de traducir todos los
aportes de información en un sistema común y de procesarlos la velocidades
crecientes, con una potencia en progreso, la un coste menor, a través de una red
de distribución virtualmente ubicua." (7) Con eso, asegura al capital total
fluidez para estar en constante desplazamiento por los continentes en busca de
rentabilidad.
Cabe subrayar que nunca hubo una fragmentación tan acentuada de los contenidos
mediáticos destinados a segmentos bien delineados de lectores. Las estrategias
de marketing de las industrias culturales agregan valor a las cadenas
productivas filtrando identificaciones culturales, gustos semejantes y
aspiraciones de consumidores con poder adquisitivo. Con la segmentación para
clientelas específicas, aumenta de forma exponencial la producción para nichos
de consumo. Niños y adolescentes no escapan a la regla. Diariamente, 150 horas
de diseños animados, seriales y películas infantiles y juveniles son vehiculadas
en Brasil por canales de televisión por firma. Sumando las opciones de la
televisión abierta, son 180 horas de programación, intercaladas por campañas
publicitarias que buscan incentivar hábitos y costumbres para marcas y productos
diseccionados para los niños y adolescentes, pródigos en consumir y en
influenciar las preferencias familiares. No hay preocupación con los efectos
psicosociales y culturales de los contactos prolongados con diseños y seriales
concebidos en estudios norteamericanos, sin ninguna relación con la realidad
brasileña.
En la órbita de la cultura de la velocidad, el imaginario social está atravesado
por materiales audiovisuales e impresos de todo tipo. Una investigación de World
Future Society concluyó que la masa de conocimientos de la humanidad crece un
100% cada cinco años, con tendencia a doblar cada 90 días en 10 a 15 años. (8)
¿Como no enmarañarse en el exceso de información cuando se sabe que el tráfico
en la Internet duplica cada 100 días? Cerca de un 3% de las fibras ópticas
producidas son hoy utilizadas en la Tierra, siendo que, en el área de
telecomunicaciones, menos del 2% de las redes están efectivamente ocupados con
el transporte veloz de datos. (9) El abismo entre la superproducción digital y
la capacidad humana de procesamiento es de tal orden que, para intentar llamar
la atención del consumidor medio, fabricantes de bienes no-durables en Estados
Unidos gastan 25 millones de dólares por año en publicidad y promociones
comerciales. (10)
La fiebre mediática con que en los deparamos nada tiene de circunstancial. Con
efecto, ella transforma los grupos sociales en componentes intrínsecos de un
proceso de permanente estímulo al consumo — aunque las respuestas al consumismo
puedan ser diferenciadas en función de los perfiles socioeconómicos y
culturales. Si, de un lado, aumentan las alternativas cuando se dispone, por
ejemplo, de 200 canales de TV paga (la mayoría de ellos separada por géneros o
franjas de público), de otro las políticas de programación ambicionan la
rentabilidad financiera, sin mayor preocupación con las líneas de formación
educativa y cultural de las plateas. Tratase de asociar los vestigios de
variedad a las ganancias (más subscripciones, más audiencias, más anunciantes,
más consumidores, más recetas).
En ese contexto, la saturación audiovisual no se agota en la búsqueda de
realización de deseos y placeres; constituye un atajo seguro para la
mercantilización. En la obsesión por lucros, la prioridad es conquistar la
fidelidad de las audiencias, sin verificación consistente de los modos de
asimilación de los contenidos y sus usos socioculturales. David Harvey resalta
que, en el contexto de la explotación comercial de la superproducción simbólica,
el problema del capital "es encontrar maneras de comercializar y rentabilizar
diferencias culturales sólo el bastante para que pueda apropiarse, la partir de
ellas, de los ingresos monopólicos". (11)
Los más indulgentes podrían decir que, a pesar de los peses, la
disponibilización frenética de materiales informativos permite una fusión nada
despreciable de avances tecnológicos y demandas sociales. Sería el caso de
contra-argumentar que hay una inquietante disparidad entre la economía de los
cambios simbólicos y la economía de la atención de lectores y espectadores, con
consecuencias sociales serias, como la pérdida de de la conciencia crítica y la
manipulación de los modos de comprender os acontecimientos.
La crisis de la economía de la atención se caracteriza por la creciente
imposibilidad de absorberse la descomunal carga de datos. Eso no es resultado
sólo de la falta de tiempo o de factores técnicos, como também de la
inadecuación de formatos, lenguajes y políticas editoriales. Hay también trabas
provocadas por el carácter antisocial del neoliberalismo, que excluye grandes
contingentes poblacionales de los beneficios del progreso y de los accesos al
conocimiento. Y no debemos olvidar el fuerte desgaste de atención, tiempo y
energía provocado por la búsqueda de trabajo en las grandes ciudades,
consecuencia nefasta del desempleo estructural en el capitalismo contemporáneo.
Cuando afirmamos que el exceso de oferta interfiere en el horizonte de
percepción, no estamos defendiendo la idea ingenua de que el mundo tecnológico
produce sólo turbulencias y alienaciones. Sería desconocer que las tecnologías
facultan nuevos modos de percepción, memoria, expresión y difusión, además de
ensanchar espacios de sociabilidad y de intervención sociopolítica, como ya
ocurre en el espacio descentralizado de la Internet. Por otro lado, persisten
desniveles graves en las jerarquías planetarias, siendo una prueba de eso la
exclusión digital y las tasas de analfabetismo aún alarmantes en países
periféricos.
Existe el riesgo de enflaquecimiento de los lazos comunitarios y de las
afinidades culturales cuando las trasmisiones mediáticas borran referencias
fundamentales a la comprensión correcta de los acontecimientos y de las
situaciones sociales. Difícil no darse cuenta de las distorsiones en las
identidades culturales cuándo sabemos que más de 150 mil horas de películas,
seriales y programas deportivos producidos en los Estados Unidos son exhibidas
mensualmente en las redes televisivas de los países latinoamericanos,
equivalentes a un 77% de las programaciones de las emisoras de televisión de la
región. (12)
No me parece exageración decir el virus de la saturación afecta la sensibilidad
crítica, induciendo, sutilmente, al individualismo, a la dispersión y a la
complacencia delante de injusticias sociales. Una tajada expresiva del que se
transmite en exceso, en lugar de esclarecer, muchas veces confunde, tantas son
las mediaciones que cruzan los recorridos y cambios comunicacionales.
Todo eso refuerza la urgencia de la crítica a los modos por los cuáles emergen y
se cristalizan experiencias fabricadas por los gestores de la cultura
tecnológica. La evolución técnica debería ampliar el conocimiento de las
sociedades y de los hombres que lo habitan. En verdad, ocurre una perversa
inversión: las técnicas avanzadas tienden a ser apropiadas por las elites y por
actores influyentes en función de objetivos particulares, casi siempre
sintonizados con intereses empresariales. (13)
Para vislumbramos una comunicación sin la interferencia de idiosincrasias,
manipulaciones y desvíos, necesitamos desvelar y recusar la lógica de los
encantamientos espectaculares, tan propicios a infundir magnetismos fugaces en
los espectadores. En vez de asumir la bandera, hoy infelizmente ingenua, de la
lectura ideal en el tiempo ideal, como si no hubiera las actualizaciones por
segundo de las informaciones, debemos reivindicar una diversidad informativa y
una difusión descentralizada que no se confundan con la desvalorización de la
vida humana y con la neurosis capitalista por ganancias financieras.
No hay duda de que la pluralidad cultural es condición esencial para el
fortalecimiento de la ciudadanía, de los valores éticos y de las identidades
comunitarias. De la misma forma, el ejercicio ético del periodismo no puede
prescindir de las manifestaciones del contradictorio, por más que el culto a la
velocidad quiera diluir o restringir los sentidos múltiples de comprensión de
los hechos sociales. Si contestamos la velocidad como virtud, debemos rechazar
la idolatría del mercado como síntesis de organización social. El desafío de
medio y largo plazos consiste en construir alternativas políticas que incentiven
dinámicas de comunicación no contaminadas por el pensamiento mediático como
dogma supremo. Para eso, necesitamos alcanzar nuevas formas de acción,
movilización y articulación política y cultural, de alcance planetario, para, en
un proceso inevitablemente marcado por avances y retrocesos, perplejidades y
resistencias, intentar conciliar las responsabilidades humanas y las
aspiraciones por un otro mundo y una otra comunicación posibles, superando las
marcas visibles de un desarrollo socioeconómico profundamente desigual.
Notas:
(1) Paul Virilio. O espaço crítico. Rio de Janeiro: Editora 34, 1993, p. 9-11.
(2) Todd Gitlin. Mídias sem limite. Rio de Janeiro: Record, 2003, p. 102.
(3) BBC News, 14 de mayo de 2003.
(4) Mirella Domenich, "A era da obesidade da informação", Valor Económico, 7 de
mayo de 2001, p. 8.
(5) Consultar Dênis de Moraes. "O capital da mídia na lógica da globalização",
in Dênis de Moraes (org.). Por uma outra comunicação: mídia, mundialização
cultural e poder. Rio de Janeiro: Record, 2003.
(6) Ver Ikujiro Nonaka e Hirotaka Takeuchi. The knowledge creating company. Nova
York: Oxford University Press, 1995.
(7) Manuel Castells. La sociedad red (La era de la información: economía,
sociedad y cultura, vol. 1). Madrid: Alianza Editorial, 1998, p. 59 e 506-510.
(8) Datos disponibles em el site de World Future Society: http://www.wfs.org.
(9) Mário Soma. "De olho no caos digital". Ícaro, nº 228, agosto de 2003, p. 22.
(10) Consultar Christian Marazzi. "A crise da new economy e o trabalho das
multidões", in Giuseppe Cocco e Graciela Hopstein (orgs.). As multidões e o
império: entre globalização da guerra e universalização dos direitos. Rio de
Janeiro: DP&A, 2002, p. 36.
(11) David Harvey. "A arte de lucrar: globalização, monopólio e exploração da
cultura", in Dênis de Moraes (org.). Por uma outra comunicação, ob. cit., p.
167.
(12) Dênis de Moraes. O Planeta Mídia: tendências da comunicação na era global.
2ª ed. Rio de Janeiro: Letra Livre, 1998, p. 65.
(13) Leer Milton Santos. "Elogio da lentidão", in Milton Santos. O país
distorcido: o Brasil, a globalização e a cidadania. São Paulo: Publifolha, 2002,
p. 162-166.
*Dênis de Moraes, doctor en Comunicación y Cultura por la Universidad
Federal de Río de Janeiro, es profesor y investigador del Programa de Postgrado
en Comunicación de la Universidad Federal Fluminense, en Brasil.