Manuel Ugarte, un profeta "maldito" y olvidado
Roberto Bardini
Rodelu.net
Es uno de los grandes personajes de Argentina y posiblemente de Iberoamérica
en la primera mitad del siglo XX. En su época influyó en dirigentes de todo el
continente, pero continúa siendo un gran desconocido en su patria. Nacido el 27
de febrero de 1875 en el barrio porteño de Flores, en las siguientes siete
décadas su nombre se menciona poco en las noticias a pesar de su permanente
actividad literaria y política. Fallece el 2 de diciembre de 1951 en Niza
(Francia) y desaparece de los comentarios bibliográficos, las antologías y las
librerías.
Ugarte pertenece a una familia tradicional. Estudia en el Colegio Nacional de
Buenos Aires, asiste al Jockey Club, practica esgrima, lee y escribe poesía. El
escritor Pedro Orgambide recordó en 2003 que en últimos años del siglo XIX
Manuel vive en París, "como correspondía a un rico, joven y culto caballero
argentino, aficionado a las mujeres, al teatro y la poesía galante". Lo describe
como un bon viveur y dice que "nada hacía sospechar a los parientes y
amigos el giro que tomaría su vida apenas se iniciara en la política".
Entre los amigos de Ugarte se cuentan Alfonsina Storni, Alfredo Palacios, José
Ingenieros, Leopoldo Lugones, Manuel Gálvez y Ernesto Palacio. También trata con
la chilena Gabriela Mistral, el uruguayo José Enrique Rodó, el peruano José
Santos Chocano, el nicaragüense Rubén Darío, los mexicanos Amado Nervo y José
Vasconcelos, los españoles Miguel de Unamuno, Juan Ramón Jiménez y Pío Baroja,
los franceses Henri Barbuse y Jean Jaurés; es decir, con los más destacados
intelectuales de principios del siglo XX. Rubén Darío, Unamuno y Baroja le
prologan sus primeros libros. Barbuse, director de la revista Monde, lo incluye
en el comité editorial junto con Albert Einstein, Máximo Gorki y Upton Sinclair.
Autor de treinta libros, la mayoría publicados fuera del país, Manuel Ugarte es
un socialista criollo de la generación del 900 que impulsa la unidad
hispanoamericana. Denuncia al imperialismo yanqui desde 1901 –por sus
intervenciones en América Central y el Caribe– hasta el año de su muerte, por la
guerra de Corea. A principios del siglo XX escribe: "Actualmente los grandes
diarios nos dan, día a día, detalles a menudo insignificantes de lo que pasa en
París, Londres o Viena y nos dejan, casi siempre, ignorar las evoluciones del
espíritu en Quito, Bogotá o Méjico. Entre una noticia sobre la salud del
emperador de Austria y otra sobre la renovación del ministerio del Ecuador,
nuestro interés real reside naturalmente en la última. Estamos al cabo de la
política europea, pero ignoramos el nombre del presidente de Guatemala".
Un hombre de barricadas
En 1904, Ugarte asiste como delegado al Congreso de la Internacional Socialista
en Amsterdam. Tres años después, participa en Stuttgart de otro Congreso de la
IS, en el que participan Vladimir Ilich Lenín, Rosa Luxembugo, Jean Jaurés, Karl
Kautsky y Gueorgui Plejánov.
De 1910 a 1913, Ugarte recorre toda la América hispana, da conferencias y es
aclamado en 20 capitales. Ya no predica el internacionalismo proletario sino la
construcción de la Patria Grande, la gran nación iberoamericana. Es un
socialista que rechaza trasplantar experiencias europeas: "El socialismo debe
ser nacional", dice en 1911. Al año siguiente escribe: "Bajo ningún pretexto
podemos aceptar la hipótesis de quedar en nuestros propios lares en calidad de
raza sometida. ¡Somos indios, somos españoles, somos latinos, somos negros, pero
somos lo que somos y no queremos ser otra cosa!". Agentes secretos de las
distintas embajadas de Estados Unidos le siguen los pasos en Cuba, Santo
Domingo, México, Guatemala, Honduras, El Salvador y Nicaragua. Funcionarios
diplomáticos norteamericanos le piden a las autoridades locales que impidan su
participación en actos públicos. A pesar de todo, llena teatros y plazas,
participa en manifestaciones callejeras, es orador de barricada y reúne a
multitudes.
Ugarte continúa su gira y llega a Bolivia. Pronuncia un discurso en La Paz,
interrumpido por las ovaciones de un público entusiasta. El embajador
estadounidense lo critica duramente y el escritor lo desafía a batirse a duelo.
Debe intervenir el representante diplomático para evitar el enfrentamiento.
La Patria y los ferrocarriles ingleses
En noviembre de 1915, con su propio dinero, Manuel Ugarte funda en Buenos Aires
el diario La Patria. Comienza una cruzada que hasta entonces nadie se
había atrevido a encarar en Argentina: la denuncia del imperialismo inglés. El
país es prácticamente una semicolonia británica, pero nadie parece percibirlo. A
principios de 1916, el escritor analiza tempranamente uno de los factores que
permitían la penetración económica de Gran Bretaña: los ferrocarriles.
"Uno de los problemas que más nos interesa, fuera de toda duda, es el de la
explotación de nuestros ferrocarriles por empresas de capital foráneo, cuyos
intereses, de conveniencias motivadas por su misma falta de arraigo y su origen,
son fundamentalmente opuestos a los intereses de la república", escribe Ugarte.
"Las empresas ferroviarias son todas extranjeras: capital inglés, sindicatos
ingleses, empleados ingleses […]. Lleva la empresa noventa y ocho probabilidades
de obtener pingües ganancias contra dos de obtenerlas… regulares; de perder,
ninguna. […] Y este dato merece ser tenido en cuenta al ocuparse de los
ferrocarriles como origen de nuestra atrofia industrial".
Asfixiado económicamente, el 15 de febrero de 1916 La Patria publica su
último número. Ante la primera gran guerra europea del siglo XX, que muchos
insisten todavía en denominar "mundial", Ugarte propone la neutralidad. El
diario dura menos tres meses en medio del boicot que le hacen los nacionalistas
–que lo consideran socialista– y los socialistas, que lo ven como nacionalista.
Más tarde, durante la segunda gran guerra europea, el escritor afirmará que
mucho se habla en Iberoamérica acerca de las presuntas amenazas alemana y
japonesa, pero nada se dice sobre el real saqueo británico y estadounidense.
En abril de 1918, cuando se funda en Córdoba la Federación Universitaria
Argentina (FUA), Ugarte es el principal orador del encuentro. Ese año se
autoexilia en España y luego pasa a Francia. Retorna 17 años más tarde.
En la década del 20, los principales líderes de la Revolución Mexicana le
escriben a Ugarte y le agradecen su apoyo. Augusto César Sandino, el "general de
hombres libres", también le envía una carta desde Nicaragua, reconoce su
respaldo a la lucha contra los marines yanquis y dice que lo ve como una
de las figuras más importantes del patriotismo latinoamericano. Dos grandes
dirigentes peruanos lo alaban: Víctor Raúl Haya de la Torre, fundador de la
Alianza Popular Revolucionaria Americana (APRA), lo considera el precursor de
esta organización; José Carlos Mariátegui afirma que el escritor argentino es
uno de las más prestigiosos personajes de América hispana.
El apóstol vencido
En mayo de 1935, en plena Década Infame, Ugarte regresa a Argentina. El
semanario Señales, del grupo FORJA, es el único periódico que informa
sobre su llegada; la gran prensa lo ignora. En 1937, el escritor se va
nuevamente del país.
El patriota iberoamericano regresa a Buenos Aires en marzo de 1946, después del
triunfo electoral del entonces coronel Juan Domingo Perón. "Más democracia que
la que ha traído Perón, nunca la vimos en nuestra tierra. Con él estamos los
demócratas que no tenemos tendencia a preservar a los grandes capitalistas y a
los restos de la oligarquía", declara. Y luego escribe: "Todos los
presentimientos y las esperanzas dispersas de nuestra juventud, volcada un
instante en el socialismo, han sido concretadas definitivamente en la carne viva
del peronismo, que ha dado fuerza al argentinismo todavía inexpresado de la
Nación. Ahora sabemos lo que somos y a dónde vamos. Tenemos nacionalidad,
programa, derrotero".
El 31 de mayo, el historiador Ernesto Palacios lo acompaña a la Casa Rosada y le
presenta al nuevo presidente, quien le ofrece el puesto de embajador en México.
A los 71 años, es la primera y única vez que Ugarte recibe un reconocimiento
oficial en su país. Pero los diplomáticos "de carrera" lo boicotean.
Desinteligencias con el personal de la propia embajada lo obligan a regresar a
Argentina en junio de 1948. Lo envían a Nicaragua, donde no se encuentra muy a
gusto. A principios de 1949 lo trasladan a la representación en Cuba, donde
persisten las intrigas de algunos funcionarios, y en enero de 1950 presenta su
renuncia. Por problemas de salud, regresa a su casa alquilada en Niza.
El poeta peruano Alberto Hidalgo, quien trata a Ugarte en los años 40, lo
describe viviendo humildemente, como un proscrito: "Yo quiero llamar la atención
de un país sobre este hombre, al que no puede dejarse perecer en la pobreza o en
el olvido, aunque fuese, si no tuviera otros méritos, sólo por esto: por haber
sido el apóstol de los ideales americanistas, por haber gastado su fortuna
recorriendo nuestras repúblicas a fin de despertarlas y hacerles ver el peligro
que las acecha. Y es por ello que, aunque la Argentina lo tenga olvidado, el
nombre de Manuel Ugarte no morirá nunca en la conciencia de América".
En noviembre de 1951, Ugarte vuelve a Buenos Aires. Él mismo explica la razón
del viaje: "No he pertenecido nunca al bando de los adulones y si hago ahora
esta afirmación, si he vuelto especialmente de Europa a votar por Perón, es
porque tengo la certidumbre absoluta de que alrededor de él debemos agruparnos,
en momentos difíciles que atraviesa el mundo, todos los buenos argentinos".
Poco después regresa a Niza. El 2 de diciembre de 1951 lo encuentran muerto en
su casa. Aunque oficialmente se considera que la muerte fue "accidental", en los
medios literarios y políticos se presume que él mismo decidió poner punto final
a su vida. Los suicidios de Horacio Quiroga en 1937, Alfonsina Storni y Leopoldo
Lugones en 1938, y de Lisandro de la Torre en 1939 habían conmovido a Ugarte,
quien afirmó que la suya era una generación vencida. La historiadora Liliana
Barela no descarta que "exiliado, solitario, excluido y desilusionado, pudiera
sentirse vencido y tentado a adoptar el camino que eligieron tantos compañeros
que integraron su malograda generación".
La conspiración del silencio
Entre la obra poética de Manuel Ugarte se destacan Palabras (1893),
Poemas grotescos (1893), Versos (1894) y Vendimias juveniles
(1907). También es autor de narraciones cortas: Cuentos de la Pampa
(1903) y Cuentos argentinos (1908). Dentro de sus relatos de viaje
figuran Paisajes parisienses (1901), Crónicas de boulevard (1902)
y Visiones de España (1904). Sus ensayos literarios incluyen El arte y
la democracia (1905) y La joven literatura hispanoamericana (1906).
Los textos sociopolíticos abarcan El Porvenir de América Española (1910),
La Patria Grande (1922), El destino de un continente (1923) y
La Reconstrucción de Hispanoamérica (1951).
¿Cuál fue el trato que recibió Ugarte en Argentina? A este auténtico polígrafo
–autor de novelas, cuentos, poesías y ensayos– las autoridades universitarias le
niegan una cátedra de Literatura. Los representantes de la cultura oficial
también rechazan la propuesta de Gabriela Mistral –quien lo denomina "el maestro
de América Latina"– para considerarlo candidato al Premio Nacional de
Literatura.
El Partido Socialista, de orientación liberal conservadora, lo expulsa dos
veces, a causa de sus "desviaciones nacionalistas". En 1910 se realiza un nuevo
congreso de la Internacional Socialista en Copenhague, pero esta vez viaja el
dirigente Juan B. Justo desde Buenos Aires, en lugar de designar a Ugarte que se
encontraba en París. El diario La Nación comienza a rechazarle artículos.
Sus libros El Porvenir de América Española, La Patria Grande,
El destino de un continente y La Reconstrucción de Hispanoamérica, se
editan en el país recién dos años después de su muerte, por iniciativa de Jorge
Abelardo Ramos en la pequeña editorial Coyoacán. Ugarte muere enfermo y sin un
centavo, lejos de Argentina. Poco antes, comenta: "En otras partes se fusila, es
más noble".
¿A qué se debe esta conspiración del silencio? En el prólogo a La nación
latinoamericana, editado en Venezuela, Norberto Galasso da algunas claves:
los representantes de la generación del 900, "a pesar de las enormes presiones,
los silencios y los acorralamientos, han logrado hacerse conocer en la Argentina
y en América Latina desde hace años. De un modo u otro, esterilizándolos o
deformándolos, tomando sus aspectos más baladíes o resaltando sus obras menos
valiosas, han sido incorporados a los libros de enseñanza, los suplementos
literarios, las antologías, las bibliotecas públicas, las sociedades de
escritores, las aburridas conferencias de los sábados, los anaqueles de
cualquier biblioteca con pretensiones".
Galasso señala que Ugarte, en cambio, "ha corrido un destino diverso: un
silencio total ha rodeado su vida y su obra durante décadas convirtiéndolo en un
verdadero «maldito», en alguien absolutamente desconocido para el argentino
medianamente culto que ambula por los pasillos de las Facultades. No es
casualidad, por supuesto. La causa reside en que, de aquel brillante núcleo
intelectual, sólo Ugarte consiguió dar respuesta al enigma con que los desafiaba
la historia y fue luego leal a esa verdad hasta su muerte. Sólo él recogió la
influencia nacional-latinoamericanista que venía del pasado inmediato y la
ensambló con las nuevas ideas socialistas que llegaban de Europa, articulando
los dos problemas políticos centrales de la semicolonia Argentina y de toda la
América Latina: cuestión social y cuestión nacional. […] De ahí la singular
actualidad del pensamiento de Ugarte y por ende su condena por parte de los
grandes poderes defensores del viejo orden".
Un muerto en vida
En "Redescubrimiento de Ugarte", publicado en febrero de 1985, Jorge Abelardo
Ramos escribe: "[…] en la irresistible Argentina del Centenario, orgullosa y
rica, el emporio triguero del mundo, no había lugar para él. No solamente
porque, como decía Miguel Cané, escribir una página desinteresada en Buenos
Aires equivalía a recitar un soneto de Petrarca en la Bolsa de Comercio, sino a
causa de que Ugarte iría a desenvolver su vida contra la lógica de la factoría
euro-porteña: era socialista, aunque criollo y católico; argentino, pero
hispanoamericanista. Si bien es cierto que lucharía por la neutralidad en las
dos guerras inter-colonialistas del siglo, debería hacerlo contra la opinión
dominante del rupturismo demo-izquierdista favorable a las potencias
democráticas; más tarde, asumiría la defensa de la industria nacional y de la
clase obrera en un país agropecuario, librecambista y antiobrero".
El luchador social se había convertido en "un muerto civil" mucho tiempo antes
de fallecer, apunta Ramos. "Sin el respaldo de un partido, de una capilla, de
los grandes diarios o del orden vigente, ningún editor manifestó nunca el menor
interés por publicar algún libro de Ugarte. Semejante maravilla se explica
porque la formación del gusto público, en 1914 o en la actualidad, corría por
cuenta de los intereses creados por la oligarquía anglófila y su dócil clientela
de la clase media urbana, en suma, el cipayo ilustrado, que se cultiva a la
orilla de los grandes puertos de la América Latina".
Ramos recuerda: "En noviembre de 1954, organicé una Comisión de Homenaje.
Recibimos los restos de Ugarte en el puerto de Buenos Aires […]. Un silencio
sepulcral reinaba sobre la República, en cuyo subsuelo toda la reacción
conspiraba. Pugnaban por derribar a Perón tanto la agónica partidocracia
democrática, como la izquierda cosmopolita y el nacionalismo puramente retórico
de ciertos grupos de la derecha antiobrera. […] Enseguida organizamos en el
salón Príncipe George un Funeral Cívico en su homenaje. Hablaron en el acto
Carlos María Bravo, Rodolfo Puiggrós, John William Cooke y yo. […] A pesar de la
tensión reinante, congregamos unas cuatrocientas personas. Salvo el presidente
Perón, que envió un telegrama de adhesión, ni el gobierno ni el peronismo
oficial se hicieron presentes. Y, va de suyo, nadie de la «inteligentzia»
llamada argentina. Soplaba un viento gélido y en el espíritu colectivo
palpitaban sórdidos presagios. La contrarrevolución democrática estaba en
marcha".
En el capítulo XII de Historia de la nación latinoamericana, Ramos dedica
varias páginas al trágico destino de este luchador visionario y el
silenciamiento sistemático de su vida y obra. Se transcriben sólo dos párrafos:
"El irritado silencio que ha rodeado siempre a la figura de Ugarte no sólo es
necesario atribuirlo al papel de «emigrado interior» del intelectual del 900 en
las semicolonias, sino al «leprosario político» en el que la oligarquía y sus
amigos de la izquierda cipaya recluyen a los hombres de pensamiento nacional
independiente. A principios de siglo al escritor latinoamericano no le quedaba
otro recurso que enmudecer o emigrar. Las pequeñas capitales de la nación
«balcanizada», aún la más presuntuosa, como Buenos Aires, habían sustituido la
función social del escritor con el libro español o francés.
"[…] En 1945, cuando en la Argentina el país estaba polarizado entre Braden y
Perón, Ugarte regresó después de muchos años de ausencia y estuvo contra el
embajador Braden, al mismo tiempo que la inmensa mayoría de la intelligentzia
argentina y latinoamericana se pronunciaba contra Perón. El coraje moral de
estar contra los mandarines, ese coraje no le faltó jamás a Ugarte y esa es la
razón del silencio profundo que envuelve su persona y su obra".
El artículo sobre Ugarte de Pedro Orgambide –el último que escribió antes de
morir el 19 de enero de 2003– sostiene: "No fue profeta en su tierra. Es, aún,
el gran olvidado del pensamiento político argentino. En cambio, sus ideas
impulsaron la acción de hombres como el peruano Víctor Raúl Haya de la Torre o
el nicaragüense Augusto César Sandino. Su nombre es citado con frecuencia en
otros países de América latina; pocas veces en la Argentina. […] No gana plata
con la política. Al contrario: por ella, pierde su fortuna. Y por su
heterodoxia, se le cierran las puertas de la cultura oficial. […] Su figura
disgusta a algunos sectores clericales y políticos por lo que cansado de pelear
renuncia. […] Más retaceada es su influencia aquí, en el llamado «pensamiento
nacional», y poco reconocida su incidencia en el origen de la «tercera posición»
de nuestro país, en tiempos de la guerra fría".
Hace unos días se cumplió un nuevo aniversario de la muerte de este patriota. La
llamada "gran prensa", como es habitual, no publicó una sola línea.
Textos consultados
Liliana Barela, Vigencia del pensamiento de Manuel Ugarte, Leviatán,
Buenos Aires, 1999.
Norberto Galasso, Manuel Ugarte, EUDEBA, Buenos Aires, 1973.
Jorge Abelardo Ramos, Historia de la nación latinoamericana, A. Peña
Lillo Editor, Buenos Aires, abril de 1968.
Pedro Orgambide, "El largo viaje de Manuel Ugarte por América Latina", Clarín,
Buenos Aires, 26 de enero de 2003.
Manuel Ugarte, La nación latinoamericana (compilación, prólogo, notas y
cronología de Norberto Galasso), Biblioteca Ayacucho, Caracas, noviembre de
1978.
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