Cipriano Mera
Semblanza de un luchador
Juli�n Vadillo
Tierra y Libertad
En
este a�o de 2005 no pod�amos dejar pasar la oportunidad de hablar de un
anarquista, de un obrero, de un luchador como fue Cipriano Mera. Si de alguna
manera podemos definir la vida de Cipriano Mera, cuando este mes de octubre se
cumple el treinta aniversario de su muerte, es la de un anarquista con el
sentido de la responsabilidad. Acerc�ndonos a la vida y la lucha del anarquista
madrile�o podremos comprobar el porqu� de estas afirmaci�n.
Cipriano Mera naci� el 4 de noviembre de 1897 en el madrile�o barrio de Tetu�n
de las Victorias. Como en cualquier familia obrera, su infancia fue dura. No
pudo asistir a la escuela, lo que le oblig� desde peque�o a buscarse la vida y a
contribuir econ�micamente en una casa muy humilde. A los 16 a�os Mera tom� la
determinaci�n de hacerse alba�il, y para que sus derechos no fueran pisoteados,
su padre lo afili� a la Sociedad de Alba�iles "El Trabajo" de la UGT. Desde
entonces Mera est� inmerso en cuestiones sociales y luchas obreras. Pero pronto
comprueba que lo que defiende la UGT y lo que �l defiende no es lo mismo, por lo
que el sindicalismo socialista se le queda estrecho. Cipriano Mera ans�a una
transformaci�n revolucionaria que el reformismo no le daba.
La huelga revolucionaria de agosto de 1917 le impulsa definitivamente al campo
del anarquismo. Ya en 1919 vemos que Cipriano Mera, junto a otros militantes
destacados como Feliciano Benito, Teodoro Mora o Mauro Bajatierra, impulsan la
CNT de Madrid y m�s particularmente el sindicato de la construcci�n.
Una cuesti�n que siempre aparecer� vinculada a la historia del anarquismo
(aunque los detractores del mismo quieran hacer ver lo contrario) es el ansia de
conocimiento y el impulso de la cultura. Con veinte a�os Mera aprende a leer y
escribir en clases nocturnas y a trav�s de los ateneos libertarios, que ya por
esas fechas sobrepasaban en Madrid la treintena. Ese af�n de conocimiento le
hace interesarse por el teatro en obras tan heterog�neas como El alcalde de
Zalamea de Pedro Calder�n de la Barca o Juan
Jos� de Joaqu�n Dicenta. Los grupos libertario mas j�venes impulsaron mucho este
arte y Mera tomo inter�s por �l.
Pasada la dictadura de Primo de Rivera y con la proclamaci�n en abril de 1931 de
la II Rep�blica, el movimiento libertario alcanza su m�xima plenitud. Mera se ha
insertado en la generaci�n de militantes m�s brillante de la historia del
anarquismo espa�ol. En su vida coinciden Salvador Segu� (asesinado en 1923 por
pistoleros patronales), �ngel Pesta�a, Francisco Ascaso, Buenaventura Durruti,
Juan Garc�a Oliver, Federica Montseny, Eleuterio Quintanilla, Diego Abad de
Santill�n, Juan Peir�, Felipe Alaiz, El�as Garc�a, Isaac Puente, Higinio Noja,
Valeriano Orob�n Fern�ndez, Progreso Fern�ndez, etc.
Mera vive de cerca todos los procesos revolucionarios impulsados en el per�odo
republicano. Sigue muy atento a lo que son las reivincaciones obreras de su
sector, la construcci�n. En una ocasi�n, por querer trabajar, fue detenido y se
le aplico la "Ley de vagos y maleantes". No deja de ser parad�jico que a quien
busca trabajo para sobrevivir se le acuse de vago por quien no trabaja.
Poco antes de la sublevaci�n militar de julio de 1936, el sector de la
construcci�n en Madrid vive unos momento tensos. En junio estalla una huelga
general y se constituye un comit� de huelga de CNT-UGT. Para este comit�, del
que Mera forma parte, la �nica soluci�n es la acci�n directa para poder
solucionar los conflictos laborales del sector. Por el contrario el gobierno y
la patronal creen que la soluci�n esta en el Jurado Mixto. El Ministerio de la
Gobernaci�n encarcela a Cipriano Mera y es en la c�rcel donde le sorprende el
golpe militar.
Un d�a despu�s de la militarada es puesto en libertad y acude al sindicato
(antes que a su casa) para comprobar cu�l es el estado de la situaci�n. La
mayores preocupaciones son la recogida de armas y el momento de la sublevaci�n
en Madrid.
En esos primeros momentos a Mera le preocupa tambi�n la posici�n que se puede
tomar respecto a la revoluci�n. Por ello imprime una �tica revolucionaria de la
que se deber�a tomar nota: "que al hacer el pueblo la revoluci�n no se pod�a
consentir la misma acci�n que se asemejara a hechos comunes, vulgares, propios
de individuos sin conciencia dedicados a apropiarse o deshonrar valores que
ser�an necesarios para la defensa de la revoluci�n que empezaba. A�adimos que
tampoco era hacer la revoluci�n el matar sin m�s ni m�s a nadie, aunque se
tratase de un marqu�s".
Una vez aplastada la sublevaci�n en Madrid, Mera parte para Guadalajara, donde
la sublevaci�n est� a punto de estallar. Pasa por Alcal� de Henares, que gracias
a sus fuerzas y a las de Ildefonso Puigdendolas queda en zona leal. Aplastada la
sublevaci�n en Guadalajara una vez m�s la �tica revolucionaria hace de Mera en
un hombre grande. Se encuentra all� con Jos� Escobar, un carcelero que le hab�a
infligido los peores castigos en prisi�n. �ste cre�a que le iba a asesinar, cosa
que no hizo. Mera afirma: "Esos gestos eran caracter�sticos de anarquistas". Una
lecci�n de honestidad y de firmeza en momento dif�ciles.
Quiz� no sea este el momento de detenerse en los pormenores de las batallas en
las que Mera particip�. Pero s� citaremos algunos detalles que hicieron de Mera
un personaje controvertido. Desde el inicio de la contienda civil Mera vio que
los militares ten�an una seria parsimonia y que muchos militantes
revolucionarios no tomaban en serio la lucha. Por ello hac�a falta que se
disciplinara la lucha para poder vencer al fascismo. En las luchas en Cuenca,
Mera impulsa la creaci�n de consejos formados por las fuerzas de izquierda que
est�n preparadas para ello. Por ello hab�a que establecer una fuerte formaci�n
ideol�gica impulsada por los militantes m�s capaces y abnegados.
Su
concepto de la autodisciplina se ve perfectamente en los combates que
emprendieron en Buitrago de Lozoya. All� Mera reflexion� as�: "Nuestra
disciplina ha de ser correspondiente con nuestra convicci�n en las ideas, y por
las ideas no se puede venir a luchar unas horas para hacer m�s tarde lo que uno
quiera". Esta reflexi�n ven�a a prop�sito, pues Mera estaba comprobando que
muchos miembros de las organizaciones revolucionarias estaban cayendo en una
indisciplina y una falta del sentido de la responsabilidad que har�a perder la
guerra a pasos agigantados.
Igualmente esa realidad dura hace que muchos amigos de Mera caigan en la lucha.
Es el caso de Jos� Pan y Rafael Casado, compa�eros suyos desde primera hora en
la CNT y en el caso de Pan de su grupo de la FAI. Igualmente en las luchan en
�vila cae uno de sus mejores amigos y compa�eros, Teodoro Mora. Desde hac�a un
tiempo Mora y Mera ten�an este mismo pensamiento: "Ten�amos en frente a un
ejercito organizado, al que si quer�amos vencer habr�amos de oponer otro
ejercito mejor organizado a�n; en la guerra hab�a que proceder como en la
guerra". Tambi�n le lleva a esta conclusi�n que la incompetencia militar provoca
la perdida de plazas importantes en la lucha como la de �vila.
Pero la guerra tambi�n tuvo de esos avatares en los que m�s que una tragedia
parece una comedia, si hablamos en t�rminos teatrales. Tras la perdida de �vila
las tropas de Mera pasan a Cuenca. All� toman un pueblo haci�ndose pasar por
fascistas. Una vez que qued� constituida una junta derechista e hicieron una
lista de los elementos izquierdistas, las tropas de Mera los disolvieron, aunque
fueron benevolentes con esa junta.
Ante determinadas conductas de algunos anarcosindicalistas como Germinal de
Souza, que cobraba dinero por la libertad de los sospechosos, Mera y su amigo
Valle elaboraron listas de afectos y desafectos a la causa: "Me parece bien que
se vaya haciendo una selecci�n de las personas aptas para ocupar cargos; deben
ofrecer garant�as. Hay que acabar con las ligerezas y los favoritismos, pues si
bien importa nombrar gente capaz, no es menos importante tener en cuenta su
moralidad. Para nosotros esto debe ser capital". �Qui�n hoy pondr�a en duda
estas sabias palabras de Mera? Es precisamente en los momentos dif�ciles donde
la capacidad y la moralidad deben ser ejemplo. Mera estaba preocupado por la
imagen que la CNT y la FAI pudieran ofrecer, m�s teniendo en cuenta que en la
mayor�a de las ocasiones los desmanes cometidos nada ten�an que ver con las
organizaciones del movimiento libertario. Pero la idea de algunos era crear esa
leyenda negra alrededor de las organizaciones m�s din�micas del movimiento
obrero y revolucionario espa�ol. Por ello el buen hacer de la CNT y su defensa
del patrimonio cultural (en m�s de una ocasi�n se impidi� la quema de iglesias,
no por ser templos religiosos sino por haber obras de arte en el interior) fue
tergiversado o ridiculizado.
En cualquier guerra y acontecimiento hist�rico hay que distinguir entre
cuestiones estrat�gicas y cuestiones morales. Puede que Madrid estrategicamente
no fuera la plaza mas importante, pero moralmente s� que lo era por todo lo que
a su alrededor atesoraba. As� Mera y otros mostraron su indignaci�n cuando el
gobierno huy� de Madrid hacia Valencia el 6 de noviembre de 1936. M�s doloroso
fue para �l comprobar c�mo el Comit� Nacional de la CNT que encabezaba Horacio
Mart�nez Prieto segu�a al gobierno. Seg�n Mera, gobierno y Comit� Nacional
ten�an que estar en la defensa de la capital de Espa�a. Mientras el gobierno
hu�a, Mera se aprestaba a defender Madrid frente al fascismo.
Los hombres de la CNT y la FAI que partieron hacia Madrid lo hac�an llenos de
entusiasmo, deseosos de entrar en esa lucha heroica que fue la defensa del
Puente de San Fernando y la llegada al Cerro de Garabitas. Pero las fuerzas de
Mera iban disminuyendo. De los 1.000 hombres que salieron de Cuenca tan s�lo le
quedaba 400. Mera intentaba dar aire a los suyos con recomposiciones, y con la
llegada de la columna de Durruti los �nimos van en aumento. �Qu� es la fuerza
militar fascista ante el entusiasmo revolucionario? Aun as� las p�rdidas estaban
siendo muchas y la lucha se estaba cobrando lo mejor de las organizaciones
obreras. Mera le propone a Durruti unificar sus columnas bajo el mando del
anarquista leon�s. Pero esto no se puede llevar a cabo pues Durruti cae frente
al Hospital Cl�nico en la Ciudad Universitaria, horas despu�s de haber estado
con Mera. Es el propio Cipriano Mera el que se desplaza a Valencia para
comunic�rselo a Federica Montseny, Juan Garc�a Oliver y al nuevo secretario de
la CNT Mariano Rodr�guez V�zquez. La perdida de Durruti provoca una profunda
consternaci�n en el movimiento libertario, pero Mera, pese al dolor, dice que su
ejemplo es el que puede servir para llegar a la victoria. Y es Cipriano Mera
quien acude en representaci�n de los combatientes del Centro a su entierro en
Barcelona.
La defensa de Madrid fue dura, pero los fascistas no llegaron en esa ocasi�n a
lograr su objetivo. Aun as� el precio fue alto y Mera, contrario a su pensar,
tiene que aceptar la militarizaci�n de las milicias: "Triste es reconocerlo
cuando se ha defendido un ideal toda la vida, pero si realmente nos proponemos
ganar la guerra, hemos de aceptar la formaci�n de un ej�rcito con la
consiguiente disciplina. (�) Me horrorizaba vestirme de militar, pero no ve�a
otra salida y me dije: mi conducta ser� en lo sucesivo el testimonio de mi
honradez, as� como lo fue de otra forma y en otra circunstancia en el pasado".
Fue sin duda la decisi�n m�s controvertida en la vida de Cipriano Mera, y donde
sus detractores m�s se ensa�an contra su figura. Mera acept� la militarizaci�n
para ponerse al servicio de la Rep�blica, pues consider� que mejor era eso que
caer en las garras del fascismo. Que fuera o no un error no est� en nuestra mano
valorarlo, pues la guerra fue compleja. Nuestra mejor posici�n es respetar la
decisi�n adoptada, pues en ese momento los compa�eros as� lo determinaron. Y
esta aceptaci�n es algo que a Mera le diferencia de la militarizaci�n de los
comunistas. La historiograf�a en su mayor�a ha dejado constancia de que el
partido que mas luch� por la militarizaci�n fue el PCE (Partido Comunista de
Espa�a) y por lo tanto el que mejor perspectiva de la guerra ten�a. Cuando Mera
acepta la militarizaci�n lo hace para defender la Rep�blica, mientras que los
comunistas luchaban por una militarizaci�n que estuviera controlada por su
partido y por Mosc�. Es la gran diferencia entre uno y otro. El PCE tom� como
emblema el Quinto Regimiento, del que Mera no era partidario. De hecho los
encontronazos entre los militares procedentes de las milicias confederales y los
que ven�an de las filas comunistas fueron sucesivos hasta el final de guerra,
siempre instigados por un PCE que quer�a tomar el control de la situaci�n y
manejar la guerra a su antojo. Los anarquistas siempre se opusieron.
Mera toma el mando de la XIV Divisi�n que ten�a las brigadas 10, 70 y 77. El
jefe de Estado Mayor fue su inseparable durante toda la guerra Antonio Verardini,
y su primo Jos� es el jefe de transportes. Todos bajo el mando del general
Miaja, jefe del Ej�rcito del Centro.
Para los que le critican por esto, hay que decir que Mera siempre fue
responsable. Defendi� la revoluci�n hasta el final y critic� duramente la
represi�n que los comunistas llevaron a cabo contra las obras revolucionarias de
los anarquistas, al igual que cuando emprendieron detenciones contra miembros de
la CNT (como fue el caso de Verardini) o del POUM (Partido Obrero de Unificaci�n
Marxista). Luch� tambi�n para que los militares no intervinieran en actos
pol�ticos p�blicos. Esa tarea la ten�an que desarrollar partidos y sindicatos,
no militares. Al final hubo un decreto en esa l�nea y Mera fue duramente
criticado por los comunistas, que eran muy dados a esos fastos p�blicos:
"Estamos obligados a cortar sin miramientos esta clase de acci�n pol�tica. Todos
los que estamos aqu� sabemos perfectamente que tenemos prohibido efectuar dentro
del Ej�rcito cualquier clase de propaganda pol�tica. Si una organizaci�n
determinada intenta saltarse a la torera este principio lo impedir�. Que nadie
lo dude. Nuestro deber consiste en trabajar lo mejor posible, sin regatear
esfuerzos, para intentar ganar la guerra. No estamos aqu� para facilitar la
preponderancia de ninguna organizaci�n". Por �ltimo, Mera dej� bien claro que
aceptaba el mando militar s�lo de manera coyuntural: "me hice la promesa de no
dejarme arrastrar por la vanidad y continuar siendo lo que antes del 18 de
julio: militante de la CNT y alba�il de profesi�n". Y esta �ltima frase fue
prof�tica, pues tras las penalidad sufridas tanto en la guerra como en el exilio
y la c�rcel, Mera volvi� a coger la paleta de alba�il sin ning�n reparo.
Una vez militarizados, es llamado para la defensa de Guadalajara. El Cuerpo de
Tropas Voluntarias (CTV) de los fascistas italianos concibi� un plan de ataque
para romper las l�neas republicanas en Guadalajara, tomar Alcal� de Henares y
llegar triunfantes a Madrid. Pero Cipriano Mera demostr� sus dotes organizativas
y sobre todo su instinto para la lucha. El CTV fue derrotado, se libera Brihuega
(donde las matanzas d�as antes hab�an sido escalofriantes) y Guadalajara
permanece en zona republicana. Para Mera no fue estrictamente una batalla, pero
su planteamiento de la misma es capital para que el CTV no lograrara sus
objetivos. La desbandada italiana, junto a la toma de Teruel, ser� una de las
grandes victorias del antifascismo internacional. El cuartel de Mera queda
definitivamente asentado en Guadalajara, si bien no lo hace en la capital para
que no sufra m�s bombardeos.
Poco despu�s es llamado a Brunete, donde no s�lo los comunistas de L�ster le
quieren enga�ar, sino que es objeto de un atentado de dudosa procedencia. L�ster
quer�a hacer ver a Mera que Brunete estaba en zona republicana. Pero Mera se
percata de que est� en manos de los sublevados. El plan de L�ster era hacer
creer que la p�rdida de Brunete hab�a sido por culpa de la 14 Divisi�n de Mera.
Aunque se emprendi� una ofensiva sobre Brunete, no se consigui� que pasara a
manos republicanas.
Mera conoce a todos los pol�ticos de la �poca. Indalecio Prieto, l�der moderado
del PSOE, queda impresionado por las habilidades de Mera. Poco despu�s el
anarquista madrile�o es ascendido a jefe del IV Cuerpo de Ej�rcito. Sus avales
eran la victoria en Guadalajara y el propio general Miaja, que ve�a en Mera un
baluarte de defensa del centro de Espa�a. El cuartel general del IV Cuerpo de
Ej�rcito se establece en Alcohete (Guadalajara) y tiene un destacado papel en
maniobras de distracci�n al enemigo fascista para que se pudiera llevar a efecto
la toma de Teruel.
El a�o 1939 fue crucial para el desenlace definitivo de la guerra. Ca�da
Catalu�a en febrero de ese a�o, pr�cticamente los efectivos m�s importantes de
la Rep�blica estaban perdidos, tanto humanos como materiales. Cipriano Mera es
consciente de ello. Se produce otro hito importante en la vida de Mera, su apoyo
a la Junta Nacional de Defensa que promueve Segismundo Casado, jefe del Ej�rcito
del Centro en sustituci�n de Miaja. El gobierno de Negr�n hab�a quedado
pr�cticamente desarticulado, era un t�tere el manos de los comunistas. Todos los
intentos de hablar con Negr�n son in�tiles, pues hace promesas que �l mismo sabe
que no va a poder cumplir. En marzo de 1939 queda constituido el Consejo y, como
previ� Mera, vino parejo a una sublevaci�n comunista, que finalmente se pudo
frenar. Las unidades de reserva que el IV Cuerpo de Mera ten�a son movilizadas
para aplacar el golpe instrumentado por el PCE. Aun con todo algunas actitudes
de Casado no son bien recibidas por Mera.
Llegados a finales de marzo se ordena al IV Cuerpo de Ej�rcito que comience el
repliegue y promueva el exilio. El terrible final de la derrota de la guerra se
aproximaba. Mera es el �ltimo que abandona su puesto. Parte hacia Levante para
poder tomar un avi�n que le lleve a Or�n. La despedida de su familia es de lo
m�s dolorosa. Comienza una nueva etapa en la vida de Mera. Deja los galones de
militar para no cogerlos m�s, demostrando que su decisi�n fue coyuntural. Ahora
toca otro tipo de lucha.
Por el contrario de lo que pudiera parecer, al llegar a Mataganem son desarmados
y detenidos. El trato que los exiliados espa�oles recibieron de las autoridades
francesas fue vejatorio, m�s teniendo en cuenta que numerosos campos de
concentraci�n se extendieron por su territorio y que el posterior r�gimen de
Vichy del mariscal Petain colabor� con los nazis mandando a miles de espa�oles a
los campos de exterminio. Mera no corri� esa suerte pero sus penalidades no
acabaron.
Una vez detenidos una de las tareas que emprendieron fue la reorganizaci�n de la
CNT y de la FAI en esos campos de concentraci�n y en el presidio. Las relaciones
con republicanos y socialistas fueron fluidas. No se puede decir lo mismo de los
comunistas que incluso en esas circunstancias intentaban imponer sus
definiciones y consegu�an tratos de favor con las autoridades carcelarias. A
Mera no le perdonaban que hubiese apoyado a Casado en la Junta Nacional de
Defensa. Mera siempre supo defenderse y estuvo a la altura de las
circunstancias.
Desde los primeros momentos, Mera mantuvo correspondencia con miembros de la CNT
y tambi�n de otras organizaciones. Las m�s fluidas fueron con Mariano Rodr�guez
V�zquez, quedando interrumpidas por la tr�gica muerte de este �ltimo. Una m�xima
de Mera fue que deb�an de actuar ahora para la defensa de los refugiados y
luchar por la reorganizaci�n de las asociaciones a las que pertenec�an. Las
cuestiones de la guerra y los fallos que se pudieran cometer en la contienda es
algo que se deber�a analizar una vez que la dictadura de Franco cayera y se
discutiera entre espa�oles en Espa�a. Igualmente combati� las teor�as
reformistas que insist�an en hacer de la CNT un partido pol�tico al uso y vivi�
con tristeza c�mo destacados compa�eros como Vivancos, Jover o Dom�nech estaban
en esa l�nea de actuaci�n.
Aunque tuvo contactos con el SERE (Servicio de Evacuaci�n de los Refugiados
Espa�oles) no era de su agrado porque estaba en manos de Juan Negr�n y muy
controlado por los comunistas. Su actividad se volc� en colaborar con la JARE
(Junta de Ayuda a los Refugiados Espa�oles) que estaba en manos de Indalecio
Prieto y donde los anarquistas ten�an m�s influencia.
Mera estuvo en Camp Morand, de donde se fug� y alcanz� Casablanca (no sin pasar
m�s de una peripecia). All� fue ayudado por anarquistas espa�oles y portugueses.
Y es en Casablanca donde conoce a la JARE con la que tendr� tambi�n alg�n
encontronazo. Se le ayuda a regularizar su situaci�n y trabaja primero como
encofrador y luego como alba�il (vuelve a coger la paleta de alba�il como dijo
en la guerra).
La situaci�n para los refugiados se puso dif�cil por la hostilidad de las
autoridades francesas presionadas por los nazis. Cipriano Mera es detenido y
juzgado, con una orden de extradici�n a Espa�a. Todos los intentos por salvarlo
fueron in�tiles y definitivamente fue entregado a las autoridades franquistas.
Llegado a Espa�a, entra en contacto con algunos anarquista (muchos miembros de
la Juventudes Libertarias). Pasa por las c�rceles de Linares, Carabanchel y
Porlier, todas abarrotadas de presos antifranquistas. Se le forma un Consejo de
Guerra donde se le acusa de pillajes y asesinatos indiscriminados. Para Mera era
normal que las autoridades del franquismo, vac�as de escr�pulos y que hab�an
llevado el crimen como bandera, actuaran esta manera. Se le condena a muerte.
Era el a�o 1941. Antes le hab�a dicho a su hijo: "M�s o menos como a m�, sin
ning�n cargo justificado, han estado fusilando hasta ahora por carros y no hay
motivo para esperar el menor cambio de proceder. Ser� una injusticia m�s y
tendr�s que tomar constancia de ella y sobreponerte al dolor. Deber�s ayudar a
tu madre y mirar el futuro sin odio, porque �ste no conduce a ninguna parte. Tu
padre, que es, como sabes, victima del odio por haber consagrado su existencia
al establecimiento de la fraternidad universal, te recomienda por y sobre todo
no odies a tus semejantes".
Mera nunca pidi� el indulto, porque no quer�a nada de sus verdugos. Se le
conmut� la pena de muerte por cadena perpetua. En la c�rcel, algunos falangistas
presos quisieron conocer a Mera, pero �ste les cort� en seco diciendo que entre
falagistas y libertarios hab�a un r�o de sangre. Por lo tanto nada de uniones
contra natura.
Mera fue puesto en libertad. Estuvo en algunas reuniones conspirativas, algunas
del propio ej�rcito, de las que Mera desconfi�. En 1947 la CNT le hace el
encargo de pasar a Francia e intentar acercar posturas entre la CNT del interior
y la del exterior. Se instal� en Francia y vivi� de su trabajo, primero en
Toulouse y luego en Par�s, junto a su compa�era. Trabaj� en el oficio de alba�il
hasta los 72 a�os. Nunca quiso ayuda por haber sido militar. Vivi� humildemente
y nunca perdi� contacto de su militancia sindical y anarquista. Asisti� al
importante congreso de Limoges de 1963.
Su casa fue un desfile de historiadores y periodistas. Se cre� una aureola de
h�roe sobre Mera, que �l mismo se encarg� de desmitificar. Ya muy anciano, en la
primavera de 1975, es llevado a un hospital por dolencias pulmonares. En la
madrugada del 24 al 25 de octubre de 1975 fallece en Par�s. Su entierro fue una
manifestaci�n de la que los medios de comunicaci�n poco dijeron.
As� acababa la vida de un luchador anarquista. Tan s�lo unos d�as no pudo ver el
fin del verdugo de Espa�a, la muerte de Franco. Quiz� hubiese sido una peque�a
satisfacci�n para alguien que con tanto empe�o luch� por la libertad.