RECUERDOS, PARA QUE NO NOS CAMBIEN LA HISTORIA |
Compañeros fusilados en Trelew en la base Almirante Zar el 22 de agosto de 1972 ¡presentes!
Lucrecia Cuesta*
La dictadura estaba herida de muerte con el Cordobazo. La estrategia para
producir los cambios necesarios para que todo siguiera igual estaba montada, el
"Gran Acuerdo Nacional" buscaba recomponer el sistema político con un proyecto
sustentado por la burguesía nacional y el acatamiento de las masas obreras a su
condición de supuestos socios del capital. En cualquier otro país capitalista
estos propósitos hubiesen tenido un trámite que evitara la masacre, pero vivimos
en Argentina y Argentina es un país demasiado joven y muy cruel.
Somos hijos del cordobazo, en las calles de Córdoba aprendimos que el dueño de
la Revolución era el propio pueblo, sus masas explotadas; en las calles de
Córdoba el pueblo argentino enterró igual que lo está haciendo hoy el régimen de
terror que nos habían impuesto los bombardeos de junio sobre la Plaza de Mayo
contra un gobierno electo por el pueblo y sobre miles de ciudadanos inermes.
¿Podíamos creer en la democracia que nos proponían 18 años después los mismos
asesinos del pueblo?
En este contexto, la lucha armada no sólo era legítima, son que no tenía nada
que ver con cualquiera de los numerosos precedentes históricos que esta forma de
lucha tuvo en la historia de los partidos políticos de la Argentina, como lo
demuestran sin ir más lejos los miles de radicales inmolados durante los motines
yrigoyenistas, y hoy olvidados por sus propios correligionarios. O esa masacre
que, en un Día de la Bandera destruyó en el cuerpo de la multitud un movimiento
histórico y le dejó al país el escarnio que hoy padecemos.
Yo era joven y no se vayan a creer que en ese momento la gente estaba encantada
de ir a votar o que la juventud y las amplias mayorías se desvivían por ser
candidatos en una lista sábana. Hoy, que ya no tengo esos años sé que a nuestro
país le costó menos vidas imponer la jornada de 8 horas que lograr la ley Sáenz
Peña.
Yo era joven y estaba prisionera cuando los compañeros decidieron la fuga del
tenebroso penal de Rawson.
Todos ustedes saben que el primer deber de u prisionero es la libertad. Fuimos
una generación avisada por la Historia. Sabíamos que el Gran Acuerdo Nacional,
igual que la Ley Sáenz Peña, podía ser otra de esas primaveras destinadas por
las clases dominantes a desposeer a los explotados de la utopía de protagonizar
su propia historia. El escándalo de nuestra generación no fueron las armas, sino
el propósito de que asumimos incorporarnos a la causa del pueblo como sujeto
activo de su propio acontecer.
Trelew es la expresión más acabada de lo que acabo de decirles, la alegría
popular por la fuga se transformó en un instante en la indignación más profunda
que atravesó aquella sociedad al intuir la burda mentira de los verdugos para
encubrir una impunidad que todavía hoy persiste, en un Estado que sumó a su
dimensión criminal las políticas sociales y económicas.
Trelew unió a todos los combatientes y esa unidad llevó a una escala hasta
entonces desconocida la homogénea respuesta popular que terminó de desalojar a
los militares de los poderes formales de la República. En el aeropuerto de
Trelew y frente a las cámaras de televisión la vieja resistencia popular
adquirió para millones de argentinos el rostro público de la revolución. Los
verdugos sin embargo permanecieron en el mismo sitio y si lo miramos más
atentamente, ahí tenemos a los jefes del Ejército y de la Marina actuales yendo
a reclamarle a un presidente inelecto por los juicios de la verdad.
El gobierno que en 1973 fue electo por el pueblo no castigó a los hechores de la
masacre. Apenas en Salta el gobierno democrático de Ragone encarceló y juzgó a
torturadores con el resultado que ya sabemos: ninguno de los responsables
políticos de esa medida ejemplar, comenzando por el propio Miguel Ragone, se
salvó de que los asesinaran las bandas fascistas de los militares y oligarcas
argentinos.
Los asesinos de Trelew, como el huevo de la serpiente, alumbraron la noche del
24 de marzo de 1976.
La única diferencia que mantenían con el gobierno militar de Lanusse consistía
en no haber sido beneficiarios de las monumentales coimas de los altos mandos en
su gran acuerdo con la entonces llamada burguesía nacional y de la que apenas
hoy queda el adjetivo.
Ninguno de los errores que hemos cometido, ni nuestro vanguardismo, ni la mirada
insuficiente al ritmo colectivo que la profunda crisis traía, han llegado a
adquirir la monstruosa dimensión desplegada por el terrorismo de Estado y la
revancha de los burgueses depredadores que aún hoy dominan sobre nuestro país.
La distancia que el tiempo nos permite ilumina minuciosamente zonas de la
realidad que cuando éramos jóvenes permanecían en el terreno de nuestras
consignas. Toda la confrontación de los 70 estaba monitoreada al detalle desde
el centro de lo que hoy conocemos como un Estado mundial de las empresas
transnacionales, ninguno de los verdugos disparó un solo balazo sin el OK de los
yanquis. Los primeros desaparecidos datan de los tiempos de Lanusse, la CIA
tenía una oficina en la Policía Federal, la embajada virreinal verificaba la
limpieza de los sectores juveniles del sindicalismo y de las cúpulas sindicales,
una práctica que venía de los lejanos años 60, el Plan Conintes; y la sociedad
argentina demoró más de 20 años en conocer la existencia del Plan Cóndor.
Y así Trelew sigue sucediendo. Tanto sus enseñanzas para el campo popular, para
lo que el pueblo puede y sus conciencias deben, como en lo referente a las
intenciones criminales del poder.
Trelew ha sucedido en el Puente Pueyrredón. ¿Hemos sabido sacar las lecciones de
unidad que la sangre de los caídos nos impuso durante los primeros días?
¿Preferimos seguir ignorando que la cadena de impunidad configura un verdadero
estado de guerra contra el pueblo?
¿Volveremos a ignorar que ante este estado de cosas nadie es dueño de la verdad?
Ninguno de los sacrificios que atravesó nuestra generación, la generación de
Trelew, fue en vano, por la sencilla razón de que lo primero que poníamos en
juego a la hora de proponer una verdad, era nuestra disposición de dar la vida
en practicarla.
Jamás en nuestra historia el poder depredador de las clases dominantes en
Argentina ha sido desafiado por un arco social más amplio y seguro de sí que el
establecido por la consigna "que se vayan todos y no quede ni uno solo".
La dictadura y 160 años de democracia representantiva y delegativa han sido
enterrados en la noche y la tarde del último mes de diciembre y lo que nunca
había sucedido, tampoco estaba previsto acaso, en las palabras y conceptos que
daban lugar a nuestros sueños.
Estamos en la tierra que abrieron nuestros queridos compañeros y que fue abonada
por la complicidad y la ternura inmortal de nuestros caídos. El pueblo nos
quiere unidos.
La unidad del pueblo es un desafío ético y lo que Trelew hoy nos dice es que sin
esa moral no habrá condiciones para una fuerza que sostenga el futuro sin
impunidad, ni habrá oportunidades para el poder, la democracia será
participativa o la noche se hará cargo de nuestros sueños.
Las Madres abrieron la primera trinchera en la noche de la dictadura preguntando
dónde estaban todos nuestros compañeros. Y nosotros, treinta años después
también estamos aquí preguntando: señores Stella y Brinzoni, ministro Jaunarena,
presidente Duhalde, ¿dónde están el capitán de corbeta Luis Emilio Sosa y el
teniente de fragata Roberto Guillermo Bravo?
Ahora quisiera agregar unas palabras en relación a la presencia en ese momento
en la cárcel que me tocó vivir después de la fuga.
Días anteriores a la fuga, dos o tres días antes, yo estaba en el penal de
Rawson. Me llaman desde el Camarón y dos o tres días antes de la fuga me
trasladan al buque Granaderos. Por supuesto que ahí también los verdugos
cumplieron con su cometido. Éramos escasa mujeres, y fuimos víctimas de los
mayores atropellos. Permanentemente nos tenían con requisas, con atropellos
verbales, impidiendo que pudiéramos ver a nuestros familiares. Las mayoría
éramos mujeres con hijos. En cada lugar ellos cumplieron con un cometido:
perseguirnos psíquicamente e impedirnos cosas elementales, nos sacaron el
recreo, nos limitaron en la comida, requisas permanentes. En ese momento creo
que estaba Ruiz –después pasó al penal de Rawson– y fue terminante. Me dijo
personalmente, a mí y a otras compañeras: "Si se fugaban todos de Rawson no
sabemos cuál hubiera sido el destino de ustedes".
*Exposición oral en FACULTAD DE FILOSOFIA Y LETRAS - CATEDRA LIBRE DE DERECHOS
HUMANOS - A 30 AÑOS DE LA MASACRE DE TRELEW - Resistencia popular y terrorismo
de Estado - Foro Nº 2, 23 de agosto de 2002