Cambio de régimen: En qué circunstancias tiene éxito y en qué circunstancias fracasa
James Petras
Rebelión
Traducido para Rebelión por Sinfo Fernández
Introducción
¿Qué sucede con los dirigentes y partidos políticos electos que son derrocados o
desestabilizados por fuerzas derechistas auspiciadas por EEUU y posteriormente
resultan elegidos de nuevo? ¿Qué efectos tiene el golpe o proceso de
desestabilización en las políticas del régimen en la "segunda ronda"? ¿Qué
factores influyen en los dirigentes y partidos políticos durante el intervalo de
su expulsión y su vuelta al poder? ¿Cuáles son las circunstancias políticas en
las que un dirigente político vuelve al poder? ¿Lo hace con un programa más
conservador o más radical? A un nivel más teórico, ¿qué factores motivan los
cambios que, a tenor de la estrategia imperial, van desde la desestabilización a
la aprobación de los puntos de vista de Washington sobre democracia e
intervención autoritaria?
El presente documento considerará varios estudios de caso que recogen estas
preguntas. Dichos estudios se refieren a cuatro países del Caribe (Guyana,
Jamaica, Haití y la República Dominicana) y a dos de Sudamérica (Chile y
Venezuela). Nos referiremos brevemente a la historia de la experiencia de cada
país y después procederemos a analizar los cambios que tuvieron lugar antes de
pasar a discutir los determinantes de los mismos.
En todos los casos nos centraremos en regímenes de izquierdas que fueron
derrocados por elites locales derechistas financiadas y dirigidas por EEUU que,
tras un período interino de mayor o menor duración, volvieron al poder con la
aquiescencia de EEUU y de su elite local de colaboradores.
Guyana
El 24 de abril de 1953, en la anteriormente denominada Guyana "Británica", las
primeras elecciones generales celebradas mediante sufragio de los mayores de
edad dieron una rotunda victoria al izquierdista Partido Progresista Popular (PPP).
Obtuvieron 18 de los 24 escaños del Consejo Legislativo. Bajo el liderazgo de
Cheddi Jagan, el PPP empezó a llevar a cabo un programa descolonizador, de
libertades democráticas y de legislación social en beneficio de los
trabajadores. El gobierno Jagan abolió las medidas represivas que limitaban la
libertad de expresión, de reunión y de información, aprobó una legislación sobre
relaciones laborales que obligaba a los empresarios a negociar con los
sindicatos mayoritarios y a reconocer la negociación colectiva de los derechos
de clase dirigida por los sindicatos y promovió numerosas leyes de bienestar
social relativas a sanidad, educación y patrimonio nacional. Igualmente
importante fue la actitud de Jagan durante la Guerra Fría Jagan rechazando la
postura anti-soviética de la OTAN. Menos de cinco meses después (9 de octubre de
1953), con un fuerte apoyo de Washington, el gobierno británico invadió Guyana,
suspendió la constitución, destituyó al gobierno del PPP, declaró el "estado de
emergencia", encarceló y disparó contra miles de personas y prohibió la mayor
parte de las organizaciones de masas. El gobierno británico impuso un gobierno
interino de unos tres años y medio. En agosto de 1957, se celebraron elecciones
generales bajo una constitución muy restrictiva. A pesar de las persecuciones,
represiones e intervenciones escandalosas, el PPP ganó 9 de los 14 escaños y
Cheddi Jagan se convirtió en Primer Ministro. Entre 1957-1961, el PPP gobernó
bajo el ojo vigilante del gobierno británico. En las elecciones generales de
agosto de 1961, el PPP ganó 20 de los 34 escaños de la Asamblea Legislativa.
Entre 1961 y 1964, el gobierno Jagan intentó limitar el poder de las
corporaciones multinacionales, aumentando los impuestos sobre sus beneficios a
la vez que promovía una mayor propiedad pública y control de la economía para
poder financiar su programa de bienestar social. También se identificó
estrechamente con el Movimiento de los No Alineados. Ante estas actuaciones,
EEUU puso en marcha y financió a toda velocidad un plan de desestabilización,
creando conflictos políticos para provocar división racial, daños en la economía
mediante determinadas actuaciones de los sindicatos, disturbios y continua
violencia callejera, todo lo cual obligó a Jagan a abandonar el poder.
Posteriormente, diversas elecciones amañadas mantuvieron fuera del poder a Jagan
durante casi treinta años (1964-1992).
En 1993, el PPP volvió al poder. Chaddi Jagan suscribió entonces un ‘programa de
ajuste estructural’ del FMI, se manifestó y actuó a favor de la agenda
neo-liberal de libre mercado y privatización de empresas públicas y contuvo los
salarios pero no así los beneficios.
Jamaica
En 1972, Michael Manley y su partido, el PNP barrió en las elecciones celebradas
en Jamaica, con un programa que postulaba una mayor independencia, socialismo
democrático, reforma de la tierra –incluida la expropiación de las zonas
azucareras de propiedad extranjera- e impuestos más altos sobre las
corporaciones multinacionales del sector de la bauxita.
A pesar de las presiones cada vez mayores del FMI, de las corporaciones
multinacionales, del Banco Mundial y de la CIA a través de la financiación por
parte de la AFL-CIO [*] del derechista Partido del Trabajo Jamaicano,
Manley y el PNP fueron reelegidos en 1976. Durante su segundo mandato, el
gobierno de Manley procedió a nacionalizar sectores de la industria de la
bauxita, desarrolló y profundizó lazos diplomáticos y acuerdos socio-económicos
con Cuba y se mostró cada vez más crítico con la intervención imperialista
estadounidense en el Tercer Mundo, concretamente en los casos de Chile, Angola y
algún lugar más.
De 1976 a 1980, la CIA se embarcó en un amplio programa de desestabilización,
proporcionando financiación y pistolas a las bandas bajo control del derechista
Partido del Trabajo. Los EEUU, a través de sus representantes en el FMI y en el
Banco Mundial, bloquearon los préstamos y comprometieron gravemente la posición
de Jamaica en los mercados de capital. Miles de personas fueron asesinadas, los
barrios se convirtieron en galerías de tiro al blanco, se multiplicó el
narcotráfico, la economía se vino abajo y el pueblo sufrió graves privaciones e
inseguridad. En aquella época Washington dedicó sumas importantes a financiar la
derrota de Manley en las elecciones de 1980. Seaga se convirtió en Primer
Ministro y procedió a privatizar las empresas nacionalizadas, a distanciar a
Jamaica de Cuba y a ir a remolque de la línea que marcaba EEUU en las instancias
internacionales. Como recompensa, Washington volvió a abrir el grifo de las
instituciones financieras internacionales (IFI).
Nueve años de políticas neo-liberales polarizaron profundamente a la sociedad
jamaicana y prepararon el terreno para la vuelta al poder de Manley en las
elecciones de 1989. Una vez en el poder, Manley abandonó las políticas de
"socialismo democrático", sustituyéndolas por las políticas neo-liberales
"basadas en el mercado" del desacreditado régimen de Seaga, hasta que se jubiló
en 1992 por razones de salud.
Chile
En 1970, una coalición de partidos de izquierda (Unidad Popular) dirigida por
Salvador Allende ganó las elecciones presidenciales en Chile. Su gobierno
procedió a ampliar y profundizar la legislación sobre reforma agraria, a
sindicar a los trabajadores rurales y las asambleas vecinales. El Gobierno se
aseguró el apoyo unánime del Congreso para nacionalizar las minas de cobre de
las que se había apropiado EEUU. Esas actuaciones fueron seguidas de una
legislación que permitía que el gobierno comprara los bancos privados a fin de
canalizar crédito público hacia las empresas productivas. Tras fuertes presiones
de la clase trabajadora, el gobierno intervino industrias estratégicas que se
habían manifestado conformes con los cierres patronales diseñados para
desestabilizar el gobierno. Se incrementaron sustancialmente los presupuestos de
educación y sanidad, así como los sueldos y el salario mínimo interprofesional
de forma proporcional al aumento de los ingresos nacionales. Finalmente, el
gobierno desarrolló el comercio y las relaciones diplomáticas con Cuba y trabajó
estrechamente con el Movimiento de los No Alineados. Incluso antes de que
Allende fuera elegido, EEUU había financiado a candidatos de la oposición; tras
la elección, trató de sobornar al Congreso para que apoyara al candidato
perdedor. Posteriormente, el gobierno estadounidense, dirigido por el Presidente
Nixon y el Asesor para la Seguridad Nacional Kissinger, lanzó una campaña de
desestabilización a gran escala, financiando grupos terroristas, propietarios de
empresas de transporte, empresarios y oficiales militares para conseguir
destrozar la economía. Cuando vieron que no lograban desalojar al gobierno del
poder mediante desestabilización, los EEUU pasaron a apoyar un golpe militar en
septiembre de 1973. Después de esta acción, EEUU abrió el grifo a fin de que
llegara ayuda financiera masiva para que la dictadura de Pinochet pudiera
encarcelar, torturar, asesinar y forzar al exilio a cientos de miles de
chilenos. El régimen militar privatizó la mayoría de las empresas públicas y
revocó todas las reformas sociales.
Tras 17 años de dictadura, una coalición de demócrata-cristianos y de
socialistas ganaron en 1989 las primeras elecciones presidenciales. La coalición
aceptó trabajar dentro de la constitución elaborada por la dictadura,
profundizando y ampliando sus políticas neo-liberales de libre mercado,
privatizando casi todas las empresas públicas que quedaban, defendiendo la
legislación restrictiva laboral existente y promoviendo políticas que agrandaban
las vastas desigualdades entre multimillonarios y clase trabajadora. En política
exterior, el régimen apoyó las posiciones de EEUU en los foros internacionales.
Estas políticas continuaron con la elección del ‘socialista’ Ricardo Lagos en el
nuevo milenio, incluida la política de impunidad para los militares y policías
secretos implicados en crímenes contra la humanidad.
Haití
En 1990, un sacerdote populista, Jean Bertrand Aristide, fue elegido presidente
por un margen de cuatro a uno, con un programa basado en el desmantelamiento de
las escuadrones de la muerte y de los militares rapaces, aumentando los
impuestos a los ricos y dedicando bastantes fondos a sanidad y educación para
los pobres. Aristide dio prioridad a la promoción de la inversión pública en la
economía productiva, consiguiendo aumentar así el consumo de masas a nivel local
y la participación popular a través de organizaciones sociales, especialmente de
los comités de barrio. En política exterior, el gobierno prometió desarrollar
las relaciones económicas y diplomáticas con todos los gobiernos, incluida Cuba.
Menos de un año después (en 1991), Aristide fue derrocado por una junta militar
a cuyo frente estaba el General Cedras, respaldado por la CIA.
De 1991 a 1994, la dictadura llevó a cabo una represión masiva, asesinando a
miles de personas y obligando a decenas de miles a salir del país, sobre todo
hacia la costa de Florida. En el interior de Haití, a principios de 1993, una
resistencia popular masiva amenazó con derrocar la junta. Washington intervino y
el régimen militar soltó el poder ante los ocupantes estadounidenses que
invadieron el país, impidiendo el flujo masivo de emigrantes y las
movilizaciones populares. En Washington, el Departamento de Estado impuso a
Aristide severas exigencias neo-liberales como condición para que pudiera
regresar. Aristide volvió al poder en 1994, donde se le permitió mantenerse sólo
un año con el dudoso argumento de que su interrumpido mandato, que había
empezado en 1990, terminaba en 1995. Con el respaldo de Aristide, Rene Preval
fue elegido presidente en 1995. En noviembre del 2000, Aristide fue elegido
presidente para un segundo mandato no consecutivo. A pesar del apoyo de la
mayoría de los observadores internacionales, EEUU rechazó aceptar la victoria
electoral de Aristide, poniendo en marcha una campaña de desestabilización.
Aristide renunció parcialmente a la mayor parte de los contenidos de su anterior
programa populista, pero mantuvo los lazos diplomáticos con Cuba, se negó a
privatizar empresas estratégicas de propiedad pública y conservó el apoyo masivo
de la mayoría de los inmensos barrios bajos urbanos y los empobrecidos haitianos
del campo.
En 2004, EEUU invadió Haití y secuestró a Aristide en connivencia con antiguos
oficiales militares, dirigentes de los escuadrones de la muerte y la oligarquía
local. Se mató, encarceló e hirió a miles de personas. EEUU se aseguró la
ocupación colonial reclutando fuerzas militares de Uruguay, Argentina, Brasil y
Chile. El ejército ocupante fue encabezado por un general brasileño, bajo la
dirección ‘formal’ de un chileno, Gabriel Valdés. Aristide se vio forzado a
exiliarse en Africa.
República Dominicana
En 1962, Juan Bosch, fundador del socialdemócrata Partido Revolucionario
Dominicano (PRD) fue elegido Presidente casi tres décadas después de la
dictadura de Trujillo, que había contado con el apoyo de EEUU. En 1963, Bosch
fue derrocado mediante un golpe militar apoyado por la CIA, tomando el poder un
triunvirato dictatorial. En 1965, un levantamiento popular de masas
cívico-militar derrocó la dictadura para restaurar el elegido democráticamente
gobierno de Bosch. El Presidente Johnson despachó a 300.000 soldados
estadounidenses para invadir y ocupar la isla. Con el respaldo de EEUU, un
antiguo protegido de Trujillo, Joaquín Balaguer, ganó unas elecciones amañadas
durante las cuales cientos de seguidores de Bosch fueron intimidados:
asesinados, encarcelados y exiliados. Durante los años de Balaguer los
escuadrones de la muerte ejecutaron a numerosos activistas de izquierdas,
dirigentes de sindicatos y seguidores de Bosh.
Doce años después (1978), fue elegido presidente Silvestre Antonio Guzman, un
empresario y candidato del PRD. Aparte de ampliar las libertades de prensa y de
liberar a unos 200 prisioneros políticos, no se llevaron a cabo reformas ni
sociales ni económicas. Guzman adoptó la agenda neo-liberal.
En 1980, fue elegido Jorge Blanco, también del PRD. Continuó con la
privatización de empresas públicas, fomentando e implicándose en la corrupción
masiva, por lo que más tarde se le procesó y juzgó en ausencia. El PRD aplicó
religiosamente las medidas de austeridad prescritas por el FMI, incluyendo
aumentos de precios en productos básicos y petróleo, a la vez que congelaba
sueldos y salarios. Todo ello hizo que se generalizaran los disturbios masivos
por todo el país.
Tras la re-elección de Balaguer en 1986, Juan Bosch disputó las elecciones
presidenciales en 1990. Continuando con una plataforma esencialmente neo-liberal
para el PLD, Bosch se aseguró la mayoría de votos pero no consiguió ganar las
elecciones debido al fraude masivo que se produjo, legitimado y confirmado por
el Departamento de Estado de EEUU y la Fundación James Carter. En 1996, resultó
elegido Lionel Fernández, un cercano asociado de Bosch, con un programa
neo-liberal ortodoxo.
Venezuela
Hugo Chavez fue elegido Presidente de Venezuela en 1998 tras una victoria
electoral arrolladora. A lo largo de los cinco años siguientes, Chavez celebró
varios referendum y elecciones con objeto de que una asamblea constituyente
reformara y democratizara la constitución, pusiera fin a la omnipresente
corrupción y promoviera reformas sociales. La coalición política que respaldaba
a Chavez barrió en las elecciones para el Congreso, en las municipales y en las
estatales. Chavez puso en marcha una serie de modestos incrementos
presupuestarios en gastos sociales, un programa suave de reforma agraria en 2001
y una política exterior independiente que criticó la invasión estadounidense de
Iraq y Afganistán, se opuso a la militarización por parte de EEUU del conflicto
colombiano ("Plan Colombia") y a la "guerra contra el terrorismo" de Bush. En
abril de 2002, EEUU apoyó un golpe dirigido por militares y oligarquía, que
derrocó a Chavez e instaló un régimen clientelista que procedió a
suprimir todas las instituciones electas. En 48 horas, una marcha de un millón
de personas, apoyada por oficiales militares defensores de la constitución,
restauró en el poder al democráticamente elegido Presidente Chavez.
De diciembre de 2002 a febrero de 2003, los EEUU financiaron los cierres de
empresas de las grandes patronales y la paralización de la industria petrolífera
en un esfuerzo por obligar a dimitir al Presidente Chavez. La AFL-CIO, el
National Endowment for Democracy y el Departamento de Estado a través de la
Agency for International Development (AID) se dedicaron a financiar, en
sus esfuerzos desestabilizadores, a la corrupta federación de sindicatos y a
numerosas ONG. Con un respaldo popular masivo y el apoyo de los militares, la
campaña de desestabilización se vino abajo y los dirigentes y seguidores del
cierre patronal fueron despedidos. Desde comienzos de 2003 y hasta la actualidad
(2005), Chavez ha ido adoptando una serie de medidas que profundizaban y
ampliaban su programa de reformas sociales. La reforma agraria procedió a
instalar en la tierra a unas 100.000 familias a través de una serie de
aceleradas expropiaciones de grandes extensiones de haciendas infrautilizadas.
Se subieron los impuestos que pagaban las compañías petrolíferas de propiedad
extranjera y se renegociaron los contratos, todo ello con objeto de aumentar el
patrimonio del sector público. Miles de cooperativas de productores y
consumidores recibieron préstamos a bajo interés para que pudieran optimizar a
sus empresas. La atención médica gratuita se extendió al 65% de la población,
cubriendo completamente las necesidades de las clases más desfavorecidas. Se
organizaron programas de extensión educativa y alfabetización masiva por todo el
país. Venezuela profundizó sus lazos económicos y políticos con Cuba y aumentó
el envío de petróleo bajo subsidio a sus vecinos del Caribe y Centroamérica.
Venezuela diversificó su comercio para incluir a China, Irán, Rusia, Francia,
así como también Argentina y Brasil, presentando una propuesta alternativa a la
de ALCA (Área Libre de Comercio de las Américas) de EEUU. Desde que se
produjeron el golpe y los cierres patronales, Venezuela y Chavez se han
convertido en una clara alternativa a EEUU en Iberoamérica.
Análisis: El Impacto de los Golpes de Estado y la Restauración en el Poder
Está claro que los golpes de estado que EEUU propició consiguieron, por lo
general, que dirigentes y partidos políticos de centro-izquierda se volvieran
menos radicales, con la notable excepción del Presidente Chavez.
La pregunta que cabría hacerse es: ¿Qué es lo que produce la pérdida de
radicalización en la mayoría de los contextos y no la produce en otros? Uno de
los determinantes clave de la pérdida de radicalización de los anteriormente
progresistas dirigentes políticos fue la forma en la que abandonaron el poder:
en todos los casos, los dirigentes depuestos o huyeron a embajadas de países
capitalistas occidentales (Lagos en Chile), o aceptaron sencillamente la derrota
debido a la desestabilización, convirtiéndose en una impotente oposición
electoral durante un período prolongado de tiempo (Manley, Jagan, Bosch), o
aceptaron residir en EEUU (Aristide). En todos estos casos, esos líderes
abandonaron las luchas sociales del conjunto de sus partidarios y la defensa de
sus programas y empezaron a negociar con los poderes que les habían derrocado.
El segundo determinante del proceso de pérdida de radicalización vino conformado
por el prolongado período fuera del poder y, en algunos casos, fuera del país,
pero más específicamente fuera del contacto con los graves sufrimientos de sus
empobrecidos seguidores. La mayoría vivieron confortablemente en el exilio con
los subsidios de potencias europeas o de otros lugares. Los dirigentes depuestos
se comprometieron levemente a organizar a sus seguidores, pero no se implicaron
en las luchas de masas ni en la educación política para dar a conocer las
limitaciones de las democracias capitalistas a la hora de emprender cambios
sociales radicales.
Enfrentados a la necesidad de examinar de forma crítica su expulsión del poder
por la intervención imperialista, esos líderes progresistas tuvieron que
enfrentarse con dos líneas de debate opuestas. Por un lado, estaban quienes
argumentaban que el programa de reformas de su régimen era demasiado radical,
teniendo en cuenta el papel dominante del imperialismo de EEUU y sus vínculos
con los militares y, por tanto, la única opción "práctica" era renunciar a las
reformas socio-económicas a cambio de poder político. La segunda línea de
razonamiento se basaba en que el programa de reformas no era lo suficientemente
radical, ya que no se debió confiar en los militares ni en los compromisos y
negociaciones con las elites, y en que faltó voluntad para reconocer la amenaza
que suponían los EEUU. La crítica radical argumentaba que el régimen debería
haber debilitado la intervención imperial expropiando a sus cómplices entre las
elites locales, reorganizando las fuerzas armadas, creando una nueva milicia
popular y reforzando las medidas de seguridad. Al final, todos los dirigentes
progresistas (excepto el Presidente Chavez) eligieron la línea conservadora de
razonamiento y la adaptación posterior al programa de Washington. La pregunta
que cabe hacerse es por qué.
Tras su regreso al poder, dos fueron los factores que jugaron papeles cruciales
en el "giro" de los ex progresistas y ex izquierdistas hacia políticas de
centro-derecha y neo-liberales. Un factor importante fue la debilidad de la
lucha interna –muy comprometida en los sectores más pobres de su base social-,
lo que indicó a los dirigentes que el camino hasta el poder político iba a ser
largo y lleno de dificultades. Esta percepción era egoísta y circular en una
gran parte; al igual que los parlamentarios que les habían precedido, hicieron
muy poco para dirigir u organizar al pueblo llano.
El segundo determinante era la fortaleza relativa de los seguidores externos de
los depuestos partidos y dirigentes. Muy pocas fundaciones europeas
social-demócratas ofrecieron subsidios y ayuda financiera a aquellos sectores y
dirigentes de los partidos que prescindieron de sus anteriores programas
progresistas y adoptaron la noción de democracia de libre mercado: recuperaron
el acceso al poder político a cambio de un modelo centrado en el imperio y en el
desarrollo capitalista. Como anfitriones de dirigentes "exiliados" (a la fuerza
o autoexiliados), los EEUU y los europeos vieron que sus huéspedes recibían
visitas de catedráticos, establecían compromisos y seminarios en universidades
prestigiosas y en importantes foros mundiales, think tanks, fundaciones y
ministerios oficiales.
En otras palabras, dirigentes y partidos fueron adoctrinados y vueltos a
socializar para que consideraran, desde la perspectiva de sus anfitriones
imperiales, sus dilemas políticos y opciones, y fueron recompensados por
compartir sus valores, diálogos e ideas. Las recompensas adoptaron dos formas:
sobornos inmediatos en términos de pagos monetarios, estatus (reconocimiento
político y social por los poderes imperantes) y recompensas futuras mediante
apoyo imperial o neutralidad en su intento de recuperar el poder político.
La eficacia de EEUU y los anfitriones imperiales europeos arraigó en las
prioridades políticas de los dirigentes depuestos. Debido a que todos ellos eran
políticos parlamentarios que tendían a dar mucha prioridad a la política
electoral y a volver al poder político por encima de sus progresistas programas
socio-económicos originales, se mostraban receptivos ante una operación política
que les volvía a insertar en el poder presidencial, con la condición de mantener
la estructura social existente y las fuerzas de seguridad impuestas por la
intervención imperial y sus clientes.
El proceso de pérdida de radicalización ilustra la forma en que una secuencia a
base de fuertes intervenciones y flexibles concesiones políticas por parte del
imperio hacen descarrilar a partidos y dirigentes electorales progresistas y los
convierten en clientes neo-liberales de dicho imperio.
Los medios de comunicación, periodistas, académicos y asesores políticos
confunden el proceso de pérdida de radicalización y la marea de cambio de
programas que sobrevienen al designar a antiguos partidos y dirigentes políticos
con una etiqueta de pasado progresista que no tiene ningún valor cognitivo. De
ahí la referencia a uno de los más extremados neo-liberales de Iberoamérica, el
Presidente Ricardo Lagos como un "centro-izquierdista". Los mismos calificativos
equivocados se aplicaron en su época a Manley, Jagan, Aristide y Bosh, incluso
cuando llevaban a cabo los conservadores programas socio-económicos del FMI.
Esto no se produjo simplemente por una cuestión de ignorancia. Para los
objetivos propagandísticos era útil reforzar las "credenciales progresistas" de
los regímenes neo-liberales ante las audiencias de allende los mares,
"demostrando" así que incluso los dirigentes "radicales" del Tercer Mundo
estaban adoptando el programa de libre mercado.
La derecha ha buscado siempre "cartas de recomendación" de antiguos dirigentes
izquierdistas para dotar de legitimidad sus impopulares políticas de desarrollo
centradas en el imperio, encontrándoles utilidad al emplearles como
propagandistas con frecuencia, ya que están familiarizados con el lenguaje de la
izquierda.
Venezuela: la Excepción a la Regla
La vuelta del Presidente Chavez al poder estuvo marcada por un giro
significativo a la izquierda. Reemplazó a cientos de oficiales militares
proclives a EEUU y a antiguos ejecutivos de la compañía estatal petrolífera, y
auspició la formación de una confederación sindical alternativa que eclipsó con
rapidez a la confederación subsidiada por EEUU. La radicalización social,
política y diplomática del gobierno de Chavez tras su vuelta al poder fue
consecuencia del transformado contexto político. En primer lugar, como
Presidente electo, Chavez se comprometió profundamente con la movilización de
masas, la educación política y la comunicación directa con el inmenso ejército
de desfavorecidos de los barrios de chabolas que rodeaban Caracas y otras
ciudades importantes. No hubo una brusca diferencia entre la política electoral
de Chavez y sus campañas de educación política de masas entre elecciones. En
segundo lugar, el conflicto entró con rapidez en una deriva internacional con la
visible intervención de EEUU contra Chavez en nombre de las elites
privilegiadas. En tercer lugar, las divisiones raciales coincidieron con la
polarización de clase y anti-imperio: Los partidarios de Chavez eran de color,
pobres y nacionalistas; los opositores blancos, ricos y pro-EEUU.
En cuarto lugar, Chavez como antiguo oficial militar se había asegurado la
lealtad política de un sector importante del liderazgo militar con mando en
tropa y deseosos de luchar junto a la mayoría electoral en contra de los
golpistas civiles y militares apoyados por EEUU.
Finalmente, en cuanto al golpe, como se supo que Chavez había rechazado darse
por vencido o presentar su dimisión, se convirtió en un símbolo de resistencia
desde el principio. En otras palabras, los golpistas, cuando vieron que tenían
que enfrentarse con un levantamiento popular de millones de gentes marchando
hacia el palacio presidencial respaldados por una mayoría importante de las
fuerzas armadas, renunciaron rápidamente al poder y se marcharon al exilio.
A diferencia de otros presidentes depuestos, Chavez no estuvo fuera del poder
más de 48 horas y no pasó tiempo exiliado (fue un prisionero político breve)
como impotente opositor parlamentario. Chavez volvió al calor de un
levantamiento de masas triunfante basado en una intensa polarización de clase,
que sirvió para debilitar las presiones de la derecha política e incrementar las
luchas por las reformas sociales desde la izquierda popular. El segundo intento
de golpe a través de los cierres de las grandes patronales desde diciembre de
2002 a febrero de 2003 también fue derrotado y además debilitó sus derechos
económicos pero elevó las demandas de clase de los partidarios de Chavez entre
las clases bajas rurales y urbanas. Con una derecha políticamente decapitada,
unos EEUU temporalmente derrotados y una masa movilizada de desfavorecidos,
Chavez respondió aumentando el gasto social y la financiación pública de
almacenes populares, cooperativas, reforma agraria y promoción de reserva de
milicias populares en los barrios bajos.
Dentro del movimiento Chavez, las fracciones más conservadoras habían desertado
y se habían pasado a los golpistas durante 2002-2003; el resultado fue el
advenimiento al poder de los titulares del poder social-demócratas y de
dirigentes de masas izquierdistas radicales.
Derrotar a los golpistas respaldados por EEUU mediante la movilización de masas
vía acción directa extra-parlamentaria, libre de "pactos" con los EEUU o las
oligarquías internas, aseguró que la restauración de Chavez llevara a
radicalizar su programa soco-económico. El golpe en contra de Chavez fue corto y
sin consecuencias, estructuralmente hablando. El golpe al régimen no pudo
reprimir violentamente, ni aterrorizar ni atomizar la base de las masas
chapistas, ni levantar un Nuevo Orden "irreversible" de firmas públicas
privatizadas y estrechar lazos financieros con Wall Street. El breve intento de
desmantelar las instituciones representativas del estado y de la sociedad civil
fueron revocadas con rapidez, y sus autores desacreditados políticamente a los
ojos de la mayor parte del público democrático.
Conclusión
Los estudios de caso históricos sobre "cambio de régimen" como producto de las
campañas de desestabilización, invasiones y golpes sugiere que los resultados
discrepantes dependen de la naturaleza de los regímenes escogidos, sus vínculos
con el pueblo y posmilitares, sus prioridades políticas, la duración del tiempo
fuera del poder y las naciones anfitrionas en las que pasen la época en que
estén fuera del poder.
En aquellos casos donde partidos y dirigentes progresistas estrictamente
electorales abandonan el poder, tienen pocos vínculos importantes y continuados
con su base de población y los militares, pasen una época larga como "huéspedes"
en países imperiales y disfrutan de subsidios de donantes liberales, es muy
probable que al volver a ocupar la Presidencia adopten políticas dirigidas por
el imperio a cambio de mantenerse en el poder.
En el "caso excepcional" de Venezuela, donde la movilización electoral y
política de las masas unió identidades nacionales, de raza y clase en políticas
y vínculos democráticos con oficiales militares constitucionales, el cambio de
régimen orquestado por EEUU fracasó en un doble sentido: No sólo fracasó en
cuanto a reemplazar un gobierno titular democrático sino que además radicalizó
su programa y prácticas sociales.
El "cambio de régimen" puede ser claramente una espada de doble filo; más
exitoso contra regímenes electorales formales, pero mucho menos cuando va contra
gobiernos y movimientos políticos con fuertes raíces en las masas, con vínculos
con las mayorías populares y el poder militar.
(Quiero expresar mi agradecimiento al Profesor Dennis Canterbury por su ayuda
a la hora de recopilar datos sobre los regímenes caribeños).
N. de T.:
[*] AFL-CIO: confederación de sindicatos en EEUU