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IZQUIERDA "POLITICA" E IZQUIERDA "SOCIAL"

Por Luis Mattini  / La Fogata
arnolkremer@lafogata.org

Si ya de por de sí el sustantivo izquierda es relativo y con cada vez más (in)significantes que obligan a yustaponer un adjetivo, ahora se habla de "izquierda social" para distinguirla de la supuesta "izquierda política". En efecto; los partidos que forman la Izquierda Unida, en la Argentina, suelen referirse a los movimientos piqueteros radicalizados, a las asambleas y emprendimientos productivos autónomos, como "izquierda social",
Recientemente en una asamblea barrial, muy numerosa y pura, se le preguntó a la candidata a Presidente por la Izquierda Unida, si ella no creía que las asambleas estaban "a la izquierda" de la Izquierda, vaya juego de palabras, pero se entiende La "referente" contestó con la seguridad propia de la Academia de Ciencias que una cosa era la "izquierda política", la de los partidos, y otra la "izquierda social", pero como a su vez cada partido posee su "izquierda social", la pregunta no venía al caso porque, en última instancia, si así lo fuera, si las asambleas estuvieran a la izquierda, sería por la obra de la propia Izquierda. De lo que se trata, según la candidata, es de lograr la "unidad de la izquierda" política y la social. Mal augurio para una unidad cuando se empieza, por lo menos implícitamente, dándole segunda categoría a uno de sus componentes. Se piensa que esa "izquierda social" tiene que madurar, educarse (¿en el partido?) para ser "izquierda política"
No debería ser asunto de semántica, pero dada la pobreza conceptual de ciertos "referentes" de la Izquierda frente a la riqueza que surge de las asambleas y los movimientos autónomos, me veo obligado a meterme en el lenguaje.
Si usamos la palabra izquierda como un sustantivo, como un nombre que le damos a algo, no tendremos problemas, los nombres suelen las palabras más arbitrarias y caprichosas: ¿Por qué si el perro se llama perro, el toro no se llama vaco? muchos de nosotros sufrimos el nombre que se les ocurrió ponernos a nuestros padres por pura tradición. Pero si usamos el término como adjetivo, ya es otra cosa. La palabra izquierda no se corresponde a su etimología, sino que se había hecho sinónimo de radical, revolucionario, de pura casualidad. Como se sabe, según dónde se ubicaban los radicales en la Asamblea Nacional el aquel revuelto París de 1793. Si se hubieran colocado a la derecha hoy tendríamos las cosas invertidas. Además hay todo una discusión de pedantes sobre si la postura era vista desde la Asamblea o desde la mesa.
Para colmo de males, en virtud que las palabras se gastan con las malas prácticas, hubo necesidad de agregar más adjetivos a los sustantivos de la hermosa y precisa lengua que hemos heredado de Castilla. Así, por ejemplo, a fines del siglo XIX hubo un Partido que se llamó Unión Cívica y de allí se abrió un ala, digamos, "más revolucionaria", que se hizo llamar: Unión Cívica Radical. Con los años ese partido sufrió una nueva fractura y su ala radical, valga la redundancia, decidió llamarse Unión cívica radical "intransigente". En las corrientes marxistas pasó lo mismo. Socialismo, luego socialismo revolucionario, comunismo, comunismo revolucionario. Los trotskistas que no se hagan los distraídos con su placer en adjetivar todo. Tampoco los peronistas escapan a esto, además de expresiones como "de pie", "lealtad", hubo un partido peronista al que se le agregó el adjetivo "auténtico". Para complicar las cosas, nuestra sociología "nacional y popular zurda", renegando del eurocentrismo de nuestros abuelos, se nutre desde hace varias décadas de los anglocentristas Estados Unidos, donde no existe la palabra revolucionario - quiero decir, la lengua inglesa la tiene, por supuesto, pero en ese país no es políticamente correcto nombrarla. - y entonces importaron del latín la palabra ráadical (intento escribirla con la pronunciación inglesa porque muchos de nuestros sociólogos creen que es una palabra inglesa y estiran la boca al decirla hablando en castellano)
Con otra palabra: "política" el escándalo es tal que nuestros sociólogos y politólogos, al bañarse contra el eurocentrismo tiraron junto con el agua sucia el griego, el latín, el alemán y el italiano, tienen que recurrir al inglés para diferenciar "lo político" de "la política". ¿Se imaginan a Aristóteles, Maquiavelo, Espinosa, Marx , Gramsci, Perón o Jaureche, aprendiendo inglés para entender la diferencia?) Pero como la Izquierda es anglófoba, y tampoco aprende lenguas aborígenes americanas, es posible que no entienda la diferencia de ahí que no pueda ver el carácter político de esa "izquierda social".
Ni modo pues, las palabras se corrompen. (Y hay que decir que tanto el Partido Radical, como el Socialista y el Comunista y demás, han hecho méritos para corromperlas) Por eso el propio poder dominante utilizó otras palabras para designar a los radicales de los sesenta y setentas; subversivos (y a mucha honra de mi parte) extremistas, o la tan antojadiza, terroristas. Años después, cuando, gracias a los méritos del menemismo aparecieron los primeros fogoneros y piqueteros, la prensa empezó a preguntarse si no serían subversivos. ¿Y saben quienes fueron los primeros en saltar de indignación ante tan perversa definición? Nada menos que el progresismo de izquierda., gente como Beatriz Sarlo que había sido revolucionaria en los setentas y se dejó robar la palabra subversivo por la dictadura.
De modo que nos quedan dos opciones: o inventamos palabras nuevas, cosa que no es propia de "cientistas" sino de poetas, o regresamos a los orígenes de la lengua y rescatamos la etimología y lo más genuino de la tradición, a pesar de los escamoteos que nos quieren hacer las clases dominantes. Como yo, desgraciadamente no tengo talento poético, voy a rescatar la palabra radical, porque significa ir a las raíces, y con ella sus derivados, radicalización o radicalidad. Y elijo esta acepción en vez de la tan usada "revolucionario" porque tal vez me quede grande, no sé si antes de morir seré un revolucionario, en el sentido de hacer una revolución, pero es seguro que viviré hasta mi último día siendo un rebelde radical y subversivo a mucha honra. Por otra parte se puede elegir "ser" revolucionario sin actuar con contenido radical. Se puede ser socialista sin "estar" radical y se puede ser comunista sin "estar" radical No, de ningún modo me equivoco en el uso de verbo, digo estar, en el sentido de acción, no en el sentido de identidad. De vez en cuando algunos radicales, como el Che, hacen una revolución y por tanto son revolucionarios. Los piqueteros autónomos podrán "ser" anarquistas, socialistas, comunistas y o cristianos, como nombre de una identidad, o por que se les canta, pero lo que es seguro es que "están" radicales
Entonces, a la pregunta que se le hizo al referente de marras la respuesta es evidente: las asambleas, en general, no "son" de izquierda, pero "están" a la izquierda de la izquierda. Los piqueteros autónomos no "son" de izquierda pero "están" a la izquierda de la izquierda. Eso es lo que importa.
Y lo "están", no por las grandes declaraciones ni los postulados doctrinarios, sino por sus acciones, ni siquiera porque caven trincheras o se armen de un garrote y una honda a la hora de defenderse, sino por su conducta cotidiana, por su tendencia a emanciparse del sistema que los expulsa. Porque en vez de luchar por reintegrase al sistema están ya creando un no sistema, otras formas de vida y de relaciones sociales en cada uno de sus actos, los que no pueden calificarse ni de reformistas ni de revolucionarios.
Queda claro entonces que cuando me refiero al sustantivo Izquierda, lo aplico a los partidos Comunista, Partido Obrero, Partido Socialista, Partido Socialista de los Trabajadores, Partido Comunista Revolucionario, Partido de la Liberación, Patria Libre, en fin me olvido de varios, pero no se sientan excluidos. Bien, esa izquierda llama "izquierda social", en un derroche de imaginación, a lo que antes llamábamos movimiento reivindicativo, movimientos sociales, separación que tenía su razón de ser en las "estrategias" clásicas leninistas que dividían la lucha entre lucha económica y lucha política. Largo sería enumerar las grandes polémicas sobre el punto fronterizo entre esta separación. Polémicas que se perjudicaron con la existencia de los llamados estados socialistas y el papel de los sindicatos en ellos. También en los estados de bienestar, el papel de los sindicatos en los estados socialdemócratas o en el peronismo en Argentina.
A no perder el detalle, se la llamaba "lucha económica" porque consistía en una lucha por defender el salario y mejorar las condiciones de trabajo dentro del capitalismo. Cuando esa lucha superaba "el estrecho marco de la fábrica", y ello sólo lo podía hacer en el partido, en la práctica política fuera de la fábrica, pasaba a cuestionar el capitalismo. Hoy los piqueteros no "superaron el estrecho marco de la fabrica", directamente los expulsaron del mismo y, en el caso de los autónomos, la tendencia no es a "regresar" a la fábrica, a atarse nuevamente a la cadena de la esclavitud asalariada, sino a crear sus formas propias de producción y de vida. En cambio los partidos de izquierda, supuestamente anticapitalistas, proponen que transformen esos emprendimientos autónomos en empresas estatales (nacionalización o estatización con "control obrero") con lo cual pasaran a ser esclavos asalariados del patrón Estado y encima regalándoles gratis el control. Desde luego, no critico ninguna de las posibilidades de resolver problemas concretos de desocupación. Cualquiera sea la forma que adopte la recuperación de los trabajadores es válida por resolver el problema precísamente concreto. También el cooperativismo conlleva el riesgo de aburguesarse. Sólo señalar en qué términos hablamos cuando pretendemos que "ser de izquierda política " es ser anticapitalista.
Como digo, historia interesante, apasionante, rica en enseñanzas, pero que poco tienen que ver con el presente. En aquellos tiempos, tiempos de la industrialización, la clase obrera y sus aliados, eran fuerzas constituidas de la nación, por así decirlo. Precisamente la función del capitalismo fue crearlas, constituirlas. Y hasta darles estabilidad, puesto que eso era condición para la explotación de la plusvalía. Como solía decirse "la burguesía había creado a su propio sepulturero". Sin embargo, en esta época de desindustrialización, de dispersión social de la explotación capitalista, de entrada inestable de nuevos explotados y expulsión de otros, de una sociedad en donde el proletariado tiende a parecerse más a aquel que dio origen a la palabra, el romano, que al industrial de Marx, de tendencia a la disolución político, económica y jurídica de los estados nacionales, esas fuerzas dejaron de ser constituidas y, por el contrario, en el conjunto de las naciones se están conformando fuerzas constituyentes de nuevas relaciones sociales pos industriales de la que no sabemos nada todavía. Podemos trazar hipótesis de ensayo cuando mucho, del mismo modo que lo hizo Marx cuando surgió aquel proletariado industrial. Y dentro de esas hipótesis tenemos derecho a imaginar que la recreación de la civilización, la emancipación de los explotados ya no vendrá por la vía de los estados nacionales, sino, tal vez, por la redefinición comunal.
De modo que la categorías se nos vienen abajo. Y la realidad nos da en la cara cuando, contra todas las previsiones, las acciones más radicalizadas, verdaderamente radicalizadas ( y no verbalistas o gestuales ) se producen con un grado de espontaneidad que espanta a los dignos leninistas. De hecho ninguna de las marchas y demostraciones que organizaron las fuerzas todavía constituidas, con sus "vanguardias", sean estas sindicales o de izquierda a la cabeza, fueron más radicales que las que surgieron espontáneamente. La primera señal fuerte de esto, no advertida en su momento, fue el 23 de marzo de 1994 cuando detrás de las Madres coparon la plaza una "manga" de jóvenes rockeros con consignas que se salían de las tradicionales y una manera de actuar que rompía todas las normas. Hasta con contradicciones entre ellos por los más o menos subversivos en el manejo de su arte.
Desde luego no cantaba Viglietti, ni Víctor Heredía, ni siquiera demasiado la nueva trova cubana. Luego la proliferación de movimientos rebeldes autónomos como consecuencia de la crisis de desindustrialización, a los que la Izquierda calificó de simple continuidad de la resistencia eterna al capitalismo, sin percatarse de los cambios cualitativos. Ya en Salta viejas formas y protagonistas anunciaban nuevos contenidos. El 19 y 20 no fue más que una resultante inesperada y, sin embargo, de esperar.
A partir de ese cambio en la subjetividad del movimiento popular, la izquierda se engolosina porque, como es natural, en esta marea de agitación crece en número, más militantes, más panfletos, más locales, copa raquíticos sindicatos y asambleas, crea "sus" propios piqueteros ordenados y uniformados en marchas marciales, "conscientes de su papel histórico" conducidos con grandes banderas rojas hacia una "estrategia de poder" por la vía… electoral, diferenciándose de esos autónomos, que se parecen más a los desarrapados de San Francisco de Asís, a la "chusma" del 17 de octubre, revoltosos, desordenados y con sólo visiones "tácticas", sin política ni estrategia.
En esta euforia exitista, la izquierda cree que, al contrario de lo que le pasó en los setentas, en oportunidad que los movimientos insurgentes guerrilleros la dejaron comiendo vegetales, ahora no perderá el tren y capitalizará esta radicalización de los autónomos. Pero lo que no termina de comprender que en los setentas las organizaciones guerrilleras, a las que la izquierda acusaba de ser la "pequeña burguesía desesperada", cuando no de agentes de la CIA, tuvieron "estrategias de poder", que se correspondían al cuerpo de creencias de esos tiempos, formas de organización y lugares de militancia mucho más serias y de entrega que las tradicionales y de allí su notable desarrollo que obligó al estado a recurrir a sus más terribles recursos para aniquilarlas.
Hoy los verdaderos herederos de aquellos subversivos radicales cambiaron de táctica, aprendieron de esa gran metáfora con que se inauguró la ronda de las madres, y en vez de oponer "concentración de huestes proletaria" a la concentración de hordas capitalistas, ensayan la dispersión en una miríada de movimientos autónomos, como si fuera una gigantesca guerra de guerrillas no propiamente bélicas, cuyo desafío actual es la coordinación descentralizada. En vez de oponer fuerzas uniformizadas, y uniformadas, sobre todo uniformadas mentalmente, como divisiones militares, organizadas en batallones, compañías y secciones de individuos actuando como soldados, es decir como masa, obedientes a un providencial secretario general, tan talentoso que puede ser político profesional, comandante, agitador, economista, consejero familiar, candidato a concejal o a presidente de la Nación; opusieron la multiplicidad de miles de personas con cabeza propia, miles de secretarios generales, actuando colectivamente en la comunidad. Y estas multitudes, desordenadas, "policlasistas" multicolores multilingues, que conforman un nuevo proletariado, quizás no lo sepan, quizás si, yo no lo podría afirmar, pero es probable que estén dando vuelta en su práctica toda la teoría del "socialismo científico" (el que, como la ciencia, no goza de buena salud, no por socialismo, sino por la pretensión de "científico", sobre todo por los "cientistas") y están poniendo la libertad, la pasión militante, la emancipación, y el propio socialismo, en el punto de partida y no en el punto de llegada. Porque en esa manera de encarar la resistencia al capitalismo más que a los capitalistas, ya se están haciendo las prácticas de la forma de vida socialistas.
En este "tacticismo" de piqueteros, asambleístas o emprendedores de nuevas formas de producción urbanas y agrarias , tan condenado por falta de supuestas "estrategias" , que actúa sin prisa y sin pausa, que fluctúa entre la más elemental lucha por la sobrevivencia y las acciones más radicalizadas, estos luchadores a los que se les llama ahora "izquierda social", "están" más a la izquierda de la izquierda, porque en realidad, la izquierda no "está", simplemente "es".
La izquierda puede estar o no de acuerdo con esta práctica , puede tener la opinión que mejor le plazca, es su derecho y se lo respeto. Pero lo que no puede hacer es descalificar, casi como subnormales, con el descalificativo de "no político". Sería como decir que la acción de Madres de Plaza de Mayo, me guste o no me guste, no tiene carácter político.
¿Por qué agrupaciones que vienen de la trayectoria marxista puede afirmar sin sonrojarse semejantes disparates? ¿Por qué admiten como "político" al partido radical, peronista o cualquier otro y no a estos movimientos? ¿Será porque son respetuosos de la Constitución Nacional "progresista" de 1994 que instituyó a los partidos casi como única forma de intervenir en la política? ¿Será porque entiende como política la sola disputa del aparato del estado? ¿Será porque la legalidad los hacer ser legalistas a ultranza? ¿Pensarán sinceramente que Alberto Spagnolo en un "luchador social", buen tipo, de pocas luces, desinteresado por la política? ¿Qué queda entonces para Hebe que no se presenta de cadidata y ni siquiera apoya a ninguno y ellos la tienen en el más alto altar? ¿O será porque esos movimientos se mueven sólo en la "táctica", carecen de "estrategia"? ¿Alguna vez se pusieron a estudiar seriamente los significados de "táctica y estrategia", palabras de uso militar que sólo metafóricamente se pueden aplicar fuera del ámbito castrense? (Los empresarios hablan de estrategias de mercado, por ejemplo)
Hablemos en serio: la palabra estrategia ingresa a la terminología marxista con la práctica de las guerras populares .de liberación en el siglo XX. Búsquelas en Marx y Lenin y después me avisa. Estrategia es la manera de desplegar los planes de guerra, no puede usarse como se hace en el sentido de "objetivo final". De ser así la estrategia en una guerra sería… ganar la guerra. No puede asimilarse a la relación fines y medios (la táctica serian los medios y la estrategia los fines) Insisto, fuera de uso militar sólo es metafórico y las metáforas son instrumentos de los poetas, no de los técnicos.
Pero sí la política puede expresarse en poesía y quizás mejor que en términos técnicos. En eso Marcos es un maestro. En ese lenguaje puede entenderse la expresión del Che, uno, dos, tres, muchos vietnams como oposición a las "estrategias" de concentrar el "puño del proletariado" en el golpe principal. Hacer muchos vietnams, hoy, significaría resistir en forma radical al capitalismo en millones de puntos y con los medios y las "tácticas" que sean propias de la situación. Las "estrategias" y sus consecuentes "batallas decisivas" fueron un producto indeseado de la existencia de estados socialistas que en la mayoría de los casos hicieron confundir los intereses de Estado con los de la emancipación general de la humanidad.