Como salir de la derrota
Por Luis Mattini
Desde luego, sería muy pretencioso de mi parte dar respuesta a esta preposición.
Propongo en cambio poner en la mesa algunos hechos y reflexiones que pudieran
contribuir a la salida.
Empecemos por redefinir la derrota. Ya no se trata de la evidente derrota
militar sufrida a partir de la instauración del terrorismo de Estado, sino más
bien de las consecuencias de ese proceso, el que, al retirarse lo militares, más
derrotados por los Ingleses que por nuestro pueblo, se abrió lo que ha dado a
llamarse la democracia, y en efecto se instauró un sistema democrático que se
mantiene firme desde ya hace décadas pero que, con todo lo bueno que es respecto
a las dictaduras, ha gobernado una de las épocas de mayor oscuridad de la
historia nacional. La mayor oscuridad es cuando se logran derrotar los sueños
Esa es precisamente la derrota, o dicho al revés, el indiscutido éxito de la
dictadura militar. Acabó con los sueños, dejó la oscuridad
Veamos: desaparecidas las organizaciones armadas, se instauró la era de los
Derechos Humanos como meta mayor de emancipación social, como destino sagrado,
con el agravante de entender como Derechos Humanos, sólo los derechos políticos
encuadrados dentro de lo que se denomina democracia representativa. La lucha
contra el hambre o la desnutrición, el analfabetismo o la trata de personas, no
parece ser un derecho humano. Lo oscuro consiste en transformar el Estado de
Derecho, o sea el Estado burgués por excelencia, juzgador y ejecutor de la
Justicia con sus códigos burgueses, en el fin último de la emancipación social,
con la añadidura de un indeseable culto que roza cierta religiosidad hacia la
figura de la Madre y, más grave aún, es el culto a la personalidad que se ha
construido tras la figura de Hebe. A todo eso hay que agregar una fuerte
necrofilia que está haciendo del país un gigantesco panteón de la muerte.
Está claro, desde luego, que la labor de las Madres de Plaza de Mayo, esa
notable lucha contra la desaparición forzada de sus hijos merece, sin dudas, la
mayor de las admiraciones y el eterno reconocimiento y hasta se puede admirar y
aprender de su originalidad. Pero al mismo tiempo dejar claro que la lucha
libertaria por un mundo mejor, en la cual perdieron la vida o fueron
desparecidos sus hijos, las precedió y no fue menor coraje y creatividad, ni
menos digna de nuestra admiración y reconocimiento. Simplemente hay que tomarles
la palabra cuando ellas mismas decían que aprendieron de sus hijos. Y por eso
precisamente, porque ellas, a pesar de sus heroísmo, van detrás de sus hijos, es
que no se puede dejar en manos de Madres de Plaza de Mayo la elaboración, peor
aún, la manipulación de las doctrinas libertarias que la humanidad ha
desarrollado durante siglos y que nuestra juventud llevó a la práctica en los
setentas.
Ocurrió que debido a que, los hijos, o sea los militantes y combatientes de los
setenta en gran número estaban desaparecidos o muertos, otros lamiéndonos las
heridas y tratando de recuperarnos de la derrota militar para volver a empezar,
cuando durante el regreso a la institucionalidad democrática, la izquierda
tradicional, en particular el nefasto estalinismo, cierto populismo de raíz
nacional y popular no mucho menos estalinista, más los oportunistas de siempre,
abandonaron sus locales donde se habían mandado a guardar durante la dictadura,
adoptaron a la Asociación Madres como una especie de Comité Central o Estado
Mayor y descubrieron la doctrina de los Derechos Humanos transformándola en
programa de acción y hasta de gobierno, olvidando fundamentos tan valorados en
el pasado reciente, como la lucha de clases, y sus consecuencias, la
organización de las masas en la prosecución de una sociedad comunista,
desplazando los sueños de los setentistas y calificándolos de ilusiones de
juventud. Si señores, no le escapemos a la palabra, una parte importante de los
setentistas nos considerábamos los verdaderos comunistas
Se olvidó así que el Estado de Derecho, la democracia representativa y la
doctrina de los derechos humanos, —por preferible que sea respecto a las
dictaduras—, son la forma ideal del Estado Burgués, de ninguna manera conquista
popular alguna. El nazismo, el fascismo o las diversas dictaduras son recursos
extraordinarios de la burguesía cuando es acorralada por la lucha de clases. La
democracia que estamos gozando es, por así decirlo, su estado natural y no fue
ninguna conquista popular, es la forma que la burguesía adoptó una vez que fue
derrotado el proyecto revolucionario. La misma burguesía que llamó a los
militares es la que reinstaló el sistema demoliberal que estamos gozando cuando
los militares acabaron la tarea sucia de matar a los rebeldes.
Y, para mayor confusión aún, ponerse a la cabeza de la defensa de los derechos
humanos ha sido parte significativa del modo que el llamado kirchnerismo
consiguió el apoyo para recobrar la gobernabilidad perdida durante las puebladas
del 19 y 20 de diciembre del 2001. Ese gobierno logró lo que otros no pudieron:
comprar a la mayor parte de los militantes y organismos de Derechos Humanos, sea
con dinero contante, sea con puestos en el Estado, sea con planes sociales y en
ese negocio ocupa un lugar de privilegio a la Asociación Madres de Plaza de Mayo
encabezada por Hebe.
Perdón, no puedo evitar cierto sentimiento de ridículo escribiendo cosas que
fueron siempre parte elementalmente conversada en cualquier ambiente social o
político.
Pero una cosa es indiscutible: el gobierno hizo y hace lo que todo gobierno debe
hacer si quiere gobernar un sistema: en este caso optó por no reprimir, dado que
es una resultante del 19 y 20 de diciembre y, sobre todo que consiguió torcer la
dirección de las luchas comprando a los luchadores. Ningún burgués puede
criticarle eso y yo tampoco lo crítico porque no es mi gobierno, es un gobierno
burgués, ni bueno ni malo: burgués no es un insulto, es una categoría que indica
la clase social que está gobernando. En cambio quienes, a mi juicio, no tienen
perdón de nuestros desaparecidos, son quienes se dejaron comprar.
Esa si es derrota y muy amarga. Compraron un gran número de nuestros militantes
y combatientes, para lo cual primero los embaucaron o los sedujeron; lograron
manipular, malversar y finalmente distorsionar nuestros sueños plasmados en
programas de lucha. Por eso que para empezar a responder a la pregunta implícita
en el titulo de esta nota, deberíamos empezar por recuperar los sueños que nos
robaron, poner a los llamados Organismos de Derechos Humanos donde deben de
estar, como cualquier sindicato o entidad de bien público en su tarea específica
para que se dediquen a su valioso trabajo de hacer cumplir el derecho burgués,
pero cuidar muy bien de alejarlos para que no molesten en la recuperación de
nuestros sueños libertarios, en la reconstrucción de la política emancipatoria y
entonces retomar la discusión y la práctica libertaria de todas las épocas
revolucionarias recobrando un concepto más político que jurídico, ya de por si
poco conocido y hoy absolutamente olvidado: el principal derecho de la juventud
es el derecho a la rebeldía.
Fuente:
lafogata.org