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Documentos de Noam Chomsky

12 de enero de 2003

La semana de los Derechos Humanos 2002

Noam Chomsky
Znet 28 diciembre 2002
Traducido por Fran Bastida y revisado por Genoveva Santiago

La semana de los Derechos Humanos en EE.UU. no es más que un simple acontecimiento, con alguna que otra salvedad. Pero recibe una atención considerable en cualquier otra parte. Para mí personalmente, la semana de los Derechos Humanos 2002 fue memorable y conmovedora. La semana comenzó la víspera del día de los Derechos Humanos, el 10 de diciembre, en la catedral de San Pablo en Londres, donde miles de personas se reunieron para celebrar - aunque esa puede que no sea la palabra más adecuada - el décimo aniversario del Proyecto Kurdo de Derechos Humanos (KHRP, siglas en inglés), que ha desarrollado un trabajo excepcional en algunos de los asuntos más serios relacionados con los derechos humanos de la década: particularmente, entre otros, las campañas terroristas del estado turco respaldadas por EE.UU., que figuran entre los peores crímenes de la horripilante década de los noventa, dejando tras de sí a decenas de miles de muertos y millones de personas expelidas de las devastadas áreas rurales y donde se ha dado toda forma imaginable de cruel tortura.

La semana terminó para mí en Diyarbarik, en el suroeste de Turquía, la capital semi-oficial de la región kurda, un hervidero de refugiados viviendo en la miseria, a los que se les impide regresar a lo que queda de sus pueblos, aún cuando la nueva legislación les da teóricamente esa opción.

Fui invitado a Diyarbarik por la Asociación de Derechos Humanos, que lleva a cabo un valiente e impresionante trabajo bajo amenazas serias y constantes. Los días anteriores los pasé en Estambul invitado por la Asociación de Editores, que celebraba su reunión anual y una feria internacional del libro dedicada a la paz y la libertad, y por el sindicato del sector público KESK, al que duras leyes y ciertas prácticas estatales le impiden funcionar como sindicato, que celebraba un simposio internacional sobre los mismos temas. En Estambul pude visitar los míseros barrios bajos donde un número desconocido de refugiados kurdos intenta sobrevivir a los húmedos y fríos meses de invierno en edificios semiderruidos. Familias numerosas hacinadas en una habitación individual con los más pequeños prácticamente prisioneros sin poder aventurarse a salir a los peligrosos callejones y niños mayores trabajando en fábricas ilegales para ayudar a mantener a la familia con vida. A ellos también se les impide que regresen a los hogares de los que fueron expulsados, a pesar de la nueva ley que levanta el estado de emergencia en el suroeste de Turquía, al menos oficialmente.

Al fundador y director de KHRP también se le impide volver a su país. Y para rematar la faena, EE.UU. está denegando la entrada a activistas de derechos humanos que dan constancia y protestan contra estos crímenes. Hace unas semanas el Dr. Haluk Gerger, uno de los personajes más importantes del movimiento turco por los derechos humanos, llegó con su esposa a un aeropuerto de Nueva York. El Servicio de Inmigración y Naturalización (INS, siglas en inglés) canceló su visado de diez años, deportándoles a él y a su esposa a las primeras de cambio después de tomarles las huellas dactilares y fotografiarles.

El Dr. Gerger ha recibido premios del Human Rights Watch y de la Asociación Estadounidense para el Avance de la Ciencia por sus destacadas contribuciones por los derechos humanos. Su castigo por parte de las autoridades turcas había sido resaltado por el departamento de Estado como un ejemplo del fracaso de Turquía en proteger los derechos elementales.

En una carta abierta al embajador de EE.UU., el portavoz de la Iniciativa por la Libertad de Expresión en Estambul, protestando contra este tratamiento, cita que el Dr. Gerger es "miembro fundador de la Asociación de Derechos Humanos de Turquía" y "un ardiente defensor de los derechos de los kurdos", que "ha escrito a fondo sobre esta cuestión y ha criticado políticas gubernamentales", comparando "el tratamiento de los kurdos por parte del gobierno turco con la limpieza étnica de musulmanes en Bosnia por parte de los serbios". El Dr. Gerger ha sufrido encarcelamiento y fuertes multas, así como la pérdida de su posición académica por sus artículos sobre asuntos relacionados con los derechos humanos.

El Departamento de Estado de Colin Powell le ha declarado ahora persona non-grata en EE.UU., adoptando la postura de los elementos extremistas presentes en el ejército turco y en los partidos ultranacionalistas.

El estado turco, con la mano del ejercito siempre presente, sigue severo y represivo a pesar de algunos cambios prometedores en los últimos meses.

Pero incluso un contacto superficial revela que la cultura y la sociedad turca son libres y vibrantes en aspectos que podrían servir de modelo a occidente. Es particularmente llamativo el espíritu de resistencia que uno capta al momento, desde las cuevas a las afueras de las murallas de la ciudad de Diyarbakir, donde los refugiados hablan elocuentemente de su anhelo de regresar a sus hogares, hasta la vida intelectual de los centros urbanos.

La lucha de la gente de Turquía por la libertad y los derechos humanos es verdaderamente inspiradora. No sólo por la intensidad del compromiso sino también porque es tan natural y sin pretensiones que forma parte normal de la vida, a pesar de las graves amenazas que nunca son remotas.

Esta lucha incluye a valientes escritores de renombre internacional como Yashar Kemal, estudiosos que han hecho frente y resistido severos castigos por su compromiso con la verdad, como Ismail Besikci, quien ha pasado la mayor parte de su vida en la cárcel por sus artículos sobre el terrorismo de estado en Turquía, parlamentarios como Líala Zana que aún se consumen en prisión, cumpliendo una condena de quince años por expresar en su lengua nativa la esperanza de que "kurdos y turcos puedan vivir juntos en paz en un marco democrático", y muchos otros como ellos. Por supuesto, son desconocidos en EE.UU., al igual que los intelectuales latinoamericanos asesinados por ejércitos mandados por EE.UU., sin mencionar los cientos de miles de víctimas de costumbre - "víctimas indignas" en palabras de Edward Herman - porque sufren de las manos equivocadas: las nuestras.

El Dr. Besikci rechazó un premio de diez mil dólares del Fondo para la Libre Expresión de EE.UU. como protesta contra la contribución decisiva de Washington al terror en Turquía, principalmente en los años de Clinton, cuando EE.UU. suministró el ochenta por ciento del armamento turco y Turquía se convirtió en el principal receptor de armas de EE.UU. (sin contar con Israel y Egipto) al tiempo que se intensificaban las atrocidades criminales. Sólo en el año 1997, el flujo de armas de EE.UU. a Turquía excedió el total del flujo del periodo que abarca toda la Guerra Fría hasta el comienzo de la campaña de terrorismo de estado, o como se le llama en los informes del departamento de Estado sobre terrorismo y en la prensa, la "exitosa campaña anti-terrorista" por la que Turquía se ve alabada y recompensada. Esa práctica concuerda con la doctrina estándar, y de ninguna manera exclusiva de EE.UU., de que "terrorismo" es lo que ELLOS nos hacen a NOSOTROS y "anti-terrorismo" es lo que NOSOTROS les hacemos a ELLOS, por lo común mucho peor. De vez en cuando se toman como represalias, en cuyo caso tampoco son tolerables.

Los privilegiados de occidente deberían sentirse humildes y avergonzados al ver la valentía y la integridad de aquellos que viven bajo leyes draconianas y un terror y represión brutales, no en poca medida gracias al apoyo occidental, y que no sólo condenan los abusos y defienden a las víctimas sino que regularmente llevan a cabo actos de desobediencia civil como protesta con el consiguiente riesgo. También deberían sentirse avergonzados de que el KHRP actúe en Londres y no en Nueva York que es de donde procede, dado que es el emplazamiento sobre el que recae la responsabilidad por los crímenes. El historial británico no es muy atractivo, pero la principal responsabilidad, por descontado, recae aquí. Hay, de hecho, un gran Centro Kurdo en Nueva York con muchas actividades y publicaciones importantes y eminentemente informativas, como el Centro de Investigación de la biblioteca kurda en Brooklyn, cuyo director es Vera Saaedpour. Sin embargo, la celebración de su aniversario no reuniría a miles de personas en Nueva York. Sólo lo conocen aquellos a los que les preocupan los derechos humanos, a los seriamente preocupados, es decir, quienes demuestran con sus actitudes el reproche a sus propios crímenes. Es mucho más gratificante retorcerse las manos por los crímenes de otros por los que poco podemos hacer, o quizás contemplar el extraño defecto en nuestro carácter que nos mantiene alejados de responder a los crímenes de otros de manera adecuada (apenas detallada más allá de declaraciones atrevidas y a menudo sin sentido). En marcado contraste, los crímenes con los que fácilmente podíamos terminar, simplemente retirando nuestra decisiva participación, son enterrados profundamente en el agujero de nuestra memoria.

Lo que preocupa más que cualquier otra cosa, desde Londres a Diyarbakir es la ferviente determinación de la Administración de Bush de encontrar un pretexto para lo que cree, será una guerra barata y políticamente útil en Irak, con Blair arrastrándose lealmente detrás.

En Turquía, la oposición popular a la guerra venidera es aplastante. Lo mismo ocurre por toda la región, en la mayor parte de Europa y en el resto de mundo. Los resultados de las encuestas en EE.UU. parecen diferentes, pero es engañoso. Es difícil no notar que aunque Sadam Husein es injuriado en todas partes, es sólo en EE.UU. donde la gente tiene verdaderamente miedo de que si no le paramos hoy, él nos matará mañana.

Exponer tales temores es fácil para los reaganianos reciclados que llevan el timón en Washington. Durante los años ochenta, embistieron con su reaccionaria agenda dañando significativamente a la población al mantener un constante estado de miedo. Hace veinte años matones libios rondaban las calles de Washington para asesinar a nuestro líder. Después, los rusos iban a bombardearnos desde una base aérea en Granada (si es que la podían encontrar en el mapa). Mientras tanto, el impresionante ejército sandinista estaba preparado a sólo dos días de marcha de Harlingen, Tejas, una "daga apuntando hacia el corazón de Tejas". Y así durante toda la década.

Para determinar una medida significativa del apoyo local a la guerra venidera, sería necesario librarse del factor miedo, exclusivo de EE.UU. Los resultados mostrarían probablemente poca diferencia con los del resto del mundo.

No existe precedente histórico para una oposición tan grande a una guerra y las protestas contra ella, incluso antes de que se lance (de que se lance totalmente, mejor dicho).

En las áreas kurdas la oposición general a la guerra se ve acrecentada por la preocupación sobre las consecuencias para los kurdos. Es probable que los países vecinos intensifiquen la represión local en el contexto de la guerra. Preocupaciones similares se extienden a kurdos de todas partes, incluyendo a los cuatro millones que, de momento, han conseguido un insólito avance en los enclaves del norte de Irak bajo la incierta alianza de Masoud Barzani y Jalal Talabani. Aparte de su vulnerabilidad ante ataques iraquíes en caso de guerra, y la anticipada reacción turca si hay alguna señal que indique un movimiento hacia una independencia significativa, se cree que más de la mitad de los kurdos depende del programa de la ONU "Petróleo por Alimento" para sobrevivir. Programa que probablemente sufra severas alteraciones en caso de guerra. "El Kurdistán libre es como un gran campo de refugiados" comenta un líder kurdo, depende de programas de la ONU para la comida y de Bagdad para el abastecimiento energético.

El alto comisionado de la ONU para refugiados esta planificando el posible traslado por avión de cientos de miles de kurdos a países vecinos, donde probablemente no reciban una calurosa bienvenida y donde las perspectivas de la población kurda indígena son ya bastante horribles sin contar con lo que pueda acontecer más adelante, o quizás a campamentos al norte de Irak que está construyendo el ejército turco, según fuentes turcas. Un acontecimiento con augurios amenazantes.

He mencionado salvedades a la falta de atención a la semana de los Derechos Humanos aquí en EE.UU., a saber: cuando las violaciones de los derechos humanos se pueden explotar como un arma en contra de algún enemigo oficial, una práctica que Amnistía Internacional ha censurado implacablemente de nuevo en los últimos meses. Durante los años ochenta el Día de los Derechos Humanos era la ocasión para las denuncias apasionadas contra la Unión Soviética, técnicamente precisas pero con un cinismo extremo poco creíble. El Día de los Derechos Humanos 2002 fue la ocasión para la publicación por parte de Jack Straw, ministro de exteriores británico, de un informe sobre los crímenes de Sadam Husein, adelantado unos días, como parte de los esfuerzos de EE.UU. y el Reino Unido de inducir algún gesto provocativo iraquí previo a la fecha límite del ocho de diciembre en la que Irak tenía que entregar el informe sobre sus armas de destrucción masiva. El informe era auténtico, sacado en su mayoría de informes de organizaciones de derechos humanos sobre las horrendas atrocidades cometidas por Sadam durante los años ochenta. No se menciona, como es normal, el hecho de que estos espantosos crímenes no suponían preocupación alguna para EE.UU. o el Reino Unido, los cuales continuaron suministrando ayuda a su amigo Sadam, incluyendo medios para desarrollar armas de destrucción masiva, cuando era inmensamente más peligroso que hoy.

En EE.UU. los responsables de aquello están ahora de nuevo en el poder, y las instrucciones son que tenemos que hacer caso omiso del historial criminal por el que no muestran el más mínimo arrepentimiento. El actual gobierno británico estaba entonces en la oposición, pero como revela el periodista Mark Thomas, detrás de las protestas parlamentarias contra los crímenes de Sadam desde 1988 hasta finales de los años noventa estaban nombres como Blair, Straw, Cook, Hoon, etc., es decir, los personajes más importantes del partido gobernante. Thomas también publicó una carta demostrando que el descubrimiento por parte de Straw de la naturaleza demoníaca de Sadam Husein es muy reciente. En enero de 2001, como ministro de interior, era su responsabilidad fallar sobre las peticiones de asilo político. Rechazó la solicitud de un iraquí que había sido detenido y torturado en Irak porque "la enorme cantidad de información sobre Irak" que Straw tenía a su disposición dejaba claro que los tribunales del tirano iraquí no "acusarían ni condenarían a una persona" de forma incorrecta, y que "si hay algunos cargos pendientes contra usted y hubiera que procesarle a su regreso, tendrá la esperanza de recibir un juicio justo de un poder judicial independiente y constituido adecuadamente".

Pero algo cambió desde enero de 2001 y los crímenes que no se tuvieron en cuenta entonces, ahora conmueven nuestra sensibilidad y requieren una guerra. Y se supone que todos tenemos que ver esta actuación con una aprobación sensata, si no con respeto.

También he mencionado que en 1997 el flujo de armas de EE.UU. a Turquía superó el total del de los años de la Guerra Fría, al tiempo que el terrorismo de estado alcanzaba niveles mucho altos que cualquiera atribuido a Milosevic en Kosovo antes del bombardeo de la OTAN, el cual fue emprendido, según nos dijeron solemnemente, porque somos tan magnánimos que no podemos tolerar crímenes tan cerca de las fronteras de la OTAN. Sólo dentro de la OTAN debemos no sólo tolerarlos sino facilitarlos.

El año 1997 fue también importante para el movimiento por los derechos humanos en varios aspectos. Fue el año en que el periódico más importante del mundo informaba a sus lectores que la política exterior de EE.UU. había entrado en una "fase noble" con un "santo resplandecer". Fue también el año en que la ayuda militar estadounidense a Colombia se disparó, aumentando de 50 a 290 millones de dólares en 1999, doblándose en 2001 y todavía sigue aumentando. En 1999 Turquía cedió el puesto a Colombia como el principal receptor de armas de EE.UU. La razón no es difícil de distinguir: el terrorismo de estado turco era entonces un éxito y el de Colombia no. Durante los años noventa Colombia tuvo, con diferencia, el peor historial en derechos humanos del hemisferio occidental y era, con diferencia, el principal receptor de armas y entrenamiento militar estadounidense. Una correlación que está bien establecida y que supondría una gran preocupación si fuera conocida fuera de los círculos eruditos y disidentes.

Turquía y Colombia comparten otras características en común. Cada uno tiene varios millones de personas desplazadas de manera violenta: 2,7 millones por ahora en Colombia, aumentando a una media de 1000 al día, según los últimos informes de las principales organizaciones de derechos humanos. Estos son los números de desplazados internamente, sin contar aquellos que han huido a otras partes. Y Colombia, al igual que Turquía, aporta un modelo de resistencia valiente que debería ser visto con vergüenza y humildad por los occidentales privilegiados, particularmente aquellos que trabajan para eliminar las continuas atrocidades y el terror del que somos responsables, borrar el vergonzoso historial del pasado y levantar firmes barreras contra la amenaza de denuncia de los crímenes que la población no toleraría si se rompieran esas barreras.