Recién ha pasado el primer aniversario de la declaración del presidente (Bush)
sobre la victoria en Irak. No hablaré sobre lo que ocurre en el terreno. Existe
información más que suficiente al respecto sobre ello, y podemos sacar nuestras
propias conclusiones. De ésto me referiré solamente a: ¿Qué le ha ocurrido a los
iraquíes? Sobre ello conocemos poco, porque no se ha investigado.
Recientemente se han dado a la voz pública algunas sorpresas sobre este vacío en
nuestro conocimiento en la prensa británica.. Se trata de un mal entendido.
Resulta una práctica general. De ese modo no sabemos, entre millones, cuántos
murieron en el curso de la guerras estadounidenses en Indochina.
Tan ligeras resultan la información y la preocupación que el único estudio
minucioso que encontré estima en 100,000 el número de viertnamitas muertos, casi
el 5% de la cifra oficial, y probablemente el 2-3% de la cifra real.
Verdaderamente nadie sabe que la víctimas de la guerra química estadounidense
que comenzó en 1962 se estiman en unas 600,000, y aún continúan mueriendo, o que
recientemente se descubrió que el empleo de carcinógenos devastadores resultó el
doble de la cifra divulgada, y a niveles incomparablemente superiores que
cualquiera tolerado por las sociedades industriales.—todo en Viet Nam del Sur,
el Norte se respetó en especial de esta atrocidad.
Como un experimento pensado, pudiéramos preguntarnos como reaccionaríamos si los
alemanes estimasen en dos o tres millones los muertes ocurridas durante el
Holocausto y tuviésemos poco conocimiento o interés acerca de las modalidades de
la carnicería.
Existe una excepción para la pérdida de información sobre las bajas en
Indochina. Desde el comienzo han tenido lugar esfuerzos muy intensos para
revelar, o muy a menudo, simplemente para inventar, atrocidades que pudieran
atribuirse al Khmer Rouge. La literarura posterior a los Khmer Rouge sobre el
tópico resulta sustancial, oscilando desde estimados sorprendentemente bajos de
los crímenes de los Khmer Rouge en el curioso estudio demográfico de 1980
realizado por la CIA, cuando al final estuvieron disponibles las evidencias
sobre la elevada cantidad de atrocidades, hasta los estimados más elevados y
creíbles realizados por estudiosos serios y profundos. Uno apenas puede dejar de
observar que la única excepción de la regla comprende a aquellos crímenes que
resultaron útiles desde el punto de vista de la doctrina impuesta.
Volviendo a Irak, la información resulta habitualmente ligera, pero no se carece
completamente de ella. Un estudio realizado el pasado noviembre por la
organización de salud MEDACT, radicada en Londres, apenas menciona que los
Estados Unidos reportaron un estimado bruto de 22,000 a 25,000 iraquíes muertos,
y también informó sobre un incremento en la mortalidad materna, cercano al doble
de la malnutrición aguda y un aumento en las enfermedades transmitidas por el
agua y en la prevenibles por vacunación.
"Lo más importante que surge (del estudio) es que los datos no son asequibles"
comentó el Dr. Victor Sidel, una notable autoridad sanitaria estadounidense,
presidente anterior de Médicos Internacionales para la Prevención de la Guerra
Nuclear y un asesor de dicho estudio.
Dos meses atrás, una misión en busca de datos desplegada por la Organización No
Gubernamental belga Ayuda médica para el Tercer mundo descubrió que aún los
devastadores efectos de las sanciones impuestas por los Estados Unidos de
América y el Reino Unido no han sido levantadas, incluyendo el veto a las
medicinas, y que la mortalidad infantil está aparentemente aumentando, y que el
estado general de salud está decayendo a causa de las deterioradas condiciones
de vida, falta de acceso a los alimentos, al agua potable, a la asistencia
médica y a los hospitales ; y una marcada disminución en el poder adqusitivo
–principalmente como resultado de lo que debiera haber sido una de las
ocupaciones militares más sencillas de todos los tiempos. "Ha sido uno de los
fallos más extraordinarios en la historia," hizo notar muy acertadamente el
veterano corresponsal británico Patrick Cockburn.
La mejor explicación que escuché provino de un alto funcionario de uno de las
principales organizaciones de ayuda humanitaria, quien posee una amplia
experiencia en algunos de los sitios más terribles del mundo. Después de varios
frustrantes meses en Bagdad, dijo que nunca había visto semejante combinación de
"arrogancia, ignorancia, e incompetencia" -refiriéndose no sólo a lo militar,
sino también a los civiles que mandan en el Pentágono. En Irak han triunfado en
lograr en buena medida lo que hicieron en la arena internacional: convertir
rápidamente a los Estados Unidos de América en el país a menudo más odiado y
temido del mundo. Las más recientes encuestas profundas sobre Irak –antes de las
recientes revelaciones sobre tortura – mostraron que entre los árabes iraquíes,
los Estados Unidos se consideran como una "fuerza de ocupación" en vez de una
"fuerza de liberación" en una relación de 12 a 1, y la cifra va en aumento. Si
tenemos en cuenta también a los Kurdos, quienes tienen sus aspiraciones y
esperanzas características, las cifras aún resultan abrumadoras : 88% de todos
los Iraquíes de acuerdo con una reciente encuesta, también anterior a Abu Ghraib.
Rumsfeld-Wolfowitz y asociados también triunfaron en convertir al joven clérigo
Moqtada al-Sadr, anteriormente una figura marginal, en el segundo líder más
popular en Irak, seguido del Gran Ayatola Ali Sistani, con 1/3 de la población
"apoyándolo fuertemente" y otro tercio "apoyándolo de alguna forma". Otras
encuestas occidentales encuentran el apoyo a las fuerzas ocupantes reflejado en
dígitos sencillos, y lo mismo ocurre con el Consejo de Gobierno que ellos
eligieron.
Pero pondré a un lado a Irak, y pasaré a la "nueva gran estrategia imperial" que
iba a ser puesta en marcha con la conquista de Irak, y las doctrinas y visiones
que subyacen en ella. La frase "nueva gran estrategia imperial" no es mía.
Procede de una fuente más interesante: « Foreign Affairs », el principal órgano
de prensa del sistema; el órgano de prensa del Consejo de Relaciones Exteriores.
La invasión a Irak fue virtualmente anunciada en septiembre de 2002, junto con
la Estrategia de Seguridad Nacional de la Administración Bush, la cual declaró
la intención de dominar el mundo por un futuro indefinido y de destruir
cualquier desafío potencial a la dominación de los Estados Unidos. A la ONU se
le informó de que esto pudiera ser "relevante" si autorizaba lo que Washington
haría de todos modos, o quizás podría tornarse en una sociedad en debate, como
los instruyó Colin Powell, el moderado de la Administración.
La invasión iba a ser la primera prueba de la nueva doctrina anunciada por el
Consejo de Seguridad Nacional "la cápsula de petri en la cual este experimento
de política al vacío se desarrolló," El diario New York Times informaba que el
experimento fue declarado un gran éxito hace un año.
La doctrina y su puesta en práctica en Irak trajeron protestas sin precedentes
alrededor del mundo, incluyendo a la élite de la política exterior en el país.
En Asuntos Exteriores la "nueva gran estrategia imperial" fue inmediatamente
criticada como una amenaza al mundo y a los Estados Unidos de América. La
crítica de la élite fue notablemente amplia, pero en marcos estrechos: el
principio no es incorrecto, pero el estilo y la puesta en práctica resultan
peligrosos, una amenaza a los intereses estadounidenses.
El alcance básico de la crítica fue captada por Madeleine Albright, también de
Asuntos Exteriores. Ella hizo énfasis en que cada Presidente posee una doctrina
semejante, pero la guarda en su bolsillo trasero, para utilizarla cuando haga
falta. Resulta un error serio golpear a las gentes en la cara con ella, y
ponerla en práctica en un desfachatado desafío aún con los aliados, dejando solo
al resto del mundo. Sencillamente eso resulta tonto, otro ejemplo de la
peligrosa combinación "arrogancia, ignorancia, e incompetencia."
Albright por supuesto sabía que Clinton tenía una doctrina similar. Como
embajadora de la ONU, había reiterado al Presidente del Consejo de Seguridad el
mensaje de Clinton hacia ellos de que los Estados Unidos actuaría
"multilateralmente en la medida de lo posible pero unilateralmente cuando fuese
necesario." Y después como Secretaria de Estado de Clinton seguramente sabía que
la Casa Blanca había tergiversado el significado en mensajes al Congreso
declarando el derecho al "uso unilateral de la fuerza militar" para defender
intereses vitales, los cuales incluyen : "asegurar acceso sin limitaciones a
mercados claves, suministros de energía y recursos estratégicos" sin siquiera
los pretextos diseñados por Bush y Blair. Tomado al pie de la letra, la doctrina
Clinton resulta más expansiva pero fue emitida tranquilamente, de manera de no
despertar hostilidad. y lo mismo tuvo lugar con su puesta en práctica. Y como
bien destacó Albright, la doctrina cuenta con una larga tradición en los Estados
Unidos- también en cualquier otro lugar, incluyendo precedentes en los que uno
preferiría ni pensar.
Pese a los precedentes, la nueva gran estrategia imperial se consideró como de
gran importancia. Henry Kissinger la describió como una doctrina
"revolucionaria" la cual hacía jirones el orden internacional establecido en el
sistema de la Westfalia del Siglo XVII, y por supuesto, la carta de las Naciones
Unidas y la actual ley internacional, sin que valga la pena mencionarlo. El
nuevo acercamiento revolucionario es correcto, así lo sintió Kissinger, pero él
también previno sobre el estilo y la puesta en práctica. Y le añadió una
cualidad crucial: no debe ser "universalizada." El derecho de agresión a
voluntad (dejando a un lado los eufemismos) se reservaría a los Estados Unidos,
tal vez a selectos clientes. Debemos rechazar enérgicamente lo más elemental de
los truismos morales: medir a los demás con la misma vara que nos medimos a
nosotros.
Otros criticaron la doctrina y su primera prueba en terrenos marcadamente
diferentes. Uno fue Arthur Schlesinger, tal vez el más respetado historiador
estadounidense vivo. Al caer las primeras bombas sobre Bagdad, el recordó las
palabras de Franklin Delano Roosevelt cuando Japón bombardeó Pearl Harbor en
"una fecha que permanecerá viva en la infamia." Ahora son los estadounidenses
quienes viven en la infamia, escribió Schlesinger, en la medida en que su
gobierno seguía el curso del Japón imperial. Añadió que Bush y sus
planificadores habían triunfado en transformar una "ola mundial de simpatía"
hacia los Estados Unidos en una "una ola mundial de odio hacia la arrogancia y
el militarismo estadounidense." Un año después fue mucho peor, según revelaron
las encuestas internacionales. En la región con mayor experiencia en las
políticas estadounidenses, entre las élites latinoamericanas, la oposición hacia
Bush alcanzó el 87% entre los elementos más a favor de los Estados Unidos, 98%
en Brasil y casi tan alto en México. De nuevo un logro impresionante.
Como también se anticipó, la guerra aumentó la amenaza del terror. Especialistas
en el Medio Oriente quienes monitoreaban actitudes en el mundo musulmán estaban
atónitos por el renacimiento de la llamada "Guerra Santa Islámica Mundial," la
cual había estado en decadencia. Aumentó el reclutamiento para las redes de
Al-Qaeda. Irak, que no tenía lazo alguno anterior con el terror devino en un
"refugio del terrorismo", sufriendo también sus primeros ataques suicidas desde
el Siglo XIII. En el 2003 los ataques suicidas alcanzaron sus niveles más altos
en los tiempos modernos. El año concluyó con un alerta contra el terror, con una
severidad sin precedentes en los Estados Unidos.
En el primer aniversario de la guerra, la Gran Estación Central de Nueva York
estuvo patrullada por policía fuertemente armada, una reacción al atentado de
Madrid, el peor acto terrorista en Europa. Pocos días después, España votó en
contra del gobierno que se había sumado a la guerra contra la voluntad de la
abrumadora mayoría, y por ello, obtuvo grandes elogios por su rol estelar en la
Nueva Europa como la esperanza del futuro; comentaristas occidentales triunfaron
brillantemente en "pasar por alto" que el criterio para la condición de miembro
(membresía) en la Nueva Europa era la voluntad para echar a un lado la voluntad
popular y seguir órdenes desde Crawford, Texas.
Un año después, España fue amargamente condenada por aquietar al terror mediante
la retirada de sus tropas de Irak, a menos que lo hiciera bajo la autoridad de
la ONU. Los comentaristas dejaron de destacar que ésta es esencialmente la
posición del 70% de los estadounidenses, quienes apelan a la ONU para que ésta
vaya al frente en la seguridad, en la reconstrucción económica y en el trabajo
con los iraquíes con vistas a establecer un gobierno democrático. Pero tales
hechos apenas resultan conocidos, y los mismos no figuran en la agenda
electoral, otro ejemplo ilustrativo de las " credenciales democráticas."
Ahora mismo existe un curioso espectáculo emprendido entre los comentaristas
occidentales, quienes debaten de manera solemne si en la Administración Bush
bajaron de categoría la "guerra del terror" en favor de las ambiciones de la
misma en Irak. El único aspecto sorprendente de las revelaciones de los antiguos
funcionarios de la administración Bush, que provocó el debate, es que cualquiera
los encuentra sorprendentes cuando está tan claro que al invadir Irak la
administración hizo eso mismo: aumentar a sabiendas la amenaza del terror para
alcanzar sus objetivos en Irak.
Pero aún sin esta dramática demostración de prioridades, las conclusiones
debieran ser obvias. Desde el punto de vista de los planificadores del gobierno,
el ranking de las prioridades es completamente racional. El terror pudiera matar
miles de estadounidenses; ya que eso ha estado claro desde el intento por parte
de combatientes de la yijad islámica, entrenados por los Estados Unidos, de
volar el Centro de Comercio Mundial en 1993.
Pero ello no resulta muy importante en comparación con establecer las primeras
bases militares seguras en un estado dependiente como cliente en el corazón de
las mayores reservas mundiales de energía - "una estupenda fuente de poder
estratégico" y un incomparable "premio en metálico," tal y como reconocieron
altos fucionarios en la década de 1940, si es que no lo hicieron antes. Zbigniew
Brzezinski escribe "el rol de la seguridad estadounidense en la región" - en un
Inglés sencillo, su dominio militar - "ofrece una palanca indirecta pero
políticamente crítica en las economías asiáticas y europeas que son también
dependientes de las exportaciones de energía de la región."
Como bien sabe Brzezinski, la preocupación de que Europa y Asia pudieran variar
su curso hacia la independencia resulta un problema medular dentro del dominio
mundial actual, y ha sido una preocupación fundamental por muchos años.
Cincuenta años atrás, George Kennan, el planificador principal, observó que el
control de la estupenda fuente de poder estratégico le concedía a los Estados
Unidos el "poder del veto" sobre lo que pudieran hacer sus rivales.
Treinta años atrás, Europa celebraba el Año de Europa, en reconocimiento a su
recuperación de los tiempos de la guerra. Henry Kissinger pronunció un discurso
del " Año de Europa " en el cual recordaba a sus subordinados europeos que su
responsabilidad es hacia sus "responsabilidades regionales" dentro del "marco
del órden total" administrado por los Estados Unidos de América. Hoy día los
problemas son más severos, extendiéndose hacia la dinámica región del Noreste
Asiático. El control del Golfo y del Asia Central se torna, en consecuencia, más
importante. La importancia se incrementa por la esperanza de que el Golfo
desempeñará un rol aún más prominente en la producción de energía mundial en las
próximas décadas. El apoyo estadounidense y del Reino Unido hacia crueles
dictaduras en Asia Central y el control sobre los oleoductos continuará por
parte de aquellos cuya supervisión es parte del "gran juego" renovado.