Latinoamérica
|
Historias de guerra sucia
El regreso de los Trizano
Pedro Cayuqueo
Azkintuwe Noticias
"En una sociedad, los ciudadanos renuncian a su derecho de la autodefensa,
porque se la entregan al Estado... Sin embargo, cuando éste en el hecho no me la
brinda y me deja en una situación de indefensión, indirectamente me está
invitando a la justicia por mano propia". Las palabras anteriores no pertenecen
al belicoso presidente del Consorcio Agrícola del Sur, Manuel Riesco. Tampoco a
cualquier iletrado dueño de fundo. Pertenecen a Juan Agustín Figueroa, un ex
ministro de Estado, miembro del Tribunal Constitucional, Presidente de la
Fundación Pablo Neruda y, además, reconocido concertacionista.
Hace un par de años, en el marco de la reforma procesal penal que impera en la
IX Región y en un juicio oral calificado como "histórico", dos líderes mapuches
acusados de quemar la hacienda patronal de su fundo, habían sido declarados
finalmente inocentes por un trio de jueces en la ciudad de Angol. Según el
Ministerio Público, los lonkos Pascual Pichún y Aniceto Norín, eran responsables
del atentado contra el fundo Nancahue de Traiguén. Tras semanas de juicio oral,
los jueces decretaron sin embargo su inocencia, en base a la debilidad de las
pruebas presentadas por los querellantes. Y Figueroa, abogado influyente y de
prestigio entre sus pares, no estaba para diplomacias de ningún tipo.
Sus declaraciones formaban parte de una entrevista publicada por El Mercurio en
su edición del 14 de abril del año 2003. En ella, Figueroa desahogaba sus penas
respecto de una derrota en tribunales que no dudaba en calificar como un "error"
de los jueces. Declaraba además su ferviente apoyo a la aplicación de la Ley
Antiterrorista en el marco del conflicto mapuche –una ley a la cual se opuso
tenazmente bajo el régimen militar de Pinochet por considerarla "autoritaria"-,
calificaba la situación en la zona sur como un verdadero Far West y, además,
reconocía abiertamente la legitimidad de los latifundistas sureños de hacer uso
de la autodefensa cuando la justicia ordinaria simplemente no funcionaba.
Agustín Figueroa es un amante del derecho y la legalidad. Sin embargo y quizás
sin proponérselo, sellaba con sus declaraciones un pacto de agresión que hoy
vuelve a resurgir con fuerza en La Araucanía, tras el último atentado
incendiario que redujo a escombros el pasado 9 de junio la casa patronal del
Fundo Santa Margarita, propiedad del agricultor Jorge Luchsinger y que –según
denuncian comunidades y organizaciones mapuche- tendría el sello característico
de las acciones del Comando Hernán Trizano. El mismo que surgió el año 2001,
conformado por propietarios agrícolas de Traiguén, Victoria y Collipulli, y que
el pasado 11 de junio anunció su reaparición en los campos de La Araucanía, por
medio de una llamada anónima a la Redacción del Diario Austral de Temuco.
I
A COMIENZOS DEL SIGLO XX y tras concluir las campañas militares de ocupación del
territorio mapuche, el caos y la anarquía se tomaron por asalto las tierras de
La Frontera. Bandoleros chilenos, por un lado, y parcialidades mapuches que se
resistían a la invasión de su territorio, por el otro, transformaron los
"fértiles" campos del sur recién colonizados en un verdadero y peligroso Far
West. Para remediar esta situación, el gobierno encargó al oficial de ejército
Hernán Trizano la creación de un cuerpo de policía rural, que años más tarde
sólo sería recordado por el apellido de su tristemente célebre progenitor: "Los
Trizanos".
Integrado por ex militares, colonos, agricultores y una entusiasta corte de
mercenarios sin dios ni ley, el ejército paramilitar de Hernán Trizano azolaría
por 15 años los campos de La Araucanía, dejando tras de si una estela de
cruentos asesinatos que sólo terminaron cuando las autoridades comprendieron que
el remedio había resultado mucho peor que la enfermedad. Actualmente, un
monolito levantado en la céntrica Avenida Balmaceda de Angol recuerda para las
nuevas generaciones de mallequinos su increíble historia. Sin embargo, también
hay quienes gustan de recordarlo más allá de la frialdad de los monumentos
oficiales.
"Estamos dispuestos a empezar una represalia contra los señores indígenas, en
defensa de los agricultores, las forestales y las empresas hidroeléctricas… En
vista que el Gobierno no ha hecho absolutamente nada para detener a los
comuneros violentistas ni ha garantizado la seguridad de los agricultores, el
movimiento va ha intervenir en los próximos días para contrarrestar los acciones
terroristas de ciertos grupos indígenas… Con este anuncio empieza a funcionar el
Comando Hernán Trizano y todas las actividades que realice desde hoy en
adelante, junto con adjudicárselas, se van a dar a conocer oportunamente a los
medios de comunicación", precisaba un escueto comunicado hecho llegar con fecha
10 de junio de 2001 al reportero de la radio Los Colonos de Victoria, Manuel
Burgos.
Para gusto de los empresarios sureños, la belicosa pluma de los paramilitares
del Trizano no solo disparaba contra los rebeldes mapuche. "El Gobierno ha
adoptado la política del avestruz, minimizando o ignorando hechos que todos
conocen, pero con un Ministro del Interior con su cabeza escondida, que es sordo
a los clamores del sector agrícola, que ve como día a día, aumentan las
tropelías y los derechos establecidos en la Constitución son atropellados. Al
parecer, 450 ó 500 actos de violencia donde han quemado casas, galpones,
maquinaria, no son delito… En virtud de esto, ya comunicamos nuestra
constitución, para ir en apoyo de los que son atropellados, tenemos los medios y
la gente en la Octava y Novena Regiones y no trepidaremos en efectuar ajustes de
cuentas contra los terroristas mapuche, chilenos y extranjeros, que apoyan esta
subversión", señalaban los paras mallequinos.
La aparición de Los Trizano no dejó indiferente a las comunidades mapuche. Sin
embargo y a pesar de existir denuncias previas sobre la existencia de guardias
armados en algunas zonas de conflicto, la posición del gobierno fue bajarle el
perfil al anuncio, desentendiéndose incluso de aquellas denuncias que numerosos
parlamentarios –la mayoría miembros de la propia Concertación- comenzaron a
realizar de manera pública en torno a estos hechos. "El gobierno no tiene hasta
ahora evidencia de que existen grupos terroristas o armados. El tema indígena
tiene varias facetas, cultura, tierras y desarrollo, entre otros. Yo, como
ministro encargado de los temas de seguridad pública, les puedo asegurar que
nosotros no tenemos la evidencia de la existencia de tales grupos".
La declaración, realizada por el entonces ministro del Interior, José Miguel
Insulza, en momentos en que arreciaban en el sur las amenazas reivindicadas por
el Comando Hernán Trizano, caería como un verdadero balde de agua fría en la
cabeza de distintos sectores vinculados al conflicto. Si bien desde la aparición
del Comando Trizano diversas comunidades, organismos de derechos humanos e
incluso parlamentarios habían exigido majaderamente al gobierno la aplicación de
la Ley de Seguridad Interior del Estado en contra de este tipo de agrupaciones,
la medida sería rechazada una y otra vez por las autoridades argumentando que no
existían "hechos" ni "evidencias" concretas que confirmaran la existencia real
de tal comando paramilitar.
Por cierto, el evidente doble estándar de las autoridades – que ante cualquier
solicitud similar de los empresarios forestales o agrícolas en contra de los
mapuche destacaban por su rapidez y diligencia- terminó creando divisiones
incluso al interior de las propias filas de gobierno. Y una de las primeras
bajas frente al discurso oficial de La Moneda serían aquellos parlamentarios
cercanos al tema indígena o bien representantes de la zona donde el Comando
Trizano comenzaba precisamente a hacer de las suyas con sus operaciones de
amedrentamiento colectivo.
"La aparición del movimiento Hernán Trizano no es un rumor, es una realidad en
la zona sur del país, tan real como cuando el año 1999 denunciamos junto al
diputado Eugenio Tuma la existencia de otros grupos paramilitares aparentando
ser guar-dias forestales y que cometían infinidad de atentados para inculpar
luego a comunidades mapuche", señalaría tajante el diputado y presidente del PPD,
Guido Girardi, ante las reiteradas negativas del gobierno a encarar de manera
responsable el tema.
Roberto Muñoz Barra, senador del PPD, tampoco pudo guardar silencio respecto de
una situación a todas luces evidente al menos al interior de su distrito
Araucanía Norte. "Luego de 8 años resulta indiscutible que la política frente a
los conflictos mapuche ha sido mirada como algo no trascendente. Según mi
opinión, no resulta descabellado sino más bien a todas luces posible que en una
zona donde han existido en el pasado movimientos radicalizados de derecha, como
la Brigada Rolando Matus o importantes personajes de Patria y Libertad, puedan
organizarse grupos armados que pretendan responder por la fuerza ante las
demandas mapuche, más aun si ya existe un anuncio oficial de la creación de una
brigada Hernán Trizano", señalaba el parlamentario a la prensa por aquellos
días.
Por cierto, sus palabras no eran antojadizas. Conocedor como pocos de La
Araucanía y de la idiosincrasia de sus colonizadores, en su retina estaban aún
las imágenes de aquel masivo grupo de agricultores llegando armados y a bordo de
potentes camionetas 4x4 a un fundo de Malleco, en solidaridad con uno de sus
pares víctima reciente de un atentado incendiario. La polémica e improvisada
reunión, desarrollada en el mismo predio siniestrado y que contó con la
participación de más de 50 productores agrícolas de la región, había tenido
lugar el 8 de junio del 2001 –tan sólo cuatro meses antes de la aparición del
Comando Trizano en la misma zona- y tenía como supuesto objetivo solidarizar con
Daniel Lichtenberg Rilling, propietario del Fundo "El Temo" de Victoria y cuyas
tierras estaban siendo reclamadas por miembros de la comunidad mapuche Domingo
Trangol.
"Todo parece indicar que a los agricultores de la Provincia de Malleco se les
acabó la paciencia, están decididos a armarse para evitar ser atacados por
comunidades mapuche aledañas a sus predios" señalaba el Diario Austral de Temuco
en una nota publicada el 13 de junio. Razones para pensar aquello no le faltaban
al vocero del empresariado agrícola sureño. Gran parte de los asistentes
llegaron a la reunión en veloces todo terreno, vestidos con ropas de camuflaje y
exhibiendo amenazantes ante la prensa sus escopetas y revólveres con las cuales
aseguraban estar dispuestos a defender sus tierras ante cualquier otro ataque
similar. "Se acabó la fiesta de los señores indígenas", declararía incluso uno
de los asistentes ante un asombrado y joven periodista en práctica que
difícilmente podía creer lo que estaba observando aquel día.
No faltaría por cierto en la cita la presencia del Presidente del Consorcio
Agrícola del Sur y de la Sociedad de Fomento Agrícola (SOFO) Manuel Riesco,
quien aprovechando la tribuna facilitada por el Diario Austral, enviaría un
claro mensaje de advertencia al gobierno. "Por suerte Lichtenberg no disparó,
porque andaba armado cuando ocurrió el ataque. Tuvo el tino de no disparar, pero
esa cuestión no sé cuántas veces se va a poder contar, se están exacerbando los
ánimos y a la larga esto va a complicar más las cosas y va a terminar mal",
señalaría Riesco en una polémica declaración que -para muchos entendidos
desnudaba como ninguna otra el verdadero objetivo de la reunión convocada en
Victoria. Esto es, la realización de una clara demostración de fuerza frente a
las autoridades del gobierno. Un verdadero "Ejercicio de Enlace" pero en versión
latifundista y patronal.
Sin embargo y a pesa de existir este tipo de hechos, las denuncias realizadas
por el diputado Girardi y el senador Muñoz Barra no tuvieron mayor eco en los
pasillos de La Moneda. Para el círculo de hierro del presidente Lagos,
encabezado por el ministro Insulza, hablar de grupos paramilitares, sean estos
de extrema izquierda o de derecha, sólo significaba retrotraer al presente un
escenario de confrontación política preferible de olvidar en un país que
avanzaba hacia su definitiva "reconciliación" nacional. El surgimiento de grupos
paramilitares en La Araucanía debía ser por tanto sólo una fantasía de sujetos
"alarmistas" o a lo más informaciones falsas e imprecisas publicadas por
pasquines sureños de "dudosa" reputación.
Bajo esta lógica, cualquiera que argumentase lo contrario sólo estaría cayendo
en el juego sucio de la derecha y los "poderes fácticos", es decir, en el juego
de aquellos sectores políticos interesados en crear un clima ficticio de
inestabilidad para perjudicar la gestión del presidente Lagos. Huelga destacar
lo rápido que asumieron esta posición oficial tanto Girardi como Muñoz Barra,
quienes una vez llamados a terreno por La Moneda desistieron de continuar
investigando el tema y optaron por guardar religiosamente sus denuncias para
mejores (o peores) tiempos.
Tras el silencio de los parlamentarios, tanto las denuncias por parte de las
comunidades mapuche, como las declaraciones de los agricultores de armarse para
defender sus predios, continuaron. Pero la percepción de las autoridades sobre
la existencia del Comando Trizano no variaría un ápice. Mas tarde y a pesar de
ser conocidas públicamente ya no las primeras amenazas sino más bien los
primeros atentados en contra de connotados dirigentes mapuche, la posición
gubernamental continuó siendo el bajar el perfil de los hechos.
II
"SABEMOS QUE ERES un socialista recalcitrante y amargado, cuídate y acuérdate
que tu tienes familia. Lo que estas publicando en tu pasquín son puras mentiras
y dañan la imagen de una zona de trabajo y empuje. Te estamos vigilando.
Cuídate, no toques lo forestal por que te costará muy caro". Cuando Daniel
Salinas, periodista y director del diario Renacer de Angol, leyó este correo
electrónico no le asignó mayor importancia. La amenazante nota la firmaba una
supuesta agrupación paramilitar y Salinas sólo atinó a pensar que se trataba de
una broma de mal gusto. Hacia poco había publicado en su diario de circulación
local un extenso reportaje sobre el negativo impacto de las forestales en
territorio mapuche, pero nada que ameritara este tipo de sobre reacciones.
Semanas más tarde, cuando notó que automóviles desconocidos le seguían y varias
llamadas anónimas eran recibidas en su propia casa, Salinas comprendió que no se
trataba de simples bromistas. Con fecha 13 de marzo -y ante la concurrencia de
nuevos actos de hostigamiento en su contra-, el periodista decidió hacer
finalmente público lo que hasta entonces se ventilaba sólo al nivel de sus más
cercanos, los tribunales de justicia y la Policía de Investigaciones. Es decir,
las amenazas de muerte contra él y su familia a través de correos electrónicos y
llamadas telefónicas, los seguimientos vehiculares y las filmaciones por parte
de civiles miembros del recién formado grupo paramilitar mallequino, "Los
Cuchillos del Sur".
Aquel año, un fiscal del Ministerio Público de Angol en conjunto con una unidad
especial de la Policía civil tuvieron a su cargo la investigación de los hechos,
según reconoció entonces el propio Gobernador de Malleco, Mario Venegas. Sin
embargo, jamás se logró dar con la identidad de los miembros de dicha agrupación
paramilitar y la causa fue finalmente cerrada sin dar con los responsables de
las llamadas intimidatorias. Nada raro, en todo caso. Un año antes, durante el
transcurso del mes de abril del año 2002, una investigación judicial tendiente a
identificar a los autores de sendas amenazas de muerte en contra de varios
dirigentes mapuche de la misma zona de Malleco también había finalizado sin
ningún tipo de resultados.
Mucho tiempo antes, una petición ante la justicia tendiente a lograr se
investigase el surgimiento de grupos paramilitares por parte del abogado y
diputado por la VIII Región, Alejandro Navarro, había desembocado en la
designación del fiscal de Victoria, Héctor Leiva como primer encargado de dicha
tarea. Para la presentación judicial -realizada el 14 de febrero de 2001 ante la
Fiscal Regional, Esmirna Vidal-, el parlamentario se había basado en el artículo
"La Intifada Mapuche" aparecido con fecha 4 de febrero en El Mercurio y que
consignaba polémicas declaraciones de dueños de fundos en las que aseguraban
estarse armando para hacer frente a los "hostigamientos" de comunidades mapuche.
"Creemos que las declaraciones hechas por agricultores de la IX, en las que se
menciona que están creando grupos de autodefensa y que sólo por un milago no han
muerto indígenas a consecuencia de disparos con armas de fuego, constituyen
suficientes argumentos para presentar una denuncia de este tipo", explicaría
Navarro. Para más adelante agregar, "acá hay asociación ilícita, amenazas y
porte y tenencia ilegal de armas. Incluso, se han organizado grupos al margen de
la ley, y la ley de Seguridad del Estado es clara y penaliza a quienes se
asociaren para sustituir las facultades de las fuerzas de orden público. La
propiedad privada la resguarda Carabineros e Investigaciones de Chile, no hay
otra institución o grupo que pueda hacerlo. Los que lo hacen actúan al margen de
la ley".
Pero no solo eso. En el documento judicial también se mencionaba a personas,
autoridades políticas y del sector agrícola en la IX Región con nombre y
apellido como los verdaderos responsables del clima de beligerancia existente al
interior de las filas del agro sureño. "Manuel Riesco, Andrés Santa Cruz,
Francisco Prat y Federico Rioseco, todos ellos dirigentes de asociaciones
agrícolas, han coincidido en la necesidad de que los agricultores se organicen.
Este llamado a la autodefensa, consideramos, ha pasado a hechos concretos y no
se queda sólo en el plano del discurso", añadía el diputado del PS.
Sin embargo y a pesar de la contundencia de los antecedentes presentados por el
parlamentario junto al dirigente Aucán Huilcamán y el abogado Rodrigo Lillo, el
fiscal Héctor Leiva no logró finalmente mayores avances en su investigación.
Esto a pesar de contar con un equipo especial de la Dirección de Inteligencia de
Carabineros (Dipolcar) asignados al caso y de haber citado a declarar a su
despacho a decenas de agricultores de las comunas de Victoria y Traiguén.
LEER REPORTAJE COMPLETO http://www.nodo50.org/azkintuwe/edicion14_5.htm