Pueblos Originarios |
Mapuches: Identidad y resistencia de siglos
Homar Garcés
La publicación "Mundo Indígena 2010", informe anual auspiciado por el Grupo
Internacional de Trabajo Sobre Asuntos Indígenas (conocido como IWGIA por sus
siglas en inglés) da cuenta del progreso de las reivindicaciones de los pueblos
indígenas a nivel mundial, en especial lo relativo al respeto de su identidad
cultural y sus derechos sobre las tierras que han ocupado secularmente y que hoy
son ambicionadas por las corporaciones transnacionales debido a las diversas
riquezas naturales que contienen, contando para ello con la complicidad de
algunos gobiernos que secundan el neoliberalismo económico.
Esto hace parte de lo establecido en la Declaración de las Naciones Unidas sobre
los Derechos de los Pueblos Indígenas aunque se observa todavía un abismo entre
las Constituciones y las leyes aprobadas y su puesta en práctica, puesto que el
derecho de los pueblos indígenas es echado a un lado en función de los intereses
económicos de los no indígenas, sean estos criollos o extranjeros, sobre todo
cuando se requiere la aprobación indígena para explotar los ricos yacimientos
existentes en su territorio.
En la realidad actual latinoamericana resaltan las luchas y denuncias de los
pueblos originarios de Chile y Venezuela, los mapuches y los yukpas, los cuales
han tenido que enfrentar de forma asimétrica la institucionalidad y la
legislación de sus respectivas naciones, a pesar de tener a su favor todos los
derechos inherentes a un sistema democrático. A ello habría que agregarle la
lucha emprendida en 1994 por los indígenas de Chiapas, en México, pertenecientes
al Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), al igual que la de sus
hermanos de Guatemala, Ecuador y Bolivia, quienes han tenido un papel de
importancia en procesos políticos que delinean -de una u otra forma- situaciones
nuevas en dichos países, gracias a los cuales han alcanzado el reconocimiento de
algunos de sus derechos ancestrales.
En el caso de los mapuches, el Estado chileno les ha conculcado tales derechos
desde hace mucho tiempo. De ahí que ellos exijan la restitución de sus tierras,
el control de las deforestaciones por parte de algunas empresas hidroeléctricas
y forestales, además, de la ratificación del Convenio 169 de la Organización
Internacional del Trabajo (OIT). Todo lo cual le da características únicas a sus
luchas, tomando en cuenta que el reino de España habría reconocido el 6 de enero
de 1641 la independencia del territorio conocido como Wellmapu, perteneciente al
pueblo mapuche, mediante el Tratado Killin (o Quillin), siendo el río Bio-Bio la
frontera natural entre ambos; sin embargo, los gobiernos republicanos han
desconocido su vigencia.
Como antes frente a España, los mapuches mantienen hoy frente a las autoridades
chilenas el respeto a su identidad cultural y autodeterminación, siendo ésta una
demanda histórica y permanente. Al mismo tiempo, demandan no se les aplique una
ley antiterrorista legada por la dictadura pinochetista, la cual permite que se
les someta simultáneamente a la justicia militar y a la civil.
Para los mapuches ("la gente de la tierra"), al igual que para otros de los
pueblos originarios de nuestra América, la tierra es la base fundamental de su
cultura. Aunque una mayoría de ellos vive hoy en ciudades, empujados por las
diferentes medidas gubernamentales en su contra, mantienen una resistencia tenaz
contra quienes promueven su desaparición a través de la transculturización, el
hostigamiento estatal y el desalojo forzoso de sus tierras.
Siendo acusados de terrorismo por actos de protesta o demanda social, los
mapuches son víctimas también del uso de una violencia institucionalizada que
incluye la tortura, en una abierta violación de los derechos humanos, todo lo
cual constituye una absoluta injusticia contra quienes son considerados como
ciudadanos de segunda clase en el seno de la sociedad chilena, tan preciada de
ser democrática y moderna.