"El modelo chileno ha empobrecido a las comunidades locales"
Nancy Yañez, Abogada
La abogada lanzó, junto al geógrafo Raúl Molina,
la investigación "La gran minería y el derecho de los indígenas en el norte de
Chile", que concluye que las políticas públicas, económicas e incluso judiciales
están hechas a la medida de las grandes compañías. Bajo esa premisa, las
comunidades indígenas, su patrimonio cultural y sus ecosistemas los grandes
damnificados de un paradigma que ve los recursos naturales como commodities y
que puede colapsar del mismo modo que la industria salmonera.
Claudia Urquieta www.elmostrador.cl
Algo
así como David y Goliat. Con la diferencia que la situación que describe el
libro "La gran minería y los derechos de los indígenas en el norte de Chile",
permite concluir que los grandes beneficiados con las políticas económicas y con
el Sistema de Evaluación de Impacto Ambiental (SEIA) no son los más débiles.
Luego de varios años de investigación, la abogada Nancy Yáñez y el geógrafo Raúl
Molina, de El Observatorio Ciudadano, lanzaron el miércoles pasado un texto que
sistematiza los casos y diagnostica los impactos de la gran minería en los
territorios indígenas. Conflictos en los que son las grandes empresas las que
llevan las de ganar, amparadas en el concepto de tratar los recursos naturales
como una mercancía. Especialmente el agua.
Esta fórmula se ha instalado gracias a la Constitución del 80' y las reformas
que han seguido en la misma línea durante los gobiernos de la Concertación, amén
de los Tratados de Libre Comercio (TLC) firmados por el país, donde no se
excluye este recurso del mercado de bienes y servicios.
Según explica Yáñez, Chile es el país que va a la vanguardia en esto, ya que
desde la perspectiva de la política económica el agua está al servicio de los
procesos productivos industriales. Lo que choca con la realidad de las culturas
indígenas y los ecosistemas donde viven.
Pero también ha contribuido a la desprotección de las comunidades autóctonas la
delegación que el Estado ha instaurado en los conflictos "entre privados". Y en
la falta de estándares legales y pisos mínimos en que deberían darse los
procesos de negociación y participación de proyectos mineros en estos
territorios.
-Según lo que observaron ¿cuáles son las mayores falencias del sistema que juega
en contra de los derechos de los pueblos indígenas?
-Lamentablemente, en Chile los controles ambientales se han ido flexibilizando y
lo que ha demostrado esta investigación es que en general la participación
ciudadana que se lleva adelante en el marco del Sistema de Evaluación de Impacto
Ambiental (SEIA) no constituye un mecanismo de consulta apropiado para recabar
el consentimiento de las comunidades. Por el contrario, en la mayoría de los
casos -con la sola excepción de Pampa Colorada-, los proyectos se llevan
adelante en contra de la voluntad expresa de las comunidades.
-¿Y qué rol juega el Estado en esto?
-En ese mismo marco observamos que el Estado ha abandonado su rol regulador, que
es el que le permite ser el gestor del proceso de evaluación de impacto
ambiental. Esto favorece procesos de negociación privados en estos conflictos,
lo que ha dejado la puerta abierta para que las empresas en general intenten
coaptar las voluntades y por esa vía fragmenten los movimientos sociales a
través de los cuales las comunidades se oponen a estos proyectos. Y no son pocos
los casos en que mediante el pago a dirigentes o miembros de la comunidad se
concita la aprobación del proyecto y se generan disputas internas que afectan la
integridad cultural de las comunidades.
-¿Algo así como lo ocurrido con Pascua Lama, en que se habla de la entrega de 60
millones de dólares a particulares para quebrar la oposición al proyecto de
Barrick Gold?
-Sí. En este caso la negociación no se hizo con la comunidad, sino con la junta
de vigilancia, por lo tanto con los agroindustriales del Valle del Huasco. O sea
quienes reciben 60 millones de dólares como producto de eventuales
compensaciones por los daños ambientales futuros son los que tienen mayor
cantidad de derechos de agua en la cuenca del río Huasco, no los pequeños
propietarios agrícolas.
Además, la empresa ha intentado coaptar voluntades individuales al interior de
la comunidad, y ha intervenido los procesos sociales para generar adhesiones a
través del ofrecimiento de proyectos de desarrollo social dependientes del
municipio. E incluso tuvo una participación directa apoyando a la candidata a
alcalde que finalmente salió electa.
-Esto suena como a un pequeño feudo.
-La verdad es que esto se observa en casi todos los territorios mineros. Si hay
algo que constata esta investigación es que ahí donde operan las mineras lo que
se genera es una especie de feudo, donde el Estado se retira para dar paso a
quienes ejecutan estos proyectos y donde apelan a la responsabilidad social
empresarial para resolver las necesidades de las comunidades locales. Y esa
responsabilidad social empresarial en el caso chileno es una que ni siquiera
alcanza niveles mínimos.
-¿Estas prácticas caen en la ilegalidad?
-No. Se ha construido una legalidad que sustenta este modelo. Y está fundada en
la Constitución del ‘80, que sienta las bases de esta fórmula económica que ha
sido perfeccionada a través de las leyes sectoriales, como el Código de Aguas o
el Código de Minería durante la dictadura. Y en los gobiernos de la Concertación
esto se ha ido consolidando a través de reformas.
El subsidio a las mineras
-¿Cómo interpreta que el Estado se repliegue del asunto dejándolo en manos de
las empresas mineras?
-Es grave. Estimamos que la política pública, particularmente la económica, se
ha estructurado sobre la base de generar bienestar a través del crecimiento
económico. Y ha determinado estratégicamente que esto se garantiza por la vía de
poner a disposición del mercado de bienes y servicios los recursos naturales,
que son tratados como commodities o mercancías. Esto, además de flexibilizar los
controles ambientales ha abierto este mercado de bienes a la inversión,
fundamentalmente a la extranjera, con pocas regulaciones. Lo que ha redundado en
un empobrecimiento de las comunidades locales.
-Y las grandes beneficiadas de esto son las mineras.
-Sí. Desde una perspectiva de crecimiento, los beneficios que el modelo chileno
ha otorgado a la gran minería han evidenciado que por la vía de las exenciones
tributarias o de pago de patente, específicamente en el caso del agua -que se
constituye de forma gratuita y perpetua-, finalmente ha subsidiado a las
empresas mineras. Lo que no se condice con lo que éstas reportan a la economía
nacional, si uno considera los impactos que esto viene generando en amplios
territorios, fundamentalmente las economías locales. De hecho, si uno mira la
redistribución del royalty minero la mayoría se concentra en Santiago. Y a la
segunda región, que es la que recibe la mayoría de estos impactos, apenas le
queda un 2 o 3 por ciento de ese dinero.
Minería: la próxima industria del salmón
-¿De qué forma afecta esta situación a los pueblos indígenas?
-En el proceso de desintegración cultural que está generando. De hecho se
observan procesos de despoblamiento por falta de agua. Además, enfrentan
frustración y discriminación, fundamentalmente del Poder Judicial. No se
encuentran en condiciones de igualdad para poder defender sus derechos en
relación con las empresas mineras. Todo esto genera una situación de
desesperanza aprendida. Porque a la larga sienten que el asunto se va a aprobar
sí o sí, por lo que se ven forzados a aceptar las condiciones de negociación que
las empresas les imponen.
-¿Ve voluntad política para lograr cambios en esta realidad?
-No. No obstante la fuerza de los hechos debiera cambiar esta estrategia. Sobre
todo al ver cómo la misma industria por falta de regulaciones termina
comprometida. El caso del salmón es emblemático al respecto y la gran minería
podría ser la próxima industria del salmón. Esto, por cierto, si al cabo de 10
años, con calentamiento global de por medio, no existen aguas en el territorio
chileno que te permitan desarrollarla.