"MIREN COMO NOS HABLAN DEL PARA�SO" |
El Papa que vino del fr�o
Alberto Moncada
La Clave
Es bastante evidente que Karol Wojtyla, elegido Papa un poco por carambola,
consider� su principal misi�n acabar con el comunismo de cuya geograf�a
proced�a. No solo lo dijo en abundantes ocasiones sino que utiliz� los servicios
secretos vaticanos y esos mecanismos bancarios tan tortuosos que posee la
Iglesia, para financiar el sindicato polaco Solidaridad. La contundencia con la
que se aplic� a esa tarea contamin� su misi�n pastoral, por ejemplo al condenar
con tanta fiereza como escaso an�lisis la teolog�a de la Liberaci�n.
Es conocida la dureza con la que se produjo con el obispo de El Salvador,
Monse�or Romero, neg�ndose a recibirle en privado y ech�ndole una bronca en
p�blico cuando Romero aprovech� una audiencia general para entregarle documentos
e intentar contarle lo que estaba pasando en su pa�s. "Usted lo que tiene que
hacer es llevarse bien con sus autoridades civiles", le dijo y cancel�
abruptamente el encuentro. Meses despu�s Monse�or Romero fue asesinado como lo
fueron los jesuitas de la Universidad Cat�lica, con la connivencia de aquellas
autoridades.
Parecidas an�cdotas cuentan otros eclesi�sticos que quisieron hacerle entender
la unilateralidad de su posici�n cuando fue cancelando los impulsos de apertura
y modernizaci�n del Concilio Vaticano II. Y es que Wojtyla fue hijo de su tiempo
y de su entorno y ten�a unas maneras de gobernar similares a la de los
totalitarismos que condenaba. Su centralismo burocr�tico, sus censuras
doctrinales, su opci�n por los grupos cat�licos m�s populistas y sectarios, Opus
Dei, Legionarios de Cristo, en perjuicio de los m�s cl�sicos y abiertos,
Jesuitas y Dominicos, son consecuencia de ello y se tradujeron en una
neopolitizaci�n de la Iglesia. La reciente condena al gobierno Zapatero
representa b�sicamente la propuesta de regresar a una confesionalidad que el
electorado espa�ol no desea.
Alentados por esa mentalidad, los grupos cat�licos m�s conservadores de Estados
Unidos hicieron causa com�n con sus hom�nimos protestantes para apoyar la
candidatura de Bush y Roma se mostr� particularmente satisfecha por la creaci�n
de una orden de sacerdotes cat�licos con la finalidad de luchar contra el aborto
y la eutanasia. La Orden, "Misioneros del Evangelio de la Vida" fue creada
recientemente en la di�cesis de Amarillo, Texas, por un sacerdote, el padre
Frank Pavone, que se declara dispuesto a utilizarla para actividades tales como
la recluta de votantes, el lobby pol�tico y la intimidaci�n a las cl�nicas donde
se interrumpe legalmente el embarazo.
Porque la mayor intolerancia del pontificado de Wojtyla ha sido su oposici�n a
la nueva interpretaci�n de la sexualidad femenina, hecha posible por la ciencia
moderna. Millones de mujeres se declaran cat�licas, son practicantes pero
controlan su fertilidad y se niegan a que la Iglesia les imponga una moral
sexual que no comparten. En cierto sentido, la oposici�n, reiterada una y otra
vez por el Papa, a los preservativos, a la interrupci�n de los embarazos no
deseados significar�a considerar la maternidad como un castigo a las mujeres
"ligeras de cascos". Su indiferencia a la tragedia del SIDA es un ment�s a su
pretendida opci�n por la vida. En fin, este papa ha deso�do las voces que piden
una mayor participaci�n en el sacerdocio, en el poder eclesi�stico para la mitad
de los creyentes, las mujeres, sin las cuales la evangelizaci�n es hoy
imposible.
Wojtyla desech� el an�lisis y la soluci�n de esas cuestiones para embarcarse en
una operaci�n de "marketing" medi�tico con la que ha intentado crear un carisma
religioso que sin duda satisface a una cierta clase de creyentes pero no a todos
y especialmente no a los m�s ilustrados.
Contradiciendo el recelo anterior de la Curia, Wojtyla fue admirador y protector
del Opus Dei al que concedi� la autonom�a funcional de los obispos
territoriales, la Prelatura personal y la discutida y vertiginosa canonizaci�n
de su Fundador.
Alberto Moncada es presidente de Soci�logos sin fronteras