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"MIREN COMO NOS HABLAN DEL PARAÍSO"



Joseph Ratzinger, nuevo General Manager de la transnacional Vaticano SA

Ramón Pérez Almodóvar
Rebelión

El Consejo de Administración de la transnacional más antigua del mundo, Vaticano SA, acaba de elegir como nuevo General Manager a Joseph Ratzinger, hasta ahora director de una de sus principales divisiones, la Congregación para la Doctrina y la Fe, anteriormente denominada Santa Inquisición. Los 116 miembros que componen el Consejo de Administración gestionan un inmenso capital conseguido a través de unos mil millones de accionistas, la mayor parte nominales.
En el ámbito de las transnacionales capitalistas, Vaticano SA lleva una gran ventaja sobre sus estrictas competidoras: posee un Estado propio. A través del despliegue de sus embajadas, y por la presión social que ejerce el propio Estado, consigue firmar convenios, o concordatos, en ventajosas condiciones para la empresa, como en el caso del Estado español. Esto da la posibilidad a la embajada del Vaticano en España de invertir en sectores fundamentales para la venta de sus productos: posee una cadena de radio, financiada gracias a los fondos que aporta otro Estado, en este caso aconfesional, y está comprando televisiones locales a lo largo de la geografía del Estado para emitir un cadena a través de un marca unificada: Popular Televisión.
Además, posee una extensa cadena de centros educativos donde se adoctrina a los niños en el principal producto de la transnacional (el mensaje divino o propaganda religiosa) y una interminable lista de bienes inmuebles (iglesias, conventos, etc.), normalmente situados en las mejores zonas de las ciudades, con un gran valor en el mercado inmobiliario y que se encarga de restaurar el propio Estado aconfesional, a través de sus diversas administraciones, bajo el pretexto de la conservación del patrimonio histórico.
Sobre otras multinacionales de otros sectores, Vaticano SA posee múltiples ventajas, ya que su principal producto es intangible y se aprovecha del know how de los iniciadores del negocio, en su etapa precapitalista, que hace más de 2.000 años iniciaron la divulgación de un mensaje, dirigido para las mentes de la época, pero que de forma inconcebible para la ciencia ha calado en otras sociedades, a través de la propagación del miedo a la muerte y de las supuestas consecuencias de otro producto intangible asimilado por Vaticano SA: el pecado. Como consecuencia de ello, el anterior General Manager de Vaticano SA, Karol Woijtila, se negó a que sus accionistas africanos utilizaran otro producto del mercado, el condón, lo que ha supuesto la muerte de millones de personas.
La exclusividad que detenta en otro de sus sectores productivos –la designación de santos- permite a Vaticano SA el establecimiento por todo el mundo de centros de ocio donde se venden todo tipo de souvenirs vinculados a su doctrina y al propio santuario.
A lo largo de su dilatada historia, Vaticano SA se ha aliado con las monarquías absolutistas más sangrientas de Europa, así como con las dictaduras más sanguinarias de Europa y de América Latina, especialmente. Como toda transnacional, la cuenta de resultados prevalece sobre cualquier otra consideración o valor. Incluso, se ha dotado de una Banca propia. No obstante, a pesar de estas circunstancias, y debido al gran despliegue mediático que desempeña, la imagen de Vaticano SA no se ha deteriorado demasiado por estas asociaciones con dictadores, que sirven de instrumento para combatir los principales enemigos de Vaticano SA en el mercado: la ciencia y la historia.
El nuevo General Manager, que será vendido en el mercado como Benedicto XVI, declaró un día antes de celebrarse la última reunión del Consejo de Administración: "Vamos hacia una dictadura del relativismo que no reconoce nada como definitivo y tiene como su más alto valor el propio ego y los propios deseos". Como director de la división de la Doctrina y la Fe Ratzinger sancionó a los teólogos de la "teología de la liberación" latinoamericana, que se oponían a las dictaduras que ha apoyado Vaticano SA, y denunció la homosexualidad y los matrimonios gays.
Ratzinger también presionó a los sacerdotes asiáticos que veían a las religiones no cristianas como parte del plan de Dios para la humanidad, ya que asumían una política contraria a la de la transnacional, que puja con sus rivales –menos sofisticados desde el punto de vista del merchandising- por detentar la exclusividad de Dios para proseguir su expansión y aumentar su cuota de mercado.