El estilo, la fortaleza física y espiritual de Juan Pablo II, asociado a la
coyuntura histórica, hizo que fuese el Papa. Esos tres elementos posibilitaron
que Karol Wojtyla fuese la persona que tuvo un gran impacto en la Iglesia
Católica Romana (ICR)y en la vida internacional del siglo pasado.
Peregrino fue un adjetivo bien ganado ya que viajó casi por todo el mundo
afirmando la idea de una ICR universal con un gran talento para usar la
diversidad de los medios de comunicación, especialmente en la televisión donde
estampó su figura paternal en la grey católica romana.
Al ser elegido en 1978 los periodistas se esforzaron para saber como se
escribía su apellido, una evidencia de que era poco conocido más allá de las
fronteras de Polonia. Era Arzobispo de Cracovia y daba la seguridad de
defender las ideas tradicionales en un instante histórico de revisión total de
las disciplinas den pensamiento y de la vida de las instituciones, que se
incluía las iglesias que dependían del Vaticano.
El proveniente de Cracovia se instaló en Roma, transportando su capacidad de
decisión por lo que, sin vacilación, mantuvo las posiciones dogmáticas y de
ética apreciadas por el circuito eclesiástico conservador en temas como, el
criterio de cual es la iglesia verdadera el celibato, rol de la mujer, aborto,
divorcio, homosexualidad, entre otros.
Esa gestión, agregada al nombramiento de obispos y cardenales propicios a su
posición, deja un legado difícil de modificar, si esa fuese la intención del
próximo Papa.
Tuvo otras variantes en sus posiciones sociales, como el caso de la justicia,
evidentemente influenciado que en su juventud vivió la aparición del nazismo,
la fortaleza del comunismo de la Unión Soviética -posterior a la Segunda
Guerra Europea- que se instaló en su país natal.
Sobre ese punto no hay que descartar el simbolismo de elegir un Papa como
Wojtyla en medio de la 'guerra fría' entre EE-UU. Y la URSS. Solo bastaría
recordar su importante rol en la caída del comunismo aunque no solo fue esa su
intervención internacional sino otras -Guerra de las Malvinas, Irak, asuntos
africanos, participación en las Naciones Unidas- que fortaleció el carácter de
Estado del Vaticano.
En lo interreligioso intentó relacionarse con otras religiones guiado por el
tema de la 'reconciliación' tratando de cubrir los siglos de enemistades y
recelos, por ejemplo con el islamismo. Viajó a varios países musulmanes y fue
el primer Papa en entrar -oficialmente- a una mezquita. Algo similar ocurrió
con el judaísmo mientras que en lo 'ecuménico', con otras iglesias cristianas,
siguió lo propuesto por Pablo VI auque dejó sentado cual es la Iglesia
Verdadera, la suya, y con lso Ortodoxos hizo todo lo posible dentro del
panorama Vaticanote querer avanzar geográficamente en los lugares donde se
encuentran las Iglesias Ortodoxas.
Desde este panorama, fugaz, se puede interpretar el sentido de diferenciar
entre la identificación como un gran Papa o como un gran personaje entre los
del siglo XX. Lo segundo tiene un gran peso ya que consideraría que sería el
primer Papa que cruza las fronteras de la ICR para ser reconocido
internacionalmente más allá del catolicismo romano.
El segundo aspecto no tendría casi discusión mientras que el primero tiene
serias críticas dentro de la ICR y de otras confesiones cristianas. Acrecentó
el poder vertical desde el Vaticano; redujo la tolerancia en las diferencias
con otras iglesias; postergó por décadas temas como el del celibato y el rol
de la mujer; fue intolerante con discusiones relacionadas con la ética, como
las de sexo, eutanasia, aborto.
En esa línea se puede interpretar, con fundamentos, que el papado de Juan
Pablo II fue un proyecto de poder, político-religioso, basado en el doble rol
del Vaticano, Iglesia-Estado, que liquidó la incipiente tendencia democrática
interna que se perfiló desde el Concilio Vaticano II y los defensores del
sistema Conciliar desaparecieron de escena. .
No se puede obviar que ocurrió lo mismo con los obispos defensores de los
DD.HH., los relacionados con los sectores populares y que se ejercitó la
censura y el ostracismo a los Teólogos de la Liberación mientras se dio
espacio y ascenso a sectores fundamentalistas como el Opus Dei. Todo esto muy
bien instrumentado bajo el paraguas del gran carisma de Wojtyla.
De todas formas no debe cargarse todo el peso sobre el Papa Peregrino ya que
no puede olvidarse que ese es un estilo del Vaticano, de la Iglesia Católica
Romana, que encierra diversidad de tendencias en su interior y es hábil en la
práctica del doble juego. No es de fantasía afirmar que dentro de varias
décadas el Vaticano pida perdón por algunas de las cosas hechas en esta
gestión papal, sin mayores rubores, como ocurrió con ex herejes, como el caso
de Lutero.
Wojtyla ha sido un exponente del catolicismo romano con el agregado de ser una
de las personalidades más destacadas del siglo XX. Supo lo que hacía y fue
fiel a sus convicciones y a la institución que presidió.