Masonería y Opus Dei
Charla leída por
el Ven:. H:: Jorge Eliécer Salazar Avenia en la Ten:. Ord:. y de calendario de
la Resp:: Log:: Unión No. 9, Jurisdiccionada a la Serenísima Gran Logia
Nacional de Colombia con Sede en Cartagena el día 1 de agosto de 1999 ).
Referencia histórica
El Opus Dei fue fundado por Josemaría Escrivá de Balaguer en Madrid el 2 de
octubre de 1928, aunque en ese momento solo se llamó la "Obra". Su pretensión
de denominarla "La Obra de Dios " - Opus Dei - sólo se concretó el 14 de
febrero de 1930, cuando dijo que recibió directamente el mensaje desde la
divinidad.
En sus inicios el Opus Dei dirigió sus trabajos a los enfermos de los
hospitales y los pobres, y fue rápidamente extendiéndose a distintas
actividades sociales y económicas. Igualmente en 1930, Escrivá acepta que el
Opus Dei está dirigido también a la mujer y dentro de su membrecía se abre una
categoría especial para las mujeres aunque básicamente está conformada, por
varones, en la medida en que su cúpula de poder y mando está formada por
religiosos y clérigos.
Desde 1933 incursionó en la educación y a través de la Academia DYA comenzó su
trabajo en este campo en Madrid. Como lo dicen sus propios reglamentos, la
misión de la Academia, es la de dar formación religiosa y enseñar el mensaje
del Opus Dei entre la juventud. Este fin esencial en la educación que se
imparte bajo los dictados de la Obra se ha mantenido y reafirmado desde
entonces.
Durante la guerra civil española el Opus Dei fue una avanzada y activísimo
grupo combatiente contra la República Española y a favor del generalísimo
Francisco Franco. Esta colaboración prestada por el Opus Dei al dictador
Español fue tenida en cuenta y compensada posteriormente durante el largo
período de gobierno de la dictadura.
A comienzos de 1940 oficialmente la iglesia católica concedió aprobación al
Opus Dei, a través del Obispado de Madrid. Y en el 1943 a través de la
Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz, se le autorizó para ordenar sus propios
sacerdotes, convirtiéndose así en un tiempo relativamente corto en una
poderosa congregación con capacidad para darse sus propios dirigentes. Los
años finales del decenio de 1940 encuentran radicado en Roma a Escrivá de
Balaguer, en donde mediante una intensa actividad de lo que hoy llamamos
lobby, consiguió que el Vaticano diera la primera aprobación pontificia del
Opus Dei y lo constituyera en Instituto Secular.
En 1950 Pio XII promulgó la aprobación definitiva de la Obra. El Decreto
aprobatorio permitió la aceptación en el Opus Dei de personas casadas y la
asimilación de sacerdotes de otras congregaciones católicas.
En tan sólo 20 años el Opus Dei recorrió un camino que costó años y en
ocasiones siglos a otras congregaciones católicas.
A Finales de los años 50 se inicia la expansión continental a la América
hispana del Opus Dei. Perú, México, Venezuela, Guatemala, Chile, Argentina,
Colombia, Ecuador, Uruguay, Brasil, Paraguay, Bolivia, Puerto Rico, Honduras,
Trinidad Tobago, República Dominicana y Nicaragua, así como también Canadá y
Estados Unidos, y en fin, todos los países centro y sur americanos entrar a
formar parte de los objetivos de la obra de Escrivá de Balaguer. El mismo, o
las más altas autoridades de la congregación visitan los países, promueven la
fundación de colegios y la instalación de capítulos, no sólo en España y
Portugal, sino también en América Latina. Cuando Escrivá de Balaguer fallece,
el 26 de junio de 1.975, el Opus Dei es ya un poderoso brazo de la Iglesia
instalada en el poder o muy cerca de él en los países Hispano Americanos.
Toda la influencia y el poder de la Iglesia Católica se ha puesto a las
órdenes y al servicio del Opus Dei desde su fundación. ¿Qué razones ha habido
para ello ?. Para contestar este interrogante debemos analizar las condiciones
y el momento histórico en que es fundado y mirar, así sea a vuelo de pájaro,
las relaciones entre la Iglesia Católica y la Masonería antes de la creación
del Opus Dei y después de ella.
Masonería e iglesia católica
A pesar de que las relaciones entre la Orden Masónica y la Iglesia Católica
han sido siempre difíciles y cargadas de problemas, no obstante, podemos
establecer tres momentos en ellas: dos períodos puntuales de tensión y
enfrentamiento, el primero, se dio en el siglo XVIII y el segundo, en el siglo
XIX, y un tercer período de serenidad y acercamiento, especialmente de la
Masonería a la Iglesia Católica, que ha sido perpetuado por algunos sectores
fundamentalistas en materia religiosa y de derecha en orientación política.
Rápidamente miremos cada uno de ellos. El Siglo XVIII, ve nacer formalmente la
Masonería con las constituciones de 1722 de los pastores Anderson y
Desaguliers y es una centuria llena de zozobra y persecuciones contra la Orden
Masónica. Realmente, fueron escasos los Gobiernos y los Estados que no
prohibieran la Masonería y las reuniones de Masones. En realidad la Corte de
Roma o la Santa Sede no fueron los primeros ni los únicos en condenar y
prohibir la Masonería. En 1735 lo hicieron los Estados Generales de Holanda;
en 1736, el Consejo de la República y Cantón de Ginebra; en 1737 son la
Francia de Luis XV y el Príncipe Elector de Manheim en el Palatinado, Hamburgo
y Federico I de Suecia en 1738; María Teresa de Austria lo hará en 1743; en
Aviñon. París y Ginebra en 1744; en 1745 el Cantón de Berna, el Consistorio de
Hannover y de Nuevo París, incluso el Gran Sultán de Constantinopla lo hará en
1748; Carlos VII de Nápoles (futuro Carlos II de España), y su hermano
Fernando VI de España en 1741; en 1763 los Magistrados de Danzintg; en 1770 el
Gobernador de la Isla de Madeira y los gobiernos de Berna y Ginebra; en 1784
el Príncipe de Mónaco y el Elector de Baviera Carlos Teodoro; en 1785 , el
Duque de Baden y el Emperador de Austria José II; en 1794 el Emperador de
Alemania Francisco II, el Rey de Cerdeña Víctor Amadeo, y el Emperador Ruso
Pablo I; en 1798 se suma a los perseguidores Guillermo II de Prusia, éstos
solo, para citar los más conocidos. No hubo entonces suelo europeo, donde no
se persiguiera a la Masonería.
Sin embargo, no pueden considerarse todas estas persecuciones como hechos
aislados atribuibles exclusivamente a cada Estado, gobernante o autoridad.
Ellas tienen un hilo conductor que habrá de mostrarse con las prohibiciones y
condenas de los Papas Clemente XII en 1738 y Benedicto XIV en 1751, así como
en el Decreto del Cardenal Firrao para los Estados Pontificios en 1739.
En ese momento los cargos que se le hacen a la Orden Masónica se refieren al
Secreto riguroso con que los Masones se protegían y al juramento que ellos
hacían. Cargos que permitieron aplicarles el derecho, heredado del Imperio
Romano, que consideraba como ilícita, subversiva y un peligro para la
tranquilidad de la religión oficial, el buen orden y la tranquilidad de los
Estados, a toda asociación o grupo autorizado por el Gobierno.
A estos motivos que podrían llamarse de Estado, que tuvo la Roma Antigua para
perseguir a los primeros cristianos, los Papas Clemente XII y Benedicto XIV
agregaron el considerar a los Masones y a sus reuniones como sospechosos de
"herejía", y argumentaron a favor de este criterio el hecho de que los Masones
admitían en sus reuniones a todo tipo de individuos, fueran católicos o no
católicos, y sancionaron con pena de excomunión a los Masones.
Esta drástica medida para combatir la Masonería está claramente establecida en
el Edicto del Secretario de Estado del Vaticano, el Cardenal Firrao,
promulgado el 14 de enero de 1739, en el que se dice " que las reuniones
Masónicas eran no sólo sospechosas de herejía, sino, sobre todo, peligrosas a
la pública tranquilidad y a la seguridad del Estado Eclesiástico, ya que de no
tener materias contrarias a la fe ortodoxa y al Estado y tranquilidad de la
República, no usarían tantos vínculos secretos ". Una consecuencia inmediata y
directa de esta edicto fue la pena de muerte, confiscación de bienes y
demolición de las viviendas de los Masones.
Además, se dio también como resultado del mencionado edicto, la creación del
llamado delito de Masonería, pues en las naciones con gobiernos confesionales,
los Masones fueron perseguidos no por serlo, sino por ofensa a la religión
católica, puesto que estaban excomulgados, fundamentándose el delito de
Masonería en la lesión del Orden religioso católico, y desde el momento que
éste se tenía como base de la Constitución de los Estados católicos, el delito
eclesiástico automáticamente pasaba a concebirse y castigarse como delito
político.
Lo anterior explica por qué en ningún documento del Siglo XVII, incluidas las
bulas de Clemente XII y Benedicto XIV, se prohibe la Masonería en cuanto a
Institución, sino " las reuniones de Masones ", las cuales se señalan con
nombres disímiles en la bula In Eminenti del Papa Clemente XII, como son
Asambleas, Conventículos, Juntas, Agregaciones, Círculos, Reuniones,
Sociedades, etc.
El segundo momento de las relaciones entre la Masonería y la Iglesia Católica
se va a dar en el siglo XIX. Viene marcado este período por la aparición de
las sociedades Americana, primero, y luego de la Revolución Francesa en los
soberanos absolutistas de la Europa del congreso de Viena que no se resignaban
a perder su poder. Situación ésta que va a merecer especial preocupación por
parte de Roma.
Sabido es, que ambas revoluciones van a contar entre sus líderes y víctimas a
muchos Masones e incluso sacerdotes católicos, que se supo, en ese momento,
pertenecían a la Masonería, como es el caso del cura católico Gallot, que fue
más tarde elevado a la condición de beato por la Iglesia Católica . Este papel
preponderante de la Masonería en ese momento histórico creó dos situaciones
diferentes. Por un lado, en los países anglosajones, como Estados Unidos, Gran
Bretaña y países Nórdicos, la Masonería adquirió prestigio social y tuvo
presencia política, inclusive con figuras del clero no católico. Es así como
los Reyes de Inglaterra y Suecia pertenecían a la Masonería en sus respectivos
países y gran parte de los presidentes de Estados Unidos militaban en sus
filas.
En cambio, en los países católicos los ideales de la Masonería, confundidos e
identificados en gran medida con los del liberalismo, suscitaron por parte de
la Iglesia católica y de los gobiernos absolutistas de la época, una dura
reacción contra la Masonería, originada en la conocida unión del Trono y el
altar en defensa de sus respectivos poderes. Esta imagen de la Masonería
Latina Europea fue la que atrajo a los líderes de la revolución
Hispanoamericana, Bolívar, Miranda, San Martín, Santander, etc.
De manera que en los primeros años del siglo XIX el enfrentamiento Masonería -
Iglesia católica va a darse dentro de los marcos de interpretación de las
revoluciones americana y francesa y de las consecuencias surgidas alrededor
del denominado mito del complot Masónico - revolucionario, difundido por el
abate Barruel. Este famoso mito atribuyó a la Masonería, la creación de grupos
de subversión, levantados en armas contra los gobiernos de los Estados, y que
hostilizaban en la lucha armada a la Iglesia Católica, como la renombrada
Carbonería Italiana. La profusión de estas sociedades secretas las atribuyó la
Iglesia a los Masones, evitando así que la Masonería Latina Europea pudiera,
al igual que la anglosajona, evolucionar rápidamente en su crecimiento y
desarrollo.
El Vaticano no desaprovechó la oportunidad para mantener la prohibición y la
condena contra los Masones y sus reuniones, llegándose inclusive a considerar
a la Masonería como una "Sociedad clandestina cuyo fin era conspirar en
detrimento de la iglesia y de los poderes del Estado". En este sentido, se
pronuncian la constitución Ecclesian Christi de 1821, promulgada por el Papa
Pío VII y la Humanum Genus de 1884, dada por León XIII. Pío IX y León XIII en
el ánimo de mantener la confrontación con la Masonería, se refirieron a ella
en sus documentos y alocuciones, en más de 2000 ocasiones.
En este período crítico de las relaciones entre ambas Instituciones, la
Iglesia llegó inclusive a afirmar que la Masonería atacaba "los derechos del
poder sagrado y de la autoridad civil", que "conspiraba contra la Iglesia y el
poder civil", que "atacaba a la iglesia y los poderes legítimos".
En Humanum Genus, León XIII afirma que el último y principal de los intentos
de la Masonería "era el destruir hasta sus fundamentos todo el orden religioso
y civil establecido por el cristianismo, levantando a su manera otro nuevo con
fundamentos y leyes sacadas de las entrañas del naturalismo". Afirma también
que "la secta Masónica tiene empeño en llevar a cabo las teorías de los
naturistas" y que "mucho tiempo ha, que trabaja tenazmente para anular en la
sociedad toda injerencia del magisterio y autoridad de la Iglesia y a este fin
pregona y contiende deberse separar la Iglesia y el Estado, excluyendo así de
las leyes y la administración de la cosa pública el muy saludable influjo de
la religión católica".
Este enfrentamiento originó que en el Congreso Internacional de Trento , se le
diera a la Masonería un trato que llevó a la Orden Masónica de los países
latinos a pregonar y practicar un exacerbado anticlericalismo y laicismo.
El resultado final, ya en los albores el siglo XX, es que el Código de Derecho
Canónico promulgado el 27 de mayo de 1917, después de la muerte de León XIII,
recogió la doctrina jurídica de la iglesia sobre la Masonería, especialmente
las de Pío IX y León XIII. Es así como en el canon 2335 se confirman las
disposiciones pontificias del siglo XIX, precisando la sanción al establecer
que "los que dan su nombre a la secta Masónica o a otras asociaciones del
mismo género, que maquinan contra la Iglesia o contra las potencias civiles
legítimas, incurren ipso facto en excomunión simplemente reservaba a la Sede
Apostólica".
Es precisamente en este período lleno de agrios y duros enfrentamientos entre
la Masonería y la Iglesia Católica,cuando en 1928, Josemaría Escrivá de
Balaguer funda el Opus Dei. Desde su creación la nueva congregación aglutinó a
los miembros más ortodoxos y fundamentalistas del clero católico, quienes
comenzaron su trabajo misional con esos sectores de la feligresía.
En realidad de verdad, La Obra debió ser un propósito que tal vez se anidó en
el ánimo de Escrivá desde mucho antes de 1909 y cuyos orígenes pueden
rastrearse en el primer decenio del siglo, alrededor del periódico El Debate
perteneciente a la escuela del Real Patronato de Santa Isabel, en donde él
ejercía como profesor de Filosofía y de Deontología; o en sus relaciones
estrechas con la Asociación Católica Nacional de Propagandistas, la cual desde
El Debate impulsaba de manera dogmática su creencia religiosa. Esta Asociación
de propagandistas fundada en 1909 por el sacerdote jesuita Ayala, tenía como
fin "formar unas minorías escogidas, compuestas de hombres ' apostólicos '
pertenecientes a las más variadas profesiones sin que tuviesen necesidad de
hacer un voto especial de carácter religioso"; o en sus cercanas relaciones
con Gil Robles fundador de la "Confederación Española de los Derechos
Autónomos" partido político de carácte r religioso.
Todas estas relaciones y amistades con el más crudo sectarismo religioso
español y la violenta derecha hispana, fueron caldo de cultivo del Opus Dei.
Si a esto agregamos el momento histórico en que se da - al que nos hemos
referido antes, es posible entender que el Opus Dei fuera desde sus inicios un
ariete que golpeó de manera sistemática a la Masonería y a los Masones.
Situación que habrá de verse de manera muy especial y concreta en España, en
donde la Masonería fue soporte activo y combatiente a favor de la República,
mientras que la gran mayoría de la Iglesia Católica, especialmente sus más
altas jerarquías, lucharon a favor de las fuerzas de Franco.
Este carácter antimasónico del Opus Dei, enraizado en su mismo nacimiento, va
a generar otra de las características, ésta coincidente con la Masonería, y
fue la de utilizar algunos de los principios filosóficos esenciales de nuestra
Augusta Institución en su ideario religioso, además de que sus miembros se
someten a un rito de iniciación secreto, pero marcando su trabajo social, en
salud y educación, con postulados muy diferentes a los de la Masonería. Es
decir, de alguna manera Josemaría Escrivá, buscó formar una Masonería para los
sectores más recalcitrantes y dogmáticos de la Iglesia Católica.
Esta actitud del fundador del Opus Dei, pretendió atraer también hacia La Obra
y alejar de la Masonería a los sectores más tolerantes del clero católico y de
su feligresía creyente. Este aspecto del Opus Dei, necesariamente tenía que
producir, recrudecer y mantener las diferencias con la Orden, especialmente en
España, México y Brasil.
Creado ya el Opus Dei, se va a presentar el tercer período, cuyo punto de
referencia más importante es la creación del Concilio Vaticano II (1961 -
1965), en cuyas conferencias habrá de darse una tendencia mayoritaria de
aproximación entre la Masonería y la Iglesia Católica. En este sentido, los
Obispos de México, monseñor Sergio Méndez Arceo y de Brasil, el sacerdote
jesuita Riquet, junto con la mayor parte de la Iglesia francesa, holandesa y
escandinava, lideraron este acercamiento.
Uno de los más interesados en que este acercamiento cristalizara, fue el buen
Papa Juan XXIII, quien en 1963 hizo pública la siguiente Oración :
"Señor y Gran Arquitecto :
"Nosotros nos humillamos a tus pies e invocamos tu perdón, por la herejía en
el curso de desconocer en nuestros hermanos Masones, como tus seguidores
predilectos.
"Luchamos siempre contra el libre pensamiento, porque no habíamos comprendido
que el primer deber de una religión, como afirmó El Concilio, consiste en
reconocer hasta el derecho de no creer en Dios.
"Habíamos perseguido a aquéllos que dentro de la propia iglesia habíanse
distanciado inscribiéndose en las Logias, despreciando todas las injurias y
amenazas.
"Habíamos irreflexivamente acreditado que una señal de la Cruz pudiese ser
superior a tres puntos formando una Pirámide.
"Por todos esto nos arrepentimos Señor y con tu perdón, te rogamos, nos hagas
sentir que un Compás sobre un nuevo altar, puede significar tanto como
nuestros viejos Crucifijos. Amén".
En el año de 1974 el Cardenal Seper, prefecto de la Congregación para la
Doctrina de la Fe, admitió públicamente la existencia de Masonerías sin ánimo
de enfrentamiento religioso con la Iglesia Católica y reconocía por primera
vez desde 1738 que la excomunión lanzada hacía dos siglos, era entendible en
medio de los problemas políticos y de luchas religiosas ya superados. Producto
de esta nueva situación, la Iglesia Católica promulgó el 8 de enero de 1983 un
nuevo Código de Derecho Canónico, en el cual el antiguo y drástico canon 2335,
al que ya hice referencia antes, fue sustituido por el canon 1374, en el cual
ya no hay una referencia concreta a la Masonería ni a la excomunión y cuyo
tenor literal es el siguiente: "aquellos que dan sus nombres a asociaciones
que maquinan contra la Iglesia, serán castigados con un pena justa; aquéllos
que las promuevan o dirijan serán castigados con la pena de entredicho".
Este canon resistió todas las presiones de los sectores más ortodoxos de la
Iglesia, entre los cuales destacó por su activísima participación para evitar
que se promulgara, el Opus Dei. No obstante, el Cardenal Ratzinger, actual
prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, cercano al Opus Dei y
su gran defensor en las antesalas del Vaticano, expidió un Declaración sobre
las Asociaciones Masónicas el 27 de noviembre de 1983, en la cual insiste en
la condena y el rechazo a la Masonería y prohibe a las autoridades
eclesiásticas locales, pronunciarse sobre esta Asociación ya que se le
considera inconciliable con la doctrina de la Iglesia. Posteriormente el 23 de
febrero de 1985, ante el poco acatamiento que había tenido dicha Declaración,
el Obsservatore Romano, órgano oficial del Vaticano, publicó un artículo sin
firma denominado "Reflexiones a un Año de la Declaración de la Congregación
para la Doctrina de la Fe. Inconciabilidad entre la Fe Cristiana y la
Masonería". Esta nota es la vuelta a los tiempos inquisitoriales de la
Iglesia, respecto de la Orden Masónica.
Masonería, opus dei y poder
A pesar de ser la Masonería organización
apolítica, uno de los cargos que le hicieron los gobiernos absolutistas y el
Vaticano fue el de ser una asociación que perseguía el poder para derrocar los
gobiernos imperantes, con el fin de instaurar sus propios postulados y
doctrinas, extraídos del más furioso anticlericalismo y laicismo y de las
enseñanzas del naturalismo, en el decir de ellos.
La caída del absolutismo no quiso ser comprendida como una reacción de la
sociedad en general, como en efecto lo fue, sino que en sectores interesados,
la participación de los Masones en los hechos revolucionarios de 1779 y 1781
en América y Francia, fue una confirmación de las actitudes subversivas de la
Masonería.
En los siglos XIX y XX se da el apogeo de los gobiernos laicos como
consecuencia de la separación de la Iglesia y el Estado. Este hecho significó
la pérdida de una gran parte del poder terrenal que la Iglesia Católica
ejercía en Europa y América Latina.
Retomar ese poder perdido ha sido uno de los fines del Opus Dei. Para
conseguirlo, ha trabajado durante más de setenta años, tanto dentro de la
organización de la propia Iglesia como de los gobiernos de España, Portugal e
Hispanoamérica. En este tiempo, brevísimo en comparación con los tres milenios
que ajusta la Iglesia de Roma, su diplomacia se ha adjudicado destacadísimos
logros en uno y otro campo. Se ha convertido en la más importante fuerza
dominante dentro de la curia Romana, contando inclusive con el decidido apoyo
de Juan Pablo II, aunque ello le ha granjeado no pocas resistencias y
oposiciones de otros sectores de la Iglesia igualmente poderosos, que se han
visto desplazados por la Obra. Según el Annuario Pontificio cuenta con 80000
miembros en 80 países de todo el mundo, de los cuales 2000 son sacerdotes. Es
la única diócesis flotante, como prefectura personal, que existe y por lo
tanto no está sometida a ninguna autor idad eclesiástica local y está
gobernada por un prelado general que solo rinde informes al Papa cada cinco
años. Esta situación ha llevado a que grupos de la Curia Romana digan que el
Opus Dei pretende ser una Iglesia dentro de la Iglesia.
De otro lado, el hecho de trabajar en todo el mundo con los jóvenes, le
permite estar en contacto con lo más granado de la inteligencia y del poder
económico de los países. De esta manera, ha conseguido en las naciones
hispanoamericanas, colocarse muy cerca del poder político, cuando no dentro de
él. Así ha orientado muchas de las políticas de gobierno en España, Colombia,
Perú y otros países centro y sur americanos.
Superado el problema eminentemente religioso, que para la Masonería no existe,
se quiere presentar la lucha por el poder como otro factor que no permite la
conciliación de las dos Instituciones. Debido a que el Opus Dei busca ser
pilar ideológico y doctrinario, desde una visión teocrática de los gobiernos,
rechaza por peligrosa la apoliticidad propia de la Masonería.
Conclusiones
Podemos concluir esta breve charla afirmando que :
El Opus Dei es una congregación de carácter religioso, con características de
secta, y, por ende, dogmática, al servicio del fundamentalismo y la ortodoxia
de la Iglesia Católica. La Masonería, por el contrario, es una filosofía,
carente de etiquetas religiosas, filantrópica, ética y apolítica.
El Opus Dei es una Institución Religiosa Católica, con la cual tal vez la
Curia romana está experimentando la posibilidad de recuperar para la religión
el poder político en los Estados.
Aunque el Opus Dei sea una organización que tiene iniciados y ritos
iniciáticos para sus miembros, que comparte con la religión católica los
llamados misterios de la Iglesia, no es en realidad una Masonería, pues se
aparta de muchos de los principios fundamentales de esta Institución.
El Opus Dei busca a través de la práctica religiosa, el poder terrenal para la
Iglesia Católica. Lo cual significaría un retroceso histórico al volver a
confundir el Trono y el Altar bajo una misma fe o credo. La Masonería respeta
toda creencia o práctica política que funcione lícitamente dentro de los
Estados, si bien procura que los afiliados suyos que ejerzan poder político,
lo hagan con observancia de su enseñanza ética, moral y filosófica.
Si bien el acercamiento entre Masonería y Opus Dei es posible, dentro de los
postulados de tolerancia y respeto, esa sola circunstancia no borrará las
discrepancias y diferencias entre las dos Instituciones.
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