País Vasco
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Es la hora de la verdad
Eugenio Etxebeste, «Antton»
El 22 y 23 de marzo de 1989, en Argel, tras treinta horas de acaloradas
discusiones, se alcanzaba un acuerdo de mínimos entre la interlocución del
Gobierno español y la interlocución de la Organización ETA. Un acuerdo
acreditado por el Estado argelino, anfitrión y testigo del mismo. Era el colofón
a dos meses de conversaciones políticas, en un marco de distensión bilateral
decidido por ambas partes.
El acuerdo abordaba en esencia la naturaleza política del conflicto, el
reconocimiento mutuo de las partes beligerantes y el método para afrontarlo y
resolverlo. El nudo gordiano del contencioso histórico entre los estados español
y francés y Euskal Herria, llevado a situaciones límite de enfrentamiento
político-militar, comenzaba a desatarse desde el mismo instante en que ambas
partes convenían en asumir el elemental principio democrático de la solución
política negociada, para dirimirlo y superarlo.
Lamentablemente el espíritu de aquel acuerdo no fue secundado por la letra del
Gobierno del PSOE, gestor por aquel entonces de la política de Estado. Madrid,
con la aquiescencia de París, renegó de lo acordado por su interlocución,
denegando el placet para continuar el proceso de conversaciones. En
consecuencia, invalidó el escenario sin violencias, necesario para pasar a una
nueva y definitiva fase de negociación y resolución política.
Han transcurrido 17 años desde aquel evento. Hoy en día, en idénticas fechas, la
Organización ETA ha tomado la decisión de declarar un alto el fuego permanente.
Pienso que no es fruto de la casualidad. Más bien es brindar a la historia y a
sus protagonistas la nueva oportunidad de empuñar el testigo de aquel espíritu y
reemprender el relevo de la carrera que, algunos no quisieron y otros, en
consecuencia, no pudimos recorrer hasta llegar a la meta de las soluciones
políticas y de la paz.
Argel en 1989 supuso el ensayo de desbloquear una situación de confrontación
político-militar entre los protagonistas directos de la misma, el Gobierno PSOE
gestor del Estado español y ETA.
Lizarra-Garazi, en 1998, supuso el ensayo de superar el bloqueo desde el ámbito
de los agentes políticos, sociales, sindicales en un clima de tregua unilateral
propiciado por ETA.
Han sido dos jalones en el devenir de nuestra nación vasca que no han caído en
saco roto. Subjetiva e interesadamente podrán interpretarse como fracasos, pero
analizados fría y obje- tivamente habrá de reconocerse que han sido experiencias
necesarias e ineludibles para llegar al punto donde nos encontramos.
Sobre esos jalones se han acumulado lecciones, conocimientos, veteranías y, por
qué no decirlo, frustraciones y desilusiones. La izquierda abertzale ha
resistido embates del enemigo y envites del no tan amigo. Sin embargo ha sabido
guardar el equilibrio. La solidez y responsabilidad de nuestras convicciones y
de nuestra voluntad por construir caminos de normalización democrática y de paz
han prevalecido afirmando el norte de la brújula frente a alternativas
liquidacionistas y cantos de sirena estatutistas.
Sufrimos acosos, silencios e incomprensiones en la travesía del desierto
político tras Lizarra-Garazi. Pero supimos llegar a Anoeta, lanzar el irrintzi
Orain Herria, Orain Bakea, y plantar cara al controvertido escenario político,
apostando serena y contundentemente por vías democráticas dirigidas a un proceso
de diálogo, negociación y acuerdo para la resolución definitiva del contencioso.
La clave y las reglas de juego son evidentes. Voz y decisión para el pueblo
vasco, protagonista definitivo e intransferible de su derecho inalienable a
tener pasado, presente y futuro. En otras palabras, reconocimiento de Euskal
Herria como sujeto político y respeto a la voluntad popular, sin injerencias ni
sucedáneos mercantilistas.
La decisión del alto el fuego permanente de ETA es una aportación de calado
político, una iniciativa que avala la creación de un nuevo escenario desde donde
poder afrontar y resolver las causas y efectos del conflicto en coordenadas de
pura confrontación democrática. Sin que sea el final de nada, puede y debe
convertirse en el inicio de todo.
ETA ha colocado su pelota en el cestaño de la cancha. Otros participantes
deberán igualmente colocar las suyas, comenzando por los gobiernos de los
estados español y francés, y continuando por la clase política y agentes
sociales y sindicales del conjunto de Euskal Herria. El partido de pelota habrá
de iniciarse sin trampas en el «material». Deberá cumplir las normas y
metodologías justas para implementar el proceso de resolución en los dos
espacios de diálogo y acuerdo legítimos y reconocidos, es decir, entre ETA y los
estados, y entre los agentes políticos, sociales y sindicales de Euskal Herria.
La última, definitiva y decisoria palabra de todo el proceso deberá venir
refrendada por la voluntad de- terminante del conjunto de la ciudadanía vasca.
Como en nuestro juego nacional, uno de los pocos deportes de competición donde
los adversarios no se enfrentan cara a cara sino cara a la pared, el objetivo
debe centrarse en el frontis. Ya sean dejadas, voleas, pelotas suaves o
pelotazos, el «largo, difícil y duro» partido deberá ventilarse en la delantera
y en la zaga, siempre hacia el objetivo donde se arrancan los tantos, el propio
frontón conformado por los derechos civiles y políticos de Euskal Herria, la
normalización democrática y la paz resultante de todo ello.
La iniciativa de Anoeta y ahora la de ETA abren grandes expectativas en el
panorama político, pero no son en sí mismas panacea de nada. Ha llegado el
momento de que cada cual sea capaz de reflejarse en el espejo de sus vergüenzas,
de sus debilidades o de sus grandezas ante lo que demanda mayoritariamente la
ciudadanía vasca. Es la hora de la madurez, de hacer realidad aquello de que
«sin violencia todo es posible en democracia». Es la hora de que la violencia de
la otra parte declare su «alto el fuego permanente» y desaparezcan los chantajes
políticos, las extorsiones judiciales, las presiones políticas de esa «santa
inquisición» medieval llamada «Audiencia Nacional» y de sus Torquemadas de
turno. Es la hora de acabar con la conculcación y la negación de derechos que
sufre el colectivo de prisioneros/as vascos/as en las cárceles, y el colectivo
represaliado en el exilio y en la deportación. De poner término a las
detenciones arbitrarias y a las torturas en dependencias policiales. De
erradicar la represión salvaje de actividades políticas en el ámbito de la
libertad de expresión, manifestación y huelga. De concluir la ilegalización y la
proscripción de organizaciones y personas en el ejercicio de su legítima opción
política. Es la hora de la verdad sin tapujos.
Sin que sea llegado el momento de volver página, porque todavía no hemos
alcanzado ese estadio ni hemos cimentado ese contexto, habremos de ser honestos
en reconocer que la situación requiere de un punto y aparte, desactivando los
elementos de choque para que vayan aflorando los senderos de aproximación,
confianza, reconocimiento, normalización democrática y voluntaria reconciliación
entre todas las partes que están implicadas.
En el aire flota la interrogante sobre «la vuelta atrás», sobre la consistencia
del paso dado por ETA. En primer lugar, decir que la voluntad de la Organización
ETA ya viene precedida por hechos concretos, no sólo por la experiencia de Argel
y de Lizarra-Garazi, sino también por las treguas parciales de los últimos
tiempos establecidas tanto a nivel de Catalunya como respecto a los cargos
institucionales de los partidos políticos constitucionalistas. En segundo lugar,
y en cualquier caso, decir que para quienes creemos y apostamos por un proceso
de resolución democrático, no es de recibo sembrar estas dudas en la sociedad
vasca o en la sociedad del conjunto del Estado español. Más bien habría que
hablar de «la vuelta adelante», del compromiso que cada cual estamos dispuestos
a llevar a cabo para blindar un proceso que nos lleve a buen puerto y al justo
precio político que entre todos y todas deberemos abonar a la democracia y a los
derechos civiles y políticos de Euskal Herria. Este es el gran desafío
planteado, la madre de todas las batallas, cuya única vencedora habrá de ser esa
gran víctima del contencioso histórico llamada Euskal Herria. Las alforjas de la
izquierda abertzale están prestas para proseguir la larga marcha hacia la
Libertad. La caja de Pandora se ha abierto y confiemos que contenga algo más que
esperanza. La hora de la verdad ha llegado. Aurrera bolie!
* Eugenio Etxebeste, «Antton», es militante de la izquierda abertzale.