País Vasco
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27 de setiembre
La memoria militar es la parte de la memoria colectiva que se centra en el recuerdo de las luchas, resistencias y guerras que ha sostenido un pueblo para asegurar su existencia.
Iñaki Gil de San Vicente
La memoria colectiva abarca más contenido que la memoria militar, es más
extensa y amplia y engloba e integra a la militar, pero sin ésta, sin el
recuerdo de los sacrificios realizados para seguir siendo, la memoria colectiva
pierde algo sustantivo e imprescindible como es el valor de la vida y de la
muerte, del sacrificio asumido consciente- mente, de la decisión libre de
arriesgarlo todo para asegurar algo tan simple como el presente y el futuro. Sea
en el contexto que sea, todo grupo o colectivo con autoconciencia tiende a
guardar la memoria de los sacrificios que ha hecho para subsistir.
Cuando las generaciones posteriores olvidan los momentos cruciales del pasado,
pierden la noción de las situaciones de extremo peligro que han vivido las
generaciones anteriores y las decisiones que tomaron para salir de ellas
enfrentándose a lo peor, entonces, ese colectivo empieza a diluirse en el vacío
de la nada, de la ausencia de referentes para interpretar su presente. Peor aún
es cuando a la generación presente se le impone a la fuerza o por engaño y
mentira, o por ambas, la amnesia histórica, el desconocimiento de lo que se ha
sido. En estos casos, ese colectivo antaño consciente de sí se aliena en simple
rebaño pastoreado por intereses ajenos cuando no opuestos y enemigos.
La conciencia militar de un pueblo es la parte de su conciencia colectiva que
asume el derecho y la necesidad de acudir a la autodefensa en todas sus formas
de realización en las situaciones críticas que estime necesario hacerlo. La
conciencia colectiva abarca más espacios y temáticas que la conciencia militar,
es más amplia y extensa e integra y engloba a la militar, pero sin ésta, sin la
conciencia lúcida y coherente de que en última instancia sólo la autodefensa en
la forma que se estime de plasmación, desde la no violencia y el pacifismo
activo hasta las acciones más duras garantiza la pervivencia presente del
pueblo, la conciencia colectiva deviene en algo espurio, fútil e inservible a
medio y largo plazo.
Una conciencia colectiva que no advierte cuando le pisan por primera vez y que
no responden a la segunda vez, a la tercera será aplastada. La conciencia
militar es la parte de la colectiva que se preocupa especialmente por evitar con
antelación llegar a esas situaciones límites, y que se preocupa en que si no hay
más remedio que llegar a ellas, duren el menor tiempo posible al menor costo
humano posible. Y del mismo modo que la conciencia colectiva ha de mantener
siempre viva su memoria colectiva, también y sobre todo lo ha de hacer la
conciencia militar con respecto a la memoria de los sacrificios realizados en el
pasado, para aprender de ellos y buscar minimizar en lo posible los costos de la
autodefensa en el futuro.
Los asesinatos «ejecuciones» les dicen oficialmente de militantes
revolucionarios vascos y españoles el 27 de setiembre de 1975 son un ejemplo
paradigmático que nos permite desarrollar lo hasta aquí dicho en los siguientes
aspectos: primero, los objetivos por los que lucharon y fueron asesinados siguen
sin ser resueltos ya que atañen a lo esencial de la opresión histórica que
padece nuestro pueblo y, a otro nivel, las clases trabajadoras del Estado
español. Es cierto que el poder ha permitido cambios formales y avances
parciales en algunas cuestiones, pero no en todas y menos aún en las esenciales:
derecho de autodeterminación, territorialidad vasca, respeto de la voluntad
colectiva democráticamente expresada, etc. Quiere esto decir que lo decisivo de
la historia reciente sigue siendo la memoria y la conciencia colectivas sobre la
continuidad de una situación injusta que explica a grandes rasgos los problemas
presentes y la razón última del fracaso de todas las estrategias represivas
aplicadas por el Estado español desde entonces.
Segundo, toda memoria y toda conciencia requieren de un esfuerzo de
actualización y respuesta a los cambios sociales, esfuerzo tanto más necesario
cuanto que el pueblo nacionalmente oprimido ha de responder al Estado que
manipula y falsea la historia, o la niega y prohíbe directamente; pero también
ha de responder a las mentiras de la burguesía colaboracionista interesada en
crear artificialmente una «historia» que justifique su claudicacionismo. Según
esto, el 27 de setiembre fueron «ejecutados» simples jóvenes utópicos e
idealistas, sus reivindicaciones, entonces válidas, han sido ya conquistadas en
lo elemental y por eso ahora hay que rebajar el soberanismo independentista a
esa idea humillante e imposible del «cosoberanismo», mientras que otros incluso
dicen sinceramente que los asesinados fueron justamente «ejecutados». Quiere
esto decir que siempre tenemos que mantener la lucha teórico-política por la
permanencia de la historia, por su intrínseca conexión con los valores
ético-morales, por sus efectos prácticos diarios sobre el presente, es decir,
hasta que no se conquisten las reivindicaciones esenciales de aquél 27 de
setiembre, hasta entonces, todos los días del año nos remiten a aquella fecha
como una de tantas síntesis históricas.
Tercero, la permanencia de la historia exige su enriquecimiento en la medida en
que se profundiza el estudio del pasado y aumentan las preguntas en el presente,
sobre todo las de las clases trabajadoras, de las mujeres, de la juventud
popular. La memoria y la conciencia siempre llevan en su interior las
contradicciones sociales existentes en el exterior, especialmente en sus
contenidos militares pues estos han sido casi siempre monopolio de los hombres
pertenecientes a la clase dominante de la nación opresora. Por tanto, el
enriquecimiento de la historia exige desarrollar su contenido popular y
trabajador, y sobre todo el papel invisible pero vital realizado por las
mujeres. La historia y la memoria militares de nuestro pueblo desde el 27 de
setiembre hasta ahora así lo confirman al haberse producido una creciente
participación de las mujeres en todas las formas de intervención práctica,
incluidas las de autodefensa en sus múltiples tácticas. Incuestionablemente, la
creciente intervención de las mujeres vascas en estas áreas sólo puede producir
efectos positivos sobre la conciencia colectiva de nuestro pueblo.
Cuarto y último, ninguna reflexión progresista o revolucionaria sobre el futuro
puede dejar de lado o minusvalorar el papel estructurante de la memoria y de la
conciencia de autodefensa en su contenido popular. Menos aún cuando precisamente
por esa lucha global el pueblo está logrando avances que pueden llevarle al
inicio de la superación de las opresiones que sufre.
Olvidar el significado del 27 de setiembre como síntesis de una larga historia
supondría en estos momentos abrir un boquete enorme en la conciencia colectiva
por el que penetrarán en muy poco tiempo todas las alineaciones que diariamente
genera el capitalismo, entre ellas la desnacionalización. Por el contrario,
actualizar esa memoria a los tiempos que corren y a las conquistas venideras es
la mejor forma de lograr que, por fin y tras muchos decenios, la autodefensa
pase de ser estructurante material a ser un referente simbólico de vital valor
político. Conquistado ese escenario se habrá hecho realidad uno de los objetivos
irrenunciables por los que dieron su vida los asesinados el 27 de setiembre de
1975.