La Izquierda debate
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La fragilidad democrática en
américa latina:
Siete orientaciones analíticas conceptuales
* Robinson Salazar P.
robinsson@mzt.megared.net.mx
Investigador de la
Universidad Autónoma de Sinaloa/México
La Fogata
América Latina inicia el siglo XXI movilizada, conflictuada y atravesada por
conatos de violencia interactoral, cívica-contestataria y política, ante los
abusos de gobiernos y por reclamos y nuevas prácticas políticas de los sujetos
sin derechos que buscan construir un espacio en la política para que sean
tenidos en cuenta en las grandes decisiones públicas, provocando todo ello un
escenario de riesgo para la endeble democracia que se asoma y un fuerte embate
contra las famélicas instituciones que se reconstruyeron después de largas
décadas de dictadura, golpes de estado y militarismo civil que se instauro en la
segunda mitad del siglo XX.
El Siglo XXI abre sus puertas a varios procesos electorales, pero los eventos
comiciales no son la totalidad del mundo democrático, también son parte del
mundo entre iguales los sujetos excluidos que nos muestran nuevas formas
asociativas para reclamar, exigir y ejercitar sus derechos, así lo observamos
con los Piqueteros argentinos, los Cocaleros bolivianos, los Sin Techos de
Paraguay y vasto sector de los bolivarianos venezolanos entre otros.
Por ello, la democracia no sólo la analizaremos en torno a los procesos y
eventos electorales, eso es una parte de ella, sino que nos interesa indagar las
otras aristas de este fenómenos como es la participación, las movilizaciones,
los nuevos actores y los comportamientos de las multitudes. Todo ello envuelto
en una circunstancia donde las virtudes cívicas, el ethos democráticos, la
cultura política y el ejercicio crítico-propositivo de la oposición son bases
que deben existir para que la democracia sea posible
Las explicaciones que debemos dar son muchas, por lo tanto dividiremos el
trabajo en ocho partes o recursos explicativos para dar cuenta de todo lo que
nos interesa sobre los riesgos de la democracia, las cuales denominaremos
orientaciones analíticas.
Orientación Uno: Partidos Políticos Inmovilizados
A partir de de la década de los ochenta del siglo XX, los partidos políticos
latinoamericanos entraron en el largo zaguán de la crisis orgánica y de
representación, debido a que el comportamiento de su estructura organizativa no
daba cabida a nuevos sujetos sociales que aparecían en la escena pública; la
organización vertical de dirigencia, manos medios y base, ya no correspondían a
los reclamos por la democratización que se vivía en la sociedad civil; las
ataduras ideológicas no daban cabida a la disidencia interna ni al disenso por
la inflexibilidad valórica de los principios ideológico; los enclaves actorales
se hacía más notorio al momento que se tenían que escoger candidaturas para los
eventos electorales, prevaleciendo siempre el criterio de los políticos
ancestrales, despojando de sus derechos a las mujeres y jóvenes que reclaman,
con sus acciones, postulaciones a cargos públicos, esto sin agregar los nuevos
actores que pedían inclusión partidaria entre ellos los homosexuales, indígenas,
discapacitados, minorías étnicas y sociales.
Todo lo anterior se dio en un lapso de diez años, demasiados cambios para una
estructura orgánica que no había previsto cambiar internamente durante muchos
años; además, tampoco había el interés por hacerlo ahora, más cuando el discurso
político que prevalecía y aún vigente, es que los partidos son un mal necesario
para la democracia, también que no se asoma otra estructura orgánica capaz de
remplazarlos, aunque la realidad nos indicaba que en el escenario público ya
existían otras unidades orgánicas que empujaban en el terreno político.
La crisis se hizo más notoria con el auge de los movimientos sociales, aunque se
ha arrojado mucha crítica sobre el comportamiento de ellos en la década de los
80, porque no pudieron transitar de la lógica movimientista reivindicativa a una
estructura mayor o más consolidada que perdurara, sin embargo no era el sentido
de estos movimientos, más bien su lógica estaba encauzada en hacer muchas cosas
que conectaran el campo social con el político, dado que los partidos habían
provocado esa desconexión.
Los movimientos sociales, más que un relevo de los partidos políticos, eran una
señal que les anunciaba la urgencia del cambio en su organicidad, pero la
obcecación de las dirigencias partidarias no lo percibieron así, más bien se
dedicaron a criticar, algunos de ellos, la actuación de los movimientos y otros
a utilizarlos como correa de transmisión para atraer el voto ciudadano o para
llevar a cabo un acto político que en su ron de partido no podían realizar.
Es esa elasticidad de comportamiento, los partidos permitiendo que los
movimientos sociales ocuparan espacio de la vida política y los movimiento
desempeñando acciones que llevaban agua al molido de los partidos, se fue
diluyendo la efervescencia ciudadana y apareciendo otro tipo de organicidad más
definida y con objetivo menos amplios que la de los movimientos de los ochentas.
Surgen en los años noventa movimientos políticos reivindicadores de derechos,
demostrando que era una fase superior a la lógica mostrada en la década
anterior. La preponderancia de los movimientos reclamadores de derechos se
observa en que no abrigaban la esperanza ni la intención de representar a todos;
la demanda estaba circunscrita en los derechos de un sujeto específico que había
sido excluido o no reconocido por el Estado Liberal imperante. El espacio
público se politiza con reclamos indígenas, de minorías sociales, los
discapacitados exigiendo su inclusión, las mujeres y homosexuales resituándose
en la arena política y los jóvenes organizando se en forma de bisagras,
reclamando derechos para su momento cronológico pero a la vez inscribiéndose en
la identidad adscriptiva.
Fue la segunda llamada para los partidos políticos, a fin que redireccionaran
sus objetivos y abrieran las compuertas para que los reclamos ciudadanos fuesen
compatibles con los asuntos prioritarios de los sujetos excluidos y sin derecho;
no obstante la indiferencia persistió y el número de organizaciones reclamantes
de derechos tuvo una tendencia incremental hasta desbordar los linderos que le
habían marcado el Estado y los mismos partidos políticos ( los medios de
comunicación y la denuncia restringida) y construir sus espacios políticos e
innovar prácticas políticas que rebasó la capacidad dialoguista de todos los
interlocutores.
Un sujeto por sí solo no iba ni podía provocar que le atendieran sus reclamos,
se necesitaban nuevos hilos asociativos, mismos que dentro de los partidos
políticos no era posible por el inmovilismo prevaleciente al interior de las
estructuras políticas, entonces se buscaron formas novedosas como las redes o
ligas entre conjunto de movimientos u organizaciones reivindicadoras de
derechos. Un aspecto interesante en esta nueva modalidad asociativa fue que no
se preconcibió ni buscó antes de una acción colectiva, sino que se fue
presentando y desencadenándose de manera espontánea cuando un movimiento
determinado tomaba las calles o bloqueaba un acceso de edificios públicos o de
avenidas, sobrevenía la solidaridad de otro grupo o colectivo que se sumaba y
agregaba para luchar, teniendo como punto de partida el saldo de la diferencias.
Esta modalidad asociativa incorpora elementos contingenciales que confieren al
actor una libertad de acción que ninguna doctrina o partido puede asegurarle,
sólo ellos y nada más ellos pueden construir una lógica a la par del proceso
constructivo, por tanto la liga o red que fueron armando fue adquiriendo sentido
sobre el proceso mismo, trenzados, amalgamados pero con una definición de los
actores involucrados ( los que luchaban en el momento) frente al problema que
enjuiciaban o circunstancia que impugnaban, frente a los actores otros
involucrados y frente al mundo. Todo esto daba como resultado a un nuevo sujeto
que no requiere ser cooptado, sino que es autoconvocado, dialoguista y
dialogante, modificador de discurso y tejedor de nuevos espacios. Por estas
singularidades, no tiene cabida en las estructuras de los partidos políticos de
hoy.
Las redes o ligas son formas asociativas que buscan respuesta en los partidos
políticos, pero a la vez son respuestas de la sociedad civil al Estado ante el
retiro de las esferas económicas y sociales; son forjadoras de espacios civiles
en donde sólo actúan los nuevos sujetos, por tanto no ocupan espacios ocupados,
los crean al momento que entran a cada proceso de lucha y puede cambiar de
lugar, más la red permanece como un trozo de sociedad construido.
Por estas razones expuestas, en forma de síntesis, podríamos deducir que las
nuevas redes construidas por el sujeto reclamador de derechos, al momento que
desemboquen en un arco convergente, pueden ser unidad orgánica para competir con
los partidos políticos, más si estos últimos no incorporan en sus demandas lo
que exigen los sujetos nacientes.
Quizá no son, hoy día, una estructura consolidada para competir electoralmente,
pero hay que reconocerles que son parte de l cuerpo de la sociedad en constante
reconfiguración; no son la forma orgánica que desplace a los partidos políticos,
pero es la voz y la acción que anuncia el ocaso de los partidos, puesto que los
datos arrojados en las últimas elecciones en América Latina nos indican que
entre los últimos presidentes elegidos, varios de ellos se han erigido fuera de
los partidos, Venezuela, Ecuador, Brasil, Colombia, entre otros.
Otro factor que ha dejado fuera de competencia a los partidos políticos de las
preferencias ciudadanas es la credibilidad al interior de la sociedad civil.
Tomemos algunos referentes empíricos que nos demuestran que su imagen como
instancia representativa está deteriorada:
CONFIANZA Y DESEMPEÑO DE LOS PARTIDOS POLÍTICOS
Argentina 13 ------------
Bolivia 6 66% Mala
Brasil 28 60 Mala
Chile 15 55 Mala
Colombia 12 57 Mala
Ecuador 5 79 Mala
Guatemala 8 83% Mala
México 17 5 8 Mala
Panamá 6 73% Mala
Perú 13 44% Mala
Uruguay 19 64% Mala
Venezuela 25 60% Mala
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Fuente: Barómetro de Gobernabilidad Diciembre 2002 Enero 2003/CIMA, Bogotá,
Colombia.2003.
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Otro aspecto digno a destacar es que los ciudadanos ligan, en su percepción, a
la política con los partidos políticos y consubstancialmente con gobierno,
aunque hay distancias y acercamientos entre estos tres ámbitos, muchas veces se
ven como un solo proceso, lo cual desalienta la entrega de confianza a estas
tres dimensiones de lo público.
La corrupción es señalada como uno de los males más preponderante en la
sociedad, la cual ha inducido a que tengamos políticas públicas distorsionadas,
desempleo, inseguridad pública, malos pésimos servicios públicos y uso de los
recursos de la nación en beneficio particular.
PERCEPCIÓN DE LA CORRUPCIÓN
País %
Argentina 18
Bolivia 38
Brasil 6
Chile 15
Colombia 20
Ecuador 29
Guatemala 26
México 14
Panamá 28
Perú 14
Uruguay 4
Venezuela 14
Fuente: Barómetro, Op. Cit.
Otra vertiente que confirma la tesis del inmovilismo de los partidos
políticos es su ausencia de las grandes protestas que se han pronunciado en los
últimos cuatro años en América Latina, cuyo comportamiento tiene varias
vertientes analíticas, veámoslas.
Uno de los problemas que han tenido los partidos políticos para acercarse a la
ciudadanía y a los movimientos sociales de nuevo tipo es la expansión de la
ciudadanía, dado que no sólo se circunscribe solo a los actores que reclaman los
derechos signados en la constitución, sino que aparecen actores reclamantes de
ciudadanías específicas como son las mujeres, los discapacitados, los
homosexuales y lesbianas, las minorías étnicas y sociales, cuyas demandas no se
encontraban en el marco ideológico ni en los programas de los partidos
políticos, provocando una indecisión prolongada en las organizaciones
partidistas para digerir este nuevo fenómeno que tocaba a sus puertas y
desafiaba el rol que venían asumiendo.
No había transcurrido mucho tiempo, quizá algunos dos años, cuando se deriva
otro fenómeno de esta expansión de ciudadanía y es la configuración de grandes
movimientos que fueron liberando tensiones acumuladas durante la década de los
noventa, se potenciaron muchas expresiones sociales que se venían gestando en
los barrios, las comunidades, en las empresas, en grupos de desempleados, en
familia sin techos y hasta los jubilados, lo cual desbloqueó el dique que
sujetaba la aparición de otras movimientos de protestas que en conjunto dieron
forma a un sujeto social complejo y a veces contradictorio, que no obstante esas
complejidades y contradicciones se ha desenvuelto al margen de los partidos y de
otras estructuras orgánicas tradicionales, inaugurándose un proceso novedoso de
autoorganización y autonomía frente al Estado y el rosario de instituciones que
lo cubren.
Lo lamentables de este nuevo escenario y la aparición del sujeto descrito, es la
pérdida de horizonte en sus acciones, por un lado los partidos políticos, sea
del signo izquierda, centro o derecha, no pudieron comprender, acercarse o
capitalizar este auge de presteza que la sociedad civil mostró en varios países,
Piqueteros en Argentina, Sin techo en Paraguay, Sin Tierra en Brasil, Cocaleros
en Bolivia, Indígenas en Ecuador, Desplazados de Guerra en Colombia, Campesinos
en México, Bolivarianos en Venezuela, etc. , porque, por un lado, privilegiaron
sus políticas de conservación como ente representativo de la sociedad sin
importarles mucho lo que sentía y demandaba la sociedad civil insurrecta; por
otro lado, el sujeto complejo y contradictorio no pudo ir más allá de lo que
demandaba, al momento que se dieron las asociaciones en redes, cuando los
procesos crecieron y las incipiente estructura orgánica no tenía el cuerpo
maduro y suficiente para albergar a un nuevo sujeto más heterogéneo, amplio,
plural, que innovaba prácticas políticas no institucionalizadas, que confrontaba
en todos los espacios públicos y desafiaba al edifico institucional, se notó la
ausencia de dirección , la aparición tardía de un segmento de ese sujeto
multitudinario que diera sentido, orientación y direccionalidad a las masas
resueltas a resolver de una vez por todas sus carencias, confrontando a quien se
le opusiera.
Aquí se encuentra el dilema para descifrar si los partidos son necesarios porque
perduran, muy a pesar de que cooptan pocos votos en los eventos electorales, no
tienen competencia para representar a la sociedad civil ante el gobierno y el
Estado, aunque su accionar tenga un déficit, ellos son los únicos que cuentan
con la franquicia representativas y los interlocutores válidos ante el Estado;
pero enfrente de esta situación estática, está la reconfiguración de una nueva
sociedad red, que teje a diario hilos asociativos, va forjando actores en
función de las nuevas demandas, resolviendo problemas y necesidades de acuerdo a
su horario político, arma arcos convergentes contingentes o perentorios, algunos
perduran otros se diluyen, pero está ahí como un fenómeno latente que ocasiona e
irrita a los partidos cuando actúan a través de la acción directa, desconocen
los liderazgos, boicotean las elecciones y compiten con los partidos en la toma
de los espacios públicos, pero carece de organicidad para estructurarse como una
organización capa de representar a un segmento amplio de la sociedad, lo cual es
complejo por la diversidad de intereses, la amplia heterogeneidad del cuerpo de
las demandas y los horarios políticos de cada sujeto que hace parte de este
voluminoso cuerpo social.
Ni los partidos pueden acercarse a esa problemática compleja ni el nuevo sujeto
multitudinario puede estructurar una organicidad, porque actúa de manera
cortocircuitante, entra y sale de manera vertiginosa, tejes redes perentorias,
pero después pasa a un estado de latencia donde no es perceptible, pero está ahí
trabajando para su particularidad.
En conclusión, los partidos no son la instancia representativa de la nueva
sociedad, pero la nueva sociedad no ha obtenido ni creado los recursos para
imaginar una nueva estructura orgánica que le de sentido y orientación a sus
acciones políticas.
Es el desafío para ambas partes, unos por permanecer, los partidos políticos, y
otros por reinventar, la sociedad red; se posicionan en el escenario público
para dirimir un reto mayúsculo en el Siglo XXI.
Orientación Dos: Carencias de Virtudes Cívicas
Las virtudes cívica son las cualidades que facilitan a un persona para que lleve
a cabo dignas y comprometidas empresas para alcanzar la magnificencia, la
notoriedad y el honor; por tanto allana el camino a un gobernante para gestionar
y operativizar acciones que lo aproximen a lograr los más generosos fines y a
solventar algunas de las peticiones más requeridas por la sociedad.
Vista así, las virtudes tienen que ver con los valores y éstos con las
creencias, las normas, las reglas y las convicciones que funcionan como elemento
adhesivo al interior del grupo o colectivo; asimismo es núcleo matricial de
donde parten los principios que regulan las relaciones con el exterior, ya sea
con otros grupos, con el gobierno, con los partidos políticos y todo aquello que
integra el espacio público.
Los valores asumidos, son las idea fuerza que da cuerpo y conciencia a la
actuación colectiva del grupo en el ámbito de la política, de ahí que su noción
de democracia, de participación, de poder, de cooperación y de tolerancia esté
fundamentada en sus vivencias, en su acervo de vida, de los acontecimientos
cotidianos y de los acuerdos intra e intergrupales, lo que la hace que sea
distinta y distante de la cultura política tradicional, practicada por los
partidos políticos.
Las prácticas, son conductas, hábitos, costumbres que conforman la red de
interacciones que se dan en el interior del colectivo y en sus relaciones con
otras asociaciones; el conjunto de ellas suma la experiencia colectiva, misma
que estructura la memoria histórica del grupo, que con su actuación, alimenta
significativamente la cultura política del todo social.
El conjunto de actos cotidianos van definiendo en el transcurso de la vida del
colectivo su identidad, el sentido de su acción, las formas de cooperación, el
perfil organizacional, la autonomía frente a los demás, la toma de decisiones
individuales y colectivas, la forma como se construye y controla el liderazgo,
los linderos de la responsabilidad, las gestiones públicas, la delegación de
facultades y la tolerancia, que una vez configurados como cultura política del
grupo, van a penetrar con fuerza en el universo simbólico nacional, hasta
provocar fisuras en la cultura política tradicional que practican los demás
cuerpos políticos legendarios.
En síntesis, se puede decir que la nueva cultura política ( a la que aspiramos)
revaloriza la cotidianidad, dado que de ahí surgen los proyectos y aspiraciones
reivindicativa; resalta la consulta, el diálogo y los acuerdos para incidir en
la toma de decisiones y en los asuntos públicos; construye cuerpo simbólico para
reafirmar la identidad e intereses colectivos y renueva la utopía para que
guarde un correlato con los símbolos, las demandas, las acciones y la vida de
otros grupos en situación semejante.
Sin embargo, la matriz de la nueva cultura política no está alimentada ni
asumida por los partidos políticos, sino que es nutrida por los actores
emergentes, los insumisos, por los nuevos actores que actúan al margen de las
estructuras partidarias pero cada día gana mayores espacios en la esfera
macrosocial, en la medida que fisura el ambiente político y a la política misma,
crece con rapidez pero en una dirección distinta a la que los partidos políticos
aspiran; sin embargo, ofrecen una luz de esperanza para las fuerzas insumisas en
latencia para que se acerquen al nuevo tragaluz que esta frente al horizonte
democrático de América Latina.
Otro aspecto que se encuentra en entredicho son los valores de la
política, dado que el vaciamiento de la política y el uso utilitarista/electoral
que hacen los "líderes" de los partidos políticos, han coadyuvado notablemente
para que la apatía ciudadana crezca desmesuradamente.
Los valores los asumimos como la actitud o disposición que se adquiere y se
orienta hacia un objeto o situación determinada, para descargar en él (ella) una
fuerza afectiva, tenemos que para conceder valor a una sociedad democrática, se
debe creer en ciertas características de esa forma de gobierno y, al mismo
tiempo, estimarlas. Creer en algo es tenerlo por un componente del mundo real y
estar dispuesto a actuar en consecuencia, de ahí que tenga una dosis afectiva.
(Villoro L.1997)
Los valores en un programa de gobierno es la columna orientadora de la acción
para hacer y actuar en consecuencia a lo que ahí se plasma como plataforma de
gobierno; por tanto, los valores éticos en la política no están ausentes, aunque
algunos analistas políticos prefieren no referirse a ellos, porque dicen estar
en descrédito, más si colocamos la ética como forma de observancia de la vida
política latinoamericana, misma que está preñada de asesinatos, magnicidios,
atentados, criminalización a los comportamiento populares y protestas ciudadanas
y de actuaciones irracionales como las que practican los paramilitares en
algunas naciones del subcontinente.
Así ha sido la vida política Latinoamericana; sin embargo, el descrédito no es
de la ética, sino de los actores que actúan de espaldas a ella; además, ellos
mismos han procurado, con tenacidad, de elaborar un lenguaje de la moral y de la
política que desplaza y oculta a la política en sí. Esto se explica de la
siguiente manera, la política, en manos de los agentes neoliberales, no está
interesada en los aspectos analíticos, sino más bien en los requerimientos
normativos, buscando con ello que la sociedad sea sometida un conjunto
procedimental que todo lo reduce a normas, leyes, reglas y acciones en función a
lo que está registrado como tal.
De esta manera, la sociedad queda abandonada y desprotegida, pues la justicia no
se lee ni se entiende por su contenido, sino que su aplicación se sujeta a
procedimientos normativos que dicen acercarse a un acto justo, caso la ley que
el gobierno mexicano elaboró para pactar la paz en Chiapas, donde la justicia
está en la normatividad jurídica, pero muy lejos de la realidad de los indios de
México; de igual forma sucede con algunos vacíos que muestra la ley autonómica
de la Costa Atlántica en Nicaragua y la administración pública, donde se
reconoce a un sujeto de derecho, pero en la realidad no hay recursos,
oportunidades, ni acciones que le permitan apropiarse de esos derechos.
Ante esos sucesos, la política debe recargarse de valores éticos que la lleven a
situarse en lo que Aristóteles denominó la vida buena, no sólo para administrar
con justicia y apegarse a los valores que la sustentan, sino que liberen a los
individuos gobernados para que se reapropien de sus facultades orgánicas,
participativas e inventivas y construyan lo posible y lo realizable en un mundo
amplio para los inversionistas, pero restringido para los ciudadanos.
La oportunidad que se le brinde a los ciudadanos para que se resitúen en el
nuevo escenario, va a provocar que el manejo de un programa de gobierno se
dirija a mejorar todo lo anterior, a superar lo que se hizo anteriormente, con
la perspectiva de que todos los problemas, quizá no se resuelvan, pero la opción
de abrir mejores perspectivas para el futuro es inevitable y posible de
construir en un mediano plazo.
Ahora, si a ese programa de gobierno lo apuntalamos con valores éticos, aflora
la responsabilidad, que no es más que una actitud y un comportamiento que
responde a lo que le compete a cada funcionario, a cada gobernante y en su
totalidad al buen ejercicio de la democracia plena
¿Cuales son esos valores necesarios?
La tolerancia, la inclusión y la autonomía.
La tolerancia es un valor ético de la democracia, o una virtud cívica en cuanto
nos remite a una convivencia y sociabilidad pacífica, donde intercambian
opiniones distintos actores con ideologías, creencias y prácticas políticas
disímiles.
Casi siempre que se aborda el estudio sobre la tolerancia, se remiten, la
mayoría de los autores, al problema de la verdad, o a la inexistencia de una
verdad absoluta, por ello hace referencia a la relatividad de la verdad. (Cisneros
I. 1996, Fetscher I. 1994)
La tolerancia es parte de un discurso sobre la naturaleza de la verdad, pero una
verdad confeccionada por distintos tejedores que en un espacio común, dialogan,
confrontan y resumen distintas verdades relativas, hasta asistir a un evento de
síntesis que les permite mostrar a la luz pública la prenda fabricada, bajo el
principio de la tolerancia.
Entonces tolerancia es convivir bajo el paraguas del respeto recíproco en un
mundo en que no existen valores comunes que determinen la acción en las
distintas esferas de la vida, y en el que tampoco existe una realidad única
idéntica para todos. (P.Berger y T.Luckmann, 1997)
Esta distinción nos permite reconocer que la tolerancia se recrea en la
diversidad de actores y opiniones y por lo tanto se moja en las aguas de la
pluralidad, que hace parte del océano de la democracia ampliada. Tolerancia es
un reclamo de las comunidades étnicas, de las organizaciones comunitarias, de
los grupos sociales y de los demás cuerpos políticos que pululan en América
Latina.
La tolerancia como virtud cívica puede cambiar el imaginario de los actores en
el conflicto ya sea en Colombia y Venezuela, donde la versión de amigo/enemigo
no es más que verse hoy bajo la irreductible focalización del exterminio como
condición básica para la existencia del yo; a cambio, de aceptarse la tolerancia
como parte substancial de la vida política, la versión cambia y el otro no es
enemigo, sino adversario que no es más que el otro con derechos, pero con la
posibilidad de conflictuarse en un espacio común, sin que exista ni medie la
intención de eliminación del contrincante.
Reconocer la existencia de la diversidad y del otro, es un avance significativo,
como también abrir un espacio para que la tolerancia se asome y se quede
orientando las acciones futuras, tanto de los dirigentes del partido modular,
como de los agentes que asuman responsabilidades de gobierno. Algunos creen, en
este primer inicio de la tolerancia, que aceptarla es un acto de soportar al
adversario o al otro que no es igual a mí; pero no es así, porque justamente lo
diverso es un dato irrenunciable de nuestra misma socialidad (Cisneros I.
1996) y una condición necesaria para sujetos que viven en pluralidad,
aceptando a otros con diferentes creencias, otras opciones políticas y
preferencias de credo diversos.
Entonces tolerancia guarda fronteras con libertad, la libertad mía y la del
otro, por ello se debe asumir una actitud mental de que en un macro domo social,
la tolerancia es aceptar que la libertad de un individuo no termina donde
empieza la libertad del otro. Más bien, la libertad del otro constituye, hoy por
hoy, la principal condición de la propia libertad. (op.cit)
Otro aspecto de la tolerancia, es que es un canal que conduce a la construcción
de consensos, indispensables para ejercer un buen gobierno, o mantener la
gobernabilidad; pese a ello, no apaga, ni destierra el disenso, puesto que éste
sigue existiendo y ocupando un espacio en la vida política, actuando como voz
crítica o censura con licencia que se opone a toda arbitrariedad o acción
mayoritaria en detrimento de una minoría que disiente. Tolerar es el verbo que
más pronombres tiene y deben conjugar todos los actores de la política de fin de
siglo.
A la tolerancia individual se le suma en el camino democrático, la tolerancia
pública que va más allá de la ciudadana, porque exige a los actores y cuerpos
políticos a dialogar entre grupos sociales, entre asociaciones, entre unidades
colectivas y comunidades; asimismo al gobierno le toca el turno de aceptar y
practicar el diálogo con comunidades étnicas, grupos de desplazados, de género,
entre otros, ampliando a otros campos de la esfera de la vida social, la
búsqueda de acuerdos y la aceptación de las diferencias.
La inclusión es otra virtud cívica, es escaque fundamental en el tablero de
ajedrez que está fabricando la ciudadanía moderna. Si es aceptado por casi todos
los analistas políticos que la sociedad está ocupada y constituida por actores
sociales con posibilidades de autodeterminación; con capacidad para intervenir
mediante un intercambio racional en el mercado político y en los espacios
públicos; con pleno derecho a tener derechos en el plano social y jurídico; y
con acceso a información y conocimientos para insertarse con mayores
oportunidades productivas en la dinámica del desarrollo; ( Calderón F,
Hopenhayn M, Ottone E. 1996) entonces es inaudito que se cierren las puertas
a la participación plural y a la inclusión del otro en las tareas que son
propias del espacio público o de gobierno.
La inclusión es parte constitutiva de la participación plural, es el intercambio
de experiencias que dan lugar a la formación de nuevas comunidades de sujetos,
de nuevos lazos identitarios y por ende a una nueva fuente generadora de
sentido, si tenemos en cuenta que el sentido no existe en forma independiente,
sino que se forma a través de referencias y relaciones intercambiables de
experiencias y de acumulación de conocimiento que sedimentan el acervo social de
la inteligencia colectiva.
Aceptar la inclusión en las tareas de gobierno y en la gestión pública, es darle
sentido a las acciones hacia un fin preconcebido; concederle la oportunidad a
los actores involucrados a que construyan su propia utopía, anticipen una
condición futura y evalúen su deseabilidad y su urgencia, como también los pasos
que habrán de dar para hacerla posible; el sentido de las acciones, en el acto,
se configura por su relación con el propósito, y una vez concluido, sea un éxito
o no, pueda ser evaluado y capitalizado como experiencia para el acervo de su
conocimiento. (Berger P, Luckmann T. Op.cit)
Si reconocemos que muchos de los problemas que padece la sociedad no se pueden
resolver con la sola iniciativa del gobierno, la inclusión de las asociaciones y
grupos de interés colectivo que se desenvuelven en el ámbito local y
comunitario, pueden prestar una valiosa ayuda y una coadyuvancia para encontrar
soluciones consensuadas; además, si reconocemos que ellas han actuado y lo
siguen haciendo, como mediadoras entre las instituciones de la sociedad y los
individuos, cumpliendo un rol de gestoría y de defensa ciudadana, son claramente
instituciones intermedias, que en palabras de Berger y Luckmann, contribuyen a
la negociación y objetivación social del sentido.
¿Cómo poder evaluar si un actor colectivo funciona o se desempeña como
institución intermedia?
Existen dos variables (Gamson, 1990) que nos sirven de parámetro
evaluativo; una es la aceptación que tiene la organización en su entorno
inmediato, la suma de adhesiones, la voluntad participativa de los individuos
ante los llamados de la colectividad organizada, la autoridad y el respeto que
se ha ganado en su espacio local, las consultas que realiza antes de llevar a
cabo una acción colectiva, la negociación y la solvencia moral para guiar
acciones futuras.
La segunda variable tiene que ver con los logros obtenidos o adquisiciones en
materia de recursos o de avance orgánico-político que impacta como beneficio en
la comunidad en que se asienta; aunque existe dificultad para medir
cuantitativamente esos logros, la manifestación de la subjetividad colectiva y
popular es un claro indicio para orientarnos en la evaluación que intentamos
hacer de sí son o no instituciones intermedias, y cual sería su rol en una
agenda de colaboración entre Estado-Gobierno y Sociedad.
En síntesis, la inclusión es un de la democracia ampliada que no se pude dejar
de lado, menos en los partidos políticos que busca reposicionarse en un
escenario de cargado de incertidumbre y de poca credibilidad, donde algunos de
los actores se están estructurando o transformando para insertarse de nueva
cuenta en la nueva realidad. Si se participa en el escenario recién construido
con una vocación plural, tolerante y abierta a la inclusión, es muy probable que
la democracia se rejuvenezca, pero si se actúa bajo la lógica de los partidos
tradicionales, no vale la pena intentar una reflexión sobre el caso, porque los
logros serán nulos.
La otra virtud es el respeto a las autonomías, que se desprende del mismo
desenvolvimiento que ha tenido la ciudadanía moderna, al momento que se genera
un proceso de redefinición de identidades y de pertenencia grupal en los ámbitos
locales, de barrios, de grupos religiosos, étnicos, comunitarios y vecinales.
Cuando la política se descentró, los desajustes en el orden social estuvieron
presentes en múltiples espacios de la vida social; las pertenencias con respecto
a partidos políticos e instituciones se fue diluyendo de manera vertiginosa, la
capacidad de convocatoria de los partidos políticos se redujo, hasta situarse en
un estrecho margen que algunos llamaron el desencanto ciudadano con respecto a
las organizaciones partidistas; el Estado fue desplazado por los agentes
económicos, dejando de ser el núcleo donde se resolvías los aspectos
conflictuales de la sociedad; la desagregación social apresuró su paso y se
avizoraba un ambiente desolador, atomizado y sin ninguna posibilidad de
reintegración; las utopías, bellos espejos de esperanza, también estallaron en
mil pedazos, perdiéndose la égida que marcara la pauta para acciones colectivas
futuras. El culpable era la globalización y el neoliberalismo, satanizando a los
dos ejes del mundo de hoy, pero salvando de culpa a la izquierda y a los
intelectuales que no otearon a tiempo el fenómeno de recomposición capitalista
La pregunta del día era ¿quién va a resolver los problemas de una sociedad que
se desarticuló en quince años?
Ni el Estado, menos los partidos políticos estaban en condición para responder
al ramillete de interrogantes que la ciudadanía se planteaba; sin embargo, de
manera sorda, pero eficaz, los movimientos sectoriales, vecinales, comunitarios
y ONG no se amilanaron, asumieron como un desafío el nuevo escenario y allí se
insertaron, trabajando y renovando identidades, elaborando plan de acción,
construyendo acciones colectivas y traslapes identitarios hasta ocupar el vacío
dejado por los partidos políticos y el mismo Estado. En ese momento la política,
como eje articulador y orientador de la sociedad, fue revalorizándose,
lentamente avanzó hasta ubicarse estratégicamente en sitios poco vulnerables, de
ahí el progreso significativo de los indios, las mujeres, los buhoneros, los
precaristas y los demás sujetos insumisos de la sociedad del siglo XXI.
La eclosión de un nuevo elenco revelador de actores sociales, fue presionando a
la sociedad para que se aceptara, no sin vencer obstáculos, una democracia
cultural, que admite el pluralismo cultural y los derechos de las minorías;
además, exhibió de manera contundente, que la sociedad contemporánea, situada en
los cruces de la globalización y el neoliberalismo, está abierta a los cambios e
intercambios, por tanto ha mutado en diversos órdenes, lo que ha implicado una
transformación radical en sus sistemas simbólicos, de integración y de
aspiraciones políticas.
Hoy día podemos decir, sin temor a equivocarnos, que no existe una sociedad en
el mundo que posea una unidad cultural total, y las culturas son construcciones
que se transforman permanentemente con la reinterpretación de nuevas
experiencia, lo que hace artificial la búsqueda de una esencia o un alma
nacional, y también la reducción de una cultura a un código de conductas. (Touraine,
A.1997)
¿A donde nos conduce todo esto?
Indudablemente a la democracia cultural, la cual tiene como signo el
reconocimiento de la diversidad entre las culturas, la aceptación de la
pluralidad de intereses, opiniones y valores, sin llegar a construir un mundo
cuadriculado, sino con canales intercomunicativos que asuman la forma de diálogo
y tolerancia, hasta que los desemboque en un respeto absoluto a las autonomías
grupales y comunitarias.
Si nos apoyamos en Villoro, podríamos afirmar que las autonomías no equivalen a
una autarquía grupal, pues no cabe en la concepción de la democracia cultural,
que un grupo se cierre en su estrecho camino de la libertad, sin importarle las
aspiraciones, ni necesidades de los otros. Los traslapes identitarios y la
comunicación intergremial son puentes seguros para que transiten acuerdos,
negociaciones, intercambio de experiencias e intereses hasta armar arcos
convergentes que puedan contribuir a alcanzar muchas metas comunes.
(Villoro.L.1997)
Las autonomías existen y deben respetarse, pero a su vez incluirse en planes de
trabajo de beneficio común, sin que violente su régimen autonómico, simplemente,
a través de la comunicación inter-comunitaria se abre esa posibilidad de
colaboración. Esta participación recíproca se da en un ambiente de
democratización dialogante, (Giddens. A. 1996) que no es más que formas
de intercambio social que pueden contribuir de forma sustancial, quizá hasta
decisiva, a la reconstrucción de la solidaridad social.
Algunos creen que la autonomía conduce a una proliferación de derechos y
multiplicación de intereses; pese a ello, existen aclaraciones convincentes que
aseguran que no es así, porque lo que esta sucediendo es algo que se aproxima a
un cosmopolitismo cultural que sirve de cimiento a las relaciones entre
autonomía y solidaridad, estimulando una democratización de la democracia. (Villoro
L. 1997, y Giddens A. 1996 Op.cit.)
La democracia dialogante se practica es un espacio público, pues es el mejor
marco para convivir y aceptar al otro en una relación de tolerancia mutua; el
diálogo que prevalece como vínculo ínter autonómico, anota Giddens, debe
interpretarse como la capacidad de crear confianza activa mediante la
apreciación de la integridad del otro. La confianza es un medio de ordenar las
relaciones sociales a través del tiempo y el espacio. Sostiene ese silencio
necesario que permite a los individuos o los grupos seguir con sus vidas sin
dejar de mantener una relación social con otro u otros.
En síntesis, tolerancia, inclusión y autonomía, son tres núcleos que posibilitan
la convivencia, la articulación y el trabajo conjunto; situarse al margen de
estos tres nichos que emanan la democracia del siglo XXl, es vivir de espaldas a
la realidad y transitar en sentido contrario del desarrollo de la sociedad; aquí
reside la voluntad de cambio que tendrían los nuevos sujetos insumisos, como
también el número de aperturas y articulaciones que las nuevas unidades
políticas tendría con los demás cuerpos políticos que son parte de la sociedad
latinoamericana del Siglo XXI.
Orientación Tres: Estado Acotado que se resiste a reformarse
La era de la globalización económica trajo bajo el brazo procesos y movimientos
que alteraron las estructuras consolidadas del capitalismo latinoamericano,
debido a que alteró el ritmo y las formas de interrelacionarse los individuos,
los agentes económicos, incorporó la digitalización en las relaciones
económicas, la comunicación asumió un rol adicional, la de servir de vehículos
para grandes transacciones financieras, el servicio a clientes de los bancos y
empresas de servicio público fue orientado hacia las redes comunicativas y la
interlocución fue basándose más entre las personas y las máquinas y no entre
iguales.
Paralelamente a todo esto, la política se hundía en una de las crisis más
profunda de la historia y perdía la vitalidad que había tenido durante mucho
años como vector orientador de la sociedad y propulsora del dialogo permanente
para propiciar el desarrollo de las sociedad en conflicto.
Estas dos vertientes, la globalización económica y la pérdida de centralidad de
la política, afectó de manera impresionante al Estado, el cual vio reducida su
capacidad de maniobra ante el amputamiento de dos recursos eficaces para
mantener el control y la directriz sobre la sociedad.
La economía se convertía de esta manera en una esfera indeterminada, construía
su propia lógica y mecanismos de funcionamiento al margen de la política del
estado; la política era secuestrada por los medios de comunicación, haciendo de
ella un espectáculo que incrementara el "raiting" y los políticos en
animadores del los eventos políticos electorales, pesando más los actos de la
vida privada de ellos que las acciones en los espacios públicos.
Los nuevos agentes que remplazaron a los actores políticos del país son los
grupos financieros, las casas de bolsa, las casas consultoras e evaluadoras para
la inversión, las empresas transnacionales y el mercado en su conjunto. Ya nunca
más, según ellos, la política ni el Estado podría intervenir en los asuntos del
macado, él tenía sus propias leyes y sobre ella se rigen sus actuación.
Con la actuación autonómica del mercado y la crisis de la política, el Estado se
encuentra acotado, súmesele a todo esto la desestructuración de los medios
coercitivos legítimos con que contaba el Estado para controlar los brotes de
violencia y concentrar el ejercicio monopólico de la misma en sus manos.
Achatado y sin recursos novedosos, nuevos fenómenos fueron apareciendo ante la
vista impávida del ente estatal, el narcotráfico, el crimen organizado, el
tráfico de órganos y el secuestro fue constituyéndose en una industria
competitiva pero al margen de las leyes, lo cual provocó el incremento de la
corrupción, la componenda, la complicidad y el deterioro de las instituciones
impartidoras de justicia.
No hay que soslayar la capacidad de organización internacional que ha asumido el
crimen organizado en forma de redes, lo cual le ha permitido llegar a zonas
donde el estado no puede por sí solo cubrir y se ha visto obligado a compartir
el monopolio que ejercía sobre la violencia con otros cuerpos o unidades
administrativas, la policía bancaria, la policía privada, los gurda espaldas
privados, paramilitares, ejércitos de paranarcotraficantes, etc., ampliaron el
mapa actoral de la violencia y las armas pulularon por doquier. La violencia de
diseminó y los actores que la ejercitan se reprodujeron geométricamente.
En la economía sucede lo mismo, las políticas públicas que deben atender los
rubros básicos de lo social (drenaje, energía y agua potable) no cuenta con
apoyo financiero internacional, sólo le queda la alternativa de la privatización
o lo autofinanciable; los tribunales laborales no se apegan a derecho y agraden
con la flexibilidad laboral a las masa de trabajadores; el Estado es cada vez
más chico para resolver problemas que demanda la sociedad y muy grande para
contener la participación ciudadana.
Tenemos un estado maniatado y enredado por sus propias limitaciones, lo cual lo
ha levado a un punto de inflexión, donde la violencia no es un ámbito de su
exclusiva incumbencia, ahora es un fenómeno compartido y la puede ejercitar todo
aquel que cuente con los recursos necesarios para sembrar el terror, el miedo y
las muertes; la economía es una esfera diferenciada indeterminada que se rige
bajos los principios del "libre mercado" y la política no resuelve los
problemas, los orilla y deja que sean las decisiones y acciones de los actores
implicados en el conflicto los que hagan justicia por sus propias manos o
recurran a la acción directa para dirimir diferencias o para reposionarse ante
una decreto o medida gubernamental que los lesiona.
Como podemos darnos cuenta, las nuevas formas de violencia y conflictos surgen
en el contexto de la erosión de la autonomía del Estado y, en ciertos casos
extremos, la desintegración del Estado. Aparecen en el contexto de la erosión
del monopolio de la violencia legítima y éste núcleo sufre una erosión por
arriba y por abajo; por arriba lo erosiona la transnacionalización de las
fuerzas militares, que empezó durante las dos guerras mundiales y quedó
institucionalizada por el sistema de bloques de la guerra fría y las
innumerables relaciones transnacionales entre fuerzas armadas que se
desarrollaron en el período de posguerra como son los ejercicio militares,
intercambio de información escuelas de formación internacional y lucha contra el
terrorismo.
Al mismo tiempo, por debajo, el monopolio de la violencia legítima sufre la
erosión de la privatización, el recorte del gasto público, las
reestructuraciones administrativas y fusiones de cuerpos policiales, todo ello
provoca que los ingresos del Estado decrezcan en la medida que se da el declive
de la economía y la expansión del delito, la corrupción y la ineficacia se
multiplica. Ante ello, la respuesta ha sido la privatización de la violencia,
como consecuencia del creciente crimen organizado y la aparición de grupos
paramilitares, en tanto que la legitimidad política va desapareciendo.
Por lo anterior, el Estado expectante no puede dirigir a la sociedad
multidiversa, tampoco representar a todos y muchos menos ha podido confeccionar
una Constitución que integre y armonice a los múltiples actores que tienen
derechos específicos y a la vez son parte de una nación plural y multiétnica.
De ahí que la no reforma del estado y es un riesgo para la democracia
latinoamericana.
Orientación cuatro: Intervencionismo norteamericano en la política
domestica
La presencia norteamericana, a partir de los años 90 del siglo XX, comienza
a tomar otro rumbo, no distinto a la política de dominación anterior, pero si
más inteligente y cobijada bajo e mando de la lucha antidrogas, aunque algunos
oteaban una recaída del imperio en términos armamentistas, la verdad era otra,
se avecinaban otras formas de dominación e intervencionismo, donde la presión de
los fondos internacionales, ligadas a las políticas del gobierno norteamericano
en el frente económico y de política exterior, acotaban las maniobras de los
gobiernos de América Latina y los empujaba al círculo de los palafreneros que
requerían ante la OEA y la ONU y otros foros internacionales, para que los
apoyaran en sus decisiones de de criminalizar todo acto o movimiento que fuese
crítico a la política norteamericana, hasta comprimirlo en el estrecho rincón
del terrorismo internacional.
Así se inicia la era del siglo XXI, con la presencia militar en Bolivia bajo el
signo del Plan Dignidad, en la Región Andina con el Plan Colombia y la
continuación del mismo en el Plan Puebla Panamá, los tres planes son
antecedentes que nos ponen la luz ámbar y anuncian la nueva militarización en la
región. (Salazar .R. 2002 y 2003)
Pero no sólo la presencia física militar es el malestar que hace más frágil el
andamiaje democrático de la región, sino todo los aspectos que se mueve
alrededor de los tres planes, como son entrenamientos militares, asesoramiento e
cuerpos policiales, reformas a la ley para criminalizar a los movimientos
populares que reivindica o defienden una demanda añeja, intereses de grupos
empresariales que lucran con la guerra y la impunidad que envuelve todos los
actos de gobierno para defender la causa de los inversionistas extranjeros.
Intentemos desglosar dónde se encuentran esos riesgos y la magnitud de los
mismos.
Las instituciones militares como la United States Southern Command (USSOUTHCOM)
en los últimos años han asumido la responsabilidad militar del Plan Dignidad y
Plan Puebla Panamá, aunque no han abandonado toda la responsabilidad que va
desde América Central, América de Sur y el Caribe, totalizando 15.6 millones de
millas cuadras y más de 400 millones de habitantes.
Su estrategia, de acuerdo a los principios de la política exterior
norteamericana, es la de custodiar la estabilidad democrática y la prosperidad
en la región, para ello hacen uso de recursos militares, control de inmigrantes,
detectar y combatir el crimen organizado ligado al narcotráfico y el terrorismo
internacional.
Sin embargo, donde actúan, los riesgos crecen de manera inusitada, puesto que
los intereses militares están ligados a grupos obscuros que desempeñan
actividades de paramilitarismo, trafico de armas y de crimen organizado para
combatir a movimientos sociales o comunidades rurales que se oponen a las
iniciativas de la privatización de recursos públicos o naturales por parte de
las empresas transnacionales. Todo ello se debe a que por años, el Comando Sur
en su antigua sede de Panamá y hoy USOUTHCOM, con sede en Miami y Puerto Rico,
ha demostrado que sus intereses son distintos a los que pregona en su página
oficial (1), puesto que las ligas que lo relacionaron con el contrabando
de armas e inmigrantes desde Panamá en la época del Gral. Noriega no han sido
rebatidas; los vínculos con los paramilitares colombianos lo ha reconocido la
Embajadora Anne Patterson al asegurar que su país está apoyando económicamente,
a través de privados, los acercamientos con los 'paras' en Colombia (2); el
incremento de armamento y personal especializado se ha acrecentado en la región
andina a partir del Plan Colombia; el tráfico de armas ha violentado todos los
controles nacionales en las fronteras colombiana de Cúcuta, Darién y de Iquitos
con la complicidad de los asesores norteamericanos y la instalación de bases
militares y sistemas de radares en Colombia, Ecuador, Perú, frontera con Brasil,
El Salvador y Hondura, no son más que fotos de presión y atemorización para las
fuerzas insumisas de cada país latinoamericano que intente insubordinarse a los
gobiernos neoliberales que se han establecido en la región.
Pero custodiar la democracia procedimental y de papel que existe en América
latina no es sólo su rol, también se complementa con los negocios que lucran con
el conflicto y la guerra de los pueblos. Veamos un caso, el de Colombia, que por
su complejidad involucra a Brasil, venezuela, Ecuador, Perú y Panamá
EMPRESAS INVOLUCRADAS
Las siguientes son las firmas a las que el Departamento de Estado de Estados
Unidos ha contratado para hacer trabajos logísticos y operativos en materia
militar y de policía, en Colombia.
Lockheed-Martin
1. Apoyo logístico para las operaciones de cuatro aviones de transporte de tropa
C-130B y C-130H. Cuatro técnicos entrenan y asisten a personal de la FAC. Valor:
4'216.748 dólares. Trabajan en Bogotá. No hay plan para transferir sus funciones
a los colombianos por lo menos hasta el 2008.
2. Personal para mantener y apoyar la flotilla de helicópteros Black Hawk
entregados a la Policía. Valor: 2'128.663 dólares. Seis empleados.
Primordialmente estacionados en la Base Aérea de Guaymaral. No hay planes de
transferir el programa pues la Policía no tiene ni la capacidad técnica ni
financiera para mantener los aparatos.
3. Personal para mantenimiento y logística de los aviones del Servicio Aéreo de
la Policía. Valor: 3'133.431 dólares. 150 empleados. Se está entrenando a
personal colombiano para que lo hagan pero no se espera transferir el programa
pronto.
4. Conseguir instructores para entrenar a pilotos del Ejército en el manejo de
helicópteros UH-60 Black Hawks. Valor: 813.000 dólares. Base en Tolemaida. Seis
empleados. El trabajo ya concluyó pero no hay instructores colombianos que
puedan realizar el entrenamiento en el futuro.
5. Instructores para entrenar a pilotos del Ejército en manejo de helicópteros
UH-2H Huey en misiones de combate. Valor: 3'600.000 dólares. Base en Tolemaida.
Seis contratistas.
6. Dos instructores para el entrenamiento de un Equipo de Asistencia Técnica que
debe monitorear los programas de entrenamiento de pilotos de helicópteros Black
Hawk y Hueys. Valor: 1'700.000. Base Tolemaida.
7. Instalar y mantener simuladores de vuelo tipo 2b24 UH-1H Sistema de
Entrenamiento de Vuelo Sintético (SFTS) que sirve para entrenar pilotos de
helicópteros Huey 1 y 2. Comenzó en marzo de este año. En el 2004 se instalará
otro simulador para Hueys 2. Ambos en Melgar. Deben servir para minimizar los
riesgos de volar en zonas montañosas. Valor: 7'500.000 dólares. Dos contratistas
permanentes para el mantenimiento y 12 más para la instalación.
8. Instalación de sistemas para la protección de fuerzas -equipos para detectar
intrusos, en Villa Garzón y Guaymaral-. Valor: 3'525.077 dólares. Empleados: 25.
Debe culminar en julio pero requiere mantenimiento futuro.
DynCorp Aerospace Technologies, Inc.
1. Pilotos, personal técnico y de mantenimiento para apoyar a la Brigada
Antinarcóticos del Ejército y el programa de erradicación de la Policía. Vuelan
helicópteros Black Hawks y Huey II donados por E.U. Valor: 79'200.000 dólares.
Se entrenan pilotos y técnicos colombianos, pero antes de "varios años" no se ve
este programa transferido. Riesgo "significativo" pues operan en zonas de
conflicto.
2. Entrenar a pilotos del Ejército en el uso de visores nocturnos para misiones
en Black Hawk. El trabajo ya terminó y actualmente instructores colombianos
entrenados en el fuerte Ruker, Alabama, realizan la labor. Valor: 1'292.000
dólares. Seis contratistas en Tolemaida. DynCorp Aerospace Operations, Ltda.
Asesores para el programa de entrenamiento de perros antinarcóticos,
especialistas en combustible, contadores, secretarias, conductores y varios más
que prestan servicios al Ejército, al programa de erradicación de la Policía, al
Inpec y a la sección antinarcóticos de la embajada de E.U. Valor: 4'875.017
dólares. No hay recursos para transferir el programa.
Arinc, Inc.
1. Mantenimiento y apoyo logístico para el avión C-26 de la Policía y para
equipos de inteligencia asociados con el avión. Valor: 1'146.826 dólares. Por el
momento no se puede transferir.
2. Pilotos y personal en tierra. Entrenamiento y apoyo logístico para
interceptación de vuelos del narcotráfico. Valor: 3'557.929 dólares. Pese a que
están en la línea de fuego, se considera que el riesgo es bajo por que se les
tiene prohibido volar en misiones de combate con el avión C-560.
Las misiones aéreas y en tierra, así como el mantenimiento de aeronaves y el
entrenamiento de pilotos y de operadores de censores y son tareas que podrían
ser transferidas a Colombia. Esta última puede tomar dos años. Los contratistas,
sin embargo, deberán seguir en el país porque los aviones siguen siendo
propiedad de E.U. En cuanto al entrenamiento básico de aeronaves, no hay forma
de transferir el programa a la FAC pues se necesita que los pilotos participen
en cursos de seguridad aérea que se dictan con simuladores de vuelo.
3. Construir sistemas para aprovisionamiento de gasolina en seis pistas de
aterrizaje de la Policía. Valor: 1'549.309 dólares. Riesgo bajo, pero en zonas
peligrosas. Finaliza este mes pero se necesitará mantenimiento futuro (del Depto.
de Defensa).
TRW
Adquirir, instalar, integrar, ensayar, documentar y apoyar un sistema de radar
para el procesamiento de información y un sistema de comunicaciones.
Inteligencia antidrogas y contrainsurgencia. Valor: 4'300.000 dólares. Falta
programa de transición para que la FAC asuma su mantenimiento y operación.
Matcom
Coordina actividades entre las Fuerzas Aéreas de E.U. y Colombia. En particular
misiones de inteligencia con fines antidrogas. El contratista vive
permanentemente en Colombia. Valor: 120.000 dólares.
Cambridge Communications
Mover radares y equipos desde Leticia hasta la base de Tres Esquinas. Valor
450.000 dólares.
Virginia Electronic Systems, Inc. (VES)
Instalar equipos en botes de la Armada que patrullan ríos. Valor: 150.000.
Riesgo alto, pues se hace en la selva.
Air Park Sales and Service, Inc. (APSS)
Entregar e instalar equipos de comunicaciones para aviones de la Armada. Dar
asistencia técnica al avión Schweizer SA 2-37B. Valor: 1'100.000 dólares.
Cartagena, Bogotá, Apiay. Termina este mes.
Integrated AeroSystems, Inc.
1. Entrenar a la FAC en el uso del avión Schweizer SA 2-37B y avión con sistema
de supresión de sonido al volar (LANAS). Apiay, Barranquilla, Cali. Valor:
560.000 dólares.
2. Proveer repuestos y componentes del LANAS. Valor: 50.000 dólares.
3. Entrenamiento a pilotos de las FAC en manejo de aviones AC-47. Valor: 35.000
dólares. Apiay. Debe terminar a mediados de año.
ARINC Engineering Services, LLC
Repotenciar seis aviones 0-47 de la FAC para convertirlos en aviones AC-47T.
Instalación de visores nocturnos y censores ópticos. El mismo trabajo en aviones
A-37. Valor: 11 millones de dólares. Operan en Barranquilla. Northrop Grumman
California Microwave Systems
Operan un sistema aéreo para recolectar imágenes de Inteligencia (IMINT) y
Comunicaciones de Inteligencia (COMINT). En otras palabras toman fotografías
aéreas en zonas de conflicto y de narcotráfico e interceptan comunicaciones. La
información es transferida al Sistema de Reconocimiento del Comando Sur que
sirve como plataforma y que a su vez comparte la información con las autoridades
colombianas. La empresa proporciona aviones, mantenimiento, equipos y pilotos.
El riesgo -como quedó demostrado con la caída de la avioneta con cuatro
estadounidenses y un colombiano en territorio controlado por las Farc- es
considerado "alto". Desde entonces, los pilotos que participan en el programa
reciben cursos de supervivencia en la selva y antiterrorismo. Valor: 8'600.000.
No hay plan de transferir estas actividades.
Alion, LLC
Consultores que se encargan de mejorar la capacidad del Estado colombiano para
recolectar y procesar información de inteligencia. Valor: 20.000 dólares. Están
en Bogotá.
El Grupo Rendon
Asesora al Ministerio de Defensa en manejo y desarrollo de su estrategia de
comunicación. Producen documentos que luego le sirve de base al Ejército y
Policía para entender y explicar el Plan Colombia. Valor: 2'400.000 dólares.
Bogotá.
ACS Defense
1. Proporciona apoyo logístico y asesoría al personal estadounidense de la
Embajada que participa en el Plan Colombia. Valor: 517.035 dólares. Bogotá.
2. Apoyo logístico a un funcionario de alto nivel en el gobierno de E.U.
dedicado al Plan Colombia. Valor: 237.810 dólares. Bogotá.
INS
Apoyo logístico y asesoría personal de la embajada. Valor: 196.000 dólares.
Science Applications International Corp. (SAIC)
Análisis de imágenes de inteligencia, pero relacionado con la seguridad de la
Embajada y su personal. Valor: 255.335 dólares.
ManTech
Maneja bases de información de diferentes agencias involucradas en el Plan
Colombia y las hace circular para otorgar información en "tiempo real" a las
autoridades. Proporciona (entrena y usa) equipos para interceptar comunicaciones
y recolectar imágenes. Se enfoca en el trabajo de la DEA. Valor: 2'146.692. Han
estado en el país desde 1990. (3)
La custodia democrática no queda en los grandes negocios, sino en Los enclaves
militares en Colombia, donde se ha visto una tendencia incremental a partir de
los años 90 del siglo XX a la fecha.
RADARES Y BRIGADAS DE ACCIÓN RPAÍDA EN COLOMBIA
1/ Radar de asiento en la Isla San Andrés
2/ Radar de asiento en la península de Riohacha
3/ Radar y base terrestre en Marandúa, Vichada
4/ Brigada 24 del ejercito en el Putumayo
5/ Brigada Oriental del ejercito en Puerto Carreño y el Depto de Vichada
6/ Radar y base terrestre en san José del Guaviare y Escuela de entrenamiento en
Barrancón
7/ Brigada del ejercito en Caquetá
8/ Base militar Tres esquinas, Putumayo
9/ Brigada de patrullaje fluvial en Puerto Leguízamo, Putumayo
10/ Radar con base terrestre en Leticia
11/ Base militar de Tolemaida, en Tolima con 18 helicópteros HV-1N
Fuente. Cuadros elaborados por Robinson Salazar. Los avatares del Plan
Colombia, Dignidad y Plan Puebla Panamá. (4) y recursos de investigación.(**)
A todo lo anterior, hay que agregarle los ejercicios militares conjunto entre
EE.UU. y las fuerzas militares nacionales que desde el año 2000 se han
intensificado en Argentina con el denominado Cabanas, simulacros de desembarques
en Vieques, Puerto Rico, Nuevos Horizontes en Guatemala y Nicaragua y los
acompañamientos en Perú en la zona de Iquitos, Ecuador en la Base Manta, en
Colombia en la selva amazónica y en la presión fronteriza contra venezuela en
Arauca y Arauquita.
En conclusión, el riesgo de las democracias latinoamericanas no está en el
camino que han escogido, sino por donde las han inducido y la diversa gama de
intereses que los EE.UU. han sembrado en la región, desde planes
contrainsurgentes que empañan el horizonte político, hasta creación se actores
sin imaginarios como los paramilitares; con la instrumentación de forma
novedosas de custodia de intereses empresariales hasta intervencionismo
descarado que defienden al gran capital y criminalizan a los movimientos
insumisos. Todo ello nos llama la atención y nos envían un mensaje, las nuevas
luchas populares en América latina se tendrán que cargar de una dosis
antiimperialista.
Lo que está claro es que la esencia de todo este intervencionismo es asegurar
las inversiones y la estabilidad de los mercados para que las empresas
multinacionales sigan lucrando con la miseria de los pueblos latinoamericanos (Petras,
2003) pero la respuesta a este abuso no tarda en aparecer en América latina.
Orientación cinco: Las Nuevas prácticas políticas.
El achatamiento del Estado, la pérdida de representatividad de los partidos
políticos, el sesgo comportamental de la gran mayorías de las ONG, la
inmovilidad de los sindicatos y ligas campesinas, la actuación desobligada del
Estado con respecto a las demandas sociales, la reducción de las políticas
públicas y los arreglos institucionales que se han construido que en nada
favorecen a los grandes segmentos sociales populares, han dejado sin instancia
de representación e intercambio a la sociedad civil latinoamericana.
Hoy día impera la carencia de una instancia jurídica, legal o política u
orgánica que ofrezca a la sociedad civil un resquicio de posibilidad para ser
representada ante el gobierno, para gestionar su defensa o exigir o reclamar una
demanda que es necesaria para su desarrollo como comunidad.
En el campo de la política, el desencanto es mayor y deviene de la actuación de
los representantes de los partidos políticos, quienes se han alejado de la
interlocución ciudadana y se han arrimado más al mercado. Pareciera que situarse
en la política es desoír a los electores y escuchar las recomendaciones de los
responsables de conducir la economía; la famosa frase "ni los veo ni los
escucho" es fiel reflejo de lo que hacen los políticos "profesionales", dado que
sólo les interesa su popularidad medida a través de los medios y no con la
presencia de ellos en el ámbito público, puesto que ahí son vapuleados.
Esto lo hacen todos, tanto los partidos que se autoreconocen de derecha como los
de izquierda, lo que indica que en el horizonte inmediato del ciudadano no hay
diferencia entre gobierno y oposición, tampoco entre izquierda y derecha, todos
son centro, pero centro de una crítica acérrima que nutre el abstencionismo en
cada proceso electoral que se lleva a cabo en Latinoamérica.
Aquí está un afluente de la desconfianza ciudadana hacia los líderes e
instituciones políticas. No es que exista un electorado desorientado ni
indefinido sino un electorado desencantado y refractario ante las mentiras y los
engaños, por un lado, y por otro, un puño de políticos que les interesa más
vivir, por un periodo determinado, de las arcas públicas sin importarle las
esperanzas ni los anhelos de los ciudadanos.
Ante ello, la sociedad civil ha tomado y se ha apropiado de iniciativas propias
al margen de todas las actuaciones de los sujetos políticos y sociales
estructurados en el Siglo XX con el objeto de reclamar, exigir y lograr una
recuperación de los espacios públicos, convertirse en interlocutor válido y
defender sus derechos.
El interés primordial de las actuaciones ciudadana es la de recuperar la vida
cívica y pública, ensanchar la constricción del espacio público, que los asuntos
de todos sean más importantes que los personales, reapropiarse de los espacios
de las calles, esquinas, plazas y parques se han sido secuestrado, por la
delincuencia o por la apatía gubernamental.
Hay nuevas prácticas políticas que se vienen instrumentalizando por los nuevos
sujetos insumisos y que son registradas o marcadas como actuaciones espontáneas,
pero no es así. Ellas tienen como punto de partida o recursos de actuación a la
memoria histórica, a la experiencia y saberes que los nuevos sujetos y los que
se encuentran en estructuración van creando y recuperando de su pasado, de las
experiencias de otras acciones colectivas observadas o vividas o de lo
trasmitido oralmente, todo ello va acrecentando un acervo de conocimiento y de
práctica que se condensa en capital de la memoria social de una comunidad o
grupo social.
Ante la ausencia de mediaciones, la acción directa, la toma de calles, corte de
rutas, de casetas de peaje, aeropuertos, los piquetes, cierre de oficinas y
avenidas, marchas, manifestaciones y movilizaciones multitudinarias y pintas son
parte del arsenal de experiencias políticas renovadas que tienen doble objetivo.
Por un lado, confrontar a la autoridad o al otro para que los reconozca como
interlocutores y acepte dialogar sobre la demanda que llevan en manos, por otro,
hacer notorio, en una sociedad mediática como la de hoy, que sean visto en los
medios a fin de que los espectadores se den cuenta que otros hacen lo que ellos,
los observadores, no se han atrevido hacer aún, eso le permite hacerse de una
identidad pública pero a su vez abre una ventana para que otros movimientos se
sumen a la protesta.
Son prácticas políticas autoconvocada, de carácter convergente, amplias y
vinculante, pues cada día son más las actuaciones públicas que suman más y más
adeptos; además, son recuperadoras del espacio público, el cual han convertido
en un foro permanente, abierto y estructurante donde se resuelven las
identidades colectivas de los nuevos movimientos que nacen, pero aún más, son
cemento de la nueva integración política que se moviliza alrededor de la
protesta pública.
La protesta no es sólo de los movimientos ya reconocidos, sino que alrededor y
sumándose al Movimientos Sin Tierra de Brasil, Movimiento Sin techo de Paraguay,
Movimientos al Socialismo de Bolivia, Cocaleros del Chapare, Los desplazados de
Colombia, las actuaciones de los Bolivarianos en Venezuela, Los campesinos de
San Salvador Atenco, los Motoqueros y Piqueteros, de Argentina hay muchos
excluidos y expoliados que son sujetos desciudadanizados pero ven en la protesta
la coyuntura favorable para recuperar su estatus de ciudadano y exigir sus
derechos negados.
Ante esta nueva realidad y reveladoras prácticas políticas, los partidos
políticos, a la par de los gobiernos, se han sumado a una campaña de
desprestigio para criminalizar las actuaciones colectivas de los nuevos sujetos
que no tienen representación o se niegan a aceptar las existentes. Criminales
que atentan contra la gobernabilidad, las instituciones o el estado de derecho
son los argumentos de los partidos y gobiernos inmovilizados; terroristas y
aliados externos de las FARC o de grupos internacionales cubanos son las piezas
discursivas que alimentan el odio hacia los nuevos practicantes de la política
directa.
El fondo de esta problemática no está en que si son terroristas o actos
atentatorios contra la gobernabilidad existente, sino en detectar por qué han
surgido las nuevas prácticas políticas al margen de la intermediación, que
responsabilidad han tenido las instancias de representación y mediación de la
sociedad que han dejado a representar a los intereses de los ciudadanos y se han
dedicado a lucrar de la política y el erario público; por qué las instituciones
y leyes han permitido que las estructuras orgánicas de representación perduren
sin cambiar a la par de los cambios que se dan en la sociedad, provocando con
esta desidia que la sociedad invente y recree sus formas propias de
autorepresentación.
Si esta tendencia perdura y sólo se intenta atajar el fenómeno judicializando
las nuevas prácticas políticas, los riesgos para la débil democracia
latinoamericana son enormes y las confrontaciones, los conflicto y la violencia
serán los productos de esta insensatez que los gobiernos y los que legislas
portan en su accionar.
Sexta orientación: La desciudadanización creciente
Otro fenómeno que toca a las puertas de la democracia para atemorizarla es la
tendencia incremental de la desciudadanización en América latina, cuyo proceso
se inicia con la acelerada pauperización y reducción de derechos que el
neoliberalismo viene dejando a lo largo de su camino desde la década de los
ochenta a la fecha, aunque cada día que pasa, en piases como Colombia,
Venezuela, Bolivia y Paraguay y toda el área centroamericana es más drástico y
dramático que lo acontecido en otros naciones, debido a que las privatizaciones,
cierre de empresas públicas, el desempleo y flexibilidad laboral está
desalojando del terreno de la sobrevivencia a millones de trabajadores que pasan
a ser sujetos sin derechos.
Los sujetos sin derechos no es una nueva categoría "snob", sino que es el
producto de las políticas discriminatorias que los gobiernos de nuestra región
vienen impulsando para negar las conquistas laborales, negar los requerimientos
básicos para la sobrevivencia y nulificar todo aquello que sea público y
estatal, para convertirlo en privado, exclusivo y alejado de la intervención del
Estado y, la "desciudadanización, es el proceso por el cual los ciudadanos, en
especial los excluidos, pierden la confianza en las instituciones democráticas,
económicas e impartidoras de justicia.
A través de la desciudadanización podemos analizar los procesos reciente y
creciente de exclusión de una gran parte de la población de sus antiguos
derechos sociales. Pérdida de empleo y escasa o nula expectativa de llegar a
obtener un trabajo estable con cobertura social, pérdida de la vivienda,
dificultades para el acceso a la salud y deterioro de la calidad de la
enseñanza; pobreza extrema que afecta sobre todo a los niños y sus madres,
disminución de las condiciones mínimas de igualdad, de igualdad no en un sentido
radical marxista, sino, en el sentido del acceso a bienes sociales esenciales en
una sociedad moderna y democrática como es la educación, salud, trabajo,
vivienda y protección a la vejez. La vulnerabilización de todos esos derechos
civiles, políticos y sociales nos arrima a la plataforma de la
desciudadanización.
La desciudadanización, vista sí, es un fenómeno político se ve acrecentada,
tanto en los países que aun no concluyen su transición, Venezuela y Perú, como
en los países que lograron reingresar en el proceso democrático. Esta situación
nos conduce a plantear la existencia de una democracia formal, procedimental, en
tanto la democracia sólo se afirma en su dimensión institucional -por lo menos
en el plano nominal- pero no avanza en su faz funcional y de contenido, tampoco
trasciende a los ámbitos de la participación ni en la rendición de cuentas,
pudiendo todo ello originar un retroceso ciudadano en el sentido de apatía y
escepticismo. Lo cual se demuestra con las cifras de la abstención en cada
proceso electoral.
Ahora bien, la democracia se carga de contenido mediante la participación
ciudadana, la cual constituye y muestra el grado de cultura política que posee
una sociedad. Si la acción ciudadana no se ejerce la cultura política no crece
ni se consolida, por lo que la democracia no tendría posibilidad de superar el
estadio primario de formalidad, abriendo cada vez más la brecha entre
representación y participación. (María Pastore, 1998)
La experiencia latinoamericana, en los últimos 25 años, nos arroja resultados
devastadores, si bien se consolidó una transición política, ésta no ha sido
suficiente, puesto que las restricciones que el neoliberalismo le impuso hizo
que la ciudadanización política resultante de esa etapa transicional fuese se
acompañada por una implacable "desciudadanización económica y social",
comprometiendo gravemente la legitimidad de las incipientes democracias de la
región. (OSAL, 2000)
Si la ciudadanía y la participación activa de la misma en los asuntos públicos
es la columna vertebral y condición indispensable para que exista democracia; la
desciudadanización es el factor determinante para que ella no exista o deje de
existir, por tanto, urge reactivar todos los dispositivos necesarios para que no
siga deteriorándose la incipiente democracia que tenemos.
En síntesis, la ciudadanía de la mayoría de los países latinoamericanos requiere
de condiciones políticas: libertad de expresión y de asociación, garantías
individuales frente al ejercicio del poder del Estado y condiciones sociales de
igualdad social, si a la democracia se le restan estos ingredientes, las
condiciones sociales básicas para la constitución de una ciudadanía política
autónoma son precarias, pero son el ambiente ventajoso para producir relaciones
clientelares y enclaves culturales que dañan a la política y consubstancialmente
a la democracia.
Séptima orientación: La multitud como actor social
A finales del Siglo XX, en nuestros países se desató un comportamiento
insumiso que en década anteriores también había aparecido, pero en los años 60 y
70 no se les conceptualizaba como multitud, sino como pueblos, cuya vanguardia
era asumida por fuerzas armadas revolucionarias del momento, tal fue el
comportamiento del pueblo nicaragüense, el salvadoreño y en algunos momentos en
Colombia y Perú.
El hecho de que una fuerza beligerante se colocara al frente de esos movimientos
multitudinarios, le asignaba una entidad, pueblos insurgentes o se le
adjetivizaba como Sandinista, comunista, Farabundista, etc., pero no hubo la
preocupación de conceptuar con mayor rigor la lógica de acción colectiva que
comportaban, eran muchas, multidiversas y convergentes, en algunos casos,
distantes en otros.
Esa multitud se diluía, en los análisis de la época en la categoría pueblo,
articulada a nación y Estado, las tres denotaban al pueblo, mismo que planteaba
una lucha por la liberación nacional.
A fin de siglo nuevamente aparecieron los actos y las acciones
multitudinarias en Argentina, Bolivia, Venezuela, Ecuador y Uruguay, sólo que
esta vez la categoría pueblo se encontraba en desuso, la sociedad no era vista
como un todo homogéneo, sino que al interior convivían diversas franjas sociales
que daban cuerpo a la heterogeneidad.
La multitud de hoy es un cuerpo semiorgánico, la gelatinosidad de sus
estructuras se debe a que su naturaleza es convergente, a ella llegan y se
asocian de manera perentoria múltiples actores, casi siempre autoconvocados ante
una situación que pide o exige el concurso de todos. Todos los que a ella llegan
son sujetos que no creen en las mediaciones ni se sienten representados por los
partidos políticos ni ligas o asociación alguna, ven la acción directa como el
recurso más eficaz para obtener su demanda o hacerse sentir en el espacio
público.
Son sujetos desgajados (Salazar R.2003-B) que conviven y sobreviven an
los barrios, Chabolas, cantones, comunas y comunidades marginales propias de la
fragmentación urbana que en medio de su estado de subsistencia, se asocian,
arman redes, intercambian experiencias y se aglutinan en forma de multitudes, lo
cual le da un carácter deliberativo y actuante, en la medida que asume la
responsabilidad de llevar a cabo una acción directa para protestar, marchar,
movilizarse, bloquear calles, montar un piquete o confrontar una medida
gubernamental.
No todas las multitudes son iguales, las acciones desarrollada por la
Coordinadora del Agua en Bolivia son más contundente y con mayores recursos
orgánicos que las movilizaciones de los Piqueteros de Argentina, y esa
diferencia está marcada en que en Argentina como en otra partes de América
Latina, se le apuesta al asambleismos prolongado y a la horizontalidad
deliberativa y decisional, como una muestra de que no son copia de los partidos
políticos tradicionales de estructuras piramidales y que el liderazgo se agotó
para este tipo de organizaciones de masas.
El horizontalidad, si bien es un recurso democratizador al interior de las
organizaciones populares, esta no puede perpetuarse y ejercitarse en todo
momento y ante cualquier circunstancia, porque hay coyunturas, puntos de
inflexión en que hay que decidir, asumir el riesgo y la responsabilidad de dar
una orden o tomar la iniciativa, y en el instante que hay que hacerlo, no puede
convocarse a la horizontalidad deliberativa y consensual.
Esta ha sido la debilidad de los comportamientos multitudinarios, por apostarle
a la democracia interna, han renunciado a un programa y han perdido la visión de
poder; por renunciar a un liderazgo han caído en la amorfosidad y con ello la
pérdida de sentido de sus luchas.
Si las multitudes mantienen esa actitud y se niegan a recuperar atributos de los
movimientos sociales y de los grupos armados insurgentes (programa, liderazgos y
búsqueda del poder), su vocación excesivamente democratizadora los van a
destruir, pero aún más, sus actuaciones pueden colapsar un andamiaje
institucional y reventar las estructuras de la democracia que se está edificando
en la medida que la represión estatal radicalice los actos y criminalice los
desempeños de las multitudes.
Las multitudes aisladas no van a subsistir, pero tienen la opción de armar
ligas, redes asociativas y trabajar en varios frentes o aristas, algunas veces
organizadas en asociaciones barriales, otras en defensa de los servicios
públicos, no desdeñar la posibilidad de estar en el poder participando en las
elecciones, colocando parlamentarios, alcaldes, gobernadores, construyendo
liderazgos comunales, universitarios, etc., a fin de dotarla de lo que hoy
carecen, de un programa, una vocación de poder y liderazgos que marquen la pauta
de la nueva democracia a construir, desde abajo. Si se quedan como están, el
mayor riesgo que corre la democracia es que renuncia a un sujeto que
potencialmente puede transformase a si mismo pero a la vez empujar a la
democracia del lugar en que se encuentra estancada.
Notas.
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* Robinson Salazar Pérez
Investigador de la Universidad Autónoma de Sinaloa/México
Autor de libros: Diálogos por la paz, 1999); Convergencia democráticas en
América Latina (1996). Coordinador de libro: Comportamiento de la sociedad civil
latinoamericana (2002),
Con Eduardo Sandoval: Lectura crítica del Plan Puebla Panamá, América Latina,
conflicto, violencia y paz en el siglo XXI, y autor de 40 artículos en revistas
latinoamericanas.
robinsson@mzt.megared.net.mx