La Izquierda debate
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Maristella Svampa, socióloga
Sobre intelectuales, countries y piqueteros
Primero investigó el boom de los countries y las clases medias en ascenso buscando seguridad. Luego, el fenómeno de los piqueteros: la resistencia de las clases en descenso e inseguridad. Maristella Svampa y su visión sobre la actualidad de ambas situaciones. Los countries y el derrumbe de la utopía de la comunidad aislada. Los movimientos de desocupados entre la izquierda, los populistas y los autonomistas (o nueva izquierda). Y la crítica a los intelectuales que necesitan a Marco Polo.
Agencia La Vaca
www.lavaca.org
Svampa reivindica la figura del intelectual crítico, frente a la del
académico profesional, el experto, y el colaborador con el poder. Atribuye esa
decadencia de la crítica a la derrota de los 70. Pero también se diferencia de
la figura del intelectual militante.
Estudió la huida hacia los countries de las clases medias en ascenso, antes de
la crisis. Después de la época del gran pánico (donde se practicaban simulacros
de evacuación frente a una presunta invasión de pobres y piqueteros) se derrumbó
la idea de la comunidad perfecta y aislada.
Señala que existe una retórica sarmientina de desprecio hacia los sectores
populares, a cargo de los llamados medios de comunicación.
Considera que la privatización de la seguridad es un fenómeno que se ha visto
hasta en la guerra de Irak (que efectivamente cuenta con la participación de
empresas privadas y mercenarios fotogénicos). Advierte sobre el endurecimiento
de la "sociedad de control" en el país, y un posible horizonte represivo.
Describe el mapa piquetero actual, diferenciando a grandes rasgos a los
populistas, los grupos ligados a la izquierda tradicional, y lo que denomina
"espacio de la nueva izquierda" que no quiere llamar "autonomistas" porque
considera que tal término se asocia a una visión demasiado "solanocéntrica" (por
el MTD de Solano).
Explica cómo los planes sociales fueron utilizados por el peronismo para
relegitimarse, mientras la izquierda consideraba que tal movimiento era "un
cadáver insepulto".
Advierte sobre el riesgo de que muchos movimientos piqueteros terminen
reproduciendo el clientelismo político, a través del manejo de los planes
sociales.
Maristella Svampa es socióloga, investigadora, y tiene nariz.
Eso podría explicar su olfato para estudiar dos temas que sus colegas del gremio
de las ciencias sociales no juzgaron lo suficientemente interesantes:
En Los que ganaron investigó, a fines de los noventa, el boom de las
clases medias en ascenso y su traslado a los countries y barrios privados,
buscando un estilo de vida protegido de los peligros del mundo exterior. En
coautoría con Sebastían Pereyra, escribió De la ruta al barrio-La experiencia
de las organizaciones piqueteros.
Sobre tal malformación nasal o sinusitis temática -o lo que sea- Svampa opina:
-El tema de los movimientos, sobre todo, me causa gracia. Siempre hay colegas y
profesionales de la academia que ignoran completamente lo que ocurre en el campo
de los movimientos sociales. Es una especie de mundo paralelo que ellos no ven.
Y me invitan para que les cuente, como una especie de Marco Polo que les trae
noticias de países lejanos.
(Aclaración para no iniciados: "academia" es una referencia sobre cierto
establishment de profesores y funcionarios universitarios, y no sobre alguna
sufrida entidad deportiva de la zona de Avellaneda).
Svampa-Marco Polo está preparando actualizaciones editoriales sobre sus libros,
dicta clases en la Universidad de General Sarmiento, es investigadora del
Conicet e integra la Red de Intelectuales, Artistas y Académicos denominación a
la que reconoce excesivamente pomposa (por no mencionar lo académico):
-Con esa red nos proponemos acompañar en la reflexión a los movimientos sociales
buscando combatir la imagen negativa que tienen, instalada en los grandes medios
y la opinión pública. Esa es una tarea esencial que como intelectuales tenemos
que hacer. También es importante reconstruir el rol de intelectual crítico.
-Hace tiempo que no se oye hablar de eso.
-Es que lo intelectual se ha profesionalizado en torno a la figura del experto,
del consultor, y de ahí aparece también el colaborador. O si no, una suerte de
académico impoluto ajeno a lo que pasa en la sociedad. Nosotros criticamos esas
figuras que se consolidaron en la academia. Pero no nos identificamos tampoco de
manera completa con la figura del intelectual militante. Creemos que es
necesario involucrarse y acompañar a los movimientos sociales, pero también hay
que tener distancia para construir en un vaivén y un equilibrio inestable con
los movimientos. Todo eso definiendo la crítica como distancia respecto del
poder, y cercanía con los movimientos sociales.
-No hay neutralidad.
-No. Siempre ha sido falsa en las ciencias sociales. Creo que la derrota en los
70 fue muy grande, afectó a los intelectuales, y hubo un repliegue.
-Pero esa profesionalización, consultoría o colaboración con el poder no
parece ser solo argentina.
-No, es una figura consolidada en todos los países. En Francia los intelectuales
están hiperprofesionalizados y por eso fue tan irritante Bordieu (Pierre
Bordieu, sociólogo francés fallecido en enero del 2002) en los 90, al salir
en defensa de las luchas sociales. Lo criticó toda la elite intelectual,
socialdemócratas en primera línea. La derrota de la izquierda generó una crítica
muy fuerte al rol del intelectual comprometido. Además hay una cooptación. El
sistema académico ofrece grandes beneficios en ese repliegue.
-¿Y aquí?
-También. Con un plus: los intelectuales militantes realmente sufrieron la
represión en carne propia, y muchos de ellos el exilio. Pero creo que han
elaborado muy mal el tema de es derrota, y muchos de esos intelectuales que
estuvieron comprometidos con el proceso de los 70 renegaron de eso, y en los 80
hubo todo un discurso en torno a la recuperación de los valores democráticos que
desembocó en una visión hiperinstitucionalizada de la política.
Fue una época en la cual desaparece la sociología como tratamiento de lo social,
y deviene en reinado de la ciencia política o filosofía política. Yo critico ese
perfil de intelectual profesional asentado. De todos modos, a veces tenemos la
tentación de descalificar la academia. Yo creo que hay que tomar lo mejor de la
academia y potenciarlo.
Svampa está preparando un libro actualizado sobre la problemática de los
countries.
-Volví al campo. Fui a Nordelta y a otros countries para tratar de ver
cuestiones sobre el llamado proletariado de servicios y las relaciones
asistenciales de los countries con los barrios aledaños
-El libro original es anterior a la crisis del 2001. ¿Qué cambios se notan en
el lugar de "los que ganaron"?
-Hay distintas etapas en esta historia de segregación espacial, que tienen
relación con la etapa menemista. La primera etapa, del 94 al 97, está recorrida
por una euforia, una sobreactuación de los riesgos y oportunidades que
representaban estos lugares. En la segunda etapa, que es cuando hice el libro,
se veía que había ganadores, efectivamente, pero también una alta inestabilidad.
Los que pertenecían a sectores medios en ascenso tenían muy en claro que al día
siguiente podían estar del otro lado del alambrado. Eso los llevaba a ser más
pragmáticos, y les impedía planificar a largo plazo. El 2002 fue el año del gran
pánico en los barrios privados.
-Con simulacros de evacuación por si los invadían las hordas de pobres.
-Sí, fue el gran miedo. La imagen de los saqueos recorría el país y en los
countries esperaban a los saqueadores y piqueteros. Ese era el fantasma: no sé,
pensarían que les iban a ir a robar los palos de golf. Hubo escenas
cinematográficas, gente que se iba al Uruguay, planes de evacuación en los
barrios que no eran los más lujosos ni exclusivos. Y a la vez empezó a aparecer
una necesidad de responder a la problemática de descomposición social a través
de formas de asistencia.
-¿Por ejemplo?
-En un country muy conocido hubo un saqueo a un supermercado cercano, e
inmediatamente la comisión directiva decidió crear un comedor comunitario. Se
empezó a ver que la seguridad que habían comprado no era a prueba de fuego.
Incluso afectó la aparición de casos resonantes como el de García Belsunce, que
hablan de que los dispositivos de seguridad al interior de los countries han
sido muy descuidados. Siempre se maneja la idea de que el enemigo está afuera,
cuando en realidad esta idea idílica de que se puede construir una comunidad
perfecta con los semejantes también está en cuestión.
-Se trataría de la doctrina del pituto.
-Digamos que se rompió la idea de que las zonas de seguridad se construyen a
partir de fronteras. Y hubo mucha ingenuidad en creer que se iba a crear la
comunidad ideal, con un exceso de reglamentarismo que nadie respetaba y todos
transgredían. Ahora encontré una actitud un poco más realista.
-¿Pero no hay allí reclamos de mano dura? ¿Marchas Blumberg?
-En esas marchas no sé si son de los countries, aunque hay sectores de clase
media y media alta. Hay barrios abiertos que también tienen sus garitas. El tema
de la seguridad privada es muy amplio, hay 60.000 efectivos en la provincia de
Buenos Aires.
-Más que la policía bonaerense.
-Exacto, y se reparten en countries pero también en garitas, bancos, shoppings,
es un verdadero ejército paralelo que tiene que ver con la matriz neoliberal que
ha reforzado el sistema represivo institucional. Hay una militarización en las
calles y también en las villas, pero esto pasa desapercibido o naturalizado.
Pero es un fenómeno totalmente ligado al modelo neoliberal y abarca inclusive
situaciones como la guerra en Irak, en la que intervienen empresas privadas con
mercenarios. El neoliberalismo requiere seguridad privada. Lo que siempre se
dice: tiene seguridad el que puede pagarla. Es una marca de status, que define
todo un nuevo estilo de vida.
-¿Los medios recrean una especie de country psicológico: un nosotros
en peligro por ellos?
-Es posible. De modo general hay que entender que la Argentina vive un proceso
de fragmentación muy grande. Mundos y universos que no se tocan. No hay puentes.
-Estalló la vieja idea sociológica de la pirámide social, con los pobres
abajo y los ricos arriba pero formando parte de la misma figura.
-Sí. Hay que pensar otra imagen. El archipiélago, o no sé qué. Es lo que decía
también con respecto al mundo académico y al de los movimientos sociales. No hay
puentes.
En los medios hay intereses ideológicos muy fuertes. Son grandes grupos
económicos que forman parte de las organizaciones empresariales. ¿Cuál es el
interés efectivo de esa gente? Y eso se trasluce en la manera como dan las
noticias. El modo en que tratan, por ejemplo, la protesta social. Los titulares
son increíbles y forman parte de una campaña antipiquetera muy fuerte, en la que
convergen diversos sectores: clases medias que manifiestan su irritación y
desprecio hacia los que han sido despojados.
Sobre esa irritación se montan los medios. Hay una derecha dura que pide
represión y que no vacila en usar una retórica sarmientina contra lo plebeyo.
Hay mucho desprecio hacia los sectores populares.
Y el gobierno utiliza ese malestar y lo alimenta, para disciplinar a los
sectores más díscolos.
-Una paradoja: el gobierno hace eso, pero a la vez en los countries y en la
derecha dura ven a Kirchner como un izquierdista, que dice "compañeros" cuando
habla de los piqueteros.
-Yo creo que el gobierno de Kirchner instrumentó distintas estrategias
simultáneas con respecto al movimiento piquetero. Kirchner se hizo cargo de las
demandas de más Estado, con un discurso donde estaban los derechos humanos y la
necesidad de purificar ciertas instituciones. En ese marco hay que comprender la
oportunidad que se le presentó al gobierno frente a un movimiento social que
había tenido gran frontalidad y protagonismo durante el último año y medio, de
llevar a cabo distintas estrategias: negociación, disciplinamiento y represión,
todo junto.
Si se analiza qué se hizo como negociación, la masificación de los planes
sociales benefició a varias corrientes piqueteras. Por otro lado se crearon
nuevos subsidios para proyectos productivos muchos de los cuales fueron un
reclamo histórico de las corrientes autónomas e independientes.
-¿Qué mapa podría trazarse actualmente para entender el universo piquetero?
-Es un conglomerado muy heterogéneo, donde convergen alineamientos que dependen
de partidos de izquierda, organizaciones territoriales más independientes y
autónomas, y otras más ligadas a los sindicatos. Algunas de ellas tienen una
fuerte matriz populista.
Venimos de tensión entre las corrientes ligadas a una concepción de izquierda, y
las autónomas. Pero este año vivimos el gran apogeo de los movimientos
populistas, que si bien habían tenido protagonismo en la calle, no lo habían
tenido en términos de debate.
-¿Y cómo entran en el debate?
-Con Kirchner se les abre la posibilidad de pensar en reconstituir una suerte de
proyecto nacional, con un correlato americano: Chávez en Venezuela, Lula en
Brasil, vamos a ver si Evo Morales en Bolivia. Polo latinoamericano, bases
movilizadas, nuevo liderazgo y pacto social. Kirchner se alimentó de esas
organizaciones y la oposición quedó en los grupos territoriales y los ligados a
partidos de izquierda.
-¿Cuáles serían esos movimientos populistas?
-La FTV (Federación de Trabajo y Vivienda, conducida por Luis D'Elía), Barrios
de Pie, y todos los que han conformado el frente piquetero kirchnerista. Buscan
recrear la idea Pueblo-Nación.
-Y pelearle el territorio bonaerense a los punteros duhaldistas. Supongo. Ese
parece ser el gran unificador de todos los grupos bonaerenses.
-Sí, salvo que no creo que estos grupos hayan peleado realmente contra las
estructuras del peronismo. No son ellos los que han sufrido la represión y la
oposición. La FTV desarrolló componentes pragmáticos muy claros.
-No entiendo.
-Siempre negociaba. Estos grupos no confrontan en términos estratégicos con el
duhaldismo. Son parte de la interna.
-¿Dónde entra en este esquema la Corriente Clasista y Combativa, que fue casi
oficialista y a la vez funciona con el Partido Comunista Revolucionario
(maoísta)?
-Tiene una doble matriz. Una perspectiva anticapitalista con fuertes elementos
populistas. Por eso tiene esas relaciones de acercamiento y alejamiento con el
gobierno. Ahora rompió con la FTV y actúa sola, coordinada a veces con otros
grupos.
-¿Castells (del Movimiento Independiente de Jubilados y Desocupados)?
-Buena pregunta. Creo que tiene una estructura movimientista clásica.
Organización muy verticalista, que funciona en relación con su lider,
jerarquizada y centralizada. Como en el peronismo. En ese sentido Castells tiene
más elementos en común con la FTV, aunque se diferencia por su perspectiva
anticapitalista.
-¿Y los grupos piqueteros oficialistas?
-Ahí lo que no está claro es qué lugar ocupan las bases sociales movilizadas. La
experiencia del 2002 dejó la marca del desborde de las masas y la amenaza a la
gobernabilidad. Con lo cual la transversalidad tiene ese límite: quiere contar
con masas movilizadas, pero gobernables.
De todos modos creo que las experiencias ligadas a los partidos de izquierda
subestimaron al peronismo. Se creyó que había desaparecido. Yo recuerdo que un
dirigente llegó a decir que el peronismo era un cadáver insepulto.
-Es algo que se viene anunciando desde 1945.
-Pero eso es desconocer la historia. No es que uno considere que estamos en las
tierras del peronismo infinito: durante mucho tiempo tuvo el monopolio de la
representación de los sectores populares, pero ahora hay experiencias
territoriales innovadoras por fuera del peronismo. De todos modos desconocerlo o
subestimar su rol entre los sectores populares, es ser ciego.
No se tuvo en cuenta lo primordial: los planes sociales. En 1997 se otorgaron
300.000 planes a las organizaciones piqueteras incipientes. Pero a partir de ahí
se multiplicaron los planes, hay más de dos millones, de los cuales sólo el 10
por ciento es controlado por organizaciones piqueteras. El resto -el 90 por
ciento- depende directa o indirectamente del peronismo.
-Renació el cadáver insepulto.
-Claro, porque en realidad a estos planes más allá de responder a la urgencia
ante la crisis, hay que verlos como una estrategia de legitimación del peronismo
para recuperar su relación con los sectores populares. Si uno se olvida de eso,
puede minimizar lo que ocurre en ciertas organizaciones piqueteras que eligieron
el camino de la masificación y hoy corren el riesgo de caer en el clientelismo.
-¿…?
-Quiero decir: la masificación conlleva el riesgo de clientelismo, porque se
necesitan mediadores, y los mediadores provienen muchas veces del peronismo.
Hubo un pasaje de punteros y manzaneras a las organizaciones piqueteras, que los
aceptaron con el desafío de cambiar la cultura política. Pero ante la urgencia
de la gente, el rol de mediador es tan grande que existe el riesgo ni digo del
asistencialismo, pero sí del clientelismo
-Y las organizaciones que querían romper un tipo de relación terminan
copiándolo.
-Digamos que es un riesgo. Los que acompañamos estos procesos tenemos que verlo
y analizarlo. Porque al principio se vio a los planes como una ruptura con el
sistema clientelar.
-La cuestión es: si la gente tiene que obedecer las órdenes de los dirigentes
y, por ejemplo, ir a los actos y marchas para sumar puntos y recibir un plan, la
práctica es idéntica a las de los punteros, más allá de los discursos.
-En todo caso creo que hay que enfrentar el problema y resolver la cuestión. Más
allá de las críticas de las clases medias sobre asistencialismo, que tienen un
nivel de hipocresía en el cual no quiero entrar. Pero la cuestión está. La
cuestión de la dependencia. Durante la primera etapa del movimiento piquetero
surgieron los elementos más positivos de esa relación ambivalente con el Estado.
Hoy salen a relucir los elementos más negativos, como el riesgo de clientelismo.
Por eso es necesario que distintas organizaciones piqueteras salgan de esa
lógica.
Hay varias propuestas. Hay quienes proponen la universalización de los planes, y
eliminar la figura del mediador.
-Que los planes vayan directamente a la gente.
-Claro. Ahora existen muchos mediadores. El sistema punteril, organizaciones
religiosas tipo Cáritas, organizaciones no gubernamentales. Los grupos
piqueteros son los únicos que han abierto una brecha innovadora en el mundo
comunitario. Los otros no hacen más que reproducir la lógica asistencialista. De
todos modos hay que llamar la atención a las organizaciones piqueteras sobre que
efectivamente hay un peligro mayor en esta relación de dependencia con el
Estado. Hay una profundización de la matriz neoliberal por el lado del
asistencialismo. El Estado controla la vida de dos millones de personas. Es
escandaloso. El movimiento piquetero tiene que romper esa lógica para continuar
con sus prácticas innovadoras. Es el nuevo desafío, y no es fácil.
Otra propuesta es la idea del ingreso ciudadano, que permitiría disociar lo que
es el ingreso, del trabajo, y asociarlo al derecho a la vida, para poder
ejercitar la ciudadanía.
Y me parece que algo que se desdibujó en los últimos tiempos en los movimientos
es el tema de los derechos. Los medios y el rechazo de las clases medias han
contribuido a reducir la protesta a la realización de un piquete o la obtención
de un plan, cuando lo que está en debate es el derecho a la vida, a la
educación, a la alimentación.
Me parece que uno de los grandes desafíos es la ampliación de la plataforma
discursiva y reivindicativa de las organizaciones piqueteras.
-¿Por ejemplo?
-Hay cosas que surgieron en el Foro de Mosconi. Además del rechazo a la
criminalización de la protesta, el otro eje fue el de recuperar los recursos
naturales, denunciar la acción de las multinacionales, interpelar a otros
actores -no sólo al Estado- que han tenido un rol devastador en la sociedad. Hay
que ampliar la plataforma discursiva, porque si hay algo preocupante para las
organizaciones piqueteras, es su grado de aislamiento.
-¿De qué modo se amplía el discurso?
Creo que una manera de tender puentes y buscar lazos es tocar temas que
involucran a todos, porque implican el derecho a la vida, a la educación y
demás.
Pero hay que tener en cuenta que la capacidad de interpelación que
históricamente han tenido los excluidos ha sido bastante débil. Cuando me dicen
"¿por qué los piqueteros no realizan otro tipo de protesta?", yo siempre digo:
son desocupados, tienen menor posibilidad de interpelar a la sociedad que un
trabajador ocupado. La forma de salir de la invisibilidad fue el piquete.
Pero hoy, las clases medias que en algún momento -por la crisis- tuvieron un
punto de resonancia con los piqueteros, están naturalizando otra vez la brecha y
dicen: "señores, resígnense, ustedes son excluidos, vuelvan a sus barrios y no
molesten". Ese es el aislamiento que favorece la represión. La afinidad de las
clases medias fue episódica, aunque también es cierto que surgieron nuevas
organizaciones y espacios de cruce social entre distintos movimientos. Las
asambleas fueron espacios donde se gestaron nuevas articulaciones. Muchos de los
que salieron a la calle están desarrollando nuevas experiencias. No todos se
volvieron a sus casas. Eso es muy positivo, y hay que señalarlo contra esa
visión pesimista y negativa de las clases medias.
Hay profesionales, médicos, psicólogos, grupos culturales, colectivos de
contrainformación, un conjunto heterogéneo que hace sus aportes. Los movimientos
piqueteros no son lo mismo que hace dos o tres años. Han realizado cruces y
articulaciones con otros sectores sociales, han tenido la oportunidad de viajar
y de conocer otras realidades. Se han insertado en el mapa de las luchas
sociales. Eso es algo que no ve la opinión pública.
-Otra vez: el mundo paralelo.
-Claro, lo que no reflejan los medios.
-Lo que mucha gente percibe como retroceso, podría verse como un proceso de
transformación.
-Sí, sobre todo en las experiencias como el autonomismo en todas sus
expresiones, no sólo el radical. Quiero decir que hay una visión muy "solanocéntrica"
de la autonomía (traducción: referencia al Movimiento de Trabajadores
Desocupados de Solano), pero creo que eso forma parte de toda una nueva
vertiente que yo prefiero llamar el espacio de la nueva izquierda, donde hay
matrices diferentes, unas populistas y otras anticapitalistas. Y dentro de las
anticapitalistas hay diferentes expresiones. La izquierda tradicional
partidizada, por ejemplo, con mucha visibilidad por su confrontación con el
gobierno, que bien valdría la pena revisar. Hay una necesidad de repensar cuál
es el sentido de la acción de los que creen que el sujeto político se construye
sólo a partir de la movilización callejera.
-Me perdí. El mapa piquetero se dividiría en tres: organizaciones populistas,
de izquierda tradicional, y el espacio de la nueva izquierda.
-No sólo en el movimiento piquetero, sino que en el espacio de los movimientos
sociales nosotros podemos ver reflejadas distintas lógicas de construcción del
sujeto político. Por un lado, la izquierda tradicional piensa en la construcción
de un sujeto que reenvía a la clase revolucionaria, con una propuesta
vanguardista que cree que el sujeto político se construye con la sola
movilización callejera. Esto se vio al extremo durante los últimos dos años.
Luego están en ese espacio político los que conciben al sujeto político en
términos de "pueblo-Nación", que reenvían nostálgicamente al viejo modelo
populista con el líder conductor, la masa movilizada y el pacto social. Hoy suma
expectativas por la coyuntura latinoamericana. Acá no hay clase revolucionaria
sino pueblo-Nación.
Y creo que hay una tercera que yo no llamo autonomista porque se corre el riesgo
de identificarla con una sola de sus variantes (el MTD de Solano). A esto
lo llamaría el espacio de las nuevas izquierdas, donde encuentro distintas
orientaciones ideológicas. Ahí uno puede encontrar organizaciones como la UTD
(Unión de trabajadores Desocupados de Mosconi, Salta) en la que si se buscan
definiciones teóricas claras tal vez no se las encuentre en los términos que
nosotros podemos plantearlas. Están también los MTD de la Verón (que se han
dividido) y los MTR (Movimiento Teresa Rodríguez, también divididos)
con todas sus ambivalencias y contradicciones, y hasta uno podría decir que hay
otras corrientes diseminadas en el espacio piquetero.
Pero en el espacio de las nuevas izquierdas hay una búsqueda, no una definición
contundente de lo que es el sujeto político. Para los autonomistas radicales, no
hay sujeto, sino una subjetividad radical: no hay la posibilidad de articulación
de un nuevo sujeto político. Ahí hay un debate teórico que hay que seguir dando.
Pero también están quienes buscan la construcción de un sujeto político por fuer
de las concepciones vanguardistas y populistas, pero siempre dentro de una vía
anticapitalista de recreación de nuevas relaciones sociales.
-¿Pero qué sería ese sujeto? ¿Un partido político, o algo por el estilo?
-No, no. El espacio de nuevas izquierdas niega toda posibilidad de
representación a través de los partidos. Eso es claro. Pero por lo demás no hay
definiciones sobre cuál sería ese sujeto político. Hay una búsqueda y un debate.
-Debate difícil, porque están subdivididos hasta los que teóricamente piensan
parecido. Y todos parecen tener buenas razones para no querer estar unidos.
-A ver. Algunos defienden la diversidad. Pero el costado negativo de la
diversidad es la fragmentación. Estamos viviendo eso, que conspira contra crear
espacios de articulación nuevos. Insisto, conspiró cierta vocación autonomista
de negar toda posibilidad de articulación, en tanto esta posibilidad era
portadora de una amenaza hegemonizante.
-Pero sería también un tanto "solanocéntrico" pensar que la fragmentación de
otras organizaciones ocurre por las ideas de autonomía.
-Claro, hay un proceso de fragmentación alimentada por otro lado por el contexto
político y por la heterogeneidad del origen de las organizaciones piqueteras. Un
tema que no fue menor durante el 2002 fue que hubo un gobierno débil como el de
Duhalde. Esa debilidad alentó la proliferación de grupos, las divisiones.
Maquiavelo dice que un rival débil favorece la fragmentación.
-En esas nuevas izquierdas, ¿qué es lo que hay en común?
-Eso también es importante de señalar, porque hay muchas cuestiones. El estilo
de construcción basado en la democracia asamblearia. Cada grupo defiende esa
democracia asamblearia de diferentes maneras, pero es una característica, sea el
MTR, la Verón, y aún la CCC. Está también la autogestión y la voluntad por crear
espacios de economía alternativa. Y la diferencia está entre quienes niegan toda
posibilidad de aglutinamiento porque eso implicaría constituir un polo
hegemónico, y aquellos que sostienen que es posible construir nuevos espacios de
articulación. Sería como la discusión entre Negri y Gramsci (Toni Negri,
italiano, autor de Imperio. Antonio Gramsci, también italiano, teórico marxista
y presidente del Partido Comunista de su país, fallecido en 1937). Negri venció
a Gramsci pero creo que hay que repensar la cuestión de la articulación
política. Me parece muy rico el pensamiento de Negri sobre las transformaciones
en la subjetividad, pero me parece más complicado cuando esto adquiere un
registro político. Ahí hay que ponerlo en diálogo con otra gente. Es necesario
abrir ese diálogo.
-Se le pide muchas cosas a los movimientos, que además tienen que sobrevivir
día a día.
-Pero bueno, si algún aporte podemos hacer es discutir este tipo de cosas.
-Después de la semana contra la criminalización de la protesta, ¿se puede
pensar en una situación represiva más dura?
-Creo que a todos nos acosa el fantasma de la represión final. Pero es cierto
que el contexto se va endureciendo cada vez más, y con hechos objetivos. Cada
vez hay más policías en las calles, fuerzas represivas que se van
diversificando, y la seguridad privada en aumento, como un ejército paralelo. La
sociedad de control no es una imagen metafórica. Y el endurecimiento va más allá
de la situación de inseguridad que plantean muchos sectores. Pasa no solo por la
presencia policial, sino por situaciones como la judicialización de la protesta
social, que favorece la represión.
-¿Hay grupos piqueteros a los que les convenga el escenario represivo?
-El "cuanto peor, mejor". Me parece que es una idea simplista. Si hay algunos
que piensan así, es algo marginal. No es algo que esté presente en los
movimientos. Pero es una idea explotada por el gobierno y ciertos sectores
progresistas. Parecería que todo desafío o confrontación es funcional a la
derecha. Pero entonces, ¿qué habría que hacer? ¿quedarse en el barrio para no
despertar al lobo feroz? Ahí hay otra discusión. Sin caer en el simplismo de los
que simplemente piensan que hay que atizar para tener mayor apoyo, en una
confrontación siempre hay riesgo de que haya mayor represión. Eso lo saben todos
los grupos desde la primera vez que salieron a cortar una ruta.