La Izquierda debate
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El debate de la izquierda en América Latina
Schafik Jorge Hándal
América Latina y el Caribe son hoy el escenario de un intenso y
frecuentemente acalorado debate sobre las estrategias que la izquierda debe
adoptar para alcanzar el poder. En otro momento, en la época de las dictaduras
militares latinoamericanas y caribeñas, que abarcó casi todo el siglo XX, el
debate principal en el seno de la izquierda revolucionaria fue alrededor de: vía
armada o vía pacífica electoral.
El gobierno de Estados Unidos simplemente no estaba dispuesto a aceptar el
ascenso de la izquierda a los gobiernos por vía electoral. El Chile democrático,
con ejército "profesional y obediente de la autoridad civil", fue enterrado por
el golpe militar encabezado por Pinochet, el asesinato del Presidente Salvador
Allende y la matanza generalizada que sobrevino al 11 de Septiembre de 1973.
Después, los militares aplastaron la democracia uruguaya, la "Suiza de América";
los militares argentinos instauraron una de las más cruentas dictaduras sufridas
en ese país. En Brasil, los militares volvieron aún más asfixiante el régimen
que habían instaurado a inicios de la década de los sesentas.
El derrumbe del socialismo soviético, la entrada en el mundo unipolar y en el
capitalismo neoliberal volvieron innecesarias para los Estados Unidos las
dictaduras militares, ya desgastadas por las luchas políticas y armadas de
nuestros pueblos y riesgosas para la estabilidad de la dominación imperial, como
lo habían demostrado en su momento la Revolución Cubana y la Revolución
Sandinista.
Washington hizo entonces un giro de su estrategia en América Latina y el Caribe,
hacia la promoción de gobiernos civiles surgidos de elecciones "democráticas".
No buscaba favorecer el ascenso revolucionario a los gobiernos, sino sustituir
una forma de dominación que se había vuelto riesgosa por otra más segura, para
el implantamiento del capitalismo neo-liberal, su globalización y su hegemonía
militar.
Este giro inauguró arrebatándole el poder a la Revolución Sandinista por vía
electoral y favoreciendo la solución política negociada del conflicto armado
salvadoreño, después de la gran ofensiva militar del FMLN en noviembre y
diciembre del año 1989. Chile, Uruguay, Brasil, Perú, Bolivia, Argentina, fueron
también escenarios de la resistencia popular, incluso armada, contra las
dictaduras militares que desembocaron en salidas electorales.
El debate en la izquierda sobre vía armada ó vía pacífica electoral entro en
receso. ¿Volverá a surgir en el futuro? En verdad no puede descartarse.
Los procesos electorales se convirtieron en una prioridad para la izquierda en
nuestro sub-continente, casi impuesta por la desaparición de la bipolaridad
geopolítica, en cuyo marco triunfaron tantas revoluciones y muchas pudieron
consolidarse. En América Latina la Revolución Cubana es el ejemplo primero y
clásico. En el marco de la bipolaridad se liberaron también del colonialismo
muchos pueblos en Asia y África.
El debate en la izquierda Latinoamérica y Caribeña se desplazó a la búsqueda de
respuestas a interrogantes como las siguientes:
¿Podrían realmente los procesos electorales, en el marco de la uní polaridad,
constituirse en una vía para el acceso a los gobiernos de las fuerzas
revolucionarias?
Más aún... ¿Podrían las elecciones llegar a ser una vía para la conquista del
poder y no solo de los gobiernos?
¿Las victorias electorales de la izquierda podrían excluir la posibilidad de ser
revertidas por los tradicionales cuartelazos de jefes militares sumisos al
imperio y a las oligarquías? Y muchas otras más por el estilo.
Surgieron las respuestas contradictorias o matizadas.
En Colombia, por ejemplo, continúo y creció la lucha armada, combinándose en
ocasiones con alianzas y luchas electorales. En Perú surgió y se desenvolvió por
varios años la lucha armada.
Por su parte, una pequeña minoría de la izquierda Latinoamericana y caribeña se
mantuvo al margen de la participación electoral y continuó rechazándola como vía
para el ascenso revolucionario al poder, sin practicar tampoco otras vías.
La parte mayoritaria se incorporó a los procesos electorales a partir de
estrategias diferenciadas y divergentes:
Para algunos de estos últimos, las elecciones pueden ser vía de la izquierda
hacia el poder si esta se "modera", se "moderniza", si es "realista" y se
convierte en un proyecto "viable", tolerable para el imperio, para el gran
capital oligárquico y para los militares reaccionarios y si además es capaz de
entusiasmar a las mayorías ciudadanas para cosechar sus votos. A menudo, un
componente de esta receta es el anticomunismo y la toma de distancia de la
Revolución Cubana y ahora, aunque más tímidamente, respecto al proceso
revolucionario ! bolivariano en Venezuela. Se plantean así mismo la no ruptura
con el modelo del capitalismo neoliberal y su Fondo Monetario Internacional, o
hablan de postergarla o gradualizarla.
En ciertos casos estas recetas incluyen la postulación al cargo presidencial de
personajes "potables" cooptados de fuera de la izquierda. Un caso extremo de
esta formula fue el del FREPASO argentino, que obtuvo una clara victoria
electoral, pero instaló un gobierno, encabezado por Fernando de la Rua, que
profundizó el modelo neo-liberal heredado de Menem, lanzó a la miseria a una
vasta proporción de la sociedad y fue derrocado por las más grandes e intensas
movilizaciones populares. Esta parte de la izquierda suele también distanciarse
de las luchas ! sociales de los sectores golpeados por el modelo neoliberal y
que buscan salidas alternativas a las crisis que los abaten. Los argumentos que
frecuentemente se escuchan, para justificar ese distanciamiento, es que la
movilización social y popular perjudica las posibilidades electorales, pues se
asusta a los votos moderados.
Mientras tanto, otra parte de la izquierda se ha planteado ascender a los
gobiernos por vía electoral para cambiar el sistema del capitalismo neoliberal y
consumar verdaderas revoluciones democráticas, ganando para ello el entusiasmo,
la participación, la acción organizada y decidida de la mayoría del pueblo,
concertando amplias, multiclasistas y multisectoriales, alianzas
anti-neoliberales, nacional e internacionalmente, disputándole la influencia
sobre los militares al imperio y la oligarquía financiero-mediática. Es una
estrategia que se articula en torno a la realización de un programa claro y
consistente de cambios estructurales, en lo económico, social y político.
Este es el caso de la Revolución Bolivariana liderada por Hugo Chávez Frías, que
ha surgido y avanzado a través de reiterados procesos electorales y grandes
enfrentamientos victoriosos con la contrarrevolución apoyada por las
transnacionales y el gobierno de Estados Unidos.
Para esta parte de la izquierda los procesos electorales son una gran
oportunidad para la comunicación de las propuestas revolucionarias a la gente y
un gran escenario para la lucha de ideas contra el capitalismo neo-liberal y por
una sociedad justa. Son, a la vez, un gran instrumento movilizador y organizador
del pueblo, consolidador de las alianzas anti-neoliberales, fuente de
acumulación de fuerzas y de construcción del poder popular, enrumbados hacia el
cambio de la correlación y hacia la revolución.
Ese es el gran debate que está planteado hoy en el seno de la izquierda. El FMLN
en El Salvador no es la excepción. Al igual que en otras experiencias
latinoamericanas la derecha y sus medios no disimulan sus simpatías. En el
fondo, como lo han señalado algunos de sus ideólogos más connotados, comparten
el propósito de debilitar y hasta destruir el proyecto revolucionario, que ha
probado ser una real amenaza para su modelo de dominación.