Información: ¿en
manos de quién?
Angel Guerra Cabrera
La segunda fase de la Cumbre Mundial sobre la Sociedad de la Información(CMSI)
tiene lugar en estos días en Túnez. La lucha que se da allí por democratizar los
medios de información y comunicación y las tecnologías que les dan soporte es
inseparable de la cuestión de quiénes controlan su propiedad y uso. A partir de
esta base es posible comprender mejor la abismal asimetría en este campo entre
países ricos y pobres y, aun dentro de los primeros, donde decenas de millones
no tienen acceso a las nuevas tecnologías. En la CMSI, como recientemente en la
votación sobre el bloqueo a Cuba en la ONU, se aprecia a primera vista una
enorme distancia entre la postura del gobierno de Bush II, el nazi, y las de una
mayoría de Estados, al menos en lo que concierne a internet. Para aprehender
este cuadro es conveniente recordar un poco de historia.
Desde el take off capitalista hasta nuestros días un abismo económico,
científico y tecnológico fractura a la humanidad. Modeló un mundo repartido
entre un pequeño grupo de potencias imperialistas que ya a fines del siglo XIX
consiguieron el desarrollo basadas en el capital monopolista, alimentado por el
yugo económico y político, el saqueo y las guerras de rapiña sobre las demás
naciones. Contrariamente a lo que afirman sus apologistas, el "libre" comercio
se convirtió en un grave escollo para el desarrollo capitalista y fue abandonado
por las potencias imperialistas, todas las cuales se han caracterizado por la
práctica de un feroz proteccionismo. La parte del mundo dominada por ellas se
vio postrada a la condición eufemísticamente denominada "países en vías de
desarrollo", condenada a la dependencia y la subordinación y a sufrir la
expoliación de sus recursos, incluido el robo de cerebros. Triunfó un modo de
producción que condicionaba el desarrollo de una minoría de Estados al
subdesarrollo de los demás, a quienes les fueron impuestas desde entonces
condiciones leoninas en el comercio, el crédito, la inversión extranjera y la
transferencia de tecnología. Cualquier semejanza con lo que proponen el ALCA o
la dirección de la OMC hoy (no) es pura coincidencia. A partir de finales de la
primera guerra mundial la hegemonía británica fue sustituida por la
estadunidense, que se vio extraordinariamente reforzada al desplomarse en 1991
el llamado socialismo real en la URSS. La hegemonía estadunidense muestra graves
grietas, pero se mantiene aún, sustentada principalmente en su poderío militar y
en los múltiples lazos de dominación creados hacia el resto del mundo.
En esta hegemonía, tan importante como su enorme arsenal de armas de destrucción
masiva es el control de casi la totalidad de las grandes transnacionales
mediáticas por el gran capital de la potencia norteña. A lo que añade el control
absoluto sobre la gobernanza de internet, a cargo de la Corporación de
Internet para la Asignación de Nombres y Números(ICCAN por sus siglas en
inglés), ente privado supuestamente sin fines de lucro que actúa en coordinación
con el Departamento de Comercio de Estados Unidos. La superpotencia dispone así
de los medios para empobrecer la cultura y el pensamiento a escala mundial y se
niega a abrir a la participación de todas las naciones el gobierno de
tecnologías fundamentales para la democratización del conocimiento y el
desarrollo, como son las de internet. Esta cuestión es la más controvertida de
la CMSI y enfrenta a Washington no sólo al mundo subdesarrollado, liderado por
Brasil, India y China, sino con sus propios socios imperialistas de la Unión
Europea y con Rusia. Ante la negativa estadunidense, se anticipa el no
cumplimiento por la CMSI de sus objetivos y el eventual surgimiento de nuevos
sistemas de internet al margen del manejado por Washington. Otro punto en
discusión es el de la ayuda de los países ricos al financiamiento de las
tecnologías de la información y la comunicación(TIC) en el tercer mundo, donde
tampoco parece que se alcanzará consenso. Cabe recordar que aquellos están muy
lejos de cumplir con el compromiso contraído en la ONU de dedicar el O.7 de su
PIB a la ayuda al desarrollo.
Lo que traslucen los documentos, tanto de la primera como de la segunda fase de
la CMSI, es una concepción de la tecnología al servicio de los intereses de las
grandes corporaciones, y no del desarrollo, como proponen los países del tercer
mundo y muchos representantes de las organizaciones de la sociedad civil.
aguerra12@prodigy.net.mx
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