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Operación Masacre en Avellaneda

¡Argentina está en manos de un gobierno homicida y sirviente de las corporaciones financieras! ¡Somos todos piqueteros!

Declaración de La Otra Aldea ante la represión asesina contra el movimiento popular registrada en Buenos Aires el miércoles 26 de junio, dejando el saldo de al menos dos luchadores sociales muertos, decenas de heridos y casi 200 detenidos.

Buenos Aires, 29 de junio del 2002
¡La inmensa mayoría del pueblo argentino es piquetero!. Y decimos esto no sólo porque con esa frase podemos sintetizar nuestra solidaridad con los más pobres y sojuzgados de este país y nuestra más enérgica condena al gobierno de facto de Eduardo Duhalde, el responsable local e inmediato de los salvajes asesinatos cometidos el miércoles pasado. Decimos que la mayoría de los argentinos somos piqueteros porque estamos luchando para sobrevivir.
Cuando el jueves por la noche, miles de ciudadanos marchamos por el centro de Buenos Aires para hacer oír nuestra voz de indignación y repudio ante la escalada represiva del gobierno -Argentina esta viviendo bajo un verdadero régimen Terrorista de Estado-, los gobernantes asesinos -tanto Duhalde como el gobernador de la provincia de Buenos Aires, Felipe Solá- no tuvieron más remedio que reconocer la verdad. Su plan de encubrimiento sistemático había fallado: una verdadera colección de fotografías periodísticas y de testimonios directos constataban lo que el pueblo movilizado ya sabía, que los manifestantes piqueteros habían sido asesinados -fusilados- por el propio jefe de la operación represiva de la policía y otros esbirros del Estado.
A esa misma hora comenzó a circular información muy precisa: esas fotografías daban testimonio de que uno de los autores materiales de esos homicidios había sido el propio jefe de la represión, el comisario Alfredo Franchiotti. El mismo que unas horas antes había simulado auxiliar a un joven caído, que no resulto ser otro que el militante piquetero Darío Santillán ya convertido en cadáver por las balas de plomo de Franchiotti. El mismo que en nombre de la policía -es decir del Estado- daba una conferencia de prensa poniéndose en lugar de víctima y asegurando que él y sus hombres sólo habían utilizado material disuasivo.
Con más de 24 horas de retraso el gobernador Solá ordena la detención de Franchiotti y sus secuaces porque, dijo, el policía le mintió. Solá, usted es un cínico y es cómplice directo de los asesinos. Su comisario y los otros esbirros de turno deben ser detenidos, juzgados y condenados por asesinos, no por mentirosos.
Casi 48 horas después, el presidente de facto Duhalde dice que fue él quien le ordenó a Solá la detención de los policías asesinos y le expresa al diario La Nación -cómplice histórico y actual del Terrorismo de Estado- que todo puede tratarse de una conspiración contra él. No sabemos exactamente lo que es usted Duhalde, pero en esta Argentina harta ya no hay espacio para dirigentes que deambulan entre la ineptitud, la paranoia, la hipocresía y el autoritarismo delincuencial.
La represión del miércoles pasado no fue un hecho derivado de una situación puntual y hasta ese momento imprevista. La represión del miércoles pasado fue una acción conjunta de las fuerzas de seguridad entrenadas por asesores militares norteamericanos, claramente planificada y con objetivos políticos previamente identificados. Fue anunciada por el ministro de Relaciones Exteriores, Carlos Ruckauf, y por el jefe del gabinete nacional Alfredo Atanasoff. Al frente de esa operación estuvo, entre otros, el ministro del interior Jorge Matzkin, quien se apoyó en supuestos informes de los servicios de inteligencia para "alertar" a los gobernadores provinciales sobre una inexistente conspiración revolucionaria.
Hasta la aparición de los testimonios contundentes los gobiernos federal y provincial habían sostenido que los piqueteros apuntaban a una sublevación violenta, que se habían baleado entre ellos y que el accionar de los organismos de seguridad había sido correcto. Después no tuvieron más remedio que dar marcha atrás y modificar sus dichos. Con infame descaro, los gobernantes y sus personeros políticos y mediaticos dijeron que efectivamente la represión había consistido en una verdadera cacería humana y aseguran que nada quedara impune, que el Estado llevará las investigaciones hasta las últimas consecuencias.
Claro que la fiscalía a cargo de esas investigaciones está en manos de un ex agente de esa misma policía asesina, la misma que contó con más de 24 horas para borrar evidencias y manipular los hechos en forma vergonzosa.
¿De qué investigación seria están hablando Duhalde y Solá, cuando la represión salvaje a los piqueteros estuvo en manos, por decisión del propio Estado, de un ex colaborador del principal acusado del atentado contra la AMIA? Los objetivos del gobierno de facto son claros. Desacreditada, sin mandato legítimo y repudiada por el pueblo, la corporación política -la dirigencia de los partidos tradicionales- no puede salir del atolladero político. El bloque de poder (las grandes corporaciones empresarias y financieras y sus mandatarios, esa corporación política) no tiene respuestas para la crisis que él mismo provocó en su beneficio pero no acepta el suicidio. Por consiguiente aspira a permanecer en el poder y sabe que el cumplimiento de ese objetivo es casi imposible en el marco del régimen constitucional. Por eso el bloque de poder esta trabajando para establecer un régimen de "democracia disciplinada", con apariencias constitucionales pero basada en el Terrorismo de Estado. Las variantes son muchas: desde el autogolpe con la suspensión "temporaria" del Parlamento hasta la creación de una especie de "gobierno de salvación nacional", con las fuerzas de seguridad y armadas integradas en un Consejo especial. Esas y otras alternativas están siendo analizadas en la embajada de los Estados Unidos, a veces a espaldas del propio gobierno que peca de demasiada ineptitud para defender los intereses del bloque de poder. Entre esos planes figura también la posibilidad de resucitar a la facción dirigida por el ex presidente Carlos Menem, aunque ni los propios analistas de la inteligencia norteamericana se ponen de acuerdo en esa variable, pues podría llegar a ser explosiva.
Todas esas posibilidades tienen un común denominador: la necesidad por parte del régimen de reprimir la protesta social y política cada vez con mayor fiereza y de lograr aunque sea un mínimo consenso social a favor de las prácticas represivas. Por eso el bloque de poder mantiene sistemáticas campañas mediáticas contra el movimiento piquetero, tratando de hacerlo pasar por un conjunto de organizaciones violentas y provocadoras del caos.
Con esas campañas mediáticas, a la que salvo excepciones se suman todos los grandes medios periodísticos del país, buscan la división del bloque popular. Para ello pretenden aislar a las organizaciones piqueteras de las capas medias, también golpeadas por la pobreza y por el asalto confiscatorio a los ahorros bancarios Calificamos al gobierno como responsable directo y local de la barbarie represiva. Pero también debemos decir que esa responsabilidad no se agota fronteras adentro. En definitiva, el gobierno de facto de Duhalde es una pieza funcional de la estrategia que el Imperio Global Privatizado (IPG) tiene trazada para la Argentina.
Esa estrategia, que a su vez se engarza a escala regional con el Plan Colombia, con la política golpista contra el gobierno constitucional de Venezuela y con la maniobras tendientes al statu quo en Brasil, requiere de regímenes Terroristas de Estado. Sólo así la facción dominante del IPG, es decir Estados Unidos, podrá imponer el ALCA en toda la región y desarticular el poder soberano de las naciones-Estado de América Latina. Ese último aspecto, el de la desarticulación de las naciones-Estado, tiene especial relevancia en Argentina, donde el IPG y sus mandatarios de turno, como es el caso del presidente de facto Duhalde, se propone un modelo de regionalización del país, en cuyo marco las actuales atribuciones federales y provinciales queden licuadas, para pasar a manos de poderes administradores débiles y directamente sostenidos por las distintas corporaciones financieras y empresarias. En ese sentido deben ser entendidos los planes que venimos denunciando y explicando en torno al canje de territorios patagónicos por capital e intereses de la deuda externa.
¿Esta todo perdido? ¿El Terrorismo de Estado y el régimen de "democracia disciplinada" será inexorablemente impuesto en nuestro país? La respuesta es no. No todo está perdido. Los argentinos podemos impedir que los asesinos se salgan con la suya. En este sentido, la multitudinaria y pluralista movilización callejera del jueves pasado sirvió no sólo para frenar la escalada represiva sino para dividir las aguas: o se está con los asesinos y con el Imperio Global Privatizado o se está con la Patria, con esta Patria nuestra que hoy se ve representada por el movimiento piquetero, por los trabajadores con empleo, por los ahorristas defraudados y en lucha, por el movimiento vecinal de asambleístas, por los estudiantes, por los empresarios y productores pequeños y medianos que también sufren el embate del bloque de poder; en fin por todos aquellos argentinos que con distintas ideologías y procedencias sociales sufrimos este modelo de país al servicio de los poderes financieros y de una casta política corrupta.
Los argentinos que queremos una Patria distinta sabremos ponernos de acuerdo y podremos entonces modificar la realidad. Para ello todos los sectores, organizaciones, dirigentes y simples ciudadanos que estamos de este lado de la línea divisoria debemos construir una poderosa herramienta político- social con vocación de poder y transformación real que esté sólo al servicio de una Patria mejor. Para que ello sea posible no bastan las figuras ni los discursos aglutinantes; tampoco sirven los acuerdos circunstanciales entre dirigentes y organizaciones. En imprescindible que la angustia que hoy vivimos y que nuestra energía en la protesta se conviertan en una gran decisión colectiva, consciente de las dificultades que habrá que sortear pero decidida a ser protagonista de la gesta patriótica y social que debemos emprender. Esa gesta patriótica no debe dejarse encandilar por los discursos mediáticos y seudotransformadores del posibilismo mediocre y funcional al actual bloque de poder. Si no lo logramos ganaran los asesinos y nos quedaremos sin país.
¡Somos todo piqueteros! ¡Castigo a los asesinos! ¡Que se vayan ya los actuales gobernantes de facto! ¡Que se apliquen ya y sin cortapisas todas las instituciones constitucionales para que los argentinos decidamos nuestro futuro! ¡Construyamos ya nuestra herramienta patriótica político-social con vocación y decisión para transformar la naturaleza de este poder perverso!
La Otra Aldea, Buenos Aires, 29 de junio del 2002