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24 de Marzo

Argentina a 26 años del golpe de Estado que provocó el genocidio
Un pueblo que no quiere olvidar

Por Gervasio Espinosa, Redacción Surmedia en Argentina

Al fin el sol se coló y rompió la nebulosidad de los tiempos, la naturaleza del sur, en su empeñada y sobreviviente lucha contra el estropicio del norte cobijó a varios centenares de miles de pancartas, banderas y manifestantes. En las ciudades de toda Argentina y en la Plaza de Mayo, la vigésimo sexta conmemoración de repudio al golpe dictatorial de 1976 pone un hito: el reencuentro popular para reconstruir su identidad. Entre la Plaza de Mayo y el edificio del Congreso, en Buenos Aires, se congregaron cerca de 150 mil personas. Estuvieron presentes banderas y una murga de uruguayos residentes en Argentina.
El domingo amaneció lluvioso pero pasado el mediodía las nubes se retiraron. En la Plaza de Mayo la asociación que lidera Hebe de Bonafini armó entonces la exposición de documentos del archivo de la Universidad Popular Madres de Plaza de Mayo. Hubo clases abiertas, debates y charlas, y participaron entre otros los escritores Osvaldo Bayer y Vicente Zito Lima. Estuvieron la organización HIJOS, el Movimiento de Trabajadores Desocupados Anibal Verón, partidos de izquierda y varias delegaciones de Asambleas Populares.
El programa de la Asociación Madres de Plaza de Mayo fue independiente del convocado por las restantes organizaciones de Derechos Humanos, estudiantiles y populares, y que fue acompañada por partidos políticos de izquierda y centro izquierda, menos -obviamente- el Justicialista, la UCR y lo que queda del Frente Grande, que comparten el gobierno de Eduardo Duhalde. A las seis y media de la tarde Hebe de Bonafini daba por concluido el acto iniciado al mediodía, y comenzaba a marchar hacia ella una multitudinaria columna desde frente al edificio del Congreso Nacional. El cruce fue respetuoso y solidario. Hebe de Bonafini mantiene disidencias conceptuales con el resto de la agrupaciones.
La avenida de mayo, en los 1500 metros que separan a las plazas de sus dos extremos, fue poblada desde la media tarde y antes que comenzara la marcha por decenas de miles de caminantes que iban y volvían permanentemente. A las siete de la tarde la cabecera de la columna cruzó la avenida 9 de Julio en dirección hacia la Plaza de Mayo, en la mitad del trayecto, al frente una larga bandera llevada por familiares de detenidos desaparecidos durante la dictadura de los años 70, adheridas a ella miles de fotos en representación de los 30 mil desaparecidos.
Cuando la Plaza de Mayo no pudo albergar más manifestantes, la columna que abarcaba todo el ancho de la avenida quedó estacionada a lo largo de 600 metros.
Desde las concentraciones multitudinarias de los años 80 contra la amnistía de los que practicaron el terrorismo de Estado significados por las leyes de Punto Final y los decretos de indulto, unas durante el gobierno de Raúl Alfonsín y los otros dictados por Carlos Menem, no se producía una movilización con las características de la ocurrida este domingo en la capital argentina.
Una mujer y un hombre, ambos de más de 70 años, familiares de víctimas de la represión y que observaban emocionados, expresaron a Surmedia que la incorporación de una nueva juventud volvía a darle sentido a la historia. Frente a ellos marchaba una multitud de estudiantes de escuelas medias, de universidades e institutos de arte y de ciencias, acompañados por educadores y artistas, entre ellos Daniel Fanego y Arturo Bonín.
Pero lo más impactante fue la masiva participación de centenares de asambleas populares de los barrios de la capital y el Gran Buenos Aires, grupos compactos en los que iban identificados por pancartas y banderas de cada lugar personas de diferentes edades, familias enteras, con bicicletas y bebés en cochecitos. Desde el barrio de Almagro, donde se encuentra el taller de sastrería Brukman ahora autogestionado por sus trabajadores, marcharon juntos obreras y obreros con sus vecinos, comerciantes y profesionales. Una docena de "motoqueros", jóvenes que transportan paquetes y documentos en sus motocicletas de una punta a la otra de la ciudad, acompañaron el contigente montados en sus vehículos; estos trabajadores tuvieron una especial participación socorriendo víctimas de la represión policial durante los días de la caída de Fernando De la Rúa. Ellos y las batucadas agregaron también un nuevo color.
Entre los grupos de asambleístas populares marcharon con sus banderas nacionales desplegadas la Comisión de Derechos Humanos de Uruguayos residentes en Argentina, y del comité local del Frente Amplio. Aportaron con emoción compartida la peculiar musicalidad oriental con una agrupación de murga que se reúne habitualmente en el Parque Centenario, sede también desde enero pasado de la Coordinadora de las Asambleas Populares.
Otras columnas destacadas por su número fueron las de la Central de los Trabajadores Argentinos -con la Confederación de Trabajadores de la Educación como núcleo-, las del Partido Obrero y la coalición Izquierda Unida -Movimiento Socialista de los Trabajadores y Partido Comunista-, el Partido Socialista que deshizo viejas rupturas y se presentó unido, y las más modestas de Autodeterminación y Libertad -de Luis Zamora-, Confluencia Socialista, el Partido Humanista, el Partido Comunista Revolucionario -Corriente Clasista y Combativa CCC del Perro Santillán- y el ARI de Elisa Carrió que se estrenó en estas lides.
La marcha se realizó sin incidentes, con policías que en contingentes de unos 20 agentes en cada esquina observó siempre desde una distancia de cien metros y sin cortar el tránsito; los conductores de autos y ómnibus dejaron voluntariamente liberado el paso de la manifestación. Una muy pequeña escaramuza -que pasó inadvertida- se dio entre dos reducidos grupos de no más de treinta jóvenes cada uno que se identificaban como Juventud Peronista, y marchaban a la cola debajo de una bandera de la setentista agrupación Montoneros al canto de "y ya lo ve... esta es la gloriosa JP". Según explicaron militantes de la CTA que controlaron la situación el roce se produjo por cuestiones internas, o quizá porque provocadores infiltrados procuraron desatinada e infructuosamente generar desde allí un incidente mayor.
En las conversaciones de la desconcentración, que comenzó dos horas después, se expresaba la profunda satisfacción de volver a sentirse no "gente" sino pueblo.

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