Libros sí, Alpargatas también
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El título Mal de altura puede parecer extraño. Con él quisimos remarcar algo que no es fácil: la experiencia de la ambigüedad. Fue éste el rasgo más presente del viaje que realizamos a Bolivia durante el mes de febrero del año 2005. Y también la tensión de los materiales con que hemos continuado trabajando-viajando. Debido a su persistencia y poco disimulo, la ambigüedad que en varios momentos resistimos, finalmente decidió volverse método.
La ambigüedad es el modo en que un mundo de fuerzas y energías se presenta sin estabilidades. Más que tener una naturaleza fija, esas fuerzas se definen por su orientación, variables según las circunstancias. Bolivia podría ser el nombre de un vaivén continuo entre la disolución y la dispersión, por un lado, y la cohesión y la organicidad por otro.
El mal de altura se convierte así en bendición: como un revés de la experiencia del recién llegado, la altura es una forma del territorio, una tirantez climática y unas condiciones estratégicas vitales para quienes despliegan en ella su cotidianeidad, su resistencia, su ritual y su fiesta.
Este modo de las cosas, de las relaciones, de los intercambios, de los conflictos, nos exigió una forma de disposición perceptiva que variaba entre la desorientación curiosa y la fascinación perpleja. Poder captar algo de esa corriente subterránea y callejera que es hoy Bolivia no fue destreza propia, sino un regalo que muchas voces nos hicieron.
La estructura de este libro pretende replicar ese movimiento: el de los testimonios que nos llevaron de un lado a otro, el de las imágenes que se resisten a ser simples paisajes y el de las intuiciones que fuimos compartiendo y que abrieron un diálogo a la vez explícito y silencioso.
La organización en secuencias paralelas –testimonios, fotos, textos– de las páginas que siguen quiere buscar ese efecto de composición, en buena medida azarosa, sin eludir al mismo tiempo la necesidad de una conversación. De allí que nuestras notas en cursiva vayan creciendo tímidamente, del balbuceo al concepto y la hipótesis, a medida que logran nutrirse de los elementos que entregan –con distintos ritmos y espesor– las fotos y los testimonios.
Mal de Altura / Testimonios forma parte de un díptico junto al audiovisual Mal de Altura / Recuerdos. Uno y otro son piezas independientes y a la vez parte de una misma producción.
Mientras que la imagen de la política latinoamericana actual pretende ceñirse a la medida de una gobernabilidad progresista y los sistemas políticos intentan reafirmar-se dando un tono conclusivo a las batallas contra el neoliberalismo que recorrieron todo el continente, nuestro viaje tuvo otro impulso. El de conectar con las prácticas que construyen para sí mismas otra visibilidad, otros tiempos y otros modos del hacer. Son estas experiencias las únicas capaces de abrir nuevos terrenos y preguntarse cómo difundir y proyectar sus efectos libertarios. Son también estas prácticas las que protagonizan las crisis y elaboran los momentos de tristeza política, produciendo las claves y los problemas comunes de lo porvenir.
La pregunta con la que fuimos recorriendo Bolivia está teñida de los ecos de la insurrección argentina de diciembre del 2001 y de lo que ese momento abrió y destituyó. Esta investigación se nos hizo más urgente en la medida en que necesitamos extender los límites de las discusiones, ligarnos con otras realidades, buscar nuevos lenguajes. Y es que, para decirlo con cierta filosofía, cada recorrido por nuevos y desconocidos destinos, cada desplazamiento hacia parajes remotos, no son más que etapas de la preparación del verdadero viaje, aquel que se opera en la propia situación, develando sus posibles. Si es cierto que nómada es quien finalmente no quiere irse y se aferra a su tierra desheredada, entonces el viaje recién comienza una vez retornados, en el momento de compartir lo aprehendido, de prolongar los vínculos establecidos, de elaborar lo registrado.
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Los testimonios que pueblan estas páginas no son ilustrativos ni anecdóticos. Su valor es otro: dar cuenta de una dinámica de creación social desde una narrativa múltiple y propia. Estas voces son una forma de acceso directo al derroche de energía que se derrama de la feria al campo, de la ciudad a los recuerdos de la mina, del minibús a las yungas, del bloqueo a las marchas, de las vendedoras a sus hijas, de lo alto a lo bajo. Pero también son el testimonio de una economía que sustenta su explotación en la extracción y el saqueo: de minerales, de petróleo, de gas, de agua, de vidas.
Relatos de experiencias que politizan su voz por la manera de estar en lo que narran, por la forma de hacer sentir una presencia, por el modo de confundirse con los colores y los olores de lo que cuentan. De ahí que tampoco las imágenes ilustren ni complementen. Ellas también hablan, participan de la construcción del testimonio, revelando otros tantos puntos de vista, afirmando dimensiones y relieves que se proponen como superficies para la voz.
Es ésta una red de conversaciones mitad imaginaria y ancestral, mitad real y sintética, en la que se vuelven posibles enunciados y gestos que en otras circunstancias no serían llamativos. Se trata de prolongar, entonces, este modo en que las luchas ponen en juego la luz y la palabra.