Libros sí, Alpargatas también
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Entrevista con el poeta Enrique Falcón
"El mayor poder de la palabra es rescatar a los muertos, recuperar su memoria"
Jorge J. Martínez
Diario Levante – Posdata
Enrique Falcón (Valencia, 1968), poeta ganador de premios como el Antonio
Machado por "El día que me llamé Pushkin", el Adonais o el Ojo Crítico por las
primeras entregas de "La marcha de 150.000.000", acaba de publicar su último
libro, "Amonal y otros poemas" (Editorial Atlántica).
¿"Amonal" es un libro unitario o se inscribe en un proyecto más amplio?
"Amonal" forma parte de una trilogía química que se completa con otros
dos títulos, "Codeína" y "Ántrax", de futura publicación. "Amonal"
alude a la personalidad fragmentada, "Codeína" a la personalidad
amansada y "Ántrax" a la personalidad atemorizada. Fragmentación,
amansamiento y temor, tres mecanismos culturales que utilizan nuestras
sociedades de control.
Tengo entendido que "Amonal" es un libro de larga gestación, ¿cómo ha sido
su proceso de escritura?
La mayor parte de los poemas se escriben en tan sólo veinte días del año 96
respondiendo a un clima personal y colectivo muy específico y desolador, la
victoria del PP en las elecciones de ese año. Sin embargo, no lo cierro hasta
el año 2004, tras los atentados de Madrid, corrigiendo todo el trabajo
anterior y añadiendo poemas nuevos. De modo que su escritura comprende dos
legislaturas. En cualquier caso, esta trilogía supone sobre todo para mí un
respiro dentro de la larga elaboración de "La marcha de 150.000.000",
el libro al que he estado entregado los últimos catorce años.
Creo que ha dado recientemente por cerrado ese libro, ¿cómo se lleva la
orfandad que supone algo así?
Con alivio y también con perplejidad. A veces tenía la impresión de que era un
proyecto abierto e indefinido que sólo acabaría con mi muerte biológica, pero
en abril del 2005 escribí tres secuencias largas que me dieron la estructura
final de libro. En la medida en que ese libro intenta recoger los desastres
del mundo, me dieron la clave de qué hacer con la esperanza en un mundo tan
caótico. Por otro lado, tiene sentido que se iniciara en el 91 con la primera
guerra del Golfo y se cierre ahora con esta posguerra sangrante que tanto
recuerda al Vietnam de los 70. Irak es un poco el espejo donde podemos
analizar las luces y sombras de nuestro tiempo. El hundimiento de un mundo que
ya no existe y el arranque de otro nuevo al que nos enfrentamos ahora.
¿Y cuál es el lugar de la esperanza en medio de ese panorama?
Cuando publiqué la primera parte del libro, desde Latinoamérica antiguos
guerrilleros me lanzaron un desafío insoslayable, me pidieron: "cante usted
la resistencia de la vida, que alcanzará a aquellos que han marchado". Y
eso es lo que humildemente he tratado de hacer. Sin el diálogo con los
muertos, no habría lugar para la esperanza. No hay futuro si no recuperamos la
memoria de los pisoteados injustamente en las cunetas de la Historia, si no
damos sentido a su sacrificio. Tenemos el mandamiento de recordar y yo creo
que se rescata a los muertos narrando, ese es el mayor poder de la palabra.
Usted se declara como un cristiano de base, ¿entiende la fe religiosa como
parte fundamental de su poesía?
La fe cristiana es una de mis opciones personales y, como tal, aparece a
menudo en mis poemas. Espero que no sean apolegéticos ni excluyentes porque mi
experiencia como cristiano es dialogar con el resto de credos y movimientos
sociales. Desde luego, mi poesía no es exclusiva para cristianos ni para ser
analizada únicamente desde esa óptica. Por otro lado, mi opción religiosa
forma parte de corrientes que no se sienten representadas por el tufillo
conservador que desprende el catolicismo europeo. Me siento más bien deudor de
la teología de la liberación o de movimientos como el anarquismo cristiano.
Llama la atención las múltiples actividades sociales a las que se dedica,
la poesía parece ser sólo una más de ellas.
Sí, la poesía es una faceta más de mi vida y puede que no la más importante.
Yo procuro que todas esas actividades apunten en una misma dirección, más allá
de las contradicciones en las inevitablemente uno va incurriendo.
¿Cuál es su visión sobre la actual poesía española?
Cada vez entiendo más la poesía española como la escrita en castellano y
pienso que lo mejor que se está haciendo hoy en día habría que buscarlo entre
determinados poetas jóvenes latinoamericanos. En la península, salvo
excepciones como Mestre, Gamoneda, Riechmann, Cumbreño y unos pocos más, la
poesía es lingüísticamente poco arriesgada, previsible, ineficaz a la hora de
transmitir y provocar emociones en el lector, e ideológicamente muy corta de
miras. Detecto un "buenrollismo" lamentable, no existe el conflicto, se
escribe casi exclusivamente desde la corrección.