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LOS AFRODESCENDIENTES

Esclavitud y globalizacion (parte 1)

Nersa Caballero Veloso*

Este año 2004 ha sido declarado por la UNESCO como el año de recordación de la lucha contra la esclavitud y su fin.
La Organización para la Educación y la Cultura de las Naciones Unidas (UNESCO) ha hecho esta proclamación a modo de tener presente que la humanidad, en su conjunto, aún sufre las consecuencias de lo que constituyó un verdadero holocausto de los tiempos modernos. Y no estoy usando el término holocausto de forma festinada o superficial.

La esclavitud moderna, impuesta por Europa poco después de haber conocido el Nuevo Mundo, llamado Abya Ayala por algunos de sus habitantes originarios, fue un verdadero holocausto para Africa y para ese Nuevo Mundo, llamado más tarde América y que por justicia debería llamarse Colombia -como el país latinoamericano-, en honor a Cristóbal Colón.
Aún no conocemos y quizás nunca logremos saber la cifra exacta de muertes que sembró el colonialismo europeo en Africa y América. Las fuentes científicas más serias concluyen que por cada africano esclavizado, llegado vivo a esta parte del mundo, al menos habrían muerto ocho personas.
En América, recientes estudios señalan que en menos de medio siglo, después de la conquista española, la población originaria había descendido entre el 60 y el 70 por ciento.
El colapso poblacional americano fue originado por la violencia y depredaciones de los conquistadores y también por las nuevas enfermedades traídas por ellos, desconocidas hasta entonces en este joven continente.
Las devastaciones económicas y sociales provocaron, igualmente, el colapso de grandes imperios que endógenamente habían alcanzado niveles de desarrollo comparables a los de cualquier país europeo de entonces. Así lo atestiguaban, entre otros, imperios como el Azteca y el Inca, en Nuestra América, o los imperios Yoruba y Bakongo, en Africa.
Las terribles consecuencias de la esclavitud moderna aún las estamos viviendo hoy en día porque no se puede pensar que esta finalizó totalmente cuando Brasil el último país en abolir la esclavitud en América (1888), lo hizo después de Cuba en 1886.
Hace apenas 20 años en un país como Mauritania, en el norte de Africa, se tomó la decisión gubernamental de poner término a la esclavitud. Aún en ese estado maghrebino se viven situaciones dantescas relacionadas con la esclavización de personas que son aún raptadas y llevadas a cautiverio y sometidas a esclavitud en regiones remotas.
También en pleno siglo XXI, en esta etapa de globalización, se está viviendo el comercio clandestino de seres humanos -fundamentalmente de mujeres y niños que son prostituidos- y llevados a trabajar, en condiciones prácticamente de esclavos, a países altamente industrializados, o en otros estados como algunos asiáticos.
Son muchos los problemas a los cuales pudiéramos hacer referencia en este tema de la esclavitud. Actualmente hay un tema tan trascendental como las consecuencias actuales de loa esclavitud y la forma en que influye en las sociedades postmodernas.
¿Cómo enfrentar estos problemas heredados del pasado colonial y esclavista? Antes que todo se precisa reconocer y aceptar que estamos en pleno período de Postesclavitud.
¿Qué significa esto? Es una conceptualización que les propongo para abordar estos problemas que enfrentamos en la mayoría de los países latinoamericanos y caribeños. Es decir, la pobreza, la exclusión, la falta de recursos educativos y médicos, entre otros aspectos que se conjungan también, y en definitiva, con la dependencia económica y política de una gran parte de Nuestra América.
Los países latinoamericanos y caribeños son ricos por sus recursos naturales y por su potencial poblacional y creativo, sin embargo, sus poblaciones cada día que pasa viven en condiciones deplorables y esto tiende aumentar cada vez más.
Es obvio que los afrodescendientes, junto con los indígenas, son los más afectados por los problemas anteriormente expuestos. Esto lleva a centrar nuestra atención en los afrodescendientes.
Es necesario, en primer lugar, asumir y comprender cuales son los principales problemas que afectan estas sociedades. Localizados los problemas reales se pueden y deben buscar posibles alternativas para su solución.
Ciertamente, la esclavitud finalizó en América pero no recuerdo en país alguno en el que se haya desarrollado un verdadero proyecto socioeconómico y político coherente para que esa grandes masas de manumitidos y sus descendientes pudieran jugar adecuadamente el papel que les correspondía en el seno de sus respectivas sociedades.
Y en esta falta de interés hacía aquellos ex esclavos y su descendencia ha transcurrido ya casi un siglo en el transcurso del cual se le ha negado reconocimiento social y político a los afrodescendientes.
Cuba en este sentido constituye una excepción, cuando al finalizar la década de 1950 del siglo pasado una revolución alteró radicalmente los parámetros sociales, proporcionando a los segmentos más desvalidos y pobres oportunidades educacionales, de salud, económicas, entre otras, que mejoraron ostensiblemente el nivel de vida de la población más desfavorecida, entre ellos a los afrodescendientes.
En Colombia se inició un proceso muy interesante con la aprobación de la Ley 70 y con el reconocimiento de que los afrodescendientes continuamos siendo excluidos, marginados e inferiorizados en sociedades donde el racismo ha alcanzado categoría social y donde aún se mantiene en plena vigencia este monstruoso sistema ideológico.
Por eso, cuando se están dando pasos para enfrentar el racismo, sin lugar a dudas uno de los flagelos más terribles originados por la esclavitud, es necesario buscar nuevos medios y formas para reparar estos profundos errores históricos, sin cuya solución resulta absolutamente imposible instaurar un modelo viable de nación.
Estas reflexiones llevan a lo que se ha dado en llamar etnoeducación en Colombia, sus fines y objetivos. Creo que es de suma importancia ampliar las vías educacionales para los preteridos de siempre. Una prominente figura como el cubano José Martí (que más que cubano es universal) afirmó hace más de un siglo que: Ser Cultos para ser libres.
Solo la cultura, la educación pueden, tanto en lo individual como en lo colectivo, encausar ese poderoso torrente de conocimientos de todo un pueblo en su afán por alcanzar mejores niveles de vida.
¿Como se puede asumir entonces la etnoeducación en Colombia en el momento actual? Autores como Emilio Yunis Turbay en su recién publicado libro '¿Por qué somos así?' dice que (.) el panorama educativo ofrece por lo menos dos elementos de gran complejidad y gravedad, poco contemplado en los análisis oficiales.
El primero, al que se le dedican algunos comentarios en estos ensayos, tiene que ver con el refuerzo de las endogamias culturales, que se logra con la proliferación de los centros educativos regionales; el segundo, lo centramos en lo que denominamos 'el atraso cultural', quizás lo más grave de todo'.
Y al respecto Yunis Turbay amplia lo siguiente: 'Hace pocas semanas, invitado a una jornada científica de una prestigiosa universidad, certamen que agrupaba a todas las ciencias básicas, al entrar en el auditorio sede de la conferencia advertí que tenía el nombre de una importante figura de la música colombiana.
Pregunté a los anfitriones si sabían quien era el personaje. El silencio fue total. En seguida, para otorgar una segunda oportunidad, señalé una placa conmemorativa que resumía la vida del artista. Nunca la habían leído'.
Este divorcio de las ciencias con la humanística, como él ejemplifica, puede deberse a los graves problemas resultado de una superespecialización en los medios académicos que ha conspirado y conspira contra lo que debería dejarse como sentado como primera labor de cualquier institución educativa: la formación del ser humano.
La educación debe supeditar todos sus objetivos a ese aspecto fundacional que es la modelación de seres humanos cada vez mas humanos y mejores. Cualquier aspecto que conspire contra este objetivo prioritario debe ser rechazado de plano.
Pero sabemos que la teoría y la práctica a veces se constituyen en reverso y anverso de un problema, y por tanto, aparecen como elementos distantes.
Estas mismas dificultades, en mi opinión, son las que pudieran afectar al desarrollo de la etnoeducación en Colombia. Es decir, se pretende una educación especial para aquellos que han sido preteridos durante generaciones enteras.
Pero resulta impostergable que se incorpore al sistema educativo no solo la historia de los vencedores, puesto que se ha manipulado tantos hechos e ignorado tantos otros de suma trascendencia. Es el momento que los vencidos tengan su voz y hagan la versión de su propia historia. Es esto lo que se propone, en parte, reivindicar la etnoeducación.

* Nersa Caballero Veloso es periodista cubana, Directora General de 'Matiabo', revista Internacional de Culturas de origen africano, editora de la sección Por la Ruta del Esclavo.