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Libros sí, Alpargatas también

26 de enero de 2004

Entrevista con la escritora Barbara Ehrenreich
Un mundo feliz
Carlos Prieto
Ladinamo 

Una de las más gratas sorpresas editoriales de 2003 fue la publicación de Por cuatro duros. Cómo (no) apañárselas en EE UU (RBA), reportaje escrito por la periodista estadounidense Barbara Ehrenreich, colaboradora de medios como The Nation y The New York Times Magazine y una de los voces críticas más importantes de su país. El libro narra sus peripecias durante los meses en los que se hizo pasar por trabajadora no cualificada –asistenta, camarera, dependienta de grandes almacenes, etc.– con el objeto de ver si era o no capaz de subsistir. Basculando entre la crónica periodística y la antología del humor negro, Ehrenreich radiografía un "mundo libre" (de sindicatos): moteles de tres al cuarto, jefes paranoicos, trabajadores lobotomizados, emporios sin escrúpulos, salarios de risa y un largo etcétera de hechos reales que, por alguna extraña paradoja, parecen más cercanos a los inframundos de ficción creados por David Lynch o William Burroughs que a la "realidad" transmitida habitualmente por los medios de comunicación. LDNM ha hablado con ella. 
¿Ha provocado Por cuatro duros algún tipo de debate en su país? No creo que pueda hablarse de un debate porque, en suma, nadie parece estar preparándose para hacer frente a los salarios bajísimos que reciben tantos trabajadores americanos. 
¿Qué opinión le merece la controversia que ha generado el libro? Me refiero al hecho de que organizaciones derechistas lo calificaran de "desvarío marxista" y "pornografía intelectual". En realidad, la discusión se centró más en lo "mala persona” que soy yo –atea, feminista, socialista, etc.– y menos en el libro en sí; nadie ha afirmado que el relato fuera inexacto en sus descripciones del trabajo mal remunerado. 
Su reportaje empezó a gestarse a finales de los años noventa. Pasado este tiempo, ¿sigue dándole vueltas a las situaciones que vivió tras adoptar una nueva personalidad? La popularidad del libro en EE UU ha hecho que sea difícil escapar de él. Viajo constantemente para hablar de Por cuatro duros, sobre todo en facultades universitarias y centrales sindicales. 
Respecto a su manera de escribir, se aprecia cierta tendencia a recurrir al humor negro para describir las situaciones más desesperadas... No lo sé, no "uso" el humor conscientemente para remarcar algo en especial. Solo intento informar sobre las situaciones absurdas de la vida tal y como yo las veo. 
Nos vigilan 
¿Cuál fue el efecto de su experiencia de trabajar y vivir en condiciones precarias? ¿Qué fue lo que le minó más la moral? Lo cierto es que el hecho de haber sido capaz de hacer el trabajo razonablemente bien elevó mi autoestima. Por el contrario, lo que más la erosionó fue la actitud de mis superiores, la vigilancia constante, la falta de apreciación hacia un trabajo bien hecho. 
En el último capítulo de su libro, señala que tanto los encargados de las grandes compañías como los pequeños empresarios tienden a temer y desconfiar de las personas que trabajan a su servicio. De ahí provendría esa ideología empresarial que insiste en la necesidad de realizar una gestión represiva del personal. ¿Cuál cree que es el origen de esta desconfianza? Me da la sensación de que los estereotipos sobre la existencia de una clase baja, peligrosa y poco fiable alimentan las políticas empresariales en torno a los trabajadores. Es muy posible que las personas que diseñan las políticas que afectan a los trabajadores hayan conocido a muy pocos pobres durante su vida... y, ciertamente, en circunstancias poco confortables, así que se guían por esos estereotipos. Al menos, esa es mi impresión. Me encantaría saber lo que pasa por la cabeza de los managers cuando deciden sus políticas de captación de personal o elaboran las normas de comportamiento en el trabajo. 
Al leer las descripciones que hace sobre reglamentos laborales se me ha venido a la cabeza una película que vi hace poco sobre la vida en una prisión. Según asegura en el libro, los derechos civiles se quedan en el limbo cuando entras a trabajar en uno de estos sitios. ¿A qué se refiere?  
Muchos de los derechos que la ciudadanía da por sentados –como la libertad de expresión o la privacidad– no existen en el lugar de trabajo, especialmente si es en una empresa sin presencia sindical. La analogía con las prisiones puede ser un poco exagerada, pero creo que necesitamos un movimiento de derechos civiles para los trabajadores estadounidenses. No veo posible que la gente pueda pasar ocho horas al día en una dictadura y, después, como si nada hubiera pasado, actuar como ciudadano de una democracia el resto del día. 
En concreto, menciona reglas como la de no hablar con los compañeros, ni siquiera con los que trabajas codo con codo o aunque en ese momento no haya mucho que hacer. ¿Cuál cree que es el motivo de dicha medida? Deberías preguntar a los directivos. Pero si lo que pretenden es impedir el desarrollo de lazos de solidaridad entre los trabajadores, no se me ocurre mejor manera de hacerlo que prohibir la conversación.  
Abajo del todo 
¿Diría que fue incapaz de mantenerse con el salario mínimo? Sí. Creo que podría haberlo hecho si (1) hubiera tenido un compañero de casa con el que compartir el alquiler y (2) hubiera mantenido al menos dos trabajos con regularidad durante todo el tiempo. Pero para una persona que vive sola, los salarios son insuficientes para pagar un alquiler. Sobra decir que para un adulto viviendo con un niño pequeño la situación es horriblemente peor que la que yo me encontré. 
Sin embargo, pese a que no fue capaz de mantenerse no era considerada "pobre" por las autoridades. ¿Cómo calculan el umbral de pobreza en su país? ¿Cómo lo calcularía usted? La definición de pobreza del Gobierno Federal está basada casi enteramente en el precio de la comida, que ha subido moderadamente en las décadas recientes, ignorando completamente la inflación salvaje en los precios de las casas. Para calcular un salario mínimo con en el que la gente pudiera realmente vivir en una ciudad cualquiera, los expertos (como Diana Pearce, de la Universidad de Washington) tienen en cuenta los alquileres de dicha localidad, los costes de manutención de los hijos y otros gastos. 
También afirma que en ocasiones "puede ser más caro ser pobre que de clase media". ¿Puede explicar esto con más detalle? Si no tienes dinero para pagar el primer mes de alquiler y la fianza de un apartamento, tendrás que irte a vivir a un "motel residencial" donde, a la larga, acabarás gastando cantidades exageradas. Y si careces de microondas y nevera, acabarás gastando mucho más en comida precocinada o en restaurantes de comida rápida. 
Me consta que tanto en EE UU como en otros países muchos liberales piensan que el trabajo es la fórmula mágica para salir de la pobreza. ¿Qué les diría? Les invitaría a probarlo y ver hasta dónde llegan cobrando siete u ocho dólares la hora. 
Ahondando en este tema: según cuenta en la introducción, el proyecto de Por cuatro duros surgió como respuesta a la reforma de la seguridad social (de 1998). Contradiciendo el bonito panorama que se pintó entonces, su libro describe la odisea vivida por millones de mujeres, muchas de ellas madres solteras, cuando intentan pasar del subsidio al trabajo. ¿Qué es lo que hace que algunos estadounidenses estén tan ansiosos por acabar con las ayudas sociales? La piedra angular de esta "reforma" del sistema de subsidios ha sido una campaña de la derecha que se ha prolongado durante casi dos décadas y que busca demonizar a los receptores de ayudas calificándolos de vagos, promiscuos, adictos y parásitos. Desafortunadamente, y a pesar de los esfuerzos de muchos de nosotros, este estereotipo ha calado hondo. 
El estado de las cosas 
En su trabajo concluye que el coste de la vivienda es el mayor obstáculo al que se enfrentan los trabajadores no cualificados. ¿Qué opinión le merece esta situación?  
La vivienda es una de esas cosas que el mercado no puede proveer. Es un área donde la intervención gubernamental hizo cambiar las cosas en el pasado y podría hacerlo de nuevo. Pero lo que vemos en EE UU es una constante disminución en la implicación del gobierno para hacer que las viviendas sean accesibles a los pobres. 
¿Qué diferencia había entre el dinero que recibía la compañía y el sueldo que le pagaban a usted cuando estuvo a las órdenes de una empresa de servicios domésticos? La empresa cobraba a los clientes veinticinco dólares la hora por cada asistenta que enviaba. Y luego pagaba 6,63 dólares la hora a cada trabajadora. 
En un artículo que escribió en The Nation afirmaba que "el derrumbe de la sindicación en EE UU, desde un máximo del 38% a mediados de los cincuenta hasta el 9% actual, es uno de los principales motivos de nuestra profunda desigualdad". ¿Por qué los trabajadores de su país no se afilian a los sindicatos? Primero, porque demasiado a menudo los sindicatos se dan por satisfechos con recaudar las cuotas de sus miembros y no se preocupan de organizar a los nuevos trabajadores. Segundo, porque los trabajadores tienen miedo de causar problemas. En EE UU te pueden despedir casi por cualquier motivo: ya sea por tener una cara simpática o, por supuesto, si consideran que eres una persona "problemática". 
¿Cuál cree que es el motivo de que las experiencias de los trabajadores mal remunerados no encuentren mucho eco pese a ser el reflejo de la vida actual de millones de americanos? ¿Por qué los medios de comunicación muestran tan poco entusiasmo en torno a este tema? Bueno, los principales medios de comunicación impresos dependen de la publicidad y los anunciantes sólo están interesados en llegar a la gente acaudalada. Los editores interpretan que esto significa que no deben prestar mucha atención a todo lo que tenga que ver con los pobres o con la clase obrera. 
Según algunos estudios, antes de la década de los ochenta, en EE UU aún cabía la posibilidad de ser pobre con cierta dignidad mientras que ahora no se puede vivir así sin ser estigmatizado. ¿Está de acuerdo con esa apreciación? Sí, hasta cierto punto. La campaña para estigmatizar al receptor de subsidios ha afectado a la percepción que se tiene de los trabajadores pobres. 
Ha afirmado que Por Cuatro Duros es “periodismo pasado de moda”. ¿Qué quería decir? Me estaba refiriendo a los periodistas estadounidenses de los primeros años del siglo XX que fueron a las plantas de empaquetado de carne, a los psiquiátricos y a otros lugares para exponer las condiciones desde dentro. 



 
 
El trabajo de escribir 
 
Texto: César Rendueles 
 
A veces me pregunto por qué los editores encuentran tan divertidos los oficios más arrastrados, duros y peor pagados. Lo digo por el tono en el que suelen hablar en las solapas de los libros de esos escritores que se han visto obligados a trabajar de camareros, camioneros, albañiles, enterradores o limpiadores de pozos sépticos. Cualquiera diría que lo han hecho para tener una interesante “experiencia” –como diría Adrian Mole– sobre la que escribir y no para cobrar un sueldo a fin de mes. Porque, desde luego, la bibliografía sobre el infierno laboral es inmensa. Destaca, por supuesto, Cabeza de turco, de Günter Wallraff, un imprescindible clásico de la etnografía de la precarización. No obstante, conviene no olvidarse de novelas como Sin blanca en París y Londres, de George Orwell –un alucinante viaje al mundo de la mendicidad por parte del autor de Rebelión en la granja– o, en un tono más militante, El talón de hierro de Jack London. Dentro de la novela negra, merece la pena recordar El salario del miedo, de Georges Arnaud, y Al sur del paraíso, de Jim Thompson. Ambas se desarrollan en las prospecciones petrolíferas (los oleoductos texanos y un pozo incendiado en Centroamérica, respectivamente), un escenario que comparten con La rosa blanca, de B. Traven, que narra los conflictos entre una compañía petrolera y los campesinos mexicanos. De hecho, buena parte de las novelas de Traven, maldito entre los malditos, giran en torno a situaciones laborales aterradoras. Sin ir más lejos El barco de la muerte es una especie de reelaboración de los terrores marítimos de Moby Dick en la que el mal no está representado por un cetáceo maligno sino por armadores sin escrúpulos. Entre los autores más recientes conviene no perderle la pista a George Saunders, que en Pastoralia recoge con notable fidelidad y mucho sentido del humor los padecimientos de los trabajadores del nuevo sector terciario.