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Libros sí, Alpargatas también

10 de enero de 2002

¿En que momento se habrá j... Mario Vargas LLosa?

Antonio José Quesada Sánchez
Rebelión

Reconozco que es curioso lo que me ocurre con Vargas Llosa (como leí la hagiografía de Armas Marcelo, yo también le llamaré MVLL, que Dios me perdone). Es uno de mis escritores preferidos, me parece uno de los grandes. Novela suya es garantía de calidad, no falla. Innegable. Como novelista es excelente, con una sensibilidad para describir según qué ambientes que me resulta mágica (es Faulkner bien digerido y mucho más; hay otros que son Faulkner mal digerido y poco más). Pero en cuanto abre la boca para dejar de hablar de literatura, o coge la pluma para no escribir alguna de sus mágicas novelas, entonces comienza a adentrarse por selvas que no son las de "La casa verde". Y como no lo son, pues se pierde, aunque todavía no es consciente de ello y no se ha dado cuenta. A MVLL le leo siempre. Todo lo que va escribiendo, el MVLL más clásico y el MVLL menos clásico. Es uno de mis favoritos, repito. Pero lo mejor que haría es ceñirse a escribir novelas, o, como mucho, también perseguir a las mujeres de su familia para casarse con ellas. Si se mete a arreglar el mundo, por favor, le exijo algo de genio chispeante. Lo menos que pido a alguien que intenta arreglar el mundo desde su óptica es que tenga chispa e ingenio. Cuando el fondo es criticable, concédanos al menos una forma estéticamente interesante. Y él no la ofrece. Curioso: un hombre tan completo, y en esto patina. Hay ilustres reaccionarios que tenían tal ingenio que hasta las frases políticamente más irritantes tenían su genialidad. Por ejemplo, Borges. Tenía la chispa suficiente como para definir la democracia como "un abuso de la estadística" (¡ahí es nada!, prefiero callarme sobre el fondo), o para proponer en plena guerra de las Malvinas que se regalaran las islas a Bolivia, y así lograba su ansiada salida al mar. Una aberración bien escrita es estilísticamente preciosa. Algo es algo: queda un regusto de genialidad que bien vale el posible berrinche previo. Tan anglófilo era que aseguraba haber leído el Quijote en inglés, pues ni el Quijote le había dado la literatura española. Recuerdo la anécdota subsiguiente a la muerte del Ché. Impartía una clase en la universidad y se negó a desalojar el aula para protestar por su asesinato. Pretendieron boicotearle y le amenazaron, incluso, con apagar las luces del aula. "No me importa, -respondió-, para estos casos tomé la precaución de ser ciego". Y siguió la clase. Esos detalles de genialidad no se pagan con dinero. Bueno, estos neoliberales seguro que ya han calculado cuánto vale. Con ellos me pasa como con algunas mujeres fatales que conozco: todavía estoy intentando saber de qué color son sus ojos y ellas ya me han calculado la cuenta corriente. En menos de medio minuto han decidido que no intereso, claro. En España tuvimos a un reaccionario genial, destacable entre tanta prosa victoriosa de paz de cementerio, caudillo bajo palio o inagurando algo y misas de domingo: era Agustín de Foxá. Autor de una gran novela reaccionaria, "Madrid, de corte a cheka", y de otras cosas menores, era una especie de Wilde a la inversa, un reaccionario con sentido del humor que aseguraba ser "gordo, feo, diplomático, noble y rico: ¿qué otra cosa puedo ser sino de derechas?", o se alegraba de su condición de embajador franquista en Gran Bretaña porque "vivo la situación ideal: represento a una dictadura en una democracia". Presumía de cornudo y en el fondo, debajo de tantos kilos bien ganados siendo siempre fiel a la buena mesa, estoy seguro de que en todo momento siempre quiso ser Wilde, pero no le dejaron. Entre unos y otros no le dejaron. Ésos son reaccionarios con chispa (duende dirían en mi tierra). Interesantes detalles que no deben despreciarse: son perlas para inteligencias despiertas amantes del juego con las palabras. Pero no le ocurre eso a MVLL, aunque tampoco es tan reaccionario como los otros. No tiene ese duende. Él es un maestro de la novela, pero en cuanto sale de ahí, prefiero no tenerle demasiado cerca. Huelo a fanatismo neoconverso, y me entra un miedo atroz, porque no atrae ni en las formas. Recuerdo aquello que le espetaron a Borges después de que éste soltara algunos detalles especialmente hirientes (sabía serlo cuando quería): "maestro, leeré todo lo que escriba, pero a usted no le aguanto un segundo más". Algo así me pasa con MVLL: me irrita con carácter retroactivo. Leo y disfruto todo lo que escribe, pero evito mirar su fotografía en la solapa de sus libros para no tener que soportar su porte prepotente. Cuando, como el Arcángel San Gabriel (o el que sea, nunca fui experto en arcángeles y cosas del cielo), saca la espada de matar rojos y otros maleantes, es demasiado cargante ya para mi. Para que le prestase atención tendría que saber encandilarme como Foxá o Borges: me encandilo, me irrito, me vuelvo a encandilar, y termino entre enfadado y alumno. Pero no, a MVLL eso le falta. No se puede ser guapo, limpio, rico, buen novelista y, encima, un genio en lo personal. "Hay que ser sublime sin interrupción", dijo Baudelaire alguna vez. Afortunadamente, es una frase bien construida y ya está. Y me resulta previsible, demasiado como para que me entusiasme en estos temas, pues ya le voy conociendo: articulista antiizquierdista, como antes lo fue filoizquierdista, prologuista de libros globalizadores donde todo el que huela a crítico es, sin más, idiota, escritos entre otros por su hijo, que promete por Dios y por su honor que fue rojo una tarde en Washington, y gritó y todo, asiduo a corridas de toros y ambientes VIP de mi tierra, porque yo soy de Málaga, provincia de Marbella. Nos vamos conociendo: cada vez que veo un artículo suyo en "El País" me pregunto a qué sindicato, político de izquierdas, teólogo de la liberación o demás idiotas a tiro le lanzará los dardos esta vez. Algo así como si en los tiempos del Imperio Romano se escribiera contra Espartaco y los otros maleantes que criticaban la sociedad esclavista, tachándoles de demagogos, y de que con sus demandas lo único que hacían era justificar la represión imperial. Casi nada. Menos mal que queda gente como Dios manda en el mundo, neoliberales, que harán de América Letrina, América Latina, según dicen. Que el cono sur dejará de ser el Cono de la Bernarda. Con las memorias de la Thatcher, si es que se escribe así, debajo del brazo (no sé ni cómo se escribe, me da miedo esta mujer). Que los militares tuvieron su época, que esa sangre era necesaria, como dijo una vez cierto santo (lo prometo: según algunos testimonios, palabras pronunciadas en Chile, poco después de la vuelta al orden, por un santo reciente), pero que ahora las cosas se hacían de otra forma. Ahora se llama liberalismo, y el terrorismo institucional suele ser gobierno. El otro es, sin más, terrorismo. Por arriba, la gente que nunca leyó "El tungsteno", ni falta que le hace para multiplicar por tres sus beneficios y mandar a los niños a estudiar a Estados Unidos. No es necesario ser filólogo para encontrarle al niño una novia de buena familia. Que se reciba como abogado y que empiece a valorar el orden, para comprobar que a las masas hay que temerles, como le pasaba a Ortega antes de que le lavaran la cara: aterrorizado ante la horda, con la minoría siempre. Antes injusticia que desorden, pero esto que no salga de aquí. Y todo es bien fácil: basta con dejar el mercado a su aire, y él ya hará y deshará. Casi nada. No soy biólogo ni veterinario, pero intuyo que si dejo en una habitación a un grupo de hamsters (en Europa no tenemos ratones: tenemos hamsters) con varios gatos, les digo "señores, que sois todos iguales, organizad vuestra sociedad" y me voy a tomar un café, a mi vuelta seguro que ya no quedan hamsters y los gatos estarán entre ellos riendo y comentando lo ingenuo que he sido (estos gatos ríen, hablan entre ellos, se fuman un puro, se toman dos copazos para celebrar lo bien que les sale todo y se van de gatas para terminar la noche). Así que cuando oigo las recetas políticas de MVLL pienso que si me miro al espejo y tengo cara de gato todo irá fenomenal para mi, pero ¡ay!, si soy blanquito, chiquito, con orejitas en punta y con cola. Entonces no me salva ni Dios, que creo que no existe o anda distraidillo desde hace un montón de siglos. Pero claro, si el hamster se rebela y muerde en el hocico al gato entonces es un violento que no acepta las reglas del juego. Y hay que meterle en cintura, qué se habrá creído ese subdesarrollado. Le tiran los cascotes del muro de Berlín encima y le llaman de todo. Como poco. Si no terminan la faena las guardias blancas, que también hacen su eugenesis social por su cuenta ante los estados más liberales del mundo, que fieles a Adan Smith, dejan hacer y dejan pasar lo que haga falta. Todo sea por defender la civilización frente a la barbarie. Amén. En resumen, que espero que MVLL logre el Nobel de Literatura, porque sería injusto que no fuese así (como ocurrió con Borges, y espero que no pase con mi admirado Benedetti). Lo merece y mucho. Aunque después supongo que su discurso, como de costumbre, me sabrá a elite económico-política, a alta sociedad que toma té y levanta el meñique, a bronceado eterno, a casa a pie de playa y a corrida de toros con brindis para don Mario, que está junto a otras autoridades y bien sonriente, "este toro va por usted, Maestro", antes de que el macho vestido de hembra le meta al pobre desgraciado el sangrante acero en las entrañas. MVLL coge al vuelo la montera y sonríe, para que en la foto de ABC de mañana salga guapo, porque lo es y así debe constar. ¿En qué momento se habrá jodido MVLL?