Libros sí, Alpargatas también
|
Reportaje a David Viñas
"Si me apuran, digo que Walsh es mejor que Borges"
Narrador, dramaturgo, ensayista, docente. A los 76 años se propone estar en la
primera línea de una "guerra de ideas" que reivindica vital para la cultura
argentina. Dice que el "borgismo" congela la producción literaria del país. Y
critica sin vueltas a Sarlo, Sebreli, Altamirano, Kovadloff y Aguinis.
Jorge Aulicino y Vicente Muleiro.
Clarin
Hombre (o estampa) de la Argentina patricia y patriarcal, aunque haya
insistido en auscultar su zona oscura, es David Viñas un personaje entrañable.
Acompañando su empeño de claridad (un tanto subrayado), sobre su poblado bigote
blanco, y debajo del ceño adusto, ojos francos pilotean la conversación, ayudan
en su gesto de "no lo oí bien", se concentran en el horizonte del escritorio
(diarios, una caja de cigarrillos, papeles) y uno no sabe si se perdieron en una
laguna pampeana o están armando el rompecabezas de su respuesta.
- —Ricardo Piglia define su obra como un solo texto especializado en la
violencia oligárquica. Si está de acuerdo, ¿en qué zonas ve hoy la continuidad
de esa violencia?
- —No hay más que abrir el diario. Por donde usted agarre. Desde ya, la
violencia en Río Turbio.
- —Pero Viñas ¿no será una clase fantasma la oligarquía? ¿Dónde está esa
oligarquía clásica?
- —Sin duda que ha variado, increíblemente. Desde ya, puede resultar utópico
si no se matiza... Pero en lo que hace a lo central, está vigente. Fíjese hace
unos días lo de Bennetton frente a familias mapuches. Es vertiginoso esto,
querido. Benetton tiene novecientas mil hectáreas. Y desalojan a familias
mapuches. Como socios vinculados mediatamente, para ser cautelosos, a lo de
Bennetton, están personajes de la época de mi padre, en la Patagonia. Las
relaciones, el tejido de poder, siguen vigentes.
- —Viñas, para cruzarlo con la literatura, ¿ve esta presencia de la violencia
oligárquica en otros escritores actuales?
- —En este momento se me aparece un escritor como (Héctor) Tizón. El mundo
de Tizón es un mundo aterciopelado, en una primera aproximación. Pero si uno
mira con una cierta pausa, hace una relectura, y sabe descifrar todo lo que ahí
se pone en juego, está cargado de violencia.
- —Atenuada.
- —De acuerdo a su retórica, él prefiere atenuar esto, pero creo que ahí hay
una presencia más que considerable. Alguien definió con suficiente eficacia:
frente a cualquier manifestación de la llamada civilización, tenemos que ver los
componentes de barbarie disimulada. Si leemos con atención la literatura de
(Juan José) Saer, subyacente a todo un trabajo retórico muy minucioso, muy
prolijo, también vamos a verla aparecer.
- —Pero la literatura mediatiza y elabora la violencia.
- —¿Qué es la literatura? O ¿qué pretende ser la literatura? ¿Qué es la
literatura, en mi perspectiva? Y, es una especie de lapsus. Dice lo que los
demás callan... Es como Florencio Parravicini, o como Lisandro de la Torre. Más
visible como lapsus en las morcilladas que hacía Parravicini que en Lisandro. Es
decir, dicen lo que nadie dice. Ya sea Lisandro de la Torre de manera trágica,
de manera payasesca Parravicini.
- —¿Y viniendo más acá?
- —Fíjese, hasta en la poesía. Tomo los casos de un hombre y una mujer, una
mujer y un hombre, como emblemas de esa zona tan comentada de los géneros:
Alejandra Pizarnik y Néstor Perlongher. También encontramos allí una elaborada
—ustedes dicen bien—, mediada, mediatizada, atenuada, descentrada, violencia.
- —¿En la misma línea, mutatis mutandi, como suele decirse, de Alfonsina
Storni?
- —Es cierto, usted lo dice muy bien. Evidentemente, esto vendría a
corroborar, me parece, esa continuidad a la que aludía. De cómo en dos momentos
distintos, años 20, años 30, o años 50, años 60, poco más o menos, dos mujeres
comentan, de manera mediatizada, elaborada, las humillaciones que padecen en
tanto mujeres. Y justamente estamos en esas zonas muy marginadas, muy crispadas.
Como dice una persona amiga: "Ser puto en general Villegas en 1950...." ¡Upa!
Era muy bravo, eh. Y aún ahora.
- —En los últimos tiempos, en algunas declaraciones suyas
presenta a Rodolfo Walsh como contrafigura de Borges. ¿Es así?
- —Desde ya.
- —¿Podría desarollarlo?
- —En este momento no es tanto ya la producción de Borges sino el borgismo
que es una especie de sociedad anónima que se ha encargado de obliterar,
congelar toda la situación de la producción literaria y cultural. La persona más
beneficiada es su viuda. Y hay otras señoras, también, señoras aseñoradas, que
se encargan sistemáticamente de subrayar, que no sería tan grave como congelar,
cristalizar, ese canon que tiene como epicentro la figura de Borges. El tiempo
debe detenerse, parecería ser la consigna.
- —¿Dentro de ese staff hay figuras que antes estaban en la crítica marginal
o en la crítica de izquierda?
- —Pues bien: desde Juan José Sebreli hasta Beatriz Sarlo, pasando por
Carlos Altamirano, Santiago Kovadloff, el magnánimo novelista Aguinis, y así
siguiendo. Digo, para llamar a las personas por su nombre. Como dijo hace muchos
años (Arturo) Jauretche, la mayoría de los intelectuales argentinos, suben al
caballo por la izquierda y bajan por la derecha.
- —Esa operación con Borges ¿A quién pretende borrar?
- —Yo tomo como referencia a (Rodolfo) Walsh. A partir de una especie de
desafío implícito, desde ciertas zonas, desde lo que podríamos llamar frente
cultural, popular, fundamentalmente peronista, o si usted prefiere montonero, se
lo ha rescatado. Como pasó en su momento con Roberto Arlt. Es decir, marginado
del canon, apareció una serie de gente que rescató a esta figura.
- —Pero en el canon están también estas dos figuras que usted mencionaba de
los 60, 70, que son Pizarnik y Perlongher.
- —¿En el canon?
- —Los han subido a ese caballo.
- —Creo que los llevan en las ancas, en el mejor de los casos... No como una
producción del canon, sino como admisión. Bueno, en el caso de Arlt pasó lo
mismo.
- —¿Y con Walsh, entonces, qué sucede?
- —Yo creo que Walsh —y si esto abre polémica, enhorabuena— trasciende a
Borges. Si usted me apura, hasta le diría: es mejor que Borges.
- —¿No es una opinión absolutamente ideologizada?
- —Ja, ja, ja . No, no... ¿por qué? (de un manotazo Viñas ha volteado una
botella de gaseosa sobre su escritorio). Era peronista y yo nunca fui peronista.
En fin... hay dos cuentos, por lo menos, que se llaman "Nota al pie" y "Esa
mujer", que son lo mejor que se ha escrito en la literatura argentina. Sobre
todo por una razón muy concreta: en "Nota al pie" es donde trasciende a Borges.
Tomemos "El Aleph". En "El Aleph", aparece un personaje que es un pobre tipo,
que se llama Argentino Daneri. Muy bien. Un escritor con grandes condiciones,
notorias, por otro lado, como Borges, se ríe del pobre tipo. El protagonista de
"Nota al pie" también es un pobre tipo: es un corrector, que repasa su vida
mediocre, etcétera. Pero Walsh no se ríe de él. Quizá por su componente de
caridad cristiana, para llamarlo rápidamente, tiene un ademán de reconocimiento.
- —Sin embargo, en "El Aleph", hay una voz, que es la voz del narrador, que
en realidad, me parece, en el choque con Daneri es el perdedor.
- —Ya. Pero después de haberlo tratado de una manera...
- —De haberlo ridiculizado.
- —¡Uh! ¡Cómo! Ahí hay como varios finales. Tendríamos que ver el texto muy
minuciosamente, ¿no? Pero... ahí hay un componente vinculado con la producción
total de Borges, e incluso vinculado con las cosas que se sostenían y se
difundían a través de la revista "Martín Fierro". Es decir la burla hacia quien
no habla prolijo, que no habla el lenguaje de los señores.
- —El que habla cocoliche.
- —O acocolicheado. En esa burla aparece la incapacidad de reconocer y
valorar al antihéroe. Rodolfo Walsh es todo lo contrario, revaloriza y rescata
al antihéroe. Es decir que aquí tenemos heroísmo y antihéroe, como si el modelo
prevaleciente en la producción central de Borges fueran homéridas, héroes. En el
caso de Walsh, son antihéroes. El pobre tipo, Bloom, Chaplin.... Borges, desde
esta perspectiva, se queda dentro de un canon tradicional a partir de cómo
considera el heroísmo y el antiheroísmo. Walsh abre en el campo de la literatura
y la cultura argentina la presencia de marginados por el canon.
- —Estuvo la antítesis Arlt-Borges, y ahora tenemos Walsh-Borges. Había un
trabajo de Piglia, en pleno auge de este sistema binario, donde dice: habría que
ver todo lo que hay de barbarie en Borges y todo lo que hay de literatura y
cosmopolitismo en Arlt, como para romper un poco esta cristalización.
- —Me parece saludable que la literatura argentina se haya polarizado en
distintos momentos. La despolarización propone una homogeneidad que no ocurre.
Han sido —perdone el ejemplo clásico— los sucesivos intentos de disolver la
contraposición Boedo-Florida. Lo que habría que señalar, con atención, cosa que
no se ha hecho, en mi criterio, son las porosidades, como se dice ahora, y las
influencias, y los deslizamientos recíprocos, seducciones, etcétera.
- —Pero esa porosidad, Viñas, justamente es lo que parece más interesante.
- —Desde ya.
- —Porque no es posible imaginar a Walsh sin Borges.
- —Desde ya, él venía de eso.
- —El escribe a partir de la práctica de la escritura de Borges. Como está
presente en Rivera, por ejemplo. En Andrés Rivera.
- —Sí, no, no, el caso de Andrés lo dejaría provisoriamente de lado. Digo,
el espacio en términos de valoración que hay entre Rodolfo Walsh y Rivera es más
que considerable.
- —No hacemos un juicio de valor.
- —Yo sí. Yo sí. Creo que es tarea de la crítica plantear juicios de valor.
Si no, nos quedamos en descripciones. Yo voy a los juicios críticos y los
riesgos que implican los juicios críticos. Una cosa que no se ha hecho en este
país, por ejemplo, que entiendo que hay gente que lo está planteando, es la
recuperación de ciertas líneas heterodoxas. Lo que me animo a designar como
literatura liberal en este país, canonizada en sus diversos momentos y con
intentos de resurrección posteriores, se caracteriza por la total asexualidad.
- —¿Autores?
- —Y, Eduardo Mallea... para no abundar. Pues bien, creo que todos esos
elementos revulsivos, contradictorios, que marcan antagonismos, etcétera, son
saludables, y pueden serlo mucho más. Yo creo que, desde el campo cultural, lo
que corresponde es no señalar que todos los argentinos somos pardos, que es más
bien melancólico. Vuelvo a lo anterior. Quiero decir, me parece saludable que
haya conflictos. Desconflictuar creo que es un intento hacia lo canónico.
Signos vitales
Hay una contradicción evidente entre lo que, a esta altura, Viñas representa
para la cultura de este país, como autor de novelas y obras de teatro y como
lector—organizador del corpus de la literatura argentina y el espacio físico que
lo aloja: el Instituto de Literatura Argentina que encabeza en un edificio al
que hay que hacerle su arqueología para adivinarle el fulgor. Pero ahí está
Viñas, orgulloso porque en unos rapi-estant de latón, actualiza la biblioteca
José Carlos Mariátegui con textos de la crítica latinoamericana.
- —¿Dónde ve vitalidad en la cultura, hoy?
- —En todos lados. Por ejemplo, acaba de salir un libro excelente sobre
Leopoldo Lugones, de María Pía López. Ella y Guillermo Korn publicaron un libro
excelente, a mi criterio —y estamos hablando de la polémica— sobre Ernesto
Sabato, que se llama: "Sábato y la moral de los argentinos". Y Marcela Croce
está trabajando en algo que ha sido sistemáticamente relegado o, en nuestro
criterio, tergiversado, que es la implicancia que tuvo a lo largo de los años 20
lo que entonces era el nacionalismo señorial. Y desde el cine argentino. quien
haya visto con interés "Mundo Grúa", "Un oso rojo". Ahí también estamos viendo
de qué manera, al margen del poder y la influencia de lo canónico, se van
produciendo elementos que responden e intentan replantear esta polémica, que a
veces creo ha sido descalificada por binaria. Es decir, en algunos casos, yo me
animaría a decir... el maniqueísmo es saludable. Entre otras razones, como dijo
alguien, la guerra es maniquea. La guerra de ideas me parece positiva desde todo
punto de vista, respecto a la sumisión, al conformismo o a la homogeneidad sin
más. Fíjese que he sido muy prolijo. Más bien me refiero a individualidades que
no están vinculadas a una cosa orgánica. María Gabriela Mizrahi hizo un
recorrido sobre las mujeres argentinas que no es precisamente conformista, más
bien lo contrario. Juan Suriano trabajó sobre los anarquistas argentinos. En
teatro, dos piezas, repito, para no abundar, hechas con toda la precariedad con
que sabemos que se trabaja en esa zona: "Venecia" y "Monos con navaja".
Excelentes las dos. De una violencia atenuada, o diluida, o como enmascarada, y
una violencia explícita. Es decir que frente a un pivote articulado,
oficializado, del país en general y donde cabe incluir a la izquierda. En mi
criterio, la izquierda es una colección de ateneos. O si usted prefiere: la
izquierda, en Argentina, es una expresión de deseo. Pues bien, fragmentación.
Fragmentación en todo lo que estamos señalando.
- —Usted definió en un reportaje al gobierno de Néstor Kirchner como
propuesta intermedia. ¿Podría ampliar eso? ¿Sigue sosteniéndolo?
- —Yo no hago más que leer el diario: Permanentemente aparece el
eclecticismo. O, barrialmente, una de cal y otra de arena. Creo que un punto de
partida para tratar de entender este fenómeno son los elementos residuales y los
elementos condicionantes. El elemento residual, lo sabemos todos, es que el
kirchnerismo como fenómeno político proviene y creo que se reclama, en algunos
momentos, de una prolongación del camporismo. Hay allí algunas figuras,
personas, amigos incluso, que no pueden ser inscriptos de ninguna manera entre
quienes se subieron al caballo por la izquierda y bajaron por la derecha; han
sido amigos, militantes del peronismo de izquierda, montoneros. Repito que me
parecen personas considerables... Y el resto es una prolongación más o menos
disimulada o... nominal, que se verifica a través del ministro (Roberto) Lavagna.
Esto marca una tensión interna que creo que va a ir marcando el gobierno de
Kirchner. Creo que lo más fecundo del gobierno de Kirchner puede ser,
precisamente, la prolongación de esa tensión de elementos contradictorios. Desde
mi perspectiva, desde ya con una definición por las zonas más críticas.
Profundización de la democracia. Es decir, aproximaciones a una democracia
social. Agregando a continuación: tengo también la convicción, ya a esta altura,
que lo que implica el gobierno de Kirchner es lo máximo que puede dar la
Argentina del año 2004 y años subsiguientes. Es un tope. Más allá creo que sería
instalar una edad de oro en una especie de arco triunfal puesto hacia el futuro.
- —Bien, vamos terminando, Viñas. ¿Usted cumple setenta y cinco años el 28 de
julio?
- —¡Oh! ¡No, más! Voy para los ochenta. Soy del 27.
- —¿A esta altura qué rescata más de su obra?
- —El teatro.
- —"Lisandro".
- —Con "Lisandro" es suficiente.
- —¿Y su relectura de la literatura argentina, a partir de "Literatura
argentina y política"?
- —Desde ya. Existe la posibilidad muy concreta de la cuarta edición de ese
libro, "Literatura argentina y política".
- —¿Y en narrativa?
- —Fijesé que uno, prolijamente, se encarga de deslindar. Yo tenía un
antepasado que plantaba alambrados en la provincia de Buenos Aires. Debe ser por
ahí que viene. Ahí recuperaría lo de Piglia. Creo que se superpone... Ya que
usted me hace el favor, y con esto creo que hemos llegado a término, existe la
posibilidad de que se publique una novela que se llama "Tartabul o los últimos
argentinos del siglo XX". Tartabul es el personaje que aparece en "La bolsa", de
Julián Martel. Que los señoritos le pegan en la cabeza para que imite a los
distintos personajes-oradores, Alem, Mitre. Por eso el nombre me resultó muy
atractivo. Es como un narrador, a los palos.
Bien podría haber montado junto a Lucio V. Mansilla, este hombre, Viñas, como su
conciencia crítica pero leal. Sin embargo, se conforma con cruzar la calle 25 de
Mayo (nada menos, diría) desde lo que fue sede, jura, de un prostíbulo de lujo,
luego del Banco Hipotecario Nacional, ahora de varios institutos de la Facultad
de Filosofía y Letras, en busca de un café de la zona bancaria. También es de no
creer: el café, moderno, de fuerte luz amarilla, sostiene con sus paredes fotos
que muestran a varios obreros que penden, sobre una viga de hierro, a gran
altura. Dios nos libre de las metáforas, las imágenes, los ojos, Viñas. En el
café, lo saludan con respeto desde el encargado de la caja hasta el mozo. Este
hombre, que ha visto o creyó ver la violencia que encubren las fortunas, y aun
las letras —sobre todo las letras—, es un personaje venerado en este lugar que
atruenan de día empleados de las finanzas. Sólo que el mozo, confianzudo y
cordial, no lo llama don David o simplemente David, lo llama "Deivid"!. Y le
promete que moverá cielo y tierra para conseguirle la "droga". Una aspirina para
la gripe del autor de "Hombres de a caballo".