Libros sí, Alpargatas también
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En su más reciente libro, el polémico Slavoj Zizek arremete contra las nuevas formas del progresismo como los movimientos de resistencia global y sus ideólogos: Marcos, Toni Negri y Naomi Klein
Contra los revolucionarios blandos
Hector Pavón
Clarín
Slavoj Zizek también encuentra en las villas miseria de todo el planeta los
lugares de donde surgirá el nuevo protagonismo obrero.
Slavoj Zizek es un tornado de ideas circulante, un escribidor sin descanso,
un pensador polémico en todos los campos. Urbi et orbi su discurso vaga y
provoca en conferencias y cursos en Ginebra, París, Ljubliana, Buenos Aires o
Nueva York, destinos en donde ha vivido en los últimos meses. Como pocos, y en
esto ha sido tan elogiado como reprobado, aborda disciplinas diversas y enfoca
problemáticas cotidianas con la misma pasión que revisita a Marx y Lacan, dos de
sus faros inspiradores. (1)
De Lacan fue discípulo y de su yerno Jacques Alain Miller, paciente. Filósofo y
psicoanalista formado en Ljubliana y París se ha convertido en Buenos Aires en
un fenómeno extraño de consumo. Hasta hace poco más de dos años sólo era
conocido por un reducido círculo de psicoanalistas lacanianos y algunos pocos
iniciados en filosofía. Su nombre extraño se popularizó en ámbitos académicos y
de revistas y suplementos culturales a partir de entrevistas, notas, libros y
conferencias varios que lo convirtieron en un pensador al que todos repiten,
pero pocos leyeron.
Entre tantas idas y venidas ha publicado un libro pequeño pero que no escatima
en mazazos hacia el campo progresista, especialmente para quienes abandonaron la
idea de la transformación política de raíz. A ellos se refiere con el título de
su libro La revolución blanda (Atuel). Allí se puede ver que "ocurrente"
es el mínimo calificativo que se merece alguien que no duda en utilizar los más
diversos recursos para explicar problemas filosóficos como cuando toma el "fist
fucking" (penetración sexual con el puño) o a la película Los sospechosos de
siempre.
Desde algún lugar del planeta habló sobre su libro y el porvenir de la ilusión
socialista. Allí le dedica un apartado especial a la larga polémica que sacude
al campo de la izquierda a partir de la aparición de Imperio de Toni
Negri y Michael Hardt y su continuación Multitud. "Hardt y Negri tienen
razón cuando problematizan el concepto revolucionario de 'toma del poder' común
de la izquierda: una estrategia de esa naturaleza acepta el marco formal de la
estructura del poder y su objetivo no es otro que reemplazar a los que ostentan
el poder ('ellos') por otros ('nosotros').
Como lo expresara Lenin con total claridad en su Estado y Revolución , el
verdadero objetivo revolucionario no es 'tomar el poder' sino debilitar,
desintegrar los verdaderos aparatos de poder del estado." Pero también los ubica
en el dudoso sitial privilegiado de "izquierda posmoderna" porque expresan una
clara ambigüedad al "abandonar el proyecto de la 'toma del poder': ¿acaso están
planteando que uno debería ignorar la estructura de poder que existe o, en
cambio, limitarse a resistirlo construyendo espacios alternativos fuera de la
red de poder del estado (como la estrategia zapatista en México)? ¿O acaso
plantean que uno debería desintegrar, quitarle la base al poder del estado, de
modo que éste colapse, implosione? En el segundo caso, no bastan las fórmulas
poéticas que señalan que la multitud podrá inmediatamente gobernarse a sí
misma." En su libro también intenta desarmar al Subcomandante Marcos: "cuanto
mayor es el potencial poético de Marcos en tanto oposición, como voz crítica de
protesta virtual, mayor sería el terror de Marcos como líder real". También posa
una mirada despectiva sobre la periodista y activista Naomi Klein al referirse a
su libro No logo como "best seller".
Hay una pregunta recurrente para quienes proponen la "democracia de la multitud"
sobre el papel de la clase obrera. Zizek no duda de su persistencia pero además
sostiene que los protagonistas de esta época son los habitantes de los suburbios
pobres de las nuevas megálopolis. "Somos testigos del rápido crecimiento de la
población sin el control del estado, que vive en condiciones a medias fuera de
la ley, con desesperada necesidad de formas mínimas de auto-organización." Zizek
cree que aunque esa población esté compuesta por trabajadores marginados,
empleados públicos cesanteados y ex campesinos, no son simplemente un excedente
superfluo: "están incorporados en la economía global de varias formas, muchos de
ellos trabajan con salarios en negro o son empresarios que se auto emplean, sin
la adecuada cobertura de salud ni seguridad social. Aunque, por supuesto, uno
deba resistir la tentación de elevar e idealizar a los pobladores de estas
villas miseria como la nueva clase revolucionaria, debería sin embargo, en los
términos de Badiou, percibir las villas como uno de los pocos 'sitios
incidentales' auténticos de la sociedad actual, los pobladores de las villas son
literalmente un conjunto de esa gente que es 'parte de ninguna parte', el
elemento 'supernumerario' de la sociedad, excluidos de los beneficios de
ciudadano, son los desarraigados y los desposeídos, ésos que efectivamente 'no
tienen nada que perder aparte de sus cadenas'".
El autor de El espinoso sujeto se asombra ante una cantidad de elementos que
caracterizan a los pobladores de las villas porque ve una coincidencia con la
vieja definición marxista del sujeto revolucionario proletario: "son 'libres' en
el doble sentido de la palabra, inclusive más que el proletariado clásico
('liberados' de toda atadura sustancial; que habitan en un espacio libre, fuera
de las reglamentaciones del orden (policía) estatal); son un gran colectivo,
juntados a la fuerza, 'lanzados' a una situación en la que están obligados de
inventar alguna manera de estar juntos, y simultáneamente, privados de cualquier
apoyo en las formas tradicionales de vida, o en las formas de vida por herencia
religiosas o étnicas".
La palabra revolución es uno de los conceptos que hoy divide al campo de la
izquierda internacional. La pregunta leninista "¿qué hacer?" tiene hoy más
sentido que nunca ya que hay quienes defienden la idea de la toma del Estado y
no comparten la idea zapatista de "cambiar el mundo sin tomar el poder". "Hay
una línea precisa de separación entre la situación no revolucionaria y la
situación revolucionaria", despeja Zizek. "En la no revolucionaria, los
problemas urgentes inmediatos se pueden resolver, mientras que el gran problema
importante se deja para más adelante ('la gente ahora se está muriendo en
Ruanda, así que olvidemos la lucha anti-imperialista y dediquémonos simplemente
a impedir la masacre'; en una situación revolucionaria, esta estrategia ya no
funciona y uno tiene que atacar el Gran Problema para poder resolver las
'pequeñas' urgencias."
Para Zizek "esto significa que no se puede medir una auténtica revolución
política con el patrón del servicio de los bienes (en qué medida después 'la
vida mejoró para la mayoría'); es un fin en sí mismo, un acto que cambia los
propios patrones de lo que es una 'buena vida'; y un estándar de vida diferente
(eventualmente más alto) es un producto derivado del proceso revolucionario, no
su objetivo". La violencia revolucionaria, dice Zizek, es defendida por
proverbios perogrullescos como "no se puede hacer una tortilla sin romper
algunos huevos". Contra esta actitud "uno debería directamente admitir la
violencia revolucionaria como un fin en sí mismo liberador, de manera que el
proverbio podría verse al revés: 'Es imposible que los huevos se rompan (lo que
es política revolucionaria, cuando no una actividad en cuyo proceso se rompen
muchos huevos), especialmente si se hace con mucho fuego (pasión
revolucionaria), ¡sin que resulte alguna tortilla!'"
1) Nota de Correspondencia de Prensa: entre sus obras más conocidas se
encuentran "El sublime objeto de la ideología" (1989); "Porque no saben los que
saben" (1991); "El frágil absoluto" (2000); y el más reciente "A propósito de
Lenin. Política y subjetividad en el capitalismo tardío". Atuel, Buenos Aires
2003.