SECCION
LIBERTARIA
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La verdad sobre Kronstadt
por
Stépan
Petritchenco
Prólogo
El «orgullo y gloria de la revolución», como los calificó Trotski: marinos del Petropávlovsk en Finlandia en el verano de 1917.
LAS INSURRECCIONES que a lo largo del pasado siglo nos dieron la confianza de que una sociedad sin clases, sin explotación ni dominación, organizada según las necesidades y las posibilidades de cada uno, era, no una utopía, sino algo a conseguir, se alejan hoy de nuestro universo conceptual y emocional. La poca distancia de unos años es multiplicada por el medio en el que nos movemos y por los media que nos mueven, y así aquellas insurrecciones tan próximas y tan modernas se ven relegadas al olvido, sino a la manipulación y al rechazo. Acostumbrados a una cotidianidad sometida al trabajo y al consumo impuestos –nada que ver con una actividad concreta y deseante-, auspiciado nuestro razonamiento y nuestro sentimiento por los programas escrupulosamente calculados de los media, reducido el ámbito de nuestro pensamiento y de nuestro lenguaje por el poder económico y cultural, dirigida nuestra mirada por las redes mediáticas, no llegamos a ver esta insurrección, que está aquí al lado.
Pero aquí están, y asoman, cabezonas, y desbaratan la historia objetiva que desde los vencedores se quiere escribir, y dan aliento a los que en ellas, a pesar de vestir trajes bien distintos, nos reconocemos. La insurrección de Kronstadt fue de las primeras, justo después de la revolución de los consejos en Alemania durante los años 1918-1920, quizás la más olvidada y ocultada, la más amplia, la más resolutiva (en pocos días abatió la monarquía y el II Reich) y, justo antes de la revolución española, quizás la más corta, sólo unas semanas (todos estaban en su contra), pero la más bella.
Kronstadt es la primera denuncia de la gran mentira bolchevique, a la vez que la demostración de que una organización social a través de los soviets es posible. Luego ha habido otras denuncias de aquella gran mentira o de la mentira desconcertante que dirá Cíliga, pero siempre calladas y criminalizadas por la impostura del poder intelectual en Europa: Antón Cíliga, escapado de su periplo por Rusia y Siberia, no logrará, ya en París, que su libro “Au pais du grand mensonge” contenga el capítulo “Lenin tambien”; Panaït Istrati, a la vuelta de la URSS, y con su “Vers l’autre flamme” se ganará la enemistad de toda la intelectualidad europea y será tratado de reaccionario; George Orwell tendrá serias dificultades para conseguir que un editor inglés publique su testimonio de la guerra de España y su denuncia del stalinismo en “Homenaje a Cataluña”; igual suerte correrán Ignazio Sillone, Alexander Berkman, ...Pero Kronstadt es la más genuina y la que las contiene todas.
La insurrección de los marinos de Kronstadt tiene lugar durante la revolución rusa, en marzo de 1921, cuando el pueblo ve que su poder real, los soviets, está siendo desmantelado y sustituido por la policía política (cheka), que el hambre, el racionamiento,...forman parte de su vida diaria, y, tomando el relevo de la Ukrania Machnovista, continúan la lucha, ahora contra la burocracia comunista, por el poder de los soviets. Ante una escalada de huelgas en varias partes de Rusia y especialmente en Petrogrado, la guarnición de Kronstadt toma partido por los obreros contra el partido bolchevique. En su inicio lo que plantean es el poder de los soviets, el funcionamiento real de la democracia obrera amenazada por la burocracia bolchevique. La respuesta del partido, que consiste en la aniquilación total del movimiento insurrecto radicalizará el movimiento que se pondrá como objetivo la tercera revolución soviética, ahora contra el Estado. En su propia carne, los ciudadanos de Kronstadt, han aprendido que “la existencia del Estado y la existencia de la esclavitud” son inseparables.
Kronstadt. Pero Kronstadt está aislado del resto de Rusia y no llega a conectar con los obreros del país. Así se impone la mentira del Estado comunista que trata a los insurrectos de Kronstadt de contrarevolucionarios. Los insurrectos resistirán a las mentiras y a las armas del gobierno bolchevique, hasta que el ejército rojo, a las órdenes de Trotsky, los masacrará.
La Verdad sobre Kronstadt
por Stépan Petritchenco
Al llevar a cabo la Revolución de Octubre de 1917, los trabajadores de Rusia y de Ukrania, esperaban obtener su emancipación completa. Pusieron todas sus esperanzas en el partido bolchevique, porque parecía responder a sus intereses.
¿Qué es lo que este partido, dirigido por Lenin, Trotsky, Zinoviev y otros, les ha reportado en los tres años y medio que tienen el poder?
El camino bolchevique no ha conducido a la emancipación de los trabajadores, sino más bien a una esclavitud aun mayor del proletariado. En lugar de la monarquía policíaca, los trabajadores conocen ahora el temor permanente a caer en las manos de la cheka, que supera con creces la crueldad de la policía del régimen zarista. Ahora son conscientes de los fusilamientos y las humillantes vejaciones de los carceleros chekistas. Si el trabajador se atreve a expresar la dolorosa y pesada verdad, es entonces asimilado a los contrarrevolucionarios, agentes de la Entente, etc., recibiendo como recompensa una descarga de fusilería o bien la prisión, es decir, la muerte por inanición.
Los bolcheviques han encadenado a los obreros a los talleres, con ayuda de los sindicatos corruptos, haciendo que el trabajo deje de ser creador y estimulante, para convertirse, al igual que antes, en una nueva e insoportable esclavitud.
Los bolcheviques respondieron con fusilamientos en masa, incontables encarcelamientos e internamientos en campos de concentración, a las protestas de los campesinos, quienes se manifestaban con revueltas espontáneas y a las de los obreros, obligados a recurrir a la huelga para mejorar sus condiciones de vida.
¿Cómo viven los campesinos y qué han obtenido del nuevo régimen?
Han conseguido la esclavitud de los trabajos forzados, sin distinción de edad, sexo o situación familiar, el completo pillaje de las cosechas, del ganado y de las aves de corral, llevadas a cabo por innumerables requisiciones y confiscaciones y el control de todos los desplazamientos, mediante incalculables destacamentos de inspección.
Se ha generalizado el reinado de la arbitrariedad. Si un campesino tiene a tres de sus hijos en el ejército rojo y uno de ellos regresa a su pueblo por su cuenta para conocer la situación; entonces, sin tener en cuenta que los otros dos hijos permanecen en el servicio, la granja familiar queda librada, por efecto de la deserción de uno de sus miembros, al pillaje total.
No obstante, el ejército y la armada nada sabían de la verdadera situación de país. Las informaciones que llegaban eran muy confusas e imprecisas; era difícil hacerse una idea exacta basándose en los rumores o en el correo familiar “censurado”.
Durante todo este tiempo, los bolcheviques engañaban a su gente, bosquejando cuadros idílicos en los periódicos.
Si se lanzaban quejas contra los abusos, las autoridades centrales respondían diciendo que serían tomadas las medidas oportunas, pero todo quedaba sobre el papel. Por contra, cuando el comisario local se enteraba que se había cursado una queja contra él, se ocupaba en perseguir por todos los medios a su alcance a los querellantes, haciéndoles la vida imposible.
Nadie estaba en condiciones de conocer la situación y medios de vida de su familia: no se concedía ningún permiso, a causa de la tensión militar y la censura impedía que pasaran las cartas que exponían la amarga verdad. Únicamente los periódicos y la literatura bolchevique tenían libre curso y según ellos todo iba bien en todas partes.
Por todo ello, las tripulaciones se encontraban en la incertidumbre: unos confiaban en la propaganda oficial, pero otros no. Tuvo lugar una desmovilización parcial del ejército y se concedieron breves permisos, limitados al diez por ciento de los efectivos. Los que tuvieron la suerte de acceder a ellos, estaban perfectamente al corriente de la situación real del país a su regreso, al haber tenido ocasión de tomar conciencia de la imbecilidad, la arbitrariedad y la violencia represiva de la comisariocracia. Éstos explicaron a sus camaradas la represión e injusticias que reinaban en el país. De este modo, la amarga verdad empezó a ser conocida en las unidades de Petrogrado y Kronstadt.
Los ukranianos por su parte, se negaban a regresar al acabar su permiso. Algunos de ellos contaron que los padres maldecían a su hijos por haber defendido a esa pandilla de bandidos y canallas que había llevado a Rusia a la ruina general, a una situación de violencia espantosa y a una opresión y arbitrariedad desconocidas hasta entonces. Así llegamos al conocimiento de la verdad y nos pusimos a discutirla colectivamente, a pesar de la prohibición de reunirse o concentrarse, dictada por los comisarios y comunistas. Las asambleas se vieron cada vez más concurridas, llegando siempre a la desaprobación unánime e indignada del poder bolchevique.
Petrogrado y Kronstadt sufrieron en ese período, al igual que anteriormente, una grave crisis de abastecimiento. Todos se indignaron contra el “orden bolchevique”, gracias al cual los obreros se encontraban hambrientos, helados y encadenados a sus fábricas, en las cuales debían agotar sus últimas fuerzas.
La paciencia llegó al límite: en los días 25 a 28 de febrero, estallaron huelgas en Petrogrado. El poder respondió con arrestos masivos y descargas de fusilería contra los obreros.
Las fábricas se pusieron bajo la vigilancia de los chekistas y de los kursanty[1]; se les dijo a los obreros que volvieran al trabajo, pero se negaron. Nuestra tripulación supo con indignación cuanto sucedía en Petrogrado en el curso de mítines espontáneos, los cuales estaban, no obstante, formalmente prohibidos por los comisarios; entonces exigimos a éstos el envío de una comisión, compuesta por gente sin partido, a Petrogrado, con el objetivo de informarse de lo sucedía en realidad, porque los bolcheviques trataban de hacernos creer que agentes y espías de la Entente habían intentado organizar huelgas en Petrogrado, pero que todo había vuelto a la normalidad y las fábricas funcionaban de nuevo sin problemas.
En Petrogrado, se amenazaba a los obreros con la intervención de Kronstadt-la-Roja, la cual los obligaría a volver al tajo, si persistían en su actitud huelguística. Por ello supimos que, de modo generalizado, los bolcheviques habían convertido a Kronstadt en un espantapájaros en toda Rusia para apoyar su política; La indignación de las tripulaciones, al tener noticia de estos hechos, fue enorme, porque este papel no podía de ningún modo ser el de Kronstadt.
El día 27 de febrero se celebraron dos mítines espontáneos, primero entre las tripulaciones de los acorazados Petropavlosk y del Sebastopol y más tarde entre los componentes de la 1ª y 2ª brigada de destructores, en el curso de los cuales todo el mundo exigió a los comisarios de modo imperativo la elección de una comisión de delegados sin partido, para visitar las fábricas y los acantonamientos de la guarnición de Petrogrado. No pudiendo hacer de otro modo, Kuzmin, el comisario del Poubalt, que acababa de llegar de Petrogrado en compañía de otros notables bolcheviques, se vio forzado a autorizarlas. Fue elegida una delegación de 32 miembros.
El comisario de la flota del báltico ordenó que estos delegados se presentaran ante todos los soviets de distrito y ante los comités de fábrica. Así lo hicieron al llegar a Petrogrado, donde se les declaró que la ciudad estaba en estado de sitio y que, por consiguiente, los mítines y reuniones estaban formalmente prohibidos. Los delegados insistieron en querer reunirse con los obreros en las fábricas. Entonces los bolcheviques utilizaron un subterfugio: organizaron por su cuenta reuniones en las que presentaron a falsos delegados de Kronstadt, aunque sí eran miembros del partido, pretendiendo de esta forma sembrar la confusión; no obstante, los delegados de Kronstadt pudieron hacer fracasar fácilmente esta burda maniobra.
En las asambleas de fábrica en las que los bolcheviques presentaron a los falsos delegados, declararon que Kronstadt no permitiría que lo continuasen los disturbios en Petrogrado; pero los auténticos delegados consiguieron desenmascararlos en buena parte de los casos. Por último, las asambleas fueron autorizadas, ante la insistencia de los delegados, pero con la asistencia de miembros de la cheka, de los soviets locales, de los comités de fábrica y de funcionarios de los sindicatos estatales para intimidar a los obreros. Estos temían hablar con los delegados, haciéndoles comprender que no les era posible hacerlo en presencia de todos estos esbirros; en efecto, aquél que osaba protestar o denunciar la situación, se encontraba a la noche siguiente en la prisión de gorokhovaya 2, donde cerca de dos mil camaradas suyos se encontraban ya desde hacía algunos días.
En estas condiciones, los delegados exigieron que los miembros de la cheka y otros sicarios abandonaran las reuniones. Estos últimos rehusaron, declarando que las conversaciones solo podían desarrollarse en su presencia.
En una reunión, los delegados pidieron a los obreros que expresaran lo que tenían que decir, prometiéndoles defenderlos para ahuyentar sus temores, pero únicamente pudieron responder algunos por medio de las lágrimas, lo cual demostraba fehacientemente hasta que punto se sentían aplastados e impotentes.
Los kronstadianos visitaron también los acantonamientos de la guarnición de Petrogrado, convocando asambleas, en el transcurso de las cuales se evidenció un descontento general.
Los kronstadianos propusieron a los obreros y soldados que enviaran delegados a Kronstadt.
El 28 de febrero, los delegados regresaron a Kronstadt, acompañados por otros de Petrogrado, exponiendo su informe en los buques; como consecuencia el Pétropavlosk y el Sebastopol, adoptaron una resolución que exigía, principalmente, la elección de nuevos soviets locales mediante escrutinio secreto.
La resolución fue tomada por unanimidad, sin tener en cuenta las maniobras de diversión y obstrucción de Kuzmin y otros notables bolcheviques de Petrogrado que asistían a las asambleas. Kuzmin y sus colegas llegaron a un extremo tal de cinismo en sus intervenciones y maniobras, que los marineros, indignados, tuvieron que interrumpirles en más de una ocasión. En este mitin se decidió convocar una Asamblea General de toda la población de Kronstadt para el día siguiente, 1º de marzo, en la plaza del Ancla.
Kalinin, el jerarca de todas las Rusias[2], acudió a esta asamblea general de la guarnición y la población de Kronstadt. Pronunció un discurso, esforzándose en hacer fracasar el mitin. Cuando se dio cuenta que esto no le era posible, rehusó hablar en la plaza y exigió que la reunión fuera transferida al puesto de maniobras de la marina, pero los asistentes se negaron e insistieron en que el mitin se continuase en la plaza del Ancla.
Numerosos oradores intervinieron en esta asamblea. La resolución propuesta por los acorazados fue adoptada por unanimidad, con los únicos votos en contra de Kalinin, Kuzmin y Vassiliev, este último presidente del soviet saliente de Kronstadt. Al constatar semejante unanimidad de la asamblea, Kalinin y Kuzmin declararon que “si Kronstadt dice blanco, nosotros diremos negro” y que “Kronstadt no representa por sí sola a toda Rusia y que por tanto no será tomada en consideración.”
Estas palabras agitaron aun más a los asistentes; entonces alguno les preguntó por qué los bolcheviques habían afirmado hasta este momento que Kronstadt era el centro de la revolución y su más fiel bastión y por qué se había siempre apoyado en los krostadianos. No hubo respuesta.
El mitin decidió proceder a la elección de un nuevo soviet al día siguiente, a través de los representantes de cada una de las compañías, grupos profesionales y de fábrica, a razón de dos delegados por unidad.
Los miembros del partido comunista estuvieron reunidos toda la noche del 1 al 2 de marzo, decidiendo morir antes que entregar el poder; durante el resto de la noche se dedicaron a armar a quienes creían más seguros: los clubs de los soviets y otras instituciones. Kalinin se fue de Kronstadt esa misma noche sin que nadie se lo impidiera.
El 2 de marzo, a las once de la mañana, los delegados designados afluyeron al acorazado Petropavlosk. Todos eran independientes. Había cerca de 250 personas, siendo insuficiente el espacio del buque, por ello se propuso a los delegados transferir la reunión a la casa de cultura y a la dos de la tarde se abrió la sesión.
Se designó la presidencia y cuando se llegó a la discusión de la situación presente, Kuzmin y Vassiliev pidieron la palabra para intervenir al respecto. La asamblea así lo acordó y ambos se pusieron a repetir las mismas amenazas que habían lanzado en la plaza del Ancla, teniendo sumo cuidado de evitar responder a las preguntas directas que les eran dirigidas. La asamblea pidió entonces su arresto inmediato y su desarme, lo cual fue ejecutado por la presidencia.
Poco después, comenzaron a afluir mensajes y telegramas de carácter provocador. La intención manifiesta de los bolcheviques era sabotear la reunión. Así, por ejemplo, llegaron informaciones en las que se afirmaba que la escuela del partido y los comisarios se estaban armando fuertemente y se aprestaban a rodear el edificio donde discurría la asamblea de delegados; o aun, que dos mil jinetes de Boudienny se acercaban a las puertas de la ciudadela. La asamblea se indignó al tener conocimiento de estos rumores y algunos comenzaron a ponerse nerviosos, pero el presidente de sesión consiguió restablecer la calma y los debates continuaron.
Todo el mundo sabía que los bolcheviques se habían armado durante la noche y que un ataque al edificio era posible. Los debates se alargaban, pero finalmente se propuso no perder tiempo, dado que los bolcheviques actuaban y nombrar rápidamente un Comité Revolucionario. Cinco miembros fueron elegidos para este comité: Petrichenko, presidente, Yakovenko, Toukine, Arkhipov y el profesor Oréchine.
Al final de la reunión, las cinco de la tarde, el Comité Revolucionario (C.R.) se instaló en el acorazado Petropavlosk, donde se formó un estado-mayor militar.
Los destacamentos militares vinieron para ponerse a disposición del Comité Revolucionario. En una hora se reunieron ochocientos hombres, recibiendo la orden de ocupar todos los puntos estratégicos de la fortaleza: la central telefónica, los locales de la cheka, el arsenal, los depósitos de avituallamiento, las panaderías, las estaciones eléctricas, las cisternas de agua, los estados-mayores, la defensa antiaérea, la artillería, etc.
A las nueve de la noche, la ciudad estaba controlada totalmente, sin disparar un tiro ni derramar una gota de sangre. Ninguno de los edificios armados por los bolcheviques opuso resistencia, porque los militantes de base del partido se negaron a disparar contra sus camaradas. A partir de ese momento no quedaron más que una cincuentena de dirigentes y doscientos estudiantes de la escuela del partido, intentando por todos los medios a su alcance recuperar el poder que se les escapaba.
El Comité Revolucionario (el Revkom) decidió que fueran ocupados los fuertes, después haber ocupado la ciudad, siendo tomados igualmente sin hacer un solo disparo, ya que el grupo de bolcheviques, no habían tenido más éxito que el que tuvieron con los marineros. Cuando la guarnición de los fuertes quiso proceder a su arresto, se refugiaron en la costa del golfo y consiguieron apoderarse del fuerte Krasnaya Gorka (la colina roja), al ser un grupo suficientemente numeroso para sorprender a la guarnición de un solo fuerte, en esos momentos aun vacilante. Una vez la plaza en su poder, procedieron al arresto y ejecución de aquellos que encontraban sospechosos.
Así fue como la ciudad y los fuertes de Kronstadt pasaron a manos del Comité Revolucionario.
Ese mismo día, hacia medianoche, el Comité Revolucionario pidió que un destacamento de cincuenta marineros y seis delegados fueran hacia Oranienbaum, en la otra ribera del golfo. El destacamento recorrió cinco verstas[3], hasta que fue recibido con un nutrido fuego de ametralladoras, al llegar a una versta y media de la costa. Los seis delegados siguieron solos, pero los kursanty ni siquiera se tomaron la molestia de discutir con ellos, cogiendo a tres, mientras los otros escapaban y alcanzaban al destacamento.
Los marineros intentaron poner pie en la ribera de Oranienbaum en otro lugar, pero tampoco tuvieron éxito y al alba se vieron obligados a regresar a Kronstadt.
En ese preciso momento llegaron tres delegados de la división aérea de Oranienbaum, quienes comunicaron la intención de la división de unirse a Kronstadt. Cuando volvieron, fueron inmediatamente apresados y fusilados. A continuación, cuarenta y cuatro camaradas suyos fueron igualmente ejecutados.
En Kronstadt todo estaba tranquilo. Solo fueron arrestados los bolcheviques que habían abusado de la confianza del Comité Revolucionario.
En el atardecer del 2 de marzo, el Comité Revolucionario convocó a los responsables del estado-mayor de la fortaleza, así como a los especialistas militares, explicándoles la situación y proponiéndoles que participaran en la preparación y refuerzo de la defensa de Kronstadt, lo cual aceptaron. Es necesario precisar, a este respecto, que Kozlovsky no vino a la reunión del Comité Revolucionario en esta ocasión, sino a la que una parte de éste celebró al día siguiente a las tres de la tarde y que tan solo se le hizo responsable de la artillería y no de toda la defensa de la fortaleza, como lo hicieron creer los bolcheviques.
El 3 de marzo, circularon por toda la ciudad rumores en los que se afirmaba que los bolcheviques arrestados habían sido torturados y fusilados, sufriendo toda clase de violencias. Miembros del grupo dirigente del colectivo del partido comunista, se presentaron en el Comité Revolucionario para que se les permitiera visitar el edificio donde habían sido encerrados los comunistas arrestados. Dos miembros del Revkom se unieron a ellos para dirigirse hacía el lugar. Habiéndose convencido de las buenas condiciones en que se encontraban los comunistas arrestados e informado de su situación, los miembros del colectivo comunista redactaron un llamamiento a la población de la isla en el que desmentían los rumores provocadores y precisaban que los comunistas arrestados se encontraban en buenas condiciones, todos sanos y salvos, y que no se había ejercido contra ellos ninguna violencia. Este llamamiento fue firmado por miembros muy conocidos del partido: los obreros Illine, Kabanov y Pervouchine.
El Comité Revolucionario emitió un primer llamamiento dirigido a la guarnición de la ciudad. En él se pedía a los obreros que no abandonaran el trabajo y se presentaran en los talleres; a los marineros y soldados rojos, se les pedía permanecer en sus puestos en los buques y los fuertes; y a todos los establecimientos públicos se pedía que continuaran con su actividad habitual.
A continuación, el Comité Revolucionario hizo un llamamiento a todas las organizaciones de trabajadores de Rusia, instándolas a que procedieran a convocar nuevas elecciones, más representativas, en las fábricas, sindicatos y soviets. El Comité Revolucionario hizo también un llamamiento al orden, la tranquilidad, la firmeza y a una nueva y honesta labor socialista, en provecho de todos los trabajadores.
Bajo la presidencia del Revkom, se celebró una primera reunión para tratar los problemas militares, en el curso de la cual se elaboró el plan de autodefensa. Al anochecer, todos los destacamentos fueron armados y ocuparon sus puestos en la ciudad y en los fuertes. Se supo que a las cuatro de la tarde un grupo enemigo se había acercado hasta Totleben; algunos marineros salieron del fuerte y se reunieron con ellos, comunicándoles las resoluciones que se habían tomado y regresaron sin que hubiera enfrentamiento armado. Además, nos llegó la información de que el tren blindado Tchernomoretz, acababa de llegar con una compañía de kursanty.
Durante toda la jornada, fueron llegando refuerzos bolcheviques a Oranienbaum, Sestroretsk y Lissy Nos, constituidos principalmente de kursanty de Orloff, Nijnegorod y Moscú. Y también destacamentos de elite bolcheviques, de la cheka y de los funcionarios de los soviets locales, así como dos trenes blindados. Durante la noche, grupos de exploradores se aproximaron al fuerte Nº 1, para retroceder enseguida, después de encontrase con nuestros destacamentos.
Así dio comienzo la insurrección de Kronstadt.
¿Cómo fue presentada ésta por los bolcheviques? A partir del 3 de marzo, en la radio de Moscú se había anunciado que un complot de guardias blancos y un amotinamiento del buque Petropavlosk, bajo la dirección del ex general Kozlovsky, acababa de estallar en Kronstadt; este complot habría sido urdido por agentes y espías de la Entente. La radio difundía la confianza en que esta rebelión de los Socialistas Revolucionarios y de un general sería muy pronto liquidada.
A continuación, podía leerse en la “gaceta roja” y en Pravda que los principales actores de la insurrección se habían distribuido la jerarquía, que eran burgueses, e hijos de popes, poseedores de numerosas propiedades. Los periódicos insistían en su pasado criminal y así sucesivamente. De este modo presentaron los bolcheviques la revuelta de Kronstadt.
4 de marzo
Este día el Comité Revolucionario se trasladó desde el acorazado Petropavlosk a la Casa del Pueblo, donde permaneció hasta el último momento. Se recibió un telegrama del Soviet de Petrogrado, proponiendo enviar una delegación a Kronstadt.
El comité Revolucionario envió un radio mensaje diciendo que la delegación sería muy bien recibida, pero que sería deseable que la misma fuera elegida por representantes del pueblo, es decir, por trabajadores, marineros y soldados rojos y que se incluyera en esta delegación un 15% de comunistas. El Soviet de Petrogrado no respondió a la propuesta.
El Revkom tenía mucho cuidado en intentar evitar todo inútil derramamiento de sangre.
En Kronstadt todo estaba tranquilo. Funcionaban todos los servicios y el trabajo no se detenía en absoluto.
Durante los tres primeros días no fue disparado ni un solo tiro. Las calles estaban animadas y los niños jugaban apaciblemente.
A las cuatro de la tarde, los delegados de todos los establecimientos, empresas, sindicatos y unidades militares se reunieron en el club de la guarnición.
Al abrir la sesión, el presidente informó a la asamblea de la situación militar y del avituallamiento. También se trató el problema del combustible. Se propuso a los obreros que se armaran y ocuparan los puestos de guardia de la ciudad, a fin de liberar a la guarnición que podía entonces ocupar posiciones en los puestos más avanzados.
Los obreros aprobaron la propuesta por unanimidad.
La reunión se desarrolló en medio de un gran entusiasmo y todos se separaron con la consigna de “vencer o morir”.
En el curso de la misma, el Revkom se completó, a propuesta del Presidente, con la inclusión de diez nuevos miembros.
Durante la noche, un grupo de exploradores enemigo intento aproximarse a los fuertes.
5 de marzo
Por la mañana un avión sobrevoló Kronstadt lanzando octavillas: “lo han conseguido”, donde los bolcheviques intentaban demostrar que habíamos sido engañados por generales zaristas, añadiendo que Kronstadt había sido completamente rodeada y que por tanto seríamos reducidos por hambre, ya que en la ciudad no habían suficientes reservas de comestibles y llamaban a la rendición y al desarme y arresto de los dirigentes criminales. Aquellos que se rindieran serían perdonados por su error. El Revkom ordenó que no se ametrallara al avión. Las octavillas fueron ampliamente difundidas entre la guarnición y la población. Una emisión de radio del mismo estilo fue captada por el Petropavlosk, siendo igualmente difundida. Indignados por la ignominia de los bolcheviques, la guarnición quiso responder por medio de un fuego de artillería sobre Oranienbaum. El Revkom tuvo necesidad de llamar constantemente a la calma y a recuperar el dominio de los nervios, hasta que se tomaran algunas disposiciones.
El Revkom envió un radio mensaje: “¡A todos! ¡A todos! ¡A todos!”, en el que se señalaba que estaba seguro de la justicia de su causa, que Kronstadt se decantaba por el poder de los soviets libremente elegidos en detrimento de los partidos y que solo tales soviets serían capaces de expresar la voluntad de los trabajadores y no los bolcheviques. Hacía un llamamiento para que se entrara inmediatamente en contacto con Kronstadt y que se enviaran delegados, los cuales arrojarían luz sobre el movimiento de los kronstadianos, etc.
Alrededor de la medianoche, el enemigo trató sin éxito de apoderarse de los centinelas de los puestos avanzados, viéndose obligados a dar marcha atrás.
Así transcurrió la jornada del día cinco.
6 de marzo
Por la mañana nos llegó la noticia: en Petrogrado se procedía a arrestos masivos de las familias de los kronstadianos. El C.R. envió a través de la radio una protesta contra el encarcelamiento de los familiares y exigió su liberación, añadiendo que, entre nosotros, los comunistas disponían de completa libertad, que a sus parientes se les había dejado por completo al margen de todo y que este proceder era, bajo cualquier punto de vista, cobarde y vergonzoso.
A mediodía, el Petropavlosk recibió el radio mensaje que transmitía el ultimátum de Trotsky, ordenando la rendición inmediata de Kronstadt y los buques amotinados, a la República Soviética, entregar las armas y obligar a los obstinados a que lo hicieran, poniéndolos en manos de las autoridades soviéticas: Trotsky añadía aun que había ordenado preparar el aplastamiento militar de los amotinados. El plazo para la recepción de la delegación de Petrogrado en Kronstadt había sido fijado a las seis de la tarde de este día.
A las tres, un avión sobrevoló de nuevo Kronstadt y lanzó la orden de Trotsky ya impresa. Una emisión de la radio de Moscú, fue captada también; en ella se decía que agentes franceses se habían infiltrado en Kronstadt y que corrompían con oro a sus habitantes, junto con otros infundios del mismo género.
Todo esto fue ampliamente difundido entre la población y la guarnición de Kronstadt, provocando una indignación creciente contra la infamia de los bolcheviques. Se nos informó que las fuerzas enemigas llegaban cada vez en mayor número alrededor de Kronstadt. Trotsky y Dybenko, así como otros conocidos dirigentes llegaron a Oranienbaum. Fue interceptada la orden de comenzar la ofensiva contra Kronstadt.
El Revkom se reunió con el estado mayor de la defensa y comunicó a todos los insurgentes la orden de mantenerse alerta para rechazar al enemigo. En la ciudad todos estaban persuadidos que el primer disparo no tardaría en producirse.
Por la noche, fueron descubiertos grupos enemigos de reconocimiento.
7 de marzo
Hermoso y soleado día. En Kronstadt reinaba una gran animación debido al buen tiempo. Los niños estuvieron jugando en la calle todo el día. Nadie hubiera podido imaginar que Kronstadt estaba asediada y que en cualquier momento podía caer un obús que no perdonaría a nadie. Los servicios públicos y los talleres continuaron su actividad con toda normalidad. Uno delos fuertes nos informó que una reducida unidad de kursanty se había aproximado a nuestros puestos avanzados, intercambiando propaganda y retirándose.
A lo largo de la jornada, hasta el atardecer, doscientos delegados fueron enviados desde Kronstadt en todas direcciones, con documentos y periódicos. De ellos solo regresaron diez.
A las 18,45, el enemigo abrió un nutrido fuego sobre la ciudad y los fuertes desde Sestroresk y Lissy Nos. Los fuertes respondieron a la invitación, silenciando al enemigo. Al ver esto, el fuerte de Krasnaya Gorka abrió el fuego, recibiendo una adecuada respuesta del Sebastopol, luego hubo intercambio de artillería de todas partes, de forma intermitente, prolongándose hasta la caída de la noche.
Los obuses cayeron sobre el puerto de la ciudad y en las proximidades de los fuertes sin causar ningún daño; dos soldados rojos fueron heridos en los fuertes y trasladados al hospital. La población y la guarnición tomaron el cañoneo con tranquilidad y reaccionaron así: “al fin, la suerte está echada, ha comenzado el gran combate”, “toda la responsabilidad recaerá, ante el mundo entero, sobre aquellos que empezaron los primeros”, “nosotros no queríamos verter sangre, pero si Trotsky nos obliga a hacerlo, entonces defenderemos nuestra justa causa.”
El sonido de los cañones continuó escuchándose durante toda la tarde, pero la población manifestó más curiosidad que espanto. A pesar de la prohibición del Revkom, la gente acudió a la costa y al puerto para ver el fuego enemigo. Muchos profirieron maldiciones contra los bolcheviques, verdugos de la Revolución.
Los comunistas que se encontraban en Kronstadt disponían de entera libertad e igualmente se indignaron contra un acto de tal naturaleza, uniéndose a la lucha contra su propio partido.
Es preciso señalar que muchos de ellos mostraron un gran heroísmo y abnegación en el combate.
De este modo fue disparado el primer tiro de cañón... Hundido hasta la cintura en la sangre de los trabajadores, el sanguinario mariscal Trotsky fue el primero en abrir fuego contra Kronstadt, sublevada contra el dominio bolchevique, para restaurar el auténtico poder de los soviets.
Sin un solo disparo, sin derramamiento de sangre; nosotros, soldados rojos, marineros y obreros de Kronstadt, habíamos abatido el dominio de los comunistas, respetando incluso sus vidas. Bajo la amenaza de las armas, quería de nuevo encadenarnos a su poder. Intentando evitar todo derramamiento de sangre, habíamos pedido que fueran enviados a Kronstadt delegados del Proletariado de Petrogrado que no pertenecieran a ningún partido, con el fin de que constataran que Kronstadt luchaba por el poder de los soviets libremente elegidos. Pero los bolcheviques ocultaron todo esto a los obreros de Petrogrado y habían abierto el fuego; la respuesta habitual de un gobierno, supuestamente obrero y campesino, a las exigencias de las masas trabajadoras.
Nuestra posición era la siguiente: que todo el mundo trabajador sepa que nosotros, defensores del poder de los soviets de trabajadores, nos hemos unido para salvaguardar las conquistas de la revolución. Venceremos o pereceremos bajo las ruinas de Kronstadt, combatiendo por la justa causa del pueblo trabajador. Los trabajadores del mundo entero nos juzgarán, pero la sangre de los inocentes caerá sobre la cabeza de los bolcheviques-verdugos embriagados de poder. ¡Viva el Poder de los Soviets!
Con un fuego de artillería terminó, pues, la jornada del 7 de marzo. El cañoneo a la ciudad y a los fuertes mostraba claramente que iba a producirse un ataque en la mañana del día siguiente; nos preparamos para ello.
8 de marzo
A las 4,30 de la mañana, el enemigo desencadenó una ofensiva contra el fuerte Totleben, y la parte este de Kotline, hacia las puertas de Petrogrado. Una gran parte de los asaltantes fue aniquilada, el resto huyó. Fueron hechos prisioneros cerca de 200 hombres.
Algunos kursanty se escondieron en los muelles –y pronto fueron desalojados- los prisioneros fueron llevados en grupo al picadero.
Al mismo tiempo se lanzó un asalto contra los fuertes del sur; -el enemigo fue rechazado y se hizo un gran número de prisioneros. Del mismo modo se llevaron a cabo varios intentos de ofensiva en otros puntos, pero sin éxito. Las ofensivas le costaron al enemigo grandes pérdidas en muertes, heridos y ahogados –hubo ochocientos prisioneros.
Después de tal desastre, el enemigo envió una gran cadena de Oranienbaum[4]. Cuando estuvieron bajo el fuego de la artillería de Kronstadt, sacaron una bandera blanca, y empezaron a avanzar de flanco en dirección a Kronstadt
Dos miembros del comité revolucionario les salieron al encuentro, Verchinine y Koupolv; tan pronto como estuvieron a la vista de la cadena, soltaron sus armas y se dirigieron temerariamente a su encuentro. Pero sin tener tiempo de decir palabra, los bolcheviques les rodearon y cogieron a Verchinine; Koupolov logró escapar.
Utilizando este medio cobarde y vil fue como los bolcheviques se hicieron con uno de los mejores miembros del Comité Revolucionario: combatiente ejemplar, vehemente orador y entregado enteramente a la causa de la revolución y de la humanidad.
Pudimos constatar que si las cadenas enemigas, subiendo al asalto, no soportaban nuestro fuego, e intentaban retroceder, desde la orilla, disparos de artillería y de ametralladora les cerraban la retirada para obligarles a atacar de nuevo. Tampoco podían volverse ya que detrás de ellos marchaba una cadena de comunistas seleccionados que les disparaban por la espalda.
Los prisioneros nos explicaron que si en los regimientos surgían dudas o vacilaciones, y rechazaban subir al asalto, entonces fusilaban a uno de cada cinco. Es lo que sucedió en los regimientos de Orchanski, Nêvelski, y de Minsk. Los asaltantes eran sobretodo Kursanty, tropas de elite de comunistas seguros, chekistas, permanentes de la burocracia de los soviets, destacamentos de control de carretera y otras tropas seleccionadas cuya fidelidad estaba a toda prueba.
El 561º regimiento de Kronstadt figuraba en el número de los atacantes; quinientos hombres fueron hechos prisioneros.
Hacia el mediodía cesaron todas las tentativas de asalto del enemigo. Durante todo el día, sobrevolaron aviones, pero sus bombas no causaron ningún daño en la ciudad cayendo en su mayor parte fuera de Kronstadt, ya que las baterías antiaéreas no les permitían volar por encima de la ciudad.
Una única bomba cayó sobre la ciudad hacia las 6 de la tarde, como resultado destrozó la cornisa de una casa, dañó una fachada, rompió los cristales de varias casas, y por suerte no hirió más que muy levemente a un niño de trece años.
Durante todo el día hubo fuego de artillería. Nuestra artillería provocó un incendio y la destrucción de la vía férrea sobre la ribera de Oranienbaum, Kronstadt y los fuertes no sufrieron daños serios.
Unos tránsfugas nos señalaron que aquel día el enemigo había concentrado 15000 hombres sobre la ribera sur y 8000 al norte, con 20 baterías y 4 trenes blindados, de los cuales uno fue puesto fuera de combate por nuestra artillería.
El enemigo recibía refuerzos incesantemente.
En todos los servicios públicos, sindicatos y las unidades militares de Kronstadt, fueron designadas troikas revolucionarias, entre las cuales no hubo ningún comunista. Estas troikas eran encargadas de aplicar sobre el lugar las disposiciones tomadas por el Revkom.
El trabajo no cesó en los servicios públicos, sólo cerraron las escuelas y los cursos para adultos. Los alumnos de clases terminales hacían de voluntarios, al lado de los adultos en la milicia de la ciudad
En el Comité Revolucionario se trabajaba día y noche.
Vista la falta de botas de cuero entre los defensores de Kronstadt, el Revkom ordenó coger las de los bolcheviques detenidos, dándoles a cambio laptis[5]; esto proporcionó 280 pares de botas que fueron distribuidas entre la guarnición.
Por la misma razón el Revkom se dirigió a la población a fin de que aquellos que poseyeran varios pares los dieran a los defensores; esto proporcionó cerca de otros 400 pares de botas.
Estas botas eran intercambiadas por los zapatos de fieltro de los marinos, de los cuales no podían servirse en la ciudad.
Se procedió también a un reparto de abastecimiento para el período del 8 al 14 de marzo, según las normas siguientes: la guarnición terrestre y marítima recibió, en lugar de la ración de pan anterior, pan y café, media libra de manzanas desecadas, medio bote de conserva de carne y un cuarto de libra de carne por día. La población civil de categoría A recibió media libra de pan, medio bote de conserva, media libra de carne; La de la categoría B: una libra de centeno, medio bote de conserva de carne, un cuarto de libra de carne, y durante algún tiempo, media libra de azúcar y media de mantequilla salada.
Los niños de serie A: cada día harina, cebada, o media libra de galletas, medio bote de conserva de carne, y durante algún tiempo, como complemento un bote de leche en conserva, media libra de azúcar y un cuarto de libra de mantequilla.
Para los de la serie B y C, diariamente la misma ración, salvo media libra de carne en lugar del bote de leche.
He aquí pues en qué condiciones Kronstadt tenía que vivir; y todo esto sin un murmuro ni de la población ni de la guarnición. Cada uno declaraba firmemente: “Sabemos en nombre de qué nosotros soportamos estas privaciones” así terminó el día del 8 de marzo.
9 y 10 de marzo
El enemigo abrió un fuego de artillería, ya intermitente ya continuo e intenso, sobre la ciudad y los fuertes.
Los intentos de asalto, llevados a cabo en el sur y en el norte fueron rechazados con grandes pérdidas del enemigo. Nuestra artillería respondía sin cesar. Tuvimos, en estos dos días, 14 muertos y 46 heridos.
El Revkom envió un mensaje por radio a los proletarios de todos los países en el cual se destruían las mentirosas calumnias de los bolcheviques, declaraba a todo el mundo que ningún general blanco nos dirigía, y que estábamos organizados por nosotros mismos; que no nos habíamos vendido a Finlandia, y que no manteníamos ningún contacto con nadie para una eventual ayuda militar, que Kronstadt había derribado el yugo de los bolcheviques y había decidido luchar hasta el fin.
Sin embargo, si la lucha se prolongaba durante mucho tiempo nos veríamos obligados a pedir ayuda exterior para el abastecimiento, al menos para nuestros heridos.
En la ciudad reinaba la calma. Cuanto, más se prolongaba la lucha, más estrechamente se unían la población y la guarnición.
Cada uno aspiraba a ayudar con todos sus medios la causa común. Constantemente sobrevolaban los aviones pero sin provocar daños serios.
11,12 y 13 de marzo
El enemigo sometió a la ciudad y a los fuertes, durante estos tres días, a un fuego de artillería a veces intenso a veces intermitente. Algunas tentativas enemigas de continuar el asalto tuvieron lugar en el norte y en el sur de la isla. Los aviones sobrevolaron sin parar Kronstadt y lanzaron bombas. A todos estos ataques terrestres y aéreos y al fuego de la artillería enemiga, la guarnición de Kronstadt respondió con la artillería de la fortaleza y la de los buques, con las baterías aéreas, la ametralladoras o los fusiles.
A parte de la destrucción de varias casas no hubo daños materiales considerables. Las bombas mataron e hirieron a varias personas, el Revkom envió un mensaje por radio, el 12 de marzo, a todo el mundo, llamando a protestar contra los asesinos de la población pacífica de la ciudad, contra la destrucción de casas y pidiendo que se manifestara un sostén moral a los insurrectos.
14 de marzo
Temprano, en la mañana del 14 de marzo, el enemigo intentó, por dos veces, realizar el asalto, pero fue rechazado por nuestro fuego.
Desde las 13 horas, empezó un diluvio de artillería al que respondieron nuestros cañones. Esto duró hasta las 7 de la tarde, después hubo una calma. Los aviones no aparecieron. En la ciudad todo estaba tranquilo. La población se había de tal modo habituado a los cañonazos, que todo el mundo se movía libremente por la ciudad como si fuera un día de fiesta. Los niños jugaban a la guerra con bolas de nieve en la calle del Soviet y en la avenida Lenin. La gente limpiaba las aceras de la nieve y el hielo.
El Revkom se dirigió por radio a los periodistas de todos los países proponiéndoles que vinieran a Kronstadt para convencerse de por qué luchaban los kronstadianos.
Se procedió a un segundo reparto de abastecimiento, ya que el primero se había terminado el 14 de marzo.
Este reparto se hizo así: un pan grande a los militares marinos y obreros, del 15 al 21 de marzo incluidos, media libra de pan o un cuarto de galleta, una cuarta parte de un bote de conserva y tres octavos de libra de carne por día. A los niños de serie A: una libra de leche en conserva, dos libras de harina, una de carne de pollo, y tres huevos; todo esto hasta el 1 de abril.
A los niños de serie B: media libra de cebada por día, un cuarto de pollo, un cuarto de libra de carne por día, y un cuarto de libra de queso; todo esto hasta el 1 de abril.
A los niños de serie C: media libra de cebada, media de carne por día y una vez una libra y media de huevos de pescado.
A demás, un cuarto de libra de mantequilla, de suplemento, para todos los niños, así como media libra de azúcar. Así fueron repartidas las últimas reservas de avituallamiento.
15 de marzo
Exploradores enemigos intentaron aproximarse, en ciertos lugares, a nuestros puestos de guardia, pero fueron dispersados por nuestro fuego e hicimos prisioneros. De las 14 a las 17 horas hubo un débil fuego de artillería. Después de las 18h 30’ , sobrevolaron tres veces los aviones arrojando bombas; fueron rechazados por nuestras baterías anti-aéreas. La ciudad estaba en calma, el estado de ánimo era excelente. A las 20h tuvo lugar el transporte de los muertos desde el hospital a la catedral marítima, así como los preparativos de los funerales del día siguiente, en la plaza del Ancla. En la calle Pesotchnaia, durante el transporte de los muertos, un avión enemigo lanzó una bomba, que por suerte no explotó.
16 de marzo
El enemigo intentó llevar el asalto a distintos puntos pero fue rechazado por nuestro fuego de artillería. Los aviones empezaron sus razzias desde la mañana, sin causar grandes daños a la ciudad. Desde las 9 de la mañana, a partir de Lissy Nos, de Sestroretsk, de Oranienbaum, y de Krasnaya Gorka, empezaron los cañonazos de la ciudad y de los fuertes. Nuestra artillería respondió y en ciertos lugares hizo callar la artillería enemiga.
Al mediodía, la hora convenida para los funerales de las víctimas de la III Revolución, sin prestar atención a los bombardeos de la ciudad, la población y las unidades militares que no estaban de servicio, afluyeron a la plaza del Ancla, por el lado de la catedral marítima. Después de la ceremonia, los veintiún féretros, envueltos en telas rojas, fueron transportados a la fosa común fraternal preparada en la plaza. Los marinos hacían filas de honor hasta la misma tumba. Toda la población de Kronstadt y el C.R. asistieron a los funerales. Los féretros fueron introducidos en la tumba fraternal y cubiertos de tierra. Las unidades armadas los saludaron. Enseguida fueron pronunciados discursos en la tribuna, en los cuales los oradores ponían de relieve los acontecimientos en curso y subrayaban la ferocidad sanguinaria de los dirigentes bolcheviques.
En el intervalo de los discursos una orquestra tocó melodías revolucionarias. Durante todo el tiempo que duraron los funerales y los discursos, el enemigo sometió la ciudad a un intenso bombardeo; los obuses caían muy cerca. Un marino fue herido por un estampido. De todas formas la multitud conservó una sangre fría notable hasta el final y no se separó más que una vez acabados los discursos de los oradores.
Hacia la tarde, el bombardeo de la ciudad se intensificó.
De la Krasnaya Gorka, un obús de 12 pulgadas cayó sobre el puente del acorazado Sebastopol; 14 marinos murieron y 36 fueron heridos.
Al caer la noche, el bombardeo de todas las partes de la ciudad y de los fuertes aún fue más intenso. Nuestra artillería respondió y este intercambio duró hasta las 3 de la mañana, después cesó.
En la ciudad hubo casas destruidas e incendios que fueron rápidamente controlados; un obús cayó sobre el edificio del Revkom, hiriendo a dos marinos y con conmoción cerebral a un soldado rojo. También hubo heridos en las casas destruidas. La población ayudó activamente a retirar los escombros, a evacuar a los heridos al hospital y a retirar los cuerpos, así como a apagar los incendios; todo esto bajo el fuego mortífero de los cañones enemigos. Esta ayuda alivió en gran manera a la guarnición de la fortaleza y de la ciudad que no podía ocuparse de todo a la vez.
17 de marzo
A las 4 h 30 de la mañana, el enemigo lanzó una ofensiva general enviando numerosas oleadas de asaltantes, en sudarios blancos, sobre un gran espacio para apoderarse de Kronstsdt por los lados sur, oeste y este. Las oleadas de atacantes fueron acogidas por el fuego de nuestras baterías y de nuestras ametralladoras.
Los asaltantes caían como haces de mies segadas, pero los que escapaban continuaban avanzando, dispersándose en todos los sentidos. El enemigo logró guarecerse cerca de la cárcel de instrucción, gracias a un gran rodeo y a los sudarios blancos que llevaban los soldados, sin que se los apercibiera. Encontrándose así en el flanco de la sexta batería dispuesta cerca de las puertas de Petrogrado, sobre el depósito del parque de carbón, el enemigo se adueñó con una rápida razzia, pasando por la fábrica de gas. Los asaltantes forzaron las puertas de Petrogrado sufriendo grandes pérdidas; sin embargo lograron adueñarse de la cárcel de instrucción.
El cuartel del norte quedó detrás; 60 marinos se habían refugiado allí, sólo 4 pudieron salir.
Habiendo ocupado el hospital, la cárcel de instrucción y la central de teléfonos, los bolcheviques exigieron a los empleados, bajo amenaza de muerte, que transmitieran todo lo que les comunicaban.
Esta acción introdujo una cierta confusión en la defensa de Kronstadt. El enemigo liberó a los 174 bolcheviques, detenidos en la prisión, y se adueñó de la sala de armas, del depósito de alimentos, de la escuela de máquinas, y de todo el barrio hasta el polígono de tiro. Aislados grupos de enemigos pudieron llegar incluso hasta el estado-mayor militar y la catedral marítima. Instalaron dos ametralladoras en la casa del antiguo Moltchanoff, mediante las cuales controlaban toda la calle.
Simultáneamente, una gran ofensiva tuvo lugar sobre el puerto militar, sobre el estanque italiano, sobre la Bolsa, y sobre las puertas de la ciudadela, del lado del fuerte Piotr. Igualmente, los fuertes del sur y las baterías 4, 6 y 7 fueron intensamente atacadas. La ciudad era un infierno. Los cañones tronaban sin cesar por todas partes. Las ametralladoras crepitaban y los fusiles disparaban. Las balas silbaban por todas partes. Se había creado una terrible confusión. Por todas partes, tenían lugar luchas encarnizadas. Era difícil reconocerse ya que los comunistas se habían quitado sus sudarios blancos al dispersarse por la ciudad. A demás, evidentemente, se ha de decir también que los bolcheviques que no habían sido antes detenidos jugaron un papel nada despreciable, disparando por la espalda a los insurrectos, lo que hizo cundir el pánico y la confusión entre la guarnición. En un momento el enemigo pudo adueñarse de las puertas de la ciudadela, y avanzó rápidamente hacia la vía férrea a fin de tomar las puertas de Kronstadt, pero se lo impedimos. Las pérdidas enemigas allí fueron enormes. El combate era particularmente encarnecido por los dos lados. Fuera de la guarnición combatían obreros, mujeres, e incluso adolescentes. A las 14h. Conseguimos desalojar al enemigo de este barrio.
Hicimos más de 1200 prisioneros, el resto del enemigo, reculó hasta los fuertes del sur. Entonces empezamos a limpiar la parte sur de la ciudad: el depósito de alimentos, la sala de armas, y una parte de la calle Pesotchnaia fueron liberados; aún hicimos 2200 prisioneros en la plaza cerca de la catedral.
Por la mañana la sexta batería norte fue tomada por el enemigo, después la quinta que tenía sólo una ametralladora. La cuarta había sido abandonada bajo la presión enemiga.
Los comunistas lanzaron un asalto sobre la parte oriental de Kotline, pero fueron rechazados y se refugiaron en las baterías 4, 5 y 6.
Cerca de las puertas de Petrogrado, el combate continuaba con ventaja nuestra, aunque al enemigo le llegaran sin cesar refuerzos. Hacia las 5 de la tarde, habiendo recibido refuerzos, el enemigo lanzó un nuevo asalto contra las puertas de la ciudadela, se adueñó de ella y se dispuso cerca del laboratorio, pero nuestras reservas supervivieron y les rechazamos de nuevo. Los comunistas lograron adueñarse de los fuertes del sur 1 y 2. En este momento fueron apercibidos refuerzos enemigos por el lado de Oranienbaum; fueron enviadas a su encuentro las reservas hacia la parte oeste de Kotline. Sin cesar llegaban refuerzos sobre la rivera norte de los fuertes 6 y 7; se notó un importante movimiento de tropas en la región de Oranienbaum y de columnas de caballería por el lado de Petrogrado. La ciudad, los fuertes y el puerto eran bombardeados por la artillería sur y norte, así como por los trenes blindados. Krasnaya Gorka tiraba únicamente sobre el puerto.
Nuestra artillería – del Petropavlovsk, del Sebastopol, y de los fuertes- disparaba exclusivamente sobre la ofensiva enemiga, haciendo que se resquebrajara el hielo, y ahogaba a los asaltantes. A pesar de esto, las cadenas enemigas se diseminaban cada vez más y accedían como hormigas sobre el hielo.
A las 6 de la tarde quedaban en nuestra posesión los siguientes fuertes: Constantín, Riev, Totleben , Maritimen y Krasnoarmeisky; pero algunos de estos fuertes estaban dispuestos de manera que no podían defenderse más que del lado mar, y no por todo el alrededor.
Había también los fuertes Chanets y Milioutine, sin importancia militar; a demás los acorazados Petropavlovsk y Sebastopol. A las 6 de la tarde, llegaron peticiones desde el fuerte Topleten: “Enviarnos 200 hombres y 5 ametralladoras ya que sólo nos queda un cañón”; del fuerte Riev: “Pedimos un refuerzo de 100 hombres con dos ametralladoras ya que las piezas de los cañones empiezan a funcionar mal”; del fuerte Constantin: “Pedimos un refuerzo de 150 hombres con ametralladoras, de otra forma no podremos contener la presión enemiga y tendremos que evacuar el fuerte”.
Pedíamos refuerzos por todas partes para reemplazar las pérdidas: comandantes, artilleros, ametralladores; desde el Sebastopol se nos dijo que no quedaban más de tres obuses de doce y que no había nada para disparar. Además muchas piezas de artillería eran defectuosas, los compresores rotos, los soportes partidos, algunos cañones presentaban grietas y en estas condiciones no se los podía cargar.
Algo parecido nos llegaba desde el Petropavlovsk. El anclaje de los buques constituía un gran inconveniente, ya que estaban bordo contra bordo, y sólo podían disparar desde un solo lado. Además, era imposible separarlos ya que no quedaba carbón en el Sebastopol, y utilizaba la energía eléctrica del Petropavlovsk ; en fin, no había rompehielos para liberar el pasaje de los buques.
Los combates se prolongaban en torno a las puertas de Petrogrado. Los obreros llevaban a cabo una lucha desesperada, aliviando mucho a la guarnición; las mujeres participaban en los combates recogiendo los cartuchos de los muertos para darlos a los que combatían, ya que las municiones empezaban a faltar. Los obreros tenían a los asaltantes bajo el fuego de las ametralladoras desde lo alto de los techos y de los graneros.
Dos escuadrones de caballería que se habían adentrado hacia Konstrsdt fueron inmediatamente barridos por sus habitantes. Desde lo alto de la ciudad se veía cómo llegaban los refuerzos enemigos que se agrupaban en torno de los fuertes, rodeando la ciudad.
La guarnición de la ciudad era poco numerosa, se componía del 560º regimiento y de grupos de marinos, con un total de 350 fusiles. Muchos marinos estaban, por así decir, descalzos[6], y no podían participar en el combate. Nos faltaban especialistas y encuadramiento. Una escasa ración, un servicio ininterrumpido durante 15 días, un combate de 10 días, en particular el último día, desde las 4:30 de la mañana hasta la tarde, el combate de calle, todo esto rompió definitivamente las fuerzas de la guarnición. La disminución de la guarnición a consecuencia de los combates; la ausencia de reservas y de esperanza de un avituallamiento y de una ayuda militar exterior; todo nos hacía entender que no podríamos rechazar otro ataque que sería ciertamente sería continuado con otros asaltos.
El presidente del Revkom, habiendo analizado la situación con el responsable de la defensa, decidió retirarse, al caer la noche, a los fuertes de Krasnoarmeisky, Rif y Totleben, desde donde intentaríamos resistir. Fueron convocadas urgentemente todas las troikas revolucionarias y se pusieron de acuerdo para ponerse en orden de batalla, al caer la noche, en los fuertes designados; se recomendó que no cundiera el pánico ya que en este caso todas las unidades y la guarnición podrían perecer inútilmente. Se enviaron emisarios allí donde se había cortado la comunicación. Se comunicó al mando de la ciudad que se tenía que abandonar ésta y llevar con él a los obreros que lo desearan, ya que estaban bajo su responsabilidad.
El estado mayor de la defensa se dividió en dos grupos, uno debería ir al fuerte Krasnoarmeisky, y tomar sus propias disposiciones; el otro grupo debería quedarse en su lugar para transmitir todas las disposiciones al fuerte Krasnoarmeisky.
De esta manera, a las 8:10 de la tarde, yo abandonaba Kronstadt con el responsable de la defensa y nuestros colaboradores para ir al fuerte antes dicho.
Por la carretera, los grupos marchaban en dirección a los fuertes, pero 2 Km. antes de llegar, vimos un gran movimiento de grandes masas de hombres en las inmediaciones del fuerte.
Llovían los obuses haciendo numerosas víctimas. El fuerte se calló bruscamente. Al llegar al fuerte vimos que la estación eléctrica estaba destruida, los hilos telefónicos cortados y 6 pesados cañones inutilizados; los cañones de más calibre no giraban y estaban orientados hacia el mar. Eran cerca de las 9:30 de la tarde. La carretera que iba del fuerte hacia Kronstadt estaba cortada y sólo quedaba una salida. Ir en dirección de la frontera finlandesa.
Fue así como el primer grupo del estado-mayor, en el que yo me encontraba, abandonó Kronstadt.
El segundo grupo salió de Kronstadt a la 10 30 de la tarde y llegó también a Finlandia; 4 miembros del Revkom no pudieron juntarse con nosotros, su suerte me es desconocida.
Según dijeron los últimos prisioneros que hicimos, el enemigo disponía, además de una numerosa artillería, de 4 trenes blindados y de 8 cañones encima de tractores, y que había concentrado en la región de Oranienbaum cerca de 50mil fusiles, y 30mil por la parte de Sestroretsk y Lissy Nos, además un número indeterminado de caballería. Las tropas estaban compuestas principalmente de kursanty, de miembros del partido comunista, de chekistas, de destacamentos de control de carreteras, de permanentes de los soviets locales, de Mongoles, de Bachkirs y de otras tropas asiáticas. Desde lo más profundo de Rusia se habían llevado regimientos enteros, pero no se les enviaba todos a la vez, cada regimiento era dividido en varios grupos y mezclados con otros regimientos y, cuando iban al asalto, bolcheviques probados iban detrás de ellos.
Los bolcheviques persuadían a los soldados de que iban a combatir contra bandas de oficiales que se habían amparado de Kronstadt y que habían detenido a todos los marinos, que ya había soldados finlandeses llamados por estos militares rastreros. Para convencer más aún a los soldados, vestían a miembros del partido comunista con uniformes de oficiales con charreteras y medallas, y los paseaban ante las tropas declarando que eran prisioneros de Kronstadt y que era contra ellos que era preciso luchar.
De la misma forma vestían a otros comunistas con uniformes finlandeses, paseándolos de igual forma ante las tropas y con las mismas palabras. Decían por ejemplo que los marinos y soldados rojos habían dejado Kronstadt desde hacía mucho tiempo y se habían refugiado en Finlandia, que sólo quedaba una banda de oficiales que sería fácil liquidar. Contaban también a los asiáticos que el golfo era un gran campo y que detrás de él había una gran ciudad que era preciso tomar, ya que una banda de espadachines la había tomado y hacía reinar el terror contra la población.
Por ejemplo, un Mongol explicó: “ He estado en muchos frentes, he visto muchas ciudades, pero nunca una de tan grande. He visto muchos obuses pero nunca como estos, ya que cuando explotan hacen un gran agujero en el agua y nos hace caer en él. Nunca había visto obuses acuáticos como estos. Yo prefiero disparar desde un único sitio, sentado y estirado, mientras que allí el agua me ha despedido nueve veces[7].”
Mediante distintos pretextos y engaños enviaban a las gentes sobre el hielo. Y una vez allí ya no podían retroceder pues entonces los bolcheviques abrían sobre ellos un fuego de ametralladoras y de artillería. Su situación era verdaderamente espantosa ya que si querían retroceder, la cadena bolchevique que les seguía abría fuego sobre ellos. Los prisioneros contaron también que si en un regimiento aparecían dudas era desarmado inmediatamente y enviado a no se sabe dónde, o bien se fusilaba uno de cada cinco, enviando el resto al asalto. Nadie conocía realmente la verdadera situación de Kronstadt. Estábamos absolutamente separados del mundo exterior. No teniendo ni un solo avión, no podíamos informar a nadie.
Es preciso señalar que los bolcheviques no pudieron enviar tropa alguna de Petrogrado y de su región, ni de infantería ni marinos. En Petrogrado, se comprendió en seguida que los marinos se habían sublevado. Los torpedos anclados en Petrogrado fueron desarmados y los percutores de los cañones fueron sacados.
De igual manera , volvieron inutilizable todo lo que hubiera podido servir en los acorazados Gangout y Poltava que de todas maneras no podían funcionar pues estaban pendientes de reparaciones. Los equipos de los buques fueron detenidos y evacuados de Petrogrado hacia un lugar desconocido. Las unidades militares de la guarnición fueron acuarteladas, sin armas ni uniformes, bajo una fuerte vigilancia.
Cuando empezaron los mítines en Kronstadt, es decir a partir del 27 y del 28 de febrero, la situación de los bolcheviques empezó a no tener salida, intentaron obtener pequeños permisos para los marinos enviándolos al país, a Petrogrado, a Oraniembaum, y a otras localidades vecinas. Lograron así sacar de Kronstadt más de mil marinos lo que debilitó considerablemente la guarnición, tanto más cuanto que entre los que consiguieron permisos había especialistas indispensables como los galvanómetros, los ametralladores, etc., que hubieran sido de un gran valor en Kronstadt. Los comisarios hicieron esto pues con conocimiento de causa.
He aquí pues las condiciones y las circunstancias en las que se encontró Kronstadt antes de la formación del Comité Revolucionario, y durante su existencia y hasta su salida. Sólo añadiré que el honor y la gloria de los habitantes de Kronstadt, al defender el auténtico poder de los soviets libremente elegidos y no el poder de los partidos, fue haber demostrado a todo el mundo, cómo sin ninguna violencia y con la conciencia tranquila, el pueblo trabajador puede llevar la lucha hacia su total emancipación.
Quedó demostrado, en particular a los miembros del Partido Comunista Ruso que, aunque sean los más feroces enemigos del pueblo trabajador, éste mostró una vez más, a lo largo de un combate desesperado, su grandeza de alma rusa, y su fuerza, probando que es realmente capaz de perdonar a sus enemigos no en palabras y sobre el papel, sino de hecho.
Los bolcheviques pueden fusilar a los kronstadianos pero no podrán jamás fusilar la verdad de Kronstadt.
Stépan Maximovitch PETRITCHENKO, 1921.
Bibliografía somera
Los anarquistas y los soviets, Barcelona, 1977, 125 págs.
Anweiler, Oskar, Los soviets en Rusia, 1905-1921, Madrid, 1975, 333 págs.
Avrich, Paul, Kronstadt 1921, Buenos Aires, 1973, 249 págs.
Documentos de la revolución mundial: II. Kronstadt, Madrid, 1971, 255 págs. (En nota 1 de la introducción, págs. 23 y siguientes, se incluye una bibliografía comentada muy interesante)
Mett, Ida, La Commune de Kronstadt: Crepuscule sanglant des Soviets, París, 1949
Skirda, Alexandre, Kronstadt 1921. Proletariat contre bolchévisme, París, 1971
Yarchuck, E., Cronstadt. Su significación en la revolución rusa, Barcelona, s.a., 172 págs.
Volin, La revolución desconocida, Madrid, 1977, 2 volúmenes.
A. Ciliga L’insurrection de Kronstadt et la destinée de la Révolution russe. (Révolution Prolétarienne, nº278, 10 sept. 1938)
[1] Recordemos que los kursanty eran los cadetes militares, los nuevos “junkers” del Ejército Rojo, sometidos a un férreo adoctrinamiento.
[2] Presidente de la República “soviética”.
[3] Medida de longitud del antiguo sistema ruso. Una versta = 1,06 km.
[4] Cadena significa en este contexto varias hileras de asaltantes, espaciados entre sí dos o tres metros, presentándose frontalmente al objetivo (nota del traductor).
[5] zapatos trenzados con fibras de cáñamo.
[6] Los marineros que hacían el servicio en los buques llevaban botas de fieltro que eran inservibles en la nieve o el hielo (nota del traductor).
[7] Los Mongoles hablaban poco o nada ruso. Petrichenko recoge las explicaciones del prisionero tal como las oyó, lo cual explica el estilo directo y enrevesado de este pasaje (nota del traductor).
La edición francesa del periódico Izvestia de Kronstadt (14 números, del 3 al 16 de marzo 1921), realizada en París en 1987 por ediciones Anda Jaleo, se puede solicitar a ediciones del Naufragio en la siguiente dirección: criticasocial.cl La verdad sobre Kronstadt, de Stépan Petritchenco, lo hemos traducido de la versión francesa presentada por Alexander Skirda en el libro Kronstadt 1921.)(Fondo cubierta: kronstadianos refugiados en Finlandia)