¿Quién es el terrorista?
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El legado de Hiroshima
Noam Chomsky
La Jornada
El aniversario este 6 de agosto de los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki
provoca una sombría reflexión y la más ferviente esperanza de que el horror no
se repita jamás. En los 75 años siguientes, esos bombardeos han afligido la
imaginación mundial, pero no tanto como para frenar el desarrollo y la
propagación de armas de destrucción masiva infinitamente más letales.
Un problema relacionado, discutido en la literatura especializada mucho antes
del 11 de septiembre de 2001, es que las armas nucleares pueden caer, más
temprano o más tarde, en manos de grupos terroristas. Las recientes explosiones
y víctimas de Londres son otro recordatorio de que el ciclo de ataque y
respuesta puede escalar, de manera impredecible, hasta superar en horror a
Hiroshima o Nagasaki. El poder reinante a escala mundial se otorga a sí mismo el
derecho de hacer la guerra a su voluntad, bajo la doctrina de la autodefensa
anticipatoria que cubre cualquier contingencia que elija. Para ello, los
medios de destrucción tienen que ser ilimitados.
Los gastos militares de Estados Unidos se aproximan a los del resto del mundo
combinado, mientras que las ventas de armas de 38 compañías estadunidenses (una
en Canadá) llegan a cerca de 60 por ciento del total mundial (que aumentó 25 por
ciento desde 2002). Se han realizado esfuerzos para fortalecer la delgada cuerda
de donde cuelga la supervivencia. El más importante es el Tratado de No
Proliferación Nuclear, que se puso en efecto en 1970. Su conferencia regular,
convocada cada cinco años para reconsiderarlo, se realizó en mayo en Naciones
Unidas.
El tratado ha estado confrontando su colapso porque los estados nucleares
incumplen sus obligaciones, especialmente con respecto al artículo VI. Dicho
articulo apremia a esos estados a realizar esfuerzos de "buena fe" a fin de
eliminar las armas nucleares. Estados Unidos es líder en el rechazo a acatar los
deberes emanados del artículo VI.
Mohamed el Baradei, jefe de la Agencia Internacional de Energía Atómica, ha
dicho que la "renuencia de una de las partes a cumplir sus sus obligaciones
alienta la renuencia de los otros".
El ex presidente Jimmy Carter consideró a Estados Unidos "el mayor culpable en
esta erosión del TNPN. Mientras aseguran que están protegiendo al mundo de la
proliferación de amenazas de Irak, Libia, Irán y Corea del Norte, los líderes
estadunidenses no sólo han abandonado las restricciones existentes del tratado,
sino que también han reafirmado planes para poner a prueba y desarrollar nuevas
armas, incluyendo misiles antibalísticos, los llamados bunker buster, que
destruyen construcciones subterráneas "y tal vez algunas nuevas bombas
pequeñas". También han abandonado las promesas pasadas y ahora amenazan con un
primer uso de armas atómicas contra estados no nucleares.
La amenaza estuvo a punto de convertirse en realidad en varias ocasiones en los
años que siguieron a Hiroshima. El caso más conocido fue la crisis de los
misiles en Cuba, en octubre de 1962, "el momento más peligroso de la historia
humana", como señaló Arthur Schlesinger, historiador y ex consejero del
presidente John F. Kennedy, durante una conferencia efectuada en La Habana en
octubre de 2002.
El mundo "se salvó por un pelo de un desastre nuclear", recuerda Robert McNamara,
secretario de Defensa de Kennedy, quien también asistió a esa conferencia. En el
número de mayo-junio de la revista Foreign Policy, McNamara acompaña este
recuerdo con una renovada advertencia de un "próximo apocalipsis".
McNamara considera "inmoral, ilegal, innecesaria militarmente y temiblemente
peligrosa" la actual política de Estados Unidos en armas nucleares, por crear
"riesgos inaceptables para otras naciones y para la nuestra", tanto respecto de
"un lanzamiento nuclear accidental o inadvertido" como de un ataque nuclear por
terroristas. McNamara comparte el juicio de William Perry, secretario de Defensa
del ex presidente Bill Clinton, de que "hay posibilidad incluso mayor a 50 por
ciento de un ataque nuclear contra objetivos de Estados Unidos dentro de una
década".
Juicios similares son también expresados por prominentes analistas de
estrategia. En su libro Nuclear Terrorism, el especialista en relaciones
internacionales de Harvard, Graham Allison, informa que hay "consenso en la
comunidad de seguridad nacional" (de la cual ha formado parte) de que un ataque
con una "bomba sucia" es "inevitable" y un ataque con un arma nuclear es
altamente posible, si materiales fisionables, el ingrediente esencial, no son
aislados y asegurados.
Allison describe los éxitos parciales para hacer eso desde los comienzos de
1990, siguiendo las iniciativas de los senadores Sam Nunn y Richard Lugar, y el
retroceso de estos programas desde los primeros días del gobierno de George W.
Bush, paralizado por lo que el senador Joseph Biden llamó "estupidez
ideológica".
El liderazgo de Washington ha dejado de lado los programas de no proliferación y
ha dedicado sus energías y recursos a llevar al país a la guerra por medio de un
extraordinario engaño, tratando luego de manejar la catástrofe que creó en Irak.
La amenaza y el uso de la violencia están estimulando la proliferación nuclear
como también el terrorismo islámico.
Un análisis de alto nivel de la "guerra contra el terrorismo" dos años después
de la invasión de Irak se "focalizó en la forma de lidiar con el aumento de una
nueva generación de terroristas, entrenados en Irak durante los dos años
pasados", informó Susan B. Glasser en el periódico The Washington Post.
"Altos funcionarios del gobierno vuelcan de manera progresiva su atención en
anticipar lo que uno denominó 'derrame' de cientos o miles de jihadistas
adiestrados en Irak, y que luego retornan a sus países de origen en todo Medio
Oriente y Europa Occidental". Un ex alto funcionario del gobierno de Bush dijo
que "es nueva pieza en una nueva ecuación. Si usted no sabe quiénes son los
miembros de esas fuerzas en Irak, ¿cómo los va a localizar en Estambul o en
Londres?"
Peter Bergen, especialista en terrorismo de Estados Unidos, señala en The
Boston Globe que "el presidente tiene razón al decir que Irak es el
principal frente de la guerra al terrorismo, pero es un frente que nosotros
mismos hemos creado".
Poco después de las bombas en Londres, Chatham House, la principal institución
británica en análisis de asuntos extranjeros, publicó un estudio marcando la
conclusión obvia negada con indignación por el gobierno, de que "el Reino Unido
está particularmente en riesgo porque es el aliado más cercano de Estados
Unidos, ha desplegado a las fuerzas armadas en la campaña militar para derrocar
al régimen talibán en Afganistán y en Irak... (y es) el "pasajero del asiento
trasero" de la política estadunidense, afirmado detrás del conductor de la
motocicleta.
La probabilidad de un cercano apocalipsis no puede ser estimada de manera
realista, pero es seguramente demasiado alta para que cualquier persona en su
sano juicio la contemple con ecuanimidad. Aunque la especulación es inútil, la
reacción ante la amenaza de otro Hiroshima definitivamente no lo es. Por el
contrario, es urgente, particularmente en Estados Unidos a raíz del papel
primordial de Washington en acelerar la carrera hacia la destrucción al extender
su dominio militar, único en la historia.
© 2005 Noam Chomsky