Economía
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Petroleras sin ley
Juan Torres López
Rebelión
Todo el mundo anda de cabeza por la subida del petróleo. Los transportistas
se ponen en huelga en España y con dinero público hay que atajarla para evitar
el desabastecimiento. Las guerras y los conflictos se multiplican y los países
productores de petróleo se encuentran, más que nunca, en el ojo de un huracán
geoestratégico que nunca se sabe cómo puede terminar.
Se hacen cábalas acerca de las reservas, de la incidencia de los precios tan
elevados en los índices de precios, por culpa del petróleo se conjura cualquier
subida de salarios para no desestabilizar las grandes cuentas macroeconómicas,
de modo que una vez más los trabajadores de sueldos más bajos pagan en sus
bolsillo la subida del oro negro. Se achaca a su precio tan elevado la recesión
económica, el paro, las fluctuaciones del PIB,… llevamos décadas en las que no
hay un mal económico que no se explique en virtud de los precios del petróleo.
Cuando todo está mal es todo por su culpa y, sin embargo, apenas si se mira a
quienes, en todo este maremagnum, se están forrando y poniéndose las botas
cuando el precio del petróleo va por las nubes.
En 2004 las empresas petroleras mundiales tuvieron un 67% más de beneficio que
en 2003.
Las grandes, las que controlan más del 90% del mercado mundial, son unas pocas y
tienen ganancias impresionantes: British Petroleum ganó 15.371 millones de
dólares en 2004, Exxon Mobil 25.330 millones, Royal Dutch/Shell, 18.183
millones, Total 11.995 millones de dólares... La española Repsol ganó 1.950
millones de euros aunque tuvo un resultado operativo de más de 5.000 millones de
euros.
El sueldo medio de Honduras es de unos cuarenta dólares, más o menos lo mismo
que el de un minero en Bolivia. De modo que solo con los beneficios de BP se
podría pagar a unos 30 millones de hondureños o mineros bolivianos!! En Costa de
Marfil un agricultor puede ganar unos 170 euros al año, así que los beneficios
de la multinacional petrolera británica podrían pagar casi 90 millones de
sueldos anuales. En Marruecos el sueldo por hora de un obrero especializado es
de menos de un euro, así que también es fácil calcular lo que se podrían estirar
todos esos beneficios.
Como es obvio, nada de eso se hace. Sólo por asistir a las pesadas reuniones del
Consejo de Administración de Repsol (dejemos aparte la renta de sus acciones) el
Presidente de la empresa cobra más o menos un cuarto de millón de euros todos
los años, casi 40 veces más de lo que suele cobrar un repartidor de butano de su
empresa.
De todos esos beneficios millonarios muchas veces no se paga ni un solo dólar al
fisco de los correspondientes países porque se hacen trampas contables, como
hizo Repsol, por ejemplo, en Ecuador. Y, lo que es peor, los beneficios vienen
generalmente de concesiones corruptas e ilegales. No es de ninguna manera casual
que los presidentes de los países donde Repsol fue adquiriendo empresas
privatizadas hayan terminado acusados de delitos de corrupción a mansalva. El
corrupto presidente Menem le vendió a buen precio cuando privatizó YPF no solo
las acciones del Estado sino la de las propios trabajadores que no eran suyas.
Las empresas petroleras están siendo hoy día las primeras fuentes de destrucción
ambiental. Para ahorrar costes realizan las prospecciones sin prevención
suficiente ocasionando incendios devastadores y una gravísima contaminación por
metales pesados. Y lo que es peor, son responsables de un genocidio larvado que
está acabando con docenas de comunidades indígenas y, mucho más grave, con la
vida de millones de personas.
En Colombia se conocen bien las vinculaciones de Repsol con grupos terroristas
paramilitares. En Nigeria, siete de cada diez personas viven con menos de un
dólar diario a pesar de que las petroleras ganan allí miles de millones de
petróleo y para mantener sus privilegios fomentan la división social y los
conflictos. El 80% del petróleo ugandés se obtiene en territorio de los nuer
pero casualmente esta es una comunidad excluida de su propio espacio, como los
ogoni de Nigeria, para impedir que puedan participar de la riqueza que se
genera. Los mayores conflictos sociales del planeta están vinculados directa o
indirectamente a su posición estratégica y a los privilegios que se reservan
para sí. Transparencia Internacional estudia anualmente la corrupción en el
mundo y una vez más denuncia que el sector privado del armamento y el petrolero
son los que crean y financian más corrupción y detrás de ellos están lógicamente
las grandes petroleras.
Estas grandes empresas ganan miles de millones de dólares de beneficios
imponiendo la única ley que entienden y aceptan: que ellas no están sometidas a
ninguna ley. Han ordenado derrocar gobiernos, asesinar a líderes políticos o
poetas (como el nigeriano Saro Wiwa justo hace diez años), tanto da, si se
dedican a reclamar que las petroleras cumplan la ley, que no destrocen los
hábitat y que repartan algo más justamente sus beneficios increíbles.
La situación es tan exagera y dramática que ni siquiera haría falta que dejaran
de ganar dinero. Ganan tanto que sólo una minúscula parte sería suficiente para
evitar el hambre y la miseria en todo el mundo. Con lo que ganan tres o cuatro
de estas grandes petroleras se podría alimentar a toda la población mundial,
darle vivienda, educación y salud. Y aún sobrarían cientos de millones para que
sus dirigentes pudieran seguir siendo inmensamente ricos, claro que en lugar de
ganar treinta o cuarenta veces más que sus trabajadores igual tendrían que ganar
sólo diez o quince veces más.
Desgraciadamente, nada de eso es posible de momento, entre otras cosas, porque
las petroleras cuentan con el apoyo expreso de los gobiernos, que trabajan sin
pudor para ellas, como es lógico que ocurra cuando financian a los partidos
mayoritarios y a sus líderes.
Mientras tanto, los gobiernos y los economistas de plantilla siguen tratando de
justificar nuestros males por culpa de los productores de petróleo, de los
trabajadores de cobramos mucho o de la falta de libertad que tienen las grandes
empresas en el mercado. Algunas veces, como ha hecho el ministro español de
Industria, incluso se atreven a pedir a las petroleras que tengan la bondad de
reducir un poco sus beneficios. ¡Qué delicadeza! Ojalá les hablaran también así
a los trabajadores.
Este es el mundo, si el salario de los trabajadores que ganan un puñadillo de
monedas sube aunque sea modestamente se le culpa de todos los males; a las
petroleras que aumentan sus beneficios de miles de millones un 67% se les deja
que campen a sus anchas.
Juan Torres López (www.juantorreslopez.com) es Catedrático de Economía
Aplicada de la Universidad de Málaga (España) y colaborador habitual de Rebelión