Economía
|
Rusia: Los ricos y los pobres en Rusia
Vasili Kononenko
Red Voltaire
A Vladimir Putin le quedan tres años para gobernar Rusia, por mucho que intenten algunos modificar la Constitución o realizar alguna otra maniobra hábil con el fin de prorrogar el mandato del actual presidente.
A Vladimir Putin le quedan tres años para gobernar Rusia, por mucho que
intenten algunos modificar la Constitución o realizar alguna otra maniobra hábil
con el fin de prorrogar el mandato del actual presidente.
Lo hacen constar todos los politólogos serios y las fuentes en los pasillos del
poder, con los que ha podido conversar el autor de estas líneas. Todos están
convencidos de que Putin no podrá cambiar su propia decisión, la que él hizo del
dominio público: para un militar, como es él, ello equivaldría a perjurar. O sea
que tomando tal argumento como «punto de referencia», el de comienzo de la fase
final del gobierno del actual presidente, se puede hacer la conclusión de que en
el tiempo que le queda Putin se esforzará por dejar una huella en la Historia.
Para el primer presidente de Rusia, Boris Yeltsin, la tarea consistió en
destruir el sistema totalitario y hacerlo irreversible, mientras que para
Vladimir Putin radica en vencer dos grandes males de Rusia: el peligro de la
desintegración y la pobreza. Si el primer problema, con el que Putin chocó al
llegar al poder, hoy día ya no provoca preocupación, la pobreza y una
vertiginosa división de la sociedad se perciben como una amenaza al futuro de
Rusia. Precisamente por esta razón, desde que en primavera él dirigió su mensaje
anual y hasta el momento presente, Putin procura movilizar todos los recursos
del Estado para distribuir más justamente la riqueza nacional.
Pero sus esfuerzos difícilmente podrán cambiar en poco tiempo la vida de los
ciudadanos de Rusia, especialmente la de aquellos que tienen bajos ingresos,
porque el Estado no es omnipotente.
Tras la aprobación de los conocidos proyectos nacionales en materia social, para
cuya realización se prevé asignar 115 mil millones de rublos, el presidente le
encomendó al Gobierno presentar en octubre un plan sistematizado de inversión de
dichos recursos en la modernización de la sanidad, la enseñanza pública, la
ciencia y el desarrollo de la industria de construcción de viviendas. Otro paso
que él dio fue su reunión con representantes plenipotenciarios, a los que fue
planteada la tarea de organizar un eficaz sistema de monitoreo: el dinero en
cuestión debe ayudar realmente a los pobres, los que todavía son muchos en
Rusia.
Según datos del Instituto de Proyectos Sociales y de la compañía de sondeos «ROMIR-monitoring»,
en la zona de la pobreza se encuentra cerca del 60 por ciento de la población
adulta de Rusia. Los sociólogos han averiguado que los ingresos de la «clase más
baja» de la población no exceden 110 dólares mensuales. A muchos no alcanza
dinero ni para alimentarse. La mayoría de los pobres viven en el campo, mientras
que el grueso de la «capa más baja» están ocupados en el sector de la economía
financiado con cargo al presupuesto del Estado. El grupo más menesteroso son los
jubilados.
Luego siguen aquellos, cuyos ingresos no exceden el nivel de supervivencia.
Según datos del Ministerio de Desarrollo Económico de Rusia, en junio pasado el
salario del ciudadano ruso promedio alcanzó su máximum histórico: 303 dólares
(8.655 rublos). Ese monto permite sobrevivir, sin permitirse lujo, y es mucho
mayor que el promedio salarial en muchos países de la CEI, el que es mísero en
comparación con aquel que cobran los europeos. Además, una mitad del incremento
salarial en Rusia lo absorbe la inflación.
En el siguiente peldaño está la clase media, la que acaba de surgir y entre la
que se catalogan el 25 por ciento de los rusos activos, cuyo salario mensual
excede 20 mil rublos.
Y, por último, en Rusia ya se ha formado la clase superior bastante estable, la
de los ricos, a la que corresponde el 0,4 por ciento de la población activa y la
que crece de año en año. Precisamente esta categoría de los rusos provoca mucha
aversión en la sociedad. Expertos temen que el vertiginoso aumento del número de
quienes tienen millones de dólares (según datos estadísticos, sus ingresos
crecen dos veces más rápido que la velocidad con que los más pobres logran salir
del abismo financiero) pueda provocar una explosión social.
¿Podrá Putin cumplir su tarea fundamental, la de vencer la pobreza y no permitir
que la economía caiga en barrena? Lo sabremos dentro de un año o dos, cuando en
el país empiece la financiación de los ambiciosos proyectos sociales trazados.