Economía
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La supremacía del capital financiero: beneficios récord y auge del autoritarismo
James Petras
La Haine
Los bancos de inversiones han estado profundamente implicados en el reciclaje del dinero del petróleo árabe, y han estado comprometidos en fusiones y adquisiciones en Oriente Próximo a gran escala, mientras una minoría financiera judía, pero muy militante, ha financiado a los lobbies pro israelíes que presionan para que Estados Unidos adopte una política más belicosa frente al mundo árabe e islámico
Introducción
No hay otro sector de la economía de los Estados Unidos cuyo crecimiento pueda
equipararse, en estos últimos años, al de las principales instituciones
financieras, tanto en términos absolutos como relativos. Para el primer
trimestre de 2006, Goldman Sachs (GS) anunció la superación del récord absoluto
de beneficios en Wall Street, con 2.480 millones de dólares (es decir, 10.000
millones de dólares al año, de seguir al mismo ritmo). Estas ganancias
representan un 64% más que las del mismo periodo del año pasado (un año ya muy
lucrativo). La rentabilidad de los recursos propios alcanzó el 38,8%, cifra
récord también para una compañía inversora. Los ingresos totales alcanzaron los
10.300 millones de dólares. GS ha registrado beneficios récord en cinco de los
últimos nueve trimestres (Financial Times (FT) 15.03.2006, p. 1).
Por su parte, Morgan Stanley declaró un incremento del 17% en sus ingresos
netos, hasta 1.640 millones de dólares en su primer trimestre de 2006, con un
aumento del 24% anual, en comparación con el 19,7% del año anterior. Lehman
Brothers declaró unos beneficios superiores en un 24% para el mismo periodo, con
una cifra récord de 1.100 millones de dólares y unos ingresos aumentados en 17%
hasta 4.500 millones de dólares. Bear Stearns (BS) se unió al baile de millones
de Wall Street, declarando unos beneficios en el primer trimestre de 514
millones de dólares, 34% más que el año anterior. Los ingresos alcanzaron los
2.300 millones, con un incremento del 19%, mientras que la rentabilidad de los
recursos propios de los accionistas aumentó en un 20,1% en el primer trimestre.
Sumados los beneficios de estos cuatro bancos, alcanzan los 5.730 millones de
dólares para el trimestre que va de noviembre de 2005 a febrero de 2006, es
decir, 22.900 millones anuales, y esta cifra no incluye los beneficios de tres
de los cinco principales bancos (Citigroup, JP Morgan and Merrill Lynch), cuyo
primer trimestre se contabiliza de enero de 2006 a marzo de 2006, y de los que
se esperan beneficios igualmente elevados, duplicándose en ese trimestre hasta
los 12.000 millones de dólares, e incrementando los beneficios a cerca de 50.000
millones en 2006.
Ningún otro sector económico puede hacer gala de una tasa de beneficios similar,
ni hay ninguna empresa de entre las siete principales que se acerque siquiera a
estos beneficios récord. Los bancos consiguen su máximo rendimiento facilitando
la concentración y la centralización del capital (operaciones que denominan
"fusiones y adquisiciones"), imponiendo unos lucrativos honorarios en concepto
de "asesoría" y suscribiendo las obligaciones que financian las fusiones y las
adquisiciones. La segunda fuente de ingresos es la especulación, entre otras con
la negociación de la deuda, las apuestas en los mercados mundiales de valores,
especialmente en la energía, en los que Goldman and Morgan "han estado haciendo
una fortuna estos últimos trimestres".
Mientras, en Estados Unidos, los consumidores, los políticos demagogos y los
activistas antibelicistas acusan a los países productores de petróleo, pasando
por alto totalmente la responsabilidad de los bancos especuladores en las
subidas del precio del crudo.
El principal aspecto político es que la fuerza motriz del sector económico más
importante de la economía estadounidense –los servicios– es el sector
financiero, el que menos participa en actividades productivas, entendiendo como
tales la producción de bienes y servicios para la comunidad. Además de sus
elevados beneficios, los astronómicos salarios y gratificaciones de sus elites
directivas, y su papel en la concentración del capital tienen un papel principal
en el incremento de las desigualdades de salarios. El coste que imponen a las
empresas por sus "servicios" contribuye al endeudamiento lo que, a su vez,
conduce a despidos masivos, y a la reducción de la cobertura sanitaria y de
pensiones como parte de los mensajes de "asesoría" de los bancos implicados.
Además de su actividad especulativa, los bancos se han convertido en accionistas
significativos en sectores no bancarios. Desarrollan un importante papel en la
reducción de costes laborales como método para maximizar los beneficios a corto
plazo, a expensas de las inversiones a largo plazo en investigación y
tecnología. Por último, la fuente más lucrativa y dinámica de los beneficios
especulativos se encuentra en la expansión en ultramar, especialmente en Europa
y Asia. Por ejemplo, Lehman Brothers anunció a mediados de marzo de 2006 "una
agresiva expansión en Asia". Mientras los rendimientos totales aumentaron el
17%, los ingresos provenientes de ultramar aumentaron el 30%, y los de Asia el
67%. David Goldfarb, director administrativo, declaró que la expansión en Asia
era la prioridad número uno de Lehman. Los principales bancos han establecido o
están en proceso de hacerlo, avanzadillas en los sectores bancarios de China e
India. El imperialismo financiero se está convirtiendo en el principal
instrumento para la construcción del Imperio del siglo XXI.
Capital financiero: Poder político y política económica
El capital financiero ejerce una enorme influencia sobre la política económica
gubernamental mediante una representación directa en los órganos de control de
la política monetaria estadounidense: el presidente y consejo ejecutivo de la
Reserva Federal. Sus criterios clave para el nombramiento del presidente de la
Reserva Federal son la "confianza" y los estrechos vínculos y sólidas relaciones
que el candidato tenga con Wall Street. Estos mismos criterios se aplican a
todos los principales nombramientos económicos, entre ellos los secretarios del
Tesoro, Comercio, Banco Mundial y Fondo Monetario Internacional. Durante mucho
tiempo, el presidente de la Reserva Federal, Alan Greenspan, ha sido muy
respetado y alabado no por su pésima actuación económica sino por sus políticas
favorables a los banqueros de Wall Street. Durante la presidencia de Greenspan,
la economía de Estados Unidos se ha desindustrializado, ha acumulado unos
enormes déficits comercial y presupuestario y se ha basado en dos burbujas
especulativas (la tecnología de la información y las cajas de ahorros).
Ha dirigido una economía que ha alcanzado niveles sin precedentes de deuda
pública, que se ha duplicado en cinco años. El apoyo de Greenspan a las bajadas
de impuestos de Bush para los ricos (ingresos, beneficios del capital, etc.) ha
contribuido al enorme déficit presupuestario y ha ampliado las desigualdades. Su
política de bajos intereses ha alimentado las burbujas especulativas a costa de
las inversiones productivas. Su apoyo a la desregulación del capital (denominada
"globalización") ha conducido a la deslocalización de multinacionales
estadounidenses (la mayoría de las cuales exporta a Estados Unidos) y ha
producido enormes déficits comerciales y de la balanza de pagos. Si bien estas
políticas han ocasionado una desastrosa situación en la economía nacional, han
creado unas condiciones extraordinariamente favorables para la expansión del
capital financiero en el interior y en el extranjero, así como la concentración
y centralización de los bancos en diez grupos de control.
El impacto de Wall Street en la economía y las estructuras nacionales puede
ilustrarse mejor al examinar lo que ocurre en la ciudad de Nueva York, su centro
operativo. En primer lugar, la distribución de la propiedad en Nueva York es de
las más desiguales del mundo. Un poco más del 1 % de la población controla más
del 80 % de los recursos, lo que es comparable a las desigualdades de propiedad
de la tierra en Guatemala y Brasil.
En segundo lugar, Wall Street está estrechamente vinculada al capital
inmobiliario de Nueva York y ambos han sido instrumentos para la subida de los
valores inmobiliarios y alquileres, lo que ha producido la destrucción de más de
500.000 puestos de trabajo en la industria durante las últimas tres décadas. La
mayoría de las antiguas factorías industriales han sido remodeladas para
convertirlas en espacios de oficinas para actividades financieras y en viviendas
de lujo para los financieros ricos. El senador por Nueva York, Schumer –un
conocido defensor de Wall Street– ha liderado en Estados Unidos la campaña para
convertir en chivo expiatorio a China por la pérdida de puestos de trabajo en la
industria, pasando por alto el papel primordial del capital inmobiliario en la
deliberada destrucción del sector fabril en Nueva York.
Por supuesto que la desaparición de los fabricantes en la ciudad de Nueva York
no se debe exclusivamente al capital financiero: los capitalistas locales del
textil y los sindicatos son también en parte responsables al apostar por los
salarios bajos para competir –una propuesta ineficaz contra China– en lugar de
actualizar su tecnología, introducir el diseño por ordenador y la
especialización en la producción de alta calidad. Los sindicatos (entre ellos la
International Ladies Garment Workers Union- ILGWU, denominada después UNITE) han
apoyado la estrategia del trabajo barato de los responsables de las fábricas de
ropa al tolerar salarios de hecho por debajo del salario mínimo, lo que ha
quedado recogido en los contratos de negociación colectiva. Sin duda, las
diferencias étnicas y de clase entre los jefazos judíos, con sueldos de seis
dígitos, de la industria del vestido y los mal pagados obreros asiáticos y
latinos, así como las comunes posiciones en cuestiones étnicas y de clase de
dirigentes y fabricantes, han hecho posible el fracaso de esta política: la
pérdida de competitividad de las fábricas y la pérdida de puestos de trabajo de
los obreros.
El capital financiero y la guerra en Oriente Próximo
El capital financiero, hasta hace poco, estaba predominantemente en manos de
protestantes blancos y de judíos. En los últimos tiempos, la base étnica y
religiosa de Wall Street se ha ampliado, al apoderarse los grandes bancos de los
pequeños bancos de propiedad familiar. Sin embargo, dentro de la nueva
generación de ambiciosos especuladores en Bolsa, existe una gran desproporción
de personas de origen judío, no necesariamente religiosos ni implicadas en
actividades comunitarias judías o israelíes. No obstante, una significativa
minoría de millonarios de la banca y del negocio inmobiliario desarrolla un
papel muy activo en la financiación y promoción de la política israelí, bien sea
directamente bien sea a través de los principales grupos de presión pro
israelíes como el AIPAC1 y el presidente de las principales organizaciones
judías.
Esos lobbies han estado a la cabeza de la propaganda en favor de la guerra de
Iraq, en el boicot o el ataque a Irán y en la limpieza étnica de los palestinos.
La fuerza política de esta minoría de financieros judíos acaudalados, que
consideran a Israel por encima de todo, no queda contrarrestada por cualquier
otra organización de banqueros judíos o de magnates gentiles2, musulmanes o
hindúes. Por medio de la utilización política de su riqueza, de su estratégica
posición y alto status, esta minoría de financieros políticamente activos se
encuentra en situación de establecer los parámetros y políticas en Oriente
Próximo a través de su papel dominante en la financiación de los partidos
políticos (en especial del partido demócrata), de los candidatos y de los
congresistas.
Los críticos de la guerra judíos y gentiles prescinden, de forma deliberada, del
papel que desempeñan la minoría de judíos acaudalados y sus lobbies políticos en
el diseño de la política estadounidense en Oriente Próximo y se centran en las
compañías petroleras en Estados Unidos y en ultramar ("Sangre por petróleo,
no"). Existen numerosas pruebas de ello en los últimos 15 años.
1.Las compañías petroleras no han promovido una política belicista.
2.Las guerras han perjudicado sus intereses y sus operaciones y acuerdos con
importantes gobiernos árabes e islámicos de la zona.
3.Los intereses de las compañías petroleras han sido sacrificados a los
intereses estatales de Israel.
4.El poder del capital financiero, a través del lobby pro israelí, supera al de
las compañías petroleras en influencia sobre la política estadounidense en
Oriente Próximo.
Una cuidadosa investigación de las publicaciones y actividades del lobby de la
industria petrolera y de los lobbies pro israelíes en las últimas décadas ha
sacado a la luz una abrumadora documentación que demuestra que los lobbies
judíos han estado mucho más favor de la guerra que la industria del petróleo.
Además, la documentación hecha pública por ésta última demuestra un alto grado
de cooperación con los Estados árabes y una creciente integración de los
mercados. Por contraste, las declaraciones públicas y las actividades de los
lobbies judíos más poderosos económicamente y en influencias han servido para
aumentar la hostilidad del gobierno estadounidense contra los países árabes,
incluida la máxima presión ejercida a favor de la guerra en Iraq, el boicot o el
ataque militar contra Irán y el apoyo estadounidense a los asesinatos israelíes
y a la limpieza étnica de los palestinos.
La demostración más impresionante del poder judío en el diseño de la política
estadounidense en Oriente Próximo contra los intereses de los grandes del
petróleo queda demostrada con la política de Estados Unidos en Irán. Tal como
subraya el Financial Times: "Las compañías internacionales de petróleo, que
están invirtiendo mucho miles de millones de dólares en proyectos en Irán, están
preocupadas con el enfrentamiento diplomático (léase, las amenazas
económico-militares de Estados Unidos ) al programa nuclear del país" (FT, 18 y
19 de marzo de 2006, p.1). A pesar de que están en juego miles de millones de
dólares en contratos de petróleo, gas y productos petroquímicos, el lobby pro
israelí ha presionado al Congreso para que impida a las principales compañías
petroleras estadounidenses invertir en Irán. A través de su agresiva campaña
ante el Congreso y el Gobierno de Estados Unidos, el lobby judío
estadounidense-israelí ha creado un clima de guerra en contra de los intereses
de todas las principales compañías petroleras del mundo, entre ellas BP- British
Petroleum, compañía británica; SASOL, de Sudáfrica; Royal Dutch Schell; Total,
de Francia y otras muchas.
El mito de la "guerra del petróleo" ha sido difundido por casi todos los más
importantes intelectuales progresistas judíos y repetido como loros por sus
partidarios gentiles, a quienes se prohibe de palabra y hechos mencionar la
palabra AIPAC en cualquier reunión pública o manifiesto. El poder de la minoría
políticamente activa de financieros judíos en el lobby pro israelí se está
extendiendo más allá del sector de la política exterior estadounidense y alcanza
a la vida cultural, académica y económica de Estados Unidos. En este sentido,
tres acontecimientos importantes me vienen a la mente.
En la ciudad de Nueva York, una importante producción teatral sobre la vida de
Rachel Corrie, activista humanitaria, asesinada en los Territorios Ocupados por
un soldado de las Fuerzas de Defensa Israelíes que conducía un bulldozer, fue
cancelada por la presión judía y las amenazas financieras. El teatro ha admitido
que la cancelación se ha debido a la "sensibilidad" (y al bolsillo) que suscita
el tema en los partidarios de que "Israel es lo primero". La defensa y el apoyo
por parte del lobby pro israelí de una opinión minoritaria a favor de la
agresión en Oriente Próximo están llegando a socavar autoritariamente las
libertades básicas de los estadounidenses en el derecho a una libre y pública
expresión.
El segundo ejemplo de la creciente tiranía de la minoría pro israelí sobre
nuestras libertades civiles es la virulenta campaña, lanzada por las principales
publicaciones judías y organizaciones pro israelíes contra el bien documentado
ensayo escrito por los profesores Stephan Walt, de la Universidad de Harvard, y
John Mearsheimer, de la Universidad de Chicago, en el que se critica la
influencia del lobby judío en la política estadounidense en Oriente Próximo.
Desde el ultraderechista y ortodoxo Jewish Press (que se autoproclama el más
difundido periódico judío "independiente" de Estados Unidos) al antes
socialdemócrata Forward, y hasta el Jewish Weekly, todos han lanzado junto a las
principales organizaciones judías, una campaña propagandista de difamación ("los
nuevos Protocolos de Sión", "antisemitismo", "fuente para las páginas en
Internet de los nazis...") y presionan para que se los expulse de los círculos
académicos.
El autoritarismo judío ya ha tenido éxito en parte. Sus comunicados de prensa se
han publicado en los medios de comunicación de masas sin permitir la réplica de
los profesores atacados. La Universidad de Harvard ha exigido que el logotipo de
la Kennedy School of Government sea retirado del documento. El ultrasionista
profesor Dershowitz y sus fanáticos colegas de Harvard han puesto en duda su
cualificación moral y académica para la enseñanza. En Estados Unidos y en
Francia se están preparando leyes para equiparar el antisionismo con el
antisemitismo y para criminalizar como "delito de odio" la libre expresión sobre
las atrocidades israelíes y cualquier crítica del control que ejerce el lobby
sobre la política estadounidense en Oriente Próximo.
En Estados Unidos, las leyes propuestas podrían afectar a la retirada de
financiación a cualquier institución académica en la que se criticaran las
actuaciones de Israel. Hasta ahora en Estados Unidos no se ha producido una
oposición organizada a este ataque al derecho a la libre expresión de los
académicos, judíos o gentiles, o de los periodistas, ni una defensa de la
honradez de los dos críticos del lobby. No existe un grupo de inversores judíos
o de financieros dispuestos a financiar una campaña en defensa de la libertad de
expresión, de la libertad de cátedra, ni de la libertad artística para
contrarrestar a la minoritaria elite financiera sionista. El negocio es el
negocio.
Algunos mitos y unas pocas apreciaciones: El capitalismo y la guerra
Además del mito de la "guerra por el petróleo" existen varias extendidas ideas
falsas:
Mito número 1 - El dominio del capital financiero conduce a la guerra. No
existen pruebas de que el capital financiero funcione mejor en tiempos de guerra
que en tiempos de paz. De hecho, la historia reciente demuestra que las "crisis"
provocan la volatilidad de los mercados y alteraciones inmediatas que perjudican
a importantes "apuestas" financieras y otros beneficios. La mayor parte de los
beneficios financieros se producen por las fusiones y adquisiciones, que
aumentan gracias a las circunstancias del libre mercado, y no a las guerras. Los
financieros que apoyan la guerra lo hacen debido a su ideología personal, a su
identificación étnica y habitualmente a través de organizaciones con afiliación
étnica, no por medio de asociaciones financieras. De forma que las grandes
contribuciones que aportan una minoría de financieros judíos a los lobbies
sionistas partidarios de la guerra tienen poco que ver con su pertenencia de
clase y más con su identificación con las organizaciones que anteponen Israel a
todo.
Mito número 2 - Si bien los financieros son la principal fuente de
recursos de los belicosos lobbies pro israelíes y de sus portavoces en el
Congreso, existe una minoría de banqueros judíos cuya principal preocupación es
conseguir los máximos beneficios para sus bancos y, en consecuencia, para sí
mismos, que se comprometen en actividades sociales, culturales y profesionales
no judías. Más de la mitad, incluso, no contraen matrimonio en el seno de la
comunidad judía.
Mito número 3 - Muchos escritores citan encuestas que sugieren que la
mayoría de los judíos, como los otros estadounidenses, se oponen ahora a la
guerra de Iraq. No obstante, el hecho cierto es que no están dispuestos a
criticar al lobby belicista judío ni a mencionar la participación de Israel en
el desencadenamiento de la guerra con su ocupación de Palestina.
Mito número 4 - El lobby israelí es uno más de los lobbies existentes. El
lobby judío pro israelí es único en influencia porque dispone de una enorme red
de organizaciones de base y de 150 funcionarios en Washington que actúan de
forma disciplinada y comprometida a las órdenes de una potencia extranjera,
Israel. Además el lobby está financiado por individuos muy ricos de sectores muy
lucrativos (como el bancario). En tercer lugar, su extensa reputación de
amenazas y represalias contra los recalcitrantes y leales miembros del Congreso,
ejecutivos y creadores de opinión lo convierten en un extraordinario y peligroso
lobby.
Conclusión
La supremacía del capital financiero y su influencia en la política económica
estadounidense han tenido unas consecuencias importantes, y en gran parte
negativas, para la política económica de Estados Unidos, y en especial para
nuestro nivel de vida, nuestra balanza de pagos y nuestro presupuesto. Los
desregulados mercados financieros han llevado a la consecución de beneficios
récord para Wall Street pero al mismo tiempo han producido una serie de burbujas
especulativas que han llevado a la bancarrota a millones de pequeños inversores.
La pérdida de competitividad industrial estadounidense es, en gran parte,
consecuencia de la transferencia de capital de las innovaciones productivas, que
aumentan la competitividad, a la actividad especulativa, en muchas ocasiones al
margen de la verdadera producción de bienes y servicios. Los mercados de
productos financieros derivados y los hedge funds –fondos de inversión
especulativa– alcanzan en la actualidad un monto igual a toda economía
estadounidense, calculándose en 12 billones de dólares, lo que equivale un
derrumbamiento financiero anunciado. El capital financiero en su estadio más
avanzado de desarrollo se basa en apostar sobre apuestas ya apostadas, que
incrementa hasta el infinito las probabilidades de un colapso económico, aunque
aumenten el abismo existente entre los banqueros y los asalariados.
La influencia política del capital financiero se ha concretado en la esfera de
la política económica y de los nombramientos de altos cargos del Gobierno, pero
no se ha implicado en la formulación de las políticas bélicas ni se ha
beneficiado de ellas. Sin embargo, el capital financiero ha sido compatible, ha
apoyado y se ha beneficiado de sus estrechos vínculos y relaciones con la elite
política militarista en el Congreso y el Gobierno. La relación es de mutuo
apoyo. El Gobierno desregula los mercados financieros, baja los impuestos,
recorta el gasto social, nombra a presidentes de la Reserva Federal amigos de
Wall Street... y a cambio Wall Street apoya a los partidarios de la guerra
imperial en el Gobierno y el Congreso.
Los bancos de inversiones han estado profundamente implicados en el reciclaje
del dinero del petróleo árabe, y han estado comprometidos en fusiones y
adquisiciones en Oriente Próximo a gran escala, mientras una minoría financiera
judía, pero muy militante, ha financiado a los lobbies pro israelíes que
presionan para que Estados Unidos adopte una política más belicosa frente al
mundo árabe e islámico.
La postura de Wall Street en el deterioro de las libertades democráticas ha
pasado de la ambigüedad al autoritarismo. Al mismo tiempo que han apoyado la
Patriot Act, se han opuesto a la compra por parte de una compañía de Dubai de la
gestión de terminales portuarias estadounidenses. Y mientras una activa minoría
apoya la prohibición de la obra teatral sobre Rachel Corrie y financia a
organizaciones pro israelíes que intentan purgar a profesores críticos con
Israel, la mayoría lo ve con indiferencia.
El auge del autoritarismo y la lucrativa usura financiera son compatibles con el
dominio del capital financiero.
28 de marzo de 2006
Notas
1. American-Israel Public Affairs Committee (AIPAC) (N.T.)
2. Término con el que la comunidad judía denomina a quienes no son judíos. (N.T.)
Traducido para La Haine por Felisa Sastre y J. A. Julián